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Fandango [¿Louise?]
2 participantes
Página 1 de 1.
Fandango [¿Louise?]
She is intimacy - a wonder of closeness
Fighting hypocrisy - a lonely child that
Never could believe, yet never give up
On life's insanity
Understanding is all, she fails to find it
She can never fall
All her life she's longed to be weak
All this time on roads turning bleak
Watch her dance...
He is sharpness of mind - a lonely Peter Pan
Always standing behind and from a distance
Looking at a world of love and deceit
Fighting hypocrisy - a lonely child that
Never could believe, yet never give up
On life's insanity
Understanding is all, she fails to find it
She can never fall
All her life she's longed to be weak
All this time on roads turning bleak
Watch her dance...
He is sharpness of mind - a lonely Peter Pan
Always standing behind and from a distance
Looking at a world of love and deceit
Hacía horas que había dejado la compañía de Isabelle, la noche ya empezaba a cubrir el cielo, y así lo prefería el. Llegar a Hogwarts con la cabeza algo bamboleante, distraída en cosas abstractas y sin sentido ni importancia, como si los gatos comían muciélagos y viceversa. Rió, ¿Que tenía que ver eso ahora? Nada, pero ocupaba los minutos, esos minutos que transformaban las agujas del reloj en dolorosas lanzas cuando los pensamientos se transformaban en las garras de Solar, en la indiferencia de Aria, en la claridad de Luna y en Louise, simplemente cuando eran Louise ya dolían.
Entró a Cabeza de Puerco sin siquiera reflexionar el porqué, y se tumbó en una de sillas de madera rústicamente tallada para darse cuenta de que todavía traía el ejemplar de El Profeta bajo el brazo. Dejó el diario en la mesa, sabiendo que las letras tenían sentido, que hablaban de gente y que la gente tenía problemas, y esos no eran los que quería ahora, los quería más abstractos, para forzar su mente hasta la distracción absoluta.
¿En que se parecían un cuervo y un escritorio? No importaba, pero el libro era genial de todas formas.
Respiró profundo con los ojos cerrados para darse cuenta de que le estaban preguntando qué iba a pedir, y respondió con un escueto "nada por ahora", sabía que tenía que volver en una pieza a Hogwarts, pero la neblina mental del whiskey de fuego se hacia tan tentador...
Alan Cromwell- Mensajes : 323
Re: Fandango [¿Louise?]
‘¿Segura que estás bien? Sino puedo quedarme la noche, prometo que no me moveré.’ Escuchó la voz de Lorelaine que finalmente se ha sacado el antifaz antes de bajar las escaleras.
Las escaleras... interminables, todo le daba vuelta, los ojos brillaban de color violeta, no solo eran sino que tenían esa luz propia que debía ser imposible de lograr. Porque mientras, veía a Lorelaine alejarse por esa puerta, la pobre tampoco estaba bien, podía sentir que se balanceaba de una forma poco natural, tan poco natural como ese trinar de aves que habitaba en su cráneo.
Pero ella seguía aquí. Siempre seguiría aquí, porque había prometido proteger el corazón de... de... El Sombrerero. Si, era el sombrerero que quería arrancarse el corazón y arrojarlo al vacío así como ella... ella... sentía que sangraba, ¿por que no podía arrancarse el corazón y echarlo al mar? Nadie extrañaría el corazón de una criatura como ella, nadie nunca extrañaría el corazón de...
Se paró recta, viendo a alguien en una mesa, acercándose para preguntar su pedido. Pero no pareciera interesado en saber nada de pedir, nada de tomar, nada... nada... En realidad, ni siquiera recordaba porque ayudaba aquí. No era que le pagaran, no tenía razón salvo por las torturas semanales que sufría en este lugar... trabajaba aquí para... para que duela menos. Para sentir que pertenecía a un lugar, para saber que no estaba sola. Allí en Knockturn la casa se sentía tan fría y solitaria.
"Judith, ven a la barra." Escuchó la voz a su espalda, la Liebre de Marzo no parecía contento, sino que le veía preocupado, tan preocupado, las liebres no deberían preocuparse.
"Lo siento..." Susurró en respuesta a la negativa, por primera vez alzando la cabeza para ver el chico.
Y su corazón latió... latió por primera vez en mucho tiempo o al menos desde que recordaba, latió con dolor al punto que dolía el pecho, tal era la fuerza de cada pulsación que por primera vez en mucho tiempo comprendió porque el sombrerero no debía tener corazón... porque los corazones duelen y dañan y te hacen sentir confundido. Por alguna razón había perdido el conejo blanco que le hizo caer y ver a él... él... allí. Solo le hizo tambalearse hacia atrás con grandes ojos violeta antes de caminar unos pasos, agradeciendo que este fuera el único cliente y Abeforth estuviera retirándose a la cocina.
¿Por que sentía que faltaba algo? ¿Por que de repente tenía miedo y tristeza? En este momento desearía poder portar su máscara, tras ella al menos se sentía segura.
Las escaleras... interminables, todo le daba vuelta, los ojos brillaban de color violeta, no solo eran sino que tenían esa luz propia que debía ser imposible de lograr. Porque mientras, veía a Lorelaine alejarse por esa puerta, la pobre tampoco estaba bien, podía sentir que se balanceaba de una forma poco natural, tan poco natural como ese trinar de aves que habitaba en su cráneo.
