[Cueva de Medusa] Una noche diferente (Louise)

La cueva de Medusa, así había bautizado mi familia a esta cabaña de piedra y madera. De niño solía venir en las vacaciones y luego, cuando la adolescencia, traía a mis víctimas aquí, y me refiero a mis víctimas sexuales. Solo una chica que me interesaba vino una vez, eso hasta hoy, claro.
Al llegar los muebles, como era de esperarse, estaban cubiertos por sábanas, y la casa en sí estaba llena de polvo. Unos cuántos hechizos de limpieza hicieron falta para dejar todo presentable.
El fuego crepitaba y desparramaba una luz naranja sobre el piso de madera pulida y sobre el sillón en el que me encontraba recostado, esa era la única luz en toda la casa, la de las llamas. Miré la alfombra mullida, las bibliotecas con libros a reventar, algunos de mi madre, otros míos. Aunque los míos estaban junto a la cama en pilas de distintas alturas.
La casa era un gran living con cocina en la plata baja y dos dormitorios con baño en la parte de arriba, uno de los dormitorios había sido cambiado a estudio y habitación de trastos, dado su poco uso. En él se acumulaban toda clase de recuerdos y objetos familiares.
Ojalá Louise pudiera venir a mi encuentro, pensé abandonando el vaso vacío de whisky en el suelo. Todavía estaba muy enojado con esos pervertidos del equipo de quidditch y no dejaba de anhelar en mi mente el hacerlos pagar por su maldad.

Efectivamente, le dolía todo, había despertado como si hubiera estado bailando los últimos 4 días sin parar, que no era exacto, pero había sido bastante cercano. Tuvo que sacarse como pudo la ropa nuevamente cuando llegó a su habitación, dándose una ducha, diciéndole a Niniel que no se preocupara cuando todo se veía casi normal... luego durmieron como siempre, ella ofreciéndole su seguridad a la otra chica, enredándola con su cuerpo, para que nada le pase. Esa posición había sido la misma que siempre mantuvieron y que seguían manteniendo para que no se asustara la chica rubia.

Eso no significaba que los brazos de la pelirroja no sufrieran el peso, sin importar lo fuerte que fuera para batear, a veces se movía mal y le quedaba ese dolor...

Para más aun, el resto ya venía doliendo. Esperaba que Luthien no se molestara, se quería vestir linda para él, pero su cuerpo se resistía a maniobras extrañas, así que optó por un solero simple, algo ajustado, no quería verse infantil, en tonos verdes con unas sandalias doradas, bajas, los pies dolían después de tantas horas sobre los tacos haciendo movimientos anormales. Había bebido una poción para el dolor, pero era moderada, por suerte pronto estaría bien, había puesto a reposar una más fuerte, no se había dado cuenta que se le había acabado, así que entre la resaca y la irritación en los ojos por la mañana comenzó la preparación finalmente.

Cuando llegó se sorprendió por la casa. No era grande, pero si llamativa a su propia forma, debiendo acercarse con cuidado para tocar. Solo llevaba una bolsilla pequeña, en realidad expandida por dentro atada a su muñeca donde llevaba un cambio de ropa de ser necesario y algunos elementos que podrían llegar a ser necesarios.

Había decidido ir por Hogsmeade, caminar desde el barco hasta el lugar, el frío le espabilaba y el movimiento aflojaba sus piernas maltratadas, esperaba no llegar tarde, probablemente su travesía podría ser tomado como algo peligroso si se descuidaba. Finalmente esperó ser atendida, cubierta por una larga y pesada capa en el umbral del lugar.

