Chudley vs Puddlemere (Aria)

El miembro 'Ronald B. Weasley' ha efectuado la acción siguiente: Tiradas

'd6' :

-De eso no tienes que preocuparte, pienso recuperar mi remera... Sólo que se me ha ocurrido que se te verá muy bien puesta.- Sonrió divertido, con brillo en la mirada. El vuelo, la competencia, lo hacía más atrevido en cuanto a ideas, ganando el valor que casi siempre le faltaba. Era la mezcla de euforia y adrenalina, que resultaba tan efectivo como un trago de la poción Felix Felicis. Se sentía invencible, esa clase de sensación que lo hacía sentir capaz de volar sin escoba, o de realizar cualquier proeza sin que nada, absolutamente nada, pudiera salir mal.

-Vamos a jugarnos el desempate: si gano, me quedo con tu sueter y tu corbata azul, y harás la danza de la victoria en medio del campo usando mi remera, antes de devolvermela.- Le sonrió divertido, a la espera de que pediría ella en caso de ganar.

-Es un trato.- Dijo el pelirrojo, intentando no pensar en lo ridículo que se vería si perdía. Estaban ambos lado a lado, con los ojos fijos en el recorrido, y una sonrisa de campeones cada uno, a su manera. Le lanzó una par de miradas fugacez.

-Tres...- La sonrisa se le fue expandiendo. -Dos...- Miró a Aria por el rabillo del ojo. -Uno...-

Se inclinó en la escoba haciendo equilibrio, apoyando su mano sobre el mango de la escoba de la Ravenclaw, e intentó darle un beso en la mejilla... con tal suerte que ella se giró en el mismo instante, de manera que el beso no fue exactamente en la mejilla. Pudo sentir un intenso calor en sus labios posados en los de ella, quizás más intenso que el de sus orejas al colorarse. Tardó mas de treinta segundos en separarse, y cuando lo hizo fue con un jadeo, entre nervioso y envalentonado. -Ehm... ¿vamos?-

El miembro 'Aria D'Angelo' ha efectuado la acción siguiente: Tiradas

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Se sonrojó más aún a las palabras de ella con una sonrisa, antes de verla salir volando. Comenzó a volar de nuevo tras ella, pero estaba tan distraído por lo que acababa de ocurrir que varias veces estuvo de chocar contra los aros. En parte tenía que admitir que le había gustado aquello, aún cuando no lo había planeado. Por otra parte, se suponía que tenía a otra castaña en mente... Varias veces levantó la mirada hacia las gradas pensando que vería a Hermione mirándolo con odio desde alguna de las sillas. No vio a Hermione, claro, pero si se despistó lo suficiente como para chocar contra uno de los paneles de madera, quedando en completa desventaja mientras se obligaba a aterrizar antes de estrellarse al suelo en picada. Miró hacia arriba, donde la Ravenclaw había llegado a la meta sin problemas. Se rió, aplaudiendo.

Con la escoba al hombro se fue encaminando hacia donde ella aterrizaría, negando con la cabeza con una sonrisa. -Vale, merezco haber perdido.- Dijo. -Venga, dejemos las escobas en el armario para cumplir con el trato.-

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-De verdad; aunque no lo creas soy hombre de palabra.- Dijo riendo, aunque ya comenzaba a ponerse colorado al pensar en que iba a estar en medio del Campo de Quidditch solo con los boxers. Se puso junto a Aria, y dudó antes de pasarle el brazo por los hombros, luego de lo que había pasado. No le iba a pedir disculpas por el beso, puesto que no había sido a propósito, y ella no parecía enojada por ello... Al menos no aún.

-Oye, en serio eres muy buena. Si abren las pruebas para Quidditch, apúntate. Te recomiendo Cazadora, aunque quizás no seas mala cogiendo la snitch. ¿Que tal tus reflejos?-

La vio alejarse, y solo entonces se llevó la mano a la cabeza, intentando dar sentido a lo pasado. No podía negar el atractivo de la chica, sobretodo ahora que, como había dicho estúpidamente hacía un buen rato, "había crecido". Y es que él la recordaba más bien retraída, envuelta en sus libros, y por alguna razón le rehuía la mirada cuando la veía con Ginny. Hasta creía haber recordado que se le acostumbraba caer cosas cada vez que pasaba junto a ellas. Inevitablemente, la había considerado bastante torpe.