Pero ella seguía aquí. Siempre seguiría aquí, porque había prometido proteger el corazón de... de... El Sombrerero. Si, era el sombrerero que quería arrancarse el corazón y arrojarlo al vacío así como ella... ella... sentía que sangraba, ¿por que no podía arrancarse el corazón y echarlo al mar? Nadie extrañaría el corazón de una criatura como ella, nadie nunca extrañaría el corazón de...
Se paró recta, viendo a alguien en una mesa, acercándose para preguntar su pedido. Pero no pareciera interesado en saber nada de pedir, nada de tomar, nada... nada... En realidad, ni siquiera recordaba porque ayudaba aquí. No era que le pagaran, no tenía razón salvo por las torturas semanales que sufría en este lugar... trabajaba aquí para... para que duela menos. Para sentir que pertenecía a un lugar, para saber que no estaba sola. Allí en Knockturn la casa se sentía tan fría y solitaria.
"Judith, ven a la barra." Escuchó la voz a su espalda, la Liebre de Marzo no parecía contento, sino que le veía preocupado, tan preocupado, las liebres no deberían preocuparse.
"Lo siento..." Susurró en respuesta a la negativa, por primera vez alzando la cabeza para ver el chico.
Y su corazón latió... latió por primera vez en mucho tiempo o al menos desde que recordaba, latió con dolor al punto que dolía el pecho, tal era la fuerza de cada pulsación que por primera vez en mucho tiempo comprendió porque el sombrerero no debía tener corazón... porque los corazones duelen y dañan y te hacen sentir confundido. Por alguna razón había perdido el conejo blanco que le hizo caer y ver a él... él... allí. Solo le hizo tambalearse hacia atrás con grandes ojos violeta antes de caminar unos pasos, agradeciendo que este fuera el único cliente y Abeforth estuviera retirándose a la cocina.
¿Por que sentía que faltaba algo? ¿Por que de repente tenía miedo y tristeza? En este momento desearía poder portar su máscara, tras ella al menos se sentía segura.
Louise M. Eisenberg- Mensajes : 974
Re: Fandango [¿Louise?]
¿Se había dormido? No lo sabía, simplemente por un momento el aire había entrado a sus pulmones plenos, y por unos segundos todo había sido simplemente oscuro, silencioso e inmóvil, tan relajante como una noche entera de ensoñaciones placenteras, una que hacía tiempo que no tenía.
Pero abrió los ojos, era Cabeza de Puerco otra vez, o por lo menos su techo de madera, que sería una visión tan simple y agradable como cualquier otra hasta que las horas pasaran y el tuviese que volver a Hogwarts, y acostarse en su cama, y empezar otro día en el que no se sintiera tan miserable y confuso. Lamentablemente las personas eran a menudo miserables y confusas, y Alan no tenía el valor o la desesperación para transformarse en algo más que una persona, de manera que tenía que seguir siendo tal.
Suspiró, entre cansado y amodorrado y se sentó derecho en la silla con la intención de leer desganadamente el diario, pero una fugaz visión le interrumpió, una larga cabellera rubia, perteneciente a una no tan larga y conocida persona, una persona que le miraba, de alguna forma extraña, diferente, pero sin lugar a dudas, seguía siendo en apariencia la misma Louise.
Sintió como los músculos del estómago se le contraían, sacándole el aire antes de que pudiese pronunciar palabra alguna, dejándole la mente plagada de marañas intelnigibles de sentimientos fuertes y fugaces. Al final, lo único que pudo hacer es contemplar a la veela por algunos segundos que en su mente se hicieron eternos, esos segundos que antes usaba para vislumbrar en los ojos de Louise algo con que sostener las paredes de su universo y que ahora solo reflejaban un extraño brillo violáceo, dañino, enfermizo como todo lo que les podía deparar a ellos dos.
Pero ella no habló, él estaba seguro de que a ella le dolía más y era mucho decir, dado que a Alan todo aquello le aplastaba el pecho y le espesaba la sangre.
Pero estaban ahí, y de nuevo tendría que tomar las riendas del mundo y moldearlo como el pudiera, con la sonrisa quebrada que había tenido un par de semanas antes.
Louise-Una explosión tecnicolor en su alma y...Yo...no sabía que estabas aquí-Era la verdad, era una de las pocas verdades a las que podía recurrir, que podía decir para no darle otro rayo de luz que se convirtiera en sombras a aquella pobre chica.
Pero abrió los ojos, era Cabeza de Puerco otra vez, o por lo menos su techo de madera, que sería una visión tan simple y agradable como cualquier otra hasta que las horas pasaran y el tuviese que volver a Hogwarts, y acostarse en su cama, y empezar otro día en el que no se sintiera tan miserable y confuso. Lamentablemente las personas eran a menudo miserables y confusas, y Alan no tenía el valor o la desesperación para transformarse en algo más que una persona, de manera que tenía que seguir siendo tal.
Suspiró, entre cansado y amodorrado y se sentó derecho en la silla con la intención de leer desganadamente el diario, pero una fugaz visión le interrumpió, una larga cabellera rubia, perteneciente a una no tan larga y conocida persona, una persona que le miraba, de alguna forma extraña, diferente, pero sin lugar a dudas, seguía siendo en apariencia la misma Louise.
