Puesta de sol [Aria]

Me gustaba mucho ese lugar, a pesar de la mala fama que tenía, porque contaron que un chico y una chica... Bueno. Decidieron demostrarse su amor viendo las estrellas en aquella torre. Nadie había confirmado nunca el rumor, pero no dejaba de tener cierta mala fama. Además, era el lugar donde Snape había asesinado a Dumbledore. Aun año y poco más del suceso muchos seguían especulando la manera en la que había pasado. Los pocos que lo sabían estaban muertos, eran prófugos o presos, o eran Malfoy y Potter. Yo no había perdido el tiempo imaginándomelo. ¿Para que?

Me había colado porque nada se sabía de la profesora Sinistra, o cuando se reanudarían las clases. Astronomía era la única clase que había metido por gusto. Había sacado una E en el TIMO y aun no sabía como lo había logrado, pero me gustaban las estrellas. Se acercaba la puesta del sol y quería disfrutarla desde allí, sin nadie que me molestara. No me molestaría tener compañía, pero había pocas personas que supieran apreciar una puesta de sol, como se debía.

"Hermoso", me dije, mientras me sentaba casi al borde de la torre, con el sol pegando me de frente.

Había empezado tarde este curso debido a que tenía que organizar las propiedades de mi padre ahora que Astria no iba a estar involucrada, hacía años que dejé de llamar a esa mujer madre.

Llegué de noche al castillo, entre a la sala común y en el dormitorio estaban mis pertenencias. Sonreí al ver que todo parecía como siempre, todo menos las caras de los alumnos. Se veían extremadamente pálidos, algunos con lágrimas aún en las mejillas. No podía soportar aquello así que salí de la sala común y comencé a subir las escaleras, las cuales se portaron extrañamente bien dejándome subir al sexto piso sin ningún cambio inesperado.
Me paré frente a la puerta y entré sin pensarlo dos veces, había estado ahí bastante, sobre todo con Isabelle.

Me quedé parada, hacía mucho que no hablaba con ella. ¿Cómo podíamos llamarnos amigas si ni nos escribimos una mísera lechuza en meses? Ambas teníamos la culpa, lo sabía, pero eso no hacía que se me pasara el enojo.

Seguí avanzando notando cómo los primeros rayos del sol iluminaban la torre... la torre y algo más: cabellos rojizos.

Sigo mirando la puesta de sol, mientras me quitó un mechón rebelde del cabello rojizo que se me pega en la frente. Me preguntó donde están los demás, todos. No puedo vivir de hablarle a Astoria, que tiene un humor cambiante y parece más demacrada con cada día que pasa. Extraño incluso a las gemelas, pero es lógico que no estén cerca, con el apellido que cargan. Y bueno, también me pregunto donde está Aria. Volvio a Francia cuando la guerra estalló totalmente y no hemos tenido comunicación. Yo simplemente deje de escribirle cuando murió mi madre y ella no insistió.

Oigo pasos tras de mí y me preguntó quien demonios se atreve a perturbar mi tranquilidad. Vuelvo la cabeza y la queja que estoy apunto de proferir se muere y se convierte en la sonrisa más abierta que he hecho formar a mis labios en meses.

—¡Aria! —exclamo. En una sorpresa verla por allí.

Me quedé petrificada durante unos segundos. Alli, estaba, justo a unos metros, y lo más importante: viva.

No quise escribirle por miedo, miedo a no obtener respuesta o a obtenerla. Me lancé a abrazarla sin importarme el hacerle daño al dejarme caer.

-Isabelle...-la abrazaba mientras notaba que sus rizos atacaban mis pupilas, me aparté notando en mis ojos una extraña humedad-yo...- no sabía qué decirle, semanas atrás había ensayado ese encuentro, las disculpas por no haberle escrito, mis quejas por no haber sabido de ella. Pero en ese momento sencillamente era incapaz de emitir sonido.

-Yo... ¡¡me alegro tanto de verte!!

No me había imaginado como sería aquello, no se me había pasado por la cabeza en ningún momento, por supuesto. Sabía que Aria estaba por allí y volvería en algún momento. Simplemente, me había sentado a esperar el cuándo, porque cada que intentaba poner una palabra sobre el pergamino descubría que no sabía como empezar una carta en ese momento. Así que había dejado correr el tiempo...

El abrazo no me toma por sorpresa, a pesar de lo impulsivo que es, pero es justo y necesario.