Miró hacia abajo. Había perdido, así que, adiós pantalones. Se le enrojecieron las orejas al pensar en que tendría que hacer el viaje de vuelta a la Sala Común en calzoncillos. Podía intentar arriesgarse a viajar hasta Hogsmeade en ropa interior y "aparecerse" en casa. Seguro que con eso le daba alguna risa a sus hermanos, y su madre podría pensar en otra cosa por un rato, mientras le gritara por su falta de vergüenza. "Que diablos", pensó finalmente, antes de quitarse el pantalón y quedar sólo en calzoncillos y los calcetines también de los Chundley, llevándose la mano a los ojos. De una u otra manera, iba a hacer el ridículo

Con las manos aún enroscadas en el palo de la escoba exhalé todo el aire que quedaba en mis pulmones.

"Céntrate Aria."

Estiré la pierna, ejerciendo un poco de fuerza en la puerta del armario para que ésta se cerrara y tomé aire mientras la colocaba frente a la otra, cruzándolas para girar sobre mí misma. No pude evitar parpadear varias veces  incrédula al ver cómo el pelirrojo agarraba con ambas manos el borde de su pantalón.

"No lo hagas, por favor, no lo hagas.
Ronald Bilius Weasley, ni se te ocurra..."






"Y ahí seguía, con mis dedos enredados en mi cabello, con las rodillas heridas debido a la caída y el ceño fruncido. Mirando con temor a aquella niña de enormes ojos azules. Debía hacer algo, la pequeña se había terminado ya su batido; bajé las manos apretando los nudillos contra el frío suelo de piedra. Se iba a levantar de un momento a otro, debía aprovechar ese pequeño instante y hacerme con el control.

Una risa juguetona y conocida comenzó a resonar en la sala. Una risa diferente y familiar, normalmente aquel sonido surgía de mi pecho, de este mismo pecho que ahora se agitaba nervioso e inseguro. Un humo rojizo se filtró por la puerta mientras aquella voz, mi voz, se enroscaba en mis oídos.

-¿Quién es? ¡Exijo saber lo que está pasando!-la pequeña golpeó con fuerza el trono con sus talones.-¡Fuera!-tiró el recipiente donde antes se encontraba su adorado batido atravesando aquel humo que crecía.

No me moví ni un milímetro de donde estaba, la confusión se apoderaba de mi sensatez. ¿Cómo podía ser aquella mi risa si yo me encontraba en el suelo en ese mismo instante? Aquel sonido, que comenzaba a dañar la poca serenidad que me quedaba, se iba haciendo cada vez más fuerte.

El humo empezó a aumentar, recorriendo la habitación en curvas perfectamente trazadas. Acabó por condensarse en una de las esquinas, donde había caído el recipiente del batido. No pude evitar incorporarme dejando todo mi peso sobre las rodillas, aquellas rodillas que comenzaban a quejarse.

-¿Es que acaso no tienes modales?-la voz, mi voz, no era la mía. Sí y no.

Reconocía mi tono, mi forma de pronunciar las eses y el ritmo de mi risa pero... esa forma de jugar con la entonación de las palabras, esa manera pícara de alargarlas y saborearlas como si de algo delicioso se tratara; ¿qué o quién era aquel humo?

En los siguientes segundos se fue desvaneciendo el tono rojizo dejando vislumbrar las líneas de un cuerpo femenino. Se encontraba de espaldas, dejándonos ver su piel al completo desde ese ángulo. Una vaporosa tela apareció cubriendo parte de sus piernas, así como sus zonas más femeninas.

-Algo me dice que los acabarás obteniendo D'Angelo-movió delicadamente su cuello para fijar su mirada en la de la niña.

No pude evitar tropezar y acabar sentada en el suelo de piedra, con los labios separados y el ceño totalmente fruncido. Mi rostro, ese era mi rostro, aunque con notables diferencias. Su piel parecía ligeramente húmeda, sus labios se encontraban perfectamente enmarcados en ese tono carmín que al parecer la caracterizaba; sus pómulos ligeramente colorados, como si hubiera realizado deporte justo antes de aparecer en la habitación.

Su cabello era mucho más largo que el mío, los delicados bucles le llegaban a los hoyuelos de la espalda. Me sonrió al ver mi desconcierto y comenzó a caminar totalmente descalza. Fue ahí cuando me percaté en que algo estaba mal en ella: en cada estudiado y armonioso paso que daba, una huella se marcaba en el suelo de piedra, una huella que en segundos se evaporaba, como si la piel de aquel ser se encontrara a una temperatura demasiada elevada para un simple humano.