El calor del hogar y la oscuridad me habían arrollado y conducido a un estado de ensoñación muy placentero, desperté sin saber cuándo me había  dormido, por el sonido del llamador sobre la puerta de caoba y descubrí que todavía tenía el libro que había estado leyendo sobre el pecho. Todavía tenía en mis oídos las voces de un sueño que no recordaba, ¿no eran gritos?
Me levanté como accionado por un resorte y me apresuré hacia la puerta, al abrirla vi a una figura cubierta por una capa, de entre los pliegues de la capucha de la suave y atrayente tela emergió el rostro de Louise, quizás más bello que nunca bajo la luz plateada de la luna creciente, sus ojos parecían aún más cristalinos, su piel más inmaculada y su cabello pecaba de blanquecino, una madonna de Sassoferrato. Me adelanté un paso y la rodeé con mis brazos, hubiera querido no ser tan efusivo pero la alegría que me produjo el verla allí me sobrepasó.
-Qué bueno que pudiste venir -deslicé junto a su oído y pasando mi brazo por su cintura la conduje adentro.
Cerré la puerta detrás de nosotros y puse mis manos sobre sus hombros para ayudarla a sacarse el abrigo, era extraño que ella estuviera ahora en un lugar tan mío, tan ligado a mi vida. Sin embargo, la perspectiva de que aquela noche ella fuera solo para mí y yo solo para ella me llenaba de expectativas, allí donde no teníamos que ser distantes o vigilar nuestras palabras y actos.
-Tengo una cena para ti Louise, si es que no has comido.

La respuesta fue agradable, no pudo evitar sonreír ante la visión del hombre frente a ella, soltando unas risillas ahogadas. Era uno de esos momentos en el que él se había convertido en un vampiro estereotipado de las novelas que las féminas adoraban, casi podría verlo echado frente al fuego con una copa de bourbón o quizá un vino rojo, meditando el dominio de sus tierras y dominios.

Claro, ese mechón de cabello rebelde que se había salido de su impoluto peinado hacía que quebrara en parte la imagen de perfección que traía, esa idealizada forma de adonis que tantas mujeres rendirían culto, demostrando que no era perfecto, ella lo prefería así, a sus ojos ese pequeño detalle era el que lo hacía más atractivo, no la capacidad para atraerle si lo intentara. ¿Quizá es que en medio de tanto terror y miedo, incertidumbre y dolor, ella estaba buscando una rehumanización de su vida.

Sonrió contenta, el brazo en su cintura, en sus caderas se sentían perfecto, fresco contra su cuerpo ardido, sus dedos, cortos y aun con las uñas cortas por el tipo de trabajo y comodidad para trabajar la tierra, acariciaron el mechón de cabello rebelde y con cuidado y dedicación lo ubicó donde correspondía antes de buscar sus labios para un beso, corto pero amoroso, no sabía de donde había nacido ese sentimiento pero lo había abrazado, había aprendido a afrontar paso a paso la vida, no iba a ser injusta con sus propios sentimientos, por el contrario, no sabía que era esto pero la deleitaba y estaba dispuesta a dar lo que fuera necesario.

"Cenar suena bien, no he tenido el mejor ‘despertar’ así que comí poco." Admitió en referencia a su resaca y mal dormir de la noche anterior. Era tan agradable, un momento soñado, se sentía como una mujer feliz, regresando a la casa de un ser amado. "¿Tu comerás conmigo?" Indagó curiosa, apoyando por un momento la cabeza en su hombro mientras permitía que le quitara el abrigo, buscando el contacto...

Quizá aun no era algo sexual, pero esa necesidad de contacto, de sentir la pertenencia, el calor sutil del cuerpo de él y el deseo de compartir... quería más que solo algo físico, estaba cómoda, se sentía...

"Me siento querida." Murmuró contras su cuello, suavemente, sus brazos rodeándolo y apretando los cuerpos juntos, un acto de confianza, una muestra de cariño: Ella también lo quería, lo cual era una mezcla de confusión y placentera realidad, se sentía soñando y no era por él o por el físico, era todo lo que le ofrecía, un refugio entre sus brazos y el cariño y comprensión que le profesaba y esperaba poder corresponder, aunque se sabía una niña tonta, mientras más duro intentaba peor le salían las cosas.