Sintió como los músculos del estómago se le contraían, sacándole el aire antes de que pudiese pronunciar palabra alguna, dejándole la mente plagada de marañas intelnigibles de sentimientos fuertes y fugaces. Al final, lo único que pudo hacer es contemplar a la veela por algunos segundos que en su mente se hicieron eternos, esos segundos que antes usaba para vislumbrar en los ojos de Louise algo con que sostener las paredes de su universo y que ahora solo reflejaban un extraño brillo violáceo, dañino, enfermizo como todo lo que les podía deparar a ellos dos.
Pero ella no habló, él estaba seguro de que a ella le dolía más y era mucho decir, dado que a Alan todo aquello le aplastaba el pecho y le espesaba la sangre.
Pero estaban ahí, y de nuevo tendría que tomar las riendas del mundo y moldearlo como el pudiera, con la sonrisa quebrada que había tenido un par de semanas antes.
Louise-Una explosión tecnicolor en su alma y...Yo...no sabía que estabas aquí-Era la verdad, era una de las pocas verdades a las que podía recurrir, que podía decir para no darle otro rayo de luz que se convirtiera en sombras a aquella pobre chica.
Alan Cromwell- Mensajes : 323
Re: Fandango [¿Louise?]
Había comenzado a caminar... las piernas se sentían endebles, le temblaban. Odiaba ese líquido espeso, aunque no era tan incómodo como otros que su cuerpo recibía a diario. Tanto dolor... tanto dolía. Era un fantasma de lo que podría ser, de lo que llegaría a ser.
Suspiró, sacudiendo su espalda en un intento de acomodarse con ese vestido que parecía ser suficiente para cubrir su cuerpo, su alma, su...
Gimoteó al sentir como se desprendían, teniendo que agacharse al suelo para ver tres plumas blancas allí, tan solitarias. Recordaba haber tenido en su mano las primeras plumas de ella... las recordaba, como de suaves eran contra su piel, que pequeñas y blancas, tan blancas como las suyas. ¿Es que se estaba quedando sin alas? ¿Acaso debería construirlas como Dédalo había construido las suyas? ¿A quien se las había entregado? ¿Acaso el Sol encerraba la respuesta?
Escuchó las palabras mientras se agachaba a recogerlas. A la liebre no le gustaban las plumas, a la liebre no le gustaba el desorden, era como enfrentarse al Conejo Blanco... el Conejo Blanco no le gustaba no entender, no le gustaba no poder controlar lo que pasaba. El Conejo siempre prefería refugiarse y repetirse que era solo un adolescente y que el mundo demandaba demasiado de él. Siempre reclamaba que el resto no era justo, que un As podía dañarlo, pero que no dejaría que lo hiciera... Por alguna razón su Conejo Blanco se perdió en el laberinto y no sabía que camino tomar, le había abandonado a la pobre carta de corazones en la profunda oscuridad, danzando con los demonios.
Por alguna razón tampoco sentía ira, era como si supiera que eso pasaría... lástima que no recordaba a su conejo de elegante chaleco y reloj en el bolsillo. Caballeroso, alegre y divertido. Quien le llevó a conocer su madriguera en una caída libre a través del tiempo.
"Lo siento... ¿Me había dicho que tomar?" Preguntó con una amplia sonrisa, el tono de la piel siempre pálida poseyendo un tono enfermizo. No quería que le viera así, no quería que le viera enferma. No permitiría que nadie lo hiciera, ¿no había dicho algo al respecto tras la primera vez que lo hizo....? ... Lo hizo... no recordaba precisamente bien quien era, pero recordaba cuanto había dolido. ¿Por que no lo había recordado antes? ¿El dolor de la pared contra su espalda desnuda? ¿Los gritos de sus primas?
Había jurado seguir sonriendo y seguir luchando, ¿no? ¿No era eso? No rendirse, no detenerse, nadie podría hacer que se detenga... pero si no se sabe quien es...
Quizá cuando se pasaran los efectos...
Quizá cuando el mundo dejara de moverse.
Por alguna razón esa mirada le resultaba demasiado intensa, algo rara, así que solo pudo hacer lo que siempre había hecho o supondría había hecho toda su vida, esperaba siempre haber sido así. Los ojos brillantes, la radiante sonrisa, soltando unas risas bajas y tomando un trapo con esas manos que cada día temblaban más, temblaban tanto que pareciera en cualquier momento el trapo se caería, los espasmos del cuerpo recorriendolo todo, las rodillas casi parecían chocar entre ellas al volver a estar de pie para frotar ese trapo que había visto mejores días en círculos sobre la mesa ante la que él estaba sentado.
"¿No sabía? Bueno... supongo que es la primera vez que le veo... no trabajo aquí, solo ayudo cada tanto. Si no va a pedir nada iré a la barra, cualquier cosa puede llamarme." Sonrió nuevamente al asegurarse que el espacio de él estuviera limpio e indicando la ineludible barra.