-¡Por supuesto que estoy viva!

Respondo, haciendo lo mismo. Es curioso que nos encontremos en un lugar en el que tantas veces hemos estado juntas. T

Sonreí sin poder hacer nada más durante unos segundos.

-Perdona...-dije apartando la mirada--...no era capaz de escribirte, estaba lejos y...-movía mis manos mientras hablaba-...temía que...-me quedé callada.

El sol ya había salido por completo y nos obligaba a entrecerrar los ojos. Reí al ver el ceño fruncido y los ojos llorosos de Isabelle tratando de evitar aquellos rayos, desde luego no estábamos lo que se dice bonitas en ese momento.

Urgué en mi bolsa mientras me ponía de espaldas al sol consiguiendo que Isabelle relajara la expresión de su rostro.

-Aquí está- dije sacando una Rana de Chocolate y ofreciéndosela- ¿Cómo estás?-sonreía de felicidad, mi mejor amiga estaba viva, tenía dos brazos, dos piernas y veinte dedos en total, ¿qué podría ir mal?.

Sonrío al escuchar sus excusas. Las mías son iguales, parecidas, casi las mismas palabras. Sin embargo, creo que lo que ella temía era no encontrar respuesta y yo... ¿qué me impedía escribir? Aparto los ojos de los rayos del sol y me limpio las lágrimas que se escaparon, entre la emoción y lo brillante del sol.

—Bueno... yo... no me encontraba con muchos ánimos de escribir —no quiero dar malas noticias no aún—. Mi madre... bueno...

Me encojo de hombros, dando a entender lo que pasó. Precisamente por eso volví tan pronto a Hogwarts, no soportaba ver a mi padre pudrirse entre recuerdos, ni ver las reliquias familiares cubiertas de polvo, ni un montón de tonterías más.

—Pero yo estoy bien —sonrío, tomando la rana de chocolate. El chocolate siempre hace bien—. Mejor que bien ahora que has vuelto.

Me encontraba feliz de estar en aquella torre con ella, con Isabelle. La escuché hablar y noté cómo su voz se quebró, me quedé pálida, mi cara no demostraba sentimiento alguno, únicamente pude apartar la mirada.

Noté cómo Isabelle agarraba la rana de chocolate y le quitaba el envoltorio. ¿Cómo había podido ser tan despreocupada? ¿Cómo pude estar sin escribirle? Me sentía asquerosamente mal, tenía ganas de gritarme a mi misma, de llorar, de pedir perdón pero sabía que ese no era el momento.

Ahora comprendía por qué estaba en ese lugar y fue entonces cuando entendí que lo único que necesitaba Isabelle ahora mismo era sonreir.

Cambié el gesto de mi cara tratando de parecer natural, ¿a quién intentaba engañar? Isabelle me conocía como a su palma de la mano.

-¿Quién te ha tocado?-dije refiriéndome al cromo.

Sabía que ella necesitaba hablar del tema, pero ahora no, no era el momento. Le dediqué una mirada de complicidad durante un segundo, sabía que ella iba a entenderlo: me tenía ahí y no pensaba volver a abandonarla.

No quiero hablar más de mis problemas, así que agradezco que Aria no insista para nadie en el tema más de lo necesario. Le doy una mordida a la rana y entonces volteo el cromo para ver si me salió alguien extraño. Pero no: Morgana Le Fay me devuelve la mirada.

—Morgana —respondo—. La debo de tener unas diez veces ya... Igual que a Merlin.

Le sonrío.

—¿No tienes otro? A ver si tú tienes más suerte...

Tomo el cromo y me fijo en que Morgana nos mira desafiante. Poco puede hacernos una imagen, a los dos segundos desapareció.

-Típico...-murmullé-No estoy segura...

Metí la mano en la bolsa y aparté las grageas, el regaliz y las pastillas vomitivas. Detrás de unos pergaminos doblados y un tintero vacío había una bolsita que saqué.

-Sírvete tú misma...-me senté en el frio suelo y esperé a que Isabelle me acompañara-

Agarré una de las ranas de chocolate y la abrí

-Potter...

Morgana desaparece del cromo con todo y su mirada desafiante. Nunca he entendido por qué tiene su propio cromo, pero era una hechicera muy poderosa. Veo a Aria rebuscar entre sus cosas y sacar una pequeña bolsita. Cuando abre el cromo, resulta ser Potter.