Ah, qué sutil entrega en ese abrazo cándido, en ese beso, sus labios como una mariposa que se posa sobre una flor y luego vuela. Qué sensación tan maravillosa la de ese cuerpo ardiente que me hacía creer que estaba más vivo y menos muerto que de costumbre y ese glorioso cabello, una seda cobriza contra mi rostro, acariciándome, incitándome a tocarlo, a enredar mis dedos en él.
Mientras le sacaba el abrigo apoyó su cabeza levemente contra el dorso de mi mano y yo aproveché para rozarle la mejilla con el dedo, qué puedo decir, me agradan esos juegos. Pero luego vino esa frase, “Me siento querida” me quedé de una pieza. Sin mentir, estaba paralizado. Me sentía profundamente satisfecho, porque yo también la quería, aunque no estaba seguro de por qué, y al mismo tiempo aterrado, porque ella era mi punto débil ahora, un punto débil que cualquiera de mis enemigos podía usar en mi contra, ¿Cómo no me había dado cuenta?
No sabía qué responder, alcé una de sus manos y la besé. -Tú te mereces esto y mucho más, has sufrido  demasiado Louise -le peiné el cabello de la nuca con mis dedos -No hace falta que me cuentes más, puedo verlo en tus ojos -. ¿Por qué sentía esa necesidad de protegerla, de hacerla feliz? Era ilógico, apenas la conocía. Y sin embargo, podía sentir mi corazón arder por ella... y otras partes de mi cuerpo.
-No, no tengo hambre -me excusé -Pero sí tomaré una cerveza mientras te acompaño, ¿quieres una? -ofrecí señalando la cocina pequeña con su mesa de madera maciza y sus sillas simples, una montaña de ollas sucias y demás utencillos descansaba en el fregadero. Sobre la mesa reposaba una olla tapada de la que se escapaba una tenue veta de humo.
Le señalé un lugar en la mesa, solo había un juego de plato y cubiertos, -Desde que bebí de ti el otro día no tengo mucha hambre -me sinceré y la miré con una sonrisa de lado, listo para analizar su respuesta.
Destapé la olla y miré dentro -Oh, creo que se pegaron los fideos...

Verlo en sus ojos, ¿que podía ver en sus ojos? Esas dudas y dolores que no sabía como afrontar y más se acrecentaban mientras menos idea tenía sobre que enfrentaba.

No era una persona, apenas era media persona, media verdad, nada de lo que dijera sonaba real a sus oídos porque no sabía si lo era en primer lugar. No podría asegurar nada, no podría moverse en contra de sus instintos y aun así, había un instinto que era imposible de rechazar que era el de su sexualidad. Siempre había renegado de él, siempre lo había rechazado, no estaba del todo cómoda con el sexo, pero aun así una parte de ella sabía lo que era el deseo y la necesidad. No sabía la razón tras ese rechazo previo pero ahora...

Temía que era la razón por la cual su propia mirada le daba miedo cuando se veía en el espejo, preguntándose siempre en que momento su mirada perdió vida, desde cuando las ojeras eran tan pronunciadas bajo sus ojos o sus labios se veían tan pálidos y helados.

Sonrió, sonrió cálida y abiertamente, recordando esas cosas pero sin rendirse a ellas, no podía rendirse a su propia oscuridad porque entonces el mundo se convertiría más en una carga que en un lugar para vivir.

Los besos la encantaban, la atrapaban entre el frío de su piel y el calor del propio cuerpo, dejándose guiar solo para escuchar sobre los fideos, sin poder evitar comenzar a reír, primero una tenue risa que mostraba la gracia del momento, seguida por una suave y tan mundana felicidad que no había sentido en mucho tiempo, tanto que no recordaba cuando lo sintió realmente.

"No te preocupes, déjame a mi." Sonrió divertida, aunque sus labios temblaron solo un instante, observándole con cierta desconfianza y miedo ante la mención de cerveza. No le gustaba tomar alcohol, no por como sabia sino por lo que solía implicar el beberlo para ella, confiaba en él pero tenía miedo al mismo tiempo. "Yo... creo que con zumo de calabaza o algo similar estaré bien." Agregó tras un instante tomando la salsa y colocandola en los fideos, buscando sin saber si tendría leche, crema o usaría agua para despegar los fideos y que siguieran siendo comestibles.