‘Probablemente me verás... aunque no puedo decir que yo te pueda ver.’ Por alguna razón esa frase resonaba como un eco lejano, tan triste... las frases tristes de despedida siempre le hacían sentir mal. Le daba la sensación de que había renunciado a algo... ¿por que renunciaría a algo? Siempre le dijeron que eso no se hace... que si uno quiere algo debe luchar por eso, ¿Ella habría renunciado a algo para estar aquí?
Quizá cuando las rodillas dejaran de temblarle y los efectos se acabaran entonces quizá recordaría aquello que su corazón anhelaba.
Suspiró, sacudiendo su espalda en un intento de acomodarse con ese vestido que parecía ser suficiente para cubrir su cuerpo, su alma, su...
Gimoteó al sentir como se desprendían, teniendo que agacharse al suelo para ver tres plumas blancas allí, tan solitarias. Recordaba haber tenido en su mano las primeras plumas de ella... las recordaba, como de suaves eran contra su piel, que pequeñas y blancas, tan blancas como las suyas. ¿Es que se estaba quedando sin alas? ¿Acaso debería construirlas como Dédalo había construido las suyas? ¿A quien se las había entregado? ¿Acaso el Sol encerraba la respuesta?
Escuchó las palabras mientras se agachaba a recogerlas. A la liebre no le gustaban las plumas, a la liebre no le gustaba el desorden, era como enfrentarse al Conejo Blanco... el Conejo Blanco no le gustaba no entender, no le gustaba no poder controlar lo que pasaba. El Conejo siempre prefería refugiarse y repetirse que era solo un adolescente y que el mundo demandaba demasiado de él. Siempre reclamaba que el resto no era justo, que un As podía dañarlo, pero que no dejaría que lo hiciera... Por alguna razón su Conejo Blanco se perdió en el laberinto y no sabía que camino tomar, le había abandonado a la pobre carta de corazones en la profunda oscuridad, danzando con los demonios.
Por alguna razón tampoco sentía ira, era como si supiera que eso pasaría... lástima que no recordaba a su conejo de elegante chaleco y reloj en el bolsillo. Caballeroso, alegre y divertido. Quien le llevó a conocer su madriguera en una caída libre a través del tiempo.
"Lo siento... ¿Me había dicho que tomar?" Preguntó con una amplia sonrisa, el tono de la piel siempre pálida poseyendo un tono enfermizo. No quería que le viera así, no quería que le viera enferma. No permitiría que nadie lo hiciera, ¿no había dicho algo al respecto tras la primera vez que lo hizo....? ... Lo hizo... no recordaba precisamente bien quien era, pero recordaba cuanto había dolido. ¿Por que no lo había recordado antes? ¿El dolor de la pared contra su espalda desnuda? ¿Los gritos de sus primas?
Había jurado seguir sonriendo y seguir luchando, ¿no? ¿No era eso? No rendirse, no detenerse, nadie podría hacer que se detenga... pero si no se sabe quien es...
Quizá cuando se pasaran los efectos...
Quizá cuando el mundo dejara de moverse.
Por alguna razón esa mirada le resultaba demasiado intensa, algo rara, así que solo pudo hacer lo que siempre había hecho o supondría había hecho toda su vida, esperaba siempre haber sido así. Los ojos brillantes, la radiante sonrisa, soltando unas risas bajas y tomando un trapo con esas manos que cada día temblaban más, temblaban tanto que pareciera en cualquier momento el trapo se caería, los espasmos del cuerpo recorriendolo todo, las rodillas casi parecían chocar entre ellas al volver a estar de pie para frotar ese trapo que había visto mejores días en círculos sobre la mesa ante la que él estaba sentado.
"¿No sabía? Bueno... supongo que es la primera vez que le veo... no trabajo aquí, solo ayudo cada tanto. Si no va a pedir nada iré a la barra, cualquier cosa puede llamarme." Sonrió nuevamente al asegurarse que el espacio de él estuviera limpio e indicando la ineludible barra.
‘Probablemente me verás... aunque no puedo decir que yo te pueda ver.’ Por alguna razón esa frase resonaba como un eco lejano, tan triste... las frases tristes de despedida siempre le hacían sentir mal. Le daba la sensación de que había renunciado a algo... ¿por que renunciaría a algo? Siempre le dijeron que eso no se hace... que si uno quiere algo debe luchar por eso, ¿Ella habría renunciado a algo para estar aquí?
Quizá cuando las rodillas dejaran de temblarle y los efectos se acabaran entonces quizá recordaría aquello que su corazón anhelaba.
Louise M. Eisenberg- Mensajes : 974
Re: Fandango [¿Louise?]
Contemplaba con la cabeza ladeada como la figura que antes había bailado melodías incomprensibles apenas podía mantenerse en pie. Frágil, como un sauce azotado por un vendaval era aquella mujer que caminaba hacia él con pasos inseguros y ahora se agachaba a recoger...¿plumas?. Sabía que las veelas tenían plumas, y que Louise era dada a cambios de temperamento y picotazos indiscriminados, pero ahora la pequeña figura se avergonzaba de aquellas plumitas blancas, como si no fuera parte de su naturaleza, y era que en realidad aquella Louise no era la de siempre, parecía como si un espíritu moribundo, cansado de ver cosas horribles sobre la faz del mundo hubiese encontrado morada en un cuerpo vacío de veela, un cuerpo que se no podía soportar a un anfitrión tan lúgubre y moría de a poco, con cada sonrisa apagada.