—Tengo uno de Potter —le dijo—. Parece que sacaron miles para levantar la moral y esas cosas... —Veo el cromo, y Potter se queda allí parado más tiempo que Morgana. Pobre, lo que se debe sentir ser el héroe nacional con diecisiete años—. Todos los niños quieren la suya...

Tomo otra rana de chocolate y la abro. Rezo porque no sea Merlín o Morgana otra vez. Nadie quiere esas dos porque todo el mundo las tiene.

—Uno de los de Las brujas de Macbeth —le enseño al melenudo que me ha salido, que al parecer es el bajista—. Muy melenudo...

Me metí toda la rana de chocolate en la boca por lo que no podía reproducir más que sonidos inentendibles.

- Blio oh eh eh ahar...-dije fijándome en el bajista.

Un poco de chocolate fue a parar al pantalón de mi pijama.

-Nada mejor que un desayuno nutritivo- saqué las grageas por si le apetecía tomar.

-Al parecer este año podremos tener clases juntas-dije sonriendo.

Isabelle siempre me había ayudado, sobre todo en Pociones y mi más temina: Trasfiguraciones, pero jamás habíamos compartido clase. Algo normal, ya que yo estaba en sexto curso.

Le di una mordida a la rana de chocolate. Me gustaban mucho las Brujas de Macbeth, uno de los pocos gustos que compartía con Astoria, pero sinceramente aquel chico era... ¿melenudísimo? Para mí que el baterista estaba mejor.

—Definitivamente, esto es taaaaan nutritivo —sonrío, pensando que debo presentarle a la chica Hufflepuff de los dulces a Aria... y darme una vuelta por Honeydukes para comprar algunas cosas—. El chocolate es delicioso.

Dice que podremos tener clases juntas y sí, es cierto. Lo cual es mejor que nada, porque estoy segura de que va a necesitar un montón de ayuda en Transformaciones y además podemos entretenernos juntas.

—Sí, al parecer seguimos siendo demasiado pocos... Pero será genial poder ir a clase juntas.

Estiré las piernas en el suelo e hice un semicírculo con el cuello. No sabía que estaba tan cansada.

-¿Qué clases tenemos hoy?- acababa de recordar que no tenía ninguna forma de saber la hora que era.

Isabelle me miraba extrañada, tarde un par de segundos en darme cuenta.

-Cierto, cierto-dije cruzando mis piernas y medio sonriendo-Aún no empiezan las clases...

Se me había olvidado por completo que ese año las clases empezarían algo más  los tarde, los representantes del colegio se estaban esforzando para que los padres dejaran cursar este año a sus hijos.

—¡¿Clases?! Mujer... apenas se están organizando... Bueno, llegó una profesora de Historia de la magia al colegio, así que esas empezarán pronto, pero como sabes que me duermo, no la tomaré... —sonrío—. Por otro lado, McGonagall dará Transformaciones... —Sacudó la cabeza, sí que necesitan organizarse para darnos clase y Aria ya está pensando en eso.

Le sale a relucir lo Ravenclaw a veces.

—¡Sólo disfruta de lo que queda de las vacaciones!

Tomo una grajea, y el sol, que ya ha salido por completo, alumbra desde el cielo. Es una visión muy bonita y ese día no tengo que preocuparme por llegar temprano al Gran Comedor a desayunar o llegar temprano a clase.

Sonreí mientras la escuchaba, Isabelle siempre tan despreocupada, conseguía que por unos instantes no me agobiara y dejara de pensar en mi futuro.

Me remangué el camisón para que mis pálidas piernas absorbieran algo de vitamina E.

-Te extrañaba...-lancé una gragea hacia arriba e intenté que entrara en mi boca pero al parecer mi nariz estaba más cerca. Reí.

Llevaba meses queriendo hacer esto, despreocuparme y tan sólo respirar, respirar con esa persona que estaba ahí para todo. De pronto las palabras de Isabelle regresaron a mi mente, tomé una gragea de un color verde oscuro y la metí rápidamente en mi boca para dejar de pensar en eso.

-¡Bosque!-dije sorprendida.

—¿Tu nariz tiene hambre? —pregunto cuando veo una grajea aterriza limpiamente en su nariz. Tomo otra y parece que tengo suerte, porque sabe a cereza.

Sonrío cuando dice Bosque, preguntándome a que debe de saber. A verde, me suena. Y a algo fresco.