Sabía cocinar desde siempre, no creía ser la mejor pero para su dieta y la de Niniel había aprendido a hacer una variedad de platillos y antes de eso también cocinaba para ella misma.

Mi refrigerador era todo lo que se podía esperar de alguien que era vampiro y hombre, algunos dulces, pan, embutidos, varios packs de cerveza en botella, una botella de zumo de calabaza y una leche, -Creo que esto mejor lo tiramos -dije tomando la botella de vidrio y vaciando su contenido en el fregadero, un olor agrio inundó el lugar unos segundos paraluego disiparse mientras el agua del grifo corría.
-Tengo un vino abierto, por si lo quieres usar con la salsa -apunté a una botella a un costado de la alacena de madera. -Zumo de calabaza será -dije en respuesta a su decisión y tomando la botella le serví un vaso que dejé sobre la mesa.
-Menos mal que estás aquí para salvarte la cena, no soy muy bueno en la cocina -reconocí mientras me rascaba la cabeza. La observé, si solo supiera cómo su rostro se iluminaba con cada sonrisa, verla reír de hecho, era algo casi sublime para mí.
No quería tocar el asunto pero debía, tenía que saber cómo se encontraba -¿Cómo estás con respecto a anoche, digo, anímicamente? -la charla con Morgan pasó por mi mente -No quiero imaginar cuánto sufres con esta situación. -Mis ojos recorrieron su cabello y su rostro dulcísimo, tratando de leer sus emociones, algo en lo que debía refinarme sin duda.

Hizo un sonido, como si se estuviera desinflando, ahogando las risas ante la admisión de su incapacidad para cocinar. Realmente no veía un vampiro o semi vampiro muy preocupado por la cocina, pero cualquiera diría que con su habilidad en pociones algo de cocina debería saber, era divertido y a su vez tierno saber que no era tan perfecto como se mostraba o trataba de mostrarse.

Los ojos que brillaban con lágrimas de diversión dejaron de brillar por un momento antes de regresar al cazo, tomando la cuchara para ver si lograba mover algo antes de estirarse por el vino, quizá tomandose demasiado tiempo, claramente tratando de mantenerse ocupada para no decir algo que no quería pero que acabaría por decir deseara o no.

"Gracias por no..." Dejó que la oración pendiera de un hilo en medio del silencio. Él sabía a que se refería, aunque ella no estaba segura si estaba agradecida por el respeto mostrado o sentirse rechazada, quizá no era lo suficientemente linda, delicada, quizá es que no la encontraba atractiva, mezclado con ese olor...

Suspiró, dar vueltas esas cosas en su cabeza no ayudaría nada, debía ser coherente, la había visto en un momento de debilidad, debería agradecer el tenerlo a su lado.

"No suelo disfrutar mucho ese tipo de momentos." Agregó sin querer entrar en detalle, su rostro se cerró, tratando de ocultar lo que realmente sentía, el dolor y la desesperación de esas situaciones que se salían de su control, deseando huir pero sin poder hacerlo. Ojos entrenados en los fideos mientras movía y echaba un poco del vino.

Había algo que la tenía intranquila, quizás era por lo ocurrido la noche anterior... No podía permitir que esos hijos de puta nos arruinaran esta noche también, mientras más tiempo pasaba con ella más firmemente se forjaba en mi mente y en mi corazón el deseo de acabar con los bastardos. No solo por Louise, supongo que no debe ser la única que sufre por culpa de ellos... Y también porque me negaba a compartirla, el solo pensar en ello me violentaba y hacía que todos mis pensamientos pacíficos y de racionalidad se desvanecieran en un instante.
Oh, celos, ¿hacía cuánto que una mujer u hombre no me inspiraba celos?
-En otra situación quizás no me hubiera importado -deslicé con cinismo y absoluta sinceridad -Pero extrañamente quiero que todo lo que venga de ti me lo des completamente conciente y porque así lo quieres -me acerqué mientras maniobraba con la olla y el vino -Porque solo una chica de las que ha estado conmigo supo quién y qué era yo en realidad y la sensación es tan liberadora que se vuelve casi adictiva, además -cerré mis brazos en torno a su cintura -El hecho de que sepas qué soy y me aceptes me excita -hundí mi nariz en su cuello -Mucho -besé la curva que unía su cuello con su hombro suavemente y me alejé unos pasos, -Espero que esos fideos puedan comerse porque necesito que estés alimentada, te voy a hacer trabajar mucho...