¡Louise, espera!-Sabía que había tomado, pero no podía ser tanto, no podía estar viendo las cosas distorsionadas de esa manera, ¿A que extraño mundo de pesadilla había entrado? ¿Podría librarse de esos ojos violetas enfermizos, mirándole el alma?
Alguien le había llamado Judith, ¿Entonces era realmente Louise? Ella tenía una melliza, Emma, pero no era ella. ¡Esa era Louise maldición! ¡Hace una semana era Louise y las cadenas que soportaban todas aquellas dulces ilusiones por fn habían caído! ¿Cómo podía el universo darse vuelta y mostrarle aquella sombría imitación de ojos violetas? No lo sabía, y no podía preguntar, sentía que si se movía más de un metro caería en otro escenario de pesadilla, más incomprensible y terrible que este, y así hasta volverse loco, si es que ya no lo estaba.
Tú eres Louise, y yo soy Alan, ¿Tanto cuesta decirlo o no me ves acaso?- No sabía decirlo, aquella sensación tan rara de que el mundo vivía a otra velocidad que él, de manera que las personas cambiaban de identidad y el seguía siendo el confundido Alan. ¿Tan perfectamente se podía cerrar una herida como para pretender que nunca había sangrado? ¿Estaba tan decida esa mujer a destruir por completo los pilares del mundo con tan de poder levantar aquellas ilusiones, frágiles como las plumas?
Parpadeó como si se despertara de una siesta, deseando que volvieran los espejos azules, el baile y la melodía incomprensible, y muriera la vergüenza de las plumas, la palidez de la piel y aquellos pozos que aunque violetas, asemejaban al negro más insoldable que uno se pudiera imaginar.
¡Louise, espera!-Sabía que había tomado, pero no podía ser tanto, no podía estar viendo las cosas distorsionadas de esa manera, ¿A que extraño mundo de pesadilla había entrado? ¿Podría librarse de esos ojos violetas enfermizos, mirándole el alma?
Alguien le había llamado Judith, ¿Entonces era realmente Louise? Ella tenía una melliza, Emma, pero no era ella. ¡Esa era Louise maldición! ¡Hace una semana era Louise y las cadenas que soportaban todas aquellas dulces ilusiones por fn habían caído! ¿Cómo podía el universo darse vuelta y mostrarle aquella sombría imitación de ojos violetas? No lo sabía, y no podía preguntar, sentía que si se movía más de un metro caería en otro escenario de pesadilla, más incomprensible y terrible que este, y así hasta volverse loco, si es que ya no lo estaba.
Tú eres Louise, y yo soy Alan, ¿Tanto cuesta decirlo o no me ves acaso?- No sabía decirlo, aquella sensación tan rara de que el mundo vivía a otra velocidad que él, de manera que las personas cambiaban de identidad y el seguía siendo el confundido Alan. ¿Tan perfectamente se podía cerrar una herida como para pretender que nunca había sangrado? ¿Estaba tan decida esa mujer a destruir por completo los pilares del mundo con tan de poder levantar aquellas ilusiones, frágiles como las plumas?
Parpadeó como si se despertara de una siesta, deseando que volvieran los espejos azules, el baile y la melodía incomprensible, y muriera la vergüenza de las plumas, la palidez de la piel y aquellos pozos que aunque violetas, asemejaban al negro más insoldable que uno se pudiera imaginar.
Alan Cromwell- Mensajes : 323
Re: Fandango [¿Louise?]
"A-lan?" Preguntó, soltó como una media voz, los ojos violeta recediendo lentamente hasta un suave lila que ya no brillaba como en otras ocaciones. Ya no brillaba porque ya la energía de su cuerpo se había apagado y volvía a ser ella o quien fuera ella. "¿Louise?" Preguntó nuevamente pensativa con esa sonrisa distraída que tanto le había caracterizado desde que comenzó el viaje en el lomo de un Thestral hacía al menos unos 14 años. Cuando todo era simplemente más sencillo y no sabía que acabaría así.
Valla, realmente su vida se había convertido. ¿Que recordaba? ¿Que era esa sensación? ¿Por que su corazón se había detenido nuevamente?
Llevó sus manos aun con las plumas contra el pecho, abandonando el olvidado trapo a un lado, en otra mesa, la confusión evidente en los ojos que lentamente parecían más el azul cielo que el infierno violeta. El infierno violeta, eso era lo que le llamaban a esa poción, por alguna razón cambiaba el color de ojos mientras era asimilada. Siempre dolía, dolía tanto, cada vez que separaba la piel del músculo y mataba su otro lado, haciendola más y más humana... no solo a ella. No solo la hacía humana a ella en cierta medida, inhibiendo su otro lado, matando a la otra parte que le hacía quien era.
Pero todo se detuvo, todo retrocedió nuevamente, volvió al lugar de las nubes blancas que no permiten ver nada fuera de su rango. Allí en la barra estaba... estaba la taza de té con sus dos pastelillos... era la hora del té. Si... hora del té. Si, un té para calmar los nervios. Oh, y que amable de parte de la Liebre, allí estaba la poción para los calambres.
Rió divertida, el chico no hacía sentido alguno y seguía hablando.