Yo tomo una que se ve inofensiva y, cuando la muerdo cierro los ojos fuertemente porque siento algo increíblemente picante en la boca.

—¡¡Pimienta!! ¿Y dicen que esto es para niños?

Comencé a reir al ver la cara que Isabelle ponía. Parecía que le habían lanzado un hechizo aturdidor.

-De esta manera al menos aprenden a que hay que probar antes de juzgar, puede que esté exquisito o asqueroso...-seguí riendo ya que Isabelle hacía unos gestos extraños con la lengua, como queriendo librarse de aquel sabor.

Miré la bolsa y encontré una roja, preciosa, brillante.

-Toma, a ver si tienes suerte esta vez...-le mostré la gragea esperando que la agarrara.

Apoyé mis manos en mi cabeza y me tumbé totalmente mientras notaba el suelo frío en mis brazos y piernas, me encantaba esa sensación.

Tomo otra grajea, esperando tener suerte, para varias y que no me sepa terrible. La pimienta en pequeñas cantidades es soportable, pero en una grajea Berttie Bott es algo infernal. Tomo otra y la saboreo.

No, no tengo mala suerte.

—Naranjas —sonrio—. Definitivamente estamos tomando el desayuno más nutritivo de todos los tiempos.

Afirmé mientras reía y entonces pensé en una cosa: ¿el proceso de preparación de las grageas respeta los nutrientes de los alimentos que procesa o únicamente "roban" el sabor? Ya teníamos tema de debate.

-¿Aportarán nutrientes?-me metí una color chocolate en la boca sin morderla aún, podía notar un sabor ácido, pero no era capáz de reconocerlo. La mordí y sin poder controlarme la escupí.

-¡Óxido!-me pasé las manos por la lengua tratando de eliminar ese sabor. Tomé una rana de chocolate y mordí su envoltorio llevándome parte del cromo con él.

—Mmmm, quizá si —respondí—, aunque sólo los de los alimentos normales, porque no me imagino que nutrientes tiene el óxido

Reí al ver su rostro y tome otra grajea. Sabía a picadillo, que no era exactamente mi comida favorita, pero tampoco es tan malo.

—¿Cuál es la peor que has probado? —le pregunte—. Yo la de cerilla de oído...

Puse cara de asco al escuchar su pregunta. No estaba muy segura de cuál había sido la más asquerosa de todas.

Me pasé las manos por el cabello arqueando la espalda para estirarme. Definitivamente la de óxido fue desagradable.

-Leña...-entrecerré los ojos mientras pensaba si esa había sido la más asquerosa de todas--El de vómito no es agradable, pero sólo notas acided, es más el pensamiento de saber que ESE es el sabor del vómito que el mismo sabor, en cambio la leña... Recuerdo que tenía hasta minitrocitos de madera...-sacudí mi cabeza en forma de desaprobación.

Bueno nos quedaba claro que las grajeas de Berttie Bott eran, definitivamente, de todos los sabores. Me acerqué a la caja mientras hacía una mueca al oír que una traía trozos de madera y tomé una de color verde. Rogaba que no fuera nada como pasto o cosas parecidas.

—Iugg, horrible, ¿era leña en serio? —le pregunté a la Lily mientras me echaba la cosa verde a la boca, ante mi sorpresa, tuve buena suerte—. Mmm... ¡Yerba buena!

Esa de verdad era deliciosa. Por esos sabores valía la pane arriesgarse cuando comprabas de esas cosas.

Me divertía ver las caras que ponía Isabelle temiendo por un sabor desagradable. Luego, en un segundo, su cara se relajaba de placer. El tiempo se me pasaba rápido estando allá arriba, sin preocupaciones, sin Astria.

-Llevo cuatro días alimentándome de esto...-dije con un trozo de chocolate aún en la boca-...debo parar o morir..

Tragué con cara de sufrimiento, tenía el estómago a revosar de los días anteriores.

—Deberías ir al gran comedor...

Pero no quería pararme, ni nada. Allí el tiempo se me pasaba más rápido y no estaba pensando en otras cosas. Aunque la última vez que había entrado al Gran Comedor se había armado la de Dios es Cristo con el chico nuevo y los retos de la noche de chicas.

—Allí hacen comida sana, recuérdalo. Los elfos definitivamente tienen un toque especial para la cocina...

Sonreí.