La botella fue atrapada con reflejos más dignos de un buscador que de la bateadora que en realidad era cuando sus dedos temblaron sin poder sostenerla del todo, el roce se había vuelto un pecado mortal por el que vivía... algo le decía que en otro momento hubiera deseado el roce de otra persona, pero a su vez el no recordarla no le había causado ni la más mínima inconveniencia, solo siguió su vida como si ello nunca hubiera pasado.

Era pequeña de estatura y tamaño, lo cual el roce de los brazos en su cintura fue algo que le dejó realmente cómoda, se sentía extrañamente protegida entre ellos, como si el cuerpo de él la envolviera y alejara todos sus males de ella. Deseaba realmente hacer algo para recordarle que no necesitaba ser atento con ella, otro presentimiento le dijo que era mejor guardar silencio cuando sus labios rozaron su cuello y borraron un apetito para darle la bienvenida a otro, un sonido de sorpresa seductora en sus labios en el momento que sintió el roce, dejando un corazón acelerado en su pecho y la promesa de fuego líquido entre sus piernas.

"Gracias..." Murmuró finalmente, girándose a verlo cuando sintió que el sutil calor se apartaba de su cuerpo. "En serio, gracias por todo... tu no tenías por que preocuparte, pero lo hiciste. Quizá eso es más de lo que han hecho en mi vida por mi, por ello te agradezco."


Iba a seguir, sin embargo, por alguna razón se detuvo, apagando el fuego para que no volvieran a pegarse, pero girándose para mirarlo, caminando lentamente, a paso relajado para acariciar la mejilla. Su movimiento carecía de esa desesperación que había sentido la primera vez juntos en el castillo, solo eran ellos... solos en un lugar donde nadie podría juzgarlos.

Quizás era la entrega; la forma en que esos ojos miraban los míos con total confianza, la manera en que su cuerpo descansaba en mis brazos, sin temor, en que sus labios sonreían ante las más sutiles muestras de cariño... ¿Qué era esta criatura que encendía mis sentidos, me embriagaba con ese brillo en sus pupilas tan parecido a la luz del sol en un atardecer otoñal? ¿Qué era? Hija de muggles, claro que no. No olía como ellos, no olía como nada que hubiera percibido nunca, y ciertamente su sangre no era de muggle. Alguien le había mentido a mi preciosa Louise por alguna razón que ignoraba y ella lo había creído.
El cabello como la mies madura perfumaba mis sentidos con el aroma de los campos bajo el sol, el cabello como el fuego y como el oro al rojo vivo, el calor, la belleza y la vida para este corazón semimuerto y casi vivo. ¿Qué otros secretos escondía esta criatura, esta doncella de corazón titilante?
Sí, no tenía por qué tomarme la molestia la noche anterior, no tenía por qué ayudarla ni por qué enojarme con aquellos que la habían denigrado y sin embargo, eso fue lo que pasó: me preocupé, me indigné, me enfurecí. ¡Por Merlín! Si no había química entre nosotros entonces yo no era medio vampiro, no había otra forma de explicar lo inexplicable.
-A veces soy más humano que los humanos -murmuré pensativo y con una nota de triste sarcasmo. "A veces, solo a veces, cuando mi naturaleza no me lleva a ser mucho peor que ellos".
Debí haberle dicho que me preocupé porque ella se había convertido en poco tiempo en alguien presente en mis pensamientos y mis deseos, pero una parte de mí se negaba, porque simplemente no era lógico que tan repentinamente una muchachita desconocida se apoderara así de mi espíritu, mi orgullo me hacía permanecer en silencio mientras sus ojos claros me escrutaban.
Prefería que mis actos le dijeran lo que todavía no me atrevía a afirmar.
Mis manos alcanzaron su nuca y se abrieron para dejar que su cabello se enredara en mis dedos largos y pálidos. Su mano pequeña y encantadora hirió mi mejilla suavemente, solo atiné a ladear mi cabeza hacia ella y dejarla reposar un tanto cerrando los ojos; me sentía dulcemente derrotado.
Otros aromas se desprendieron de su piel: excitación, suave deseo. Abrí los ojos -No tienes nada qué agradecer -dije con una mezcla de amargura y total entrega. Ya no podía dejarla ir, nunca. Lo supe muy profundo en el interior mismo de mis venas, en mi corazón lento y vacilante... Pobre de ella si alguna vez amaba a otro.
¿Cómo había dejado que esto me pasara?
La miré directo a los ojos, sentí una fuerte vibración en mi ser, acaso mi mirada reflejara el poderoso sentimiento que me embargaba; sentía que podía encender una hoguera con mis pupilas. Mi mano libre tomó la suya y la apartó de mi mejilla, casi inmediatamente tomé su rostro entre mis manos y besé sus labios con suavidad, degustándolos, sintiendo que mi temperatura aumentaba. Luego rodeé nuevamente su cintura en un abrazo, alzando su cuerpo del suelo un tanto, como para que estuviera en punta de pies, estrechándola contra mí.