"Es hora del té." Comentó, acercándose con esas piernas temblorosas pero veloces, inclinándose a él sin pedir permiso, sin preguntar, solo regalandole un beso, un roce de labios que solía entregarle a sus amistades, porque debía ser amigo, sino no conocería el nombre de Louise... aunque Louise no quisiera salir a jugar nunca últimamente, era más divertida que la somnolienta persona que se convertía, era mejor... si, debía ser eso, él debía ser amigo. Así que sin permiso rozó sus labios y le dejó las plumas antes de dar un corto trotecito para alejarse a su té... té de fresas. Siempre el mismo sabor... siempre el mismo olor que le hacía recordar que no debía ser una máquina, porque si era una máquina no era útil. Necesitaban que sintiera el dolor del amor...
El dolor de la pérdida. Porque eso era lo único que le tocaría.
Valla, realmente su vida se había convertido. ¿Que recordaba? ¿Que era esa sensación? ¿Por que su corazón se había detenido nuevamente?
Llevó sus manos aun con las plumas contra el pecho, abandonando el olvidado trapo a un lado, en otra mesa, la confusión evidente en los ojos que lentamente parecían más el azul cielo que el infierno violeta. El infierno violeta, eso era lo que le llamaban a esa poción, por alguna razón cambiaba el color de ojos mientras era asimilada. Siempre dolía, dolía tanto, cada vez que separaba la piel del músculo y mataba su otro lado, haciendola más y más humana... no solo a ella. No solo la hacía humana a ella en cierta medida, inhibiendo su otro lado, matando a la otra parte que le hacía quien era.
Pero todo se detuvo, todo retrocedió nuevamente, volvió al lugar de las nubes blancas que no permiten ver nada fuera de su rango. Allí en la barra estaba... estaba la taza de té con sus dos pastelillos... era la hora del té. Si... hora del té. Si, un té para calmar los nervios. Oh, y que amable de parte de la Liebre, allí estaba la poción para los calambres.
Rió divertida, el chico no hacía sentido alguno y seguía hablando.
"Es hora del té." Comentó, acercándose con esas piernas temblorosas pero veloces, inclinándose a él sin pedir permiso, sin preguntar, solo regalandole un beso, un roce de labios que solía entregarle a sus amistades, porque debía ser amigo, sino no conocería el nombre de Louise... aunque Louise no quisiera salir a jugar nunca últimamente, era más divertida que la somnolienta persona que se convertía, era mejor... si, debía ser eso, él debía ser amigo. Así que sin permiso rozó sus labios y le dejó las plumas antes de dar un corto trotecito para alejarse a su té... té de fresas. Siempre el mismo sabor... siempre el mismo olor que le hacía recordar que no debía ser una máquina, porque si era una máquina no era útil. Necesitaban que sintiera el dolor del amor...
El dolor de la pérdida. Porque eso era lo único que le tocaría.
Louise M. Eisenberg- Mensajes : 974
Re: Fandango [¿Louise?]
Lo veía, no era como había susurrado en los pasillos hace días atrás, no sabía exactamente como, pero detrás de los ojos violetas todavía había algo de Louise cuando el azul relampagueaba, y en aquella sonrisa tan de ella. Pero de cualquier forma todavía Alan estaba algo paralizado por aquella posesión radical, era un ser desconcertante, tan inocentemente dolido y a la vez dañino, como una fiera herida.
Otra vez el té, ¿Desde cuando tomaba té, desde cuando era importante una bebida antes que saber quién era uno? Eso y las plumas, plumas de un ángel que moría y se convertía en un malicioso mortal, eran imágenes de sueños hipnóticos, tan raros que uno no sabía exactamente si era una pesadilla, era solo un devenir de confusiones que paralizaba a Alan.
Adelantó una mano, inútil cuando vio que ella tambaleaba, pero sus pies eran plomo al lado de los pasos de bailarina de Louise, de bailarina enferma, de un baile moribundo que derivó en un beso ponzoñoso, vacío, ni siquiera comparable a aquel beso de antes, cuando había muchas cosas que no sabían como decirse y otras que no se querían acabar.
Sacudió la cabeza, porque era incapaz de estrellársela contra la pared, mientras veía a la veela caminar hacia su té, y no pudo más levantar la varita, con un movimiento brusco de su muñeca y levantar la taza, seguramente derramando su contenido, pero más importante aún, haciendo voltear a la mujer con la esperanza de volver a ver sus verdaderos ojos azules.
Louise-Bajó la taza sobre una mesa con movimientos temblorosos, ahora el que parecía sucumbir era él, hasta el punto de sentir como la sangre abandonaba su cara, sus labios que habían sido tocados por aquella criatura ajena, y todo se iba a su agitado corazón, que latía con fuerza, intentando no romperse.
¿Qué te ha pasado Louise? Dime que sigues siendo Louise por favor-Cuando se había levantado la pluma había volado de sus manos, y se mecía ahora frente a sus ojos, cayendo iban las plumas del ángel, con cada trago de té.
Otra vez el té, ¿Desde cuando tomaba té, desde cuando era importante una bebida antes que saber quién era uno? Eso y las plumas, plumas de un ángel que moría y se convertía en un malicioso mortal, eran imágenes de sueños hipnóticos, tan raros que uno no sabía exactamente si era una pesadilla, era solo un devenir de confusiones que paralizaba a Alan.