Mi respiración comenzó a multiplicarse al ver que no apartaba sus perfilados ojos de los míos. La pequeña Aria bajó del trono de un salto mientras refunfuñaba lo que parecían constelaciones que no estudiaría hasta años después. No levantó la mirada hacia aquella mujer que caminaba como si flotara contoneándose. Era extraño, pero mis párpados se congelaron, me sentía incapaz de apartar la mirada de su movimiento hipnótico. Llegó hasta donde me encontraba mientras esa risa pícara escapaba de entre sus perlados dientes.

-Qué pronto olvidas...-chasqueó la lengua justo antes de curvar sus labios juguetona mientras deslizaba las manos sobre sus piernas desnudas, acariciándolas mientras doblaba las rodillas poniéndose a mi altura.

Esta vez mis ojos sí pudieron cerrarse durante una milésima, el tiempo exacto que necesitaban para hidratarse y poder observar la húmeda piel de aquella extraña, así como el vapor que emanaba de ella.

¿Acaso la conocía? Se inclinó hacia mí mientras una gota que recorría su cuello me hipnotizaba; un afrodisíaco olor se coló en mis pulmones mientras sus labios avanzaban hacia mi inocente oído.

-Yo también los prefiero pelirrojos, Cromwell me dejó con hambre...-se separó lentamente, lo suficiente como para que aquel aroma siguiera penetrando en mi ser.

Era incapaz de moverme, sus palabras me habían congelado totalmente, un nudo se enroscó en mi estómago impidiéndome pensar o actuar de alguna manera; aquella mujer de labios perfectos me miraba con cada una de mis facciones. No se podía decir que fuera mi reflejo, yo me encontraba anonadada y asustada; ella, por el contrario, desprendía satisfacción y deseo.

Estiró uno de sus dedos y me escondió el pelo tras la oreja en una caricia, pude sentir cómo ardían sus yemas. Si hubiera tenido control de mi cuerpo en aquel segundo habría gritado apartándome de su lado, pero se encontraba demasiado cerca de mi rostro, su nariz casi rozaba la mía. Era incapaz de responder de alguna manera, me encontraba a su merced.

-Esta vez no estoy de visita...-dejó salir el aire de sus rojos labios provocando que mi respiración lo atrapara; mi ceño seguía fruncido, mis labios totalmente secos y apretados. -He venido para quedarme... -apoyó su dedo índice sobre mi boca, divertida por la sequedad y el desconcierto de ésta.

Ardía, el contacto con su piel quemaba; necesitaba que se apartara, que dejara de jugar con mis respuestas y se esfumara en aquel odioso humo rojizo que nunca debió de haber aparecido. Se relamió provocando que su nariz rozara la mía e inclinó el rostro mientras separaba mis labios con sus dedos, traviesa y provocativa.

¿Qué se supone que tramaba? ¿Por qué bloqueaba mis respuestas y se divertía con mi frustración? Exhaló el aire que le quedaba y relajó los párpados justo antes de atrapar sus labios con los míos. Sentí cómo aquel vapor que había huido de su boca recorría cada milímetro de mi cuerpo; conseguí cerrar los ojos mientras notaba cómo mi temperatura se elevaba hasta doler.

No sé durante cuánto tiempo me mantuve en ese estado, cuando pude reaccionar tomé aire fuertemente y abrí los ojos. Aquella mujer ya no se encontraba en la habitación, me giré agitada y pude ver a la pequeña Aria mirándome extrañada con su libro de Encantamientos bajo el brazo. Volteé buscando algún rastro de aquel humo rojizo pero nada.

Apoyé las manos sobre el suelo con la respiración alborotada, ¿qué era exactamente lo que había pasado? Me incorporé tratando de levantarme cuando algo llamó mi atención: las huellas de mis manos sobre el suelo, al instante comenzaron a evaporarse.




-Mierda...-cerré los ojos mientras las sílabas se escabullían de mis labios.

Volví a abrirlos inmediatamente, apoderada de la curiosidad del momento. Alimenté mi indiscreto iris de la piel resplandeciente y pecosa del león; no pude evitar percatarme de los ridículos calcetines de los Chudley Canons, de cómo todo en Bilius era "naranja" y en lo chistoso que se veía en medio del campo de quidditch avergonzado, con las manos sobre la cara.

Comencé a caminar apretando el palo de la escoba entre mis manos, nerviosa, mientras trataba que todo mi cuerpo volviera a su temperatura natural. Era incapaz de apartar la mirada de él; debía disfrutar de mi recompensa y grabar en mi memoria hasta el último lunar del pelirrojo. Sólo esperaba conseguir cambiar la cara de bobalicona al llegar a su lado.