Los besos más dulces y lo más amargo de la entrega, todo junto, todo mezclándose en su mente y en su realidad. Ese beso era algo más que el deseo de vivir, de sentir, el deseo físico, estaba necesitando sentir ese dolor nuevamente, el dolor de amar...

Pero no sabía porque dolía, no debía doler, ¿verdad? O, quizá... ¿es que era eso que no recordaba que le acosaba? Cuando su cuerpo se estiró, pegado, buscando el calor del aliento... vino o sangre, ya no sabía, porque todo en Luthien la embriagaba con dulces aromas y ojos hipnóticos, sus movimientos eran pequeños, precisos como si cada cosa que hiciera debiera ahorrar energía, un león al acecho o quizá una serpiente preparando el gran salto final, ese salto donde se colgaría de la yugular de un animal más grande o inyectaría el veneno en el cuerpo de su presa.

Y ella no era más que un pequeño ratoncito, encantado, hipnotizado, sus palabras eran la más plena dulzura que podría tener y sus manos temblaban... ¿era él? ¿Esto era el amor? Y si lo que él hizo borró a alguien muy importante de su vida y ahora estaba vagando a ciegas en busca de salvación? No había aliento, no había descanso, su alma seguía torturada, esa misma tortura que recordaba el arma que descansaba allí, sobre el armario, una Irish Constabulary, 45mm, cargada, disparada, vuelta a cargar... ¿Que le hizo pensar que podría salvarse? Ese arma era para sus manos, ella la había disparado...

¿Cuando? ¿Por que? Cada vez que lo pensaba sentía el amargo de la hiel entre sus labios y deseaba morir... Porque ella trataba de ser buena, pero ya no sabía quien solía ser. En este momento, este instante en que las manos ardientes de Luthien acariciaban su cintura, tomaron su rostro y besaron sus labios quería pedirle que borrara todo, borrara lo que hacían con su cuerpo y con su mente, era triste pensar que no era más que un muñeco en manos del destino, un destino que usaba las manos de su mejor amigo para manipularle.

Se separó, aun el frío de los labios ajenos en los suyos, lentamente apartándose para mirarle, para realmente verle... Lo reconocía, este era Luthien, el semi vampiro que había elegido, el mismo semi vampiro que daba clases en el colegio que estaba de intercambio, jamás sintió que el pecado supiera tan dulce.