Adelantó una mano, inútil cuando vio que ella tambaleaba, pero sus pies eran plomo al lado de los pasos de bailarina de Louise, de bailarina enferma, de un baile moribundo que derivó en un beso ponzoñoso, vacío, ni siquiera comparable a aquel beso de antes, cuando había muchas cosas que no sabían como decirse y otras que no se querían acabar.
Sacudió la cabeza, porque era incapaz de estrellársela contra la pared, mientras veía a la veela caminar hacia su té, y no pudo más levantar la varita, con un movimiento brusco de su muñeca y levantar la taza, seguramente derramando su contenido, pero más importante aún, haciendo voltear a la mujer con la esperanza de volver a ver sus verdaderos ojos azules.
Louise-Bajó la taza sobre una mesa con movimientos temblorosos, ahora el que parecía sucumbir era él, hasta el punto de sentir como la sangre abandonaba su cara, sus labios que habían sido tocados por aquella criatura ajena, y todo se iba a su agitado corazón, que latía con fuerza, intentando no romperse.
¿Qué te ha pasado Louise? Dime que sigues siendo Louise por favor-Cuando se había levantado la pluma había volado de sus manos, y se mecía ahora frente a sus ojos, cayendo iban las plumas del ángel, con cada trago de té.
Alan Cromwell- Mensajes : 323
Re: Fandango [¿Louise?]
Hora del té... hora del té... en algún lugar del mundo siempre es la hora de tomar el té. Y ella quería... ella quería...
El té se elevó por sobre su cabeza, derramando algo en su mano, el corazón comenzando a acelerarse como un adicto que ve su droga demasiado lejos. No... no el té. Necesitaba ese té para sentirse normal nuevamente. Necesitaba el té porque si no lo tenía comenzaba a doler y comenzaba a pensar y comenzaba a recordar. No quería recordar. No quería recordar cuando dolía tanto... ese era...
El cuerpo pequeño se estiró, con la mano tratando de alcanzar el té, los grandes ojos azul cielo abiertos de par en par en un grito silencioso de pánico. Tenía exactamente cinco minutos, por eso la hora del té era tan importante, debía alcanzar esa... no... no quería.
Su rostro enfermo se transformó ante la mirada de quien la viera, de la relajada mujer enferma a una angustia real aunque algo infantil, cualquiera que la viera sabría que ese simple juego le estaba trayendo dolor cuando los tranquilizantes que la mantenían con normalidad habían desaparecido de su cuerpo, cuando ya no fuera solo una mancha y volviera a ser la sombra de persona que vivía en Hogwarts, cuando los recuerdos se arremolinaban y le traían todo el pasado, no solo el negado ahora sino que el negado hacía ya tres años.
"Mi... té. No..." Murmuró, aun estirándose aunque su mano se había quemado por el agua que estaba hirviendo, una temperatura poco apropiada para un té de verdad. Ya no eran tres plumas las que se habían caído, lentamente había un par de hermanas que se les unían.
Como Luna había comprobado, las lágrimas de una veela eran algo que podría destrozar el corazón del más duro, la tristeza de alguien de apariencia bella y pura derramándose en angustiosos sollozos no se podía comparar con lo que podía hacer una criatura a la mente humana, sin embargo a pesar de que brillaban esos ojos, se negaban a derramar lágrima alguna... era rara la vez que lloraba, había jurado no llorar más, no llorar nunca... a alguien, por alguien, no sabía a quien, los años habían pasado en una extraña neblina pero no iba a llorar frente a nadie, ni siquiera ante quien le quitaba su té.
Las palabras de él habían caído en oídos sordos, completamente perdida, demasiado lejos y desprotegida como para poder razonar a pesar de que las drogas estaban recediendo lentamente y podía comprender que le estaba preguntando si realmente era ella Louise... ¿Era Louise? Si...
"¿Por que preguntas por Louise? Yo... no sé... soy yo pero es ella... Por favor." Reclamó temblorosa como una niña perdida. ¿Como explicar que pasa, que pasó? "¡¿Quien eres para preguntarme sobre mi vida?!" Preguntó desesperada y dolida... porque su corazón seguía latiendo y sangrando en su presencia, un sangrado que le era placentero, como si se hubiera resignado a él como una masoquista, porque quería seguir sintiéndolo aunque dolía, no quería que se fuera, no quería que se alejara, pero aun ni sabía porque.
‘Siempre fuiste Masoquista, Lila. Siempre has amado a distancia y arrancado tu corazón por creerte indigna después de tratar de salvar a Ailina... Ni siquiera te acercas para hacer amistades nuevas.’
‘Debe ser porque fallé... si no puedo salvarla a ella y no me puedo salvar a mi misma... ¿como voy a poder salvar a otros?’
‘No fallaste, ellos te fallaron... sabías que no podrías haber sabido que no cumplirían su parte del trato. No es tu culpa.’
‘Pero se siente como si lo fuera.’