Tomé su rostro entre mis manos antes de que se escapara, sus ojos me miraban de una manera en la que nunca otra persona me había mirado, había un reconocimiento mutuo, una aceptación del destino.
-A partir de esta noche tú eres mía y yo te pertenezco, desconozco qué clase de designio ha decidido unirnos pero ahora que he probado un poco de la felicidad que puedo tener contigo no quiero dejarla ir, no quiero dejarte ir -mis ojos tan oscuros miraron los suyos del color del cielo estival al mediodía, del mar en primavera, así éramos nosotros, unos seres de contrastes y secretos, en cierta forma nos complementábamos. Me quedé sin palabras, yo que siempre tenía un as bajo la manga, entonces dejé que mis acciones hablaran por mí una vez más y la atraje hacia mí y posé mis labios suavemente sobre los suyos, usando mi lengua para abrirme paso a su boca que se abrió sin la más mínima resistencia, quemando con mi ansiedad sus sueños, prendiendo fuego las naves para permanecer juntos, saboreando su sangre de hada mientras el aroma de su piel destrozaba lo último que me quedaba de control.
Mis manos se cerraron sobre sus caderas y bajaron hasta sus muslos, la alcé y la senté sobre la mesa, sin dejar que mis labios se separaran de los suyos ni un momento, luego bajé por la curvatura de su cuello hasta la clavícula; otra vez la ropa comenzaba a ser un obstáculo entre nosotros.
-Oh, qué desconsiderado que soy, otra vez apartándote de tus necesidades fisiológicas más urgentes... por favor, come -musité divertido retrocediendo unos pasos mientras me aflojaba los primeros botones de la camisa.

‘Come’ ¿realmente había dicho ‘come’?
No pudo evitar la risa secreta, ese raro momento juntos, como su mano apretaba la ropa de él con fuerza, la misma fuerza que le había caracterizado como una de las mejores bateadoras de Alemania, un agarre firme que evitó que retrocediera más que un paso.

Sabía que su semblante relajado cambiaría, secando una lagrima que no sabía si era de alegría o renuncia, pero si de entrega. Esta noche, esta noche eran ellos realmente, no había nada, ella tampoco sabía que designios le había atraído al profesor, solo había estado escondida de sus compañeros de equipo un día y al siguiente había cortado su piel y dado de beber su alma al semi vampiro, sus emociones, sus deseos, él le estaba entregando su alma, era hora de que ella hiciera lo mismo.

Tiró suavemente, atrayéndolo, más cerca, necesitaba sentir ese frío cuerpo contra el suyo, lo obligó a quedar pegado, entre sus piernas, la frente encontrando el lugar en su hombro, tan cómoda, tan perfecto, no es que hubiera sido perfecto desde el principio y todo fuera mágico, sin embargo, había algo en ellos que lo hacía perfecto, quizá las imperfecciones, el semi vampiro y la hija de muggles que parecía salida de cuento de hada. ¿Que podría esperar de esto? Aquí estaban ambos... y no quería soltarlo, no quería separarse.

"Soy tuya, cuerpo, alma y espíritu, un año y un día es lo que pido para probar mi lealtad o desaparecer de tu camino para siempre." Murmuró, el aliento cálido acariciando el corazón de él, allí donde su frente se apoyaba, sus dedos, cortos y de apariencia infantil aferrándose como si de ello dependiera su vida.

El movimiento fue lánguido, la comida era una necesidad que en este momento no requería su atención, no deseaba comer, al menos no comida exactamente, estirándose para buscar ese pequeño espacio que había comenzado a despejar y posar sus labios allí, un beso sutil, relajado, los dedos soltando la ahora arrugada camisa solo para ayudarle. Lo quería desnudo, lo quería a su alrededor, abrazándola, dentro suyo, quería que dominara sus sentidos y la dejara sin aliento nuevamente, quería que se convirtiera en su mundo y dejarse arrullar por el frío de su cuerpo... ¿A quien le importaban unos fideos pegados y quemados en el fondo de una cacerola? En estos su principal necesidad era de él en todos los sentidos ya que al día siguiente no sabía en que situación estarían.