El té se elevó por sobre su cabeza, derramando algo en su mano, el corazón comenzando a acelerarse como un adicto que ve su droga demasiado lejos. No... no el té. Necesitaba ese té para sentirse normal nuevamente. Necesitaba el té porque si no lo tenía comenzaba a doler y comenzaba a pensar y comenzaba a recordar. No quería recordar. No quería recordar cuando dolía tanto... ese era...
El cuerpo pequeño se estiró, con la mano tratando de alcanzar el té, los grandes ojos azul cielo abiertos de par en par en un grito silencioso de pánico. Tenía exactamente cinco minutos, por eso la hora del té era tan importante, debía alcanzar esa... no... no quería.
Su rostro enfermo se transformó ante la mirada de quien la viera, de la relajada mujer enferma a una angustia real aunque algo infantil, cualquiera que la viera sabría que ese simple juego le estaba trayendo dolor cuando los tranquilizantes que la mantenían con normalidad habían desaparecido de su cuerpo, cuando ya no fuera solo una mancha y volviera a ser la sombra de persona que vivía en Hogwarts, cuando los recuerdos se arremolinaban y le traían todo el pasado, no solo el negado ahora sino que el negado hacía ya tres años.
"Mi... té. No..." Murmuró, aun estirándose aunque su mano se había quemado por el agua que estaba hirviendo, una temperatura poco apropiada para un té de verdad. Ya no eran tres plumas las que se habían caído, lentamente había un par de hermanas que se les unían.
Como Luna había comprobado, las lágrimas de una veela eran algo que podría destrozar el corazón del más duro, la tristeza de alguien de apariencia bella y pura derramándose en angustiosos sollozos no se podía comparar con lo que podía hacer una criatura a la mente humana, sin embargo a pesar de que brillaban esos ojos, se negaban a derramar lágrima alguna... era rara la vez que lloraba, había jurado no llorar más, no llorar nunca... a alguien, por alguien, no sabía a quien, los años habían pasado en una extraña neblina pero no iba a llorar frente a nadie, ni siquiera ante quien le quitaba su té.
Las palabras de él habían caído en oídos sordos, completamente perdida, demasiado lejos y desprotegida como para poder razonar a pesar de que las drogas estaban recediendo lentamente y podía comprender que le estaba preguntando si realmente era ella Louise... ¿Era Louise? Si...
"¿Por que preguntas por Louise? Yo... no sé... soy yo pero es ella... Por favor." Reclamó temblorosa como una niña perdida. ¿Como explicar que pasa, que pasó? "¡¿Quien eres para preguntarme sobre mi vida?!" Preguntó desesperada y dolida... porque su corazón seguía latiendo y sangrando en su presencia, un sangrado que le era placentero, como si se hubiera resignado a él como una masoquista, porque quería seguir sintiéndolo aunque dolía, no quería que se fuera, no quería que se alejara, pero aun ni sabía porque.
‘Siempre fuiste Masoquista, Lila. Siempre has amado a distancia y arrancado tu corazón por creerte indigna después de tratar de salvar a Ailina... Ni siquiera te acercas para hacer amistades nuevas.’
‘Debe ser porque fallé... si no puedo salvarla a ella y no me puedo salvar a mi misma... ¿como voy a poder salvar a otros?’
‘No fallaste, ellos te fallaron... sabías que no podrías haber sabido que no cumplirían su parte del trato. No es tu culpa.’
‘Pero se siente como si lo fuera.’
Louise M. Eisenberg- Mensajes : 974
Re: Fandango [¿Louise?]
Live that you might find the answers
You can't know before you live
Love and life will give you chances
From your flaws learn to forgive
All his life he's sought to be brave
All this time sought someone to save
Watch him dance...
You can't know before you live
Love and life will give you chances
From your flaws learn to forgive
All his life he's sought to be brave
All this time sought someone to save
Watch him dance...
Las personas se regocijaban en el dolor ajeno, no solo los sádicos que lo daban, si no cualquiera, y bastaba ver alguna tragedia en el teatro para darse cuenta de como todo el mundo gustaba de la sensación de empatía con el dolido, y algo parecido le sucedía a Alan mientras veía a Louise estirándose patéticamente tratando de alcanzar la taza de té, con los ojos abiertos como ventanas, solamente enfocados en aquella taza que vaya a saber que carajos tenía, y aún así Alan quería simpatizar con el dolor de la veela haciendo el recorrido del té cada vez más lento hasta que llego a la mesa. Un espectáculo desconcertante y doloroso sin dudas. Quizás lo único que buscaba Alan era que en algún punto ella se cansara de la taza y volviera al Quidditch, y a ser un desastre con patas, a ser ella.
Recordaba haber visto caras parecidas a las de Louise en otro momento de su vida, en una visita a San Mungo a ver el trabajo de su hermana, y después de unos minutos de caminar por el hospital había podido ver lo deplorable del ser humano en toda su amplia gama, y algunos recordaban a la pequeña rubia, en especial aquellos que tenían algún desequilibrio mental por encantamientos mal realizados. Mentes trizadas, como vidrios, que podían reflejar de las imágenes más raras, tal y como la de Louise que había pasado por una sensualidad venenosa a un desconcierto absoluto y una desesperación de adicto en un minuto.
Y todo volvía a cambiar, ella le miró con esa mirada rota y sin lágrimas, era extraño que uno pudiese sufrir tanto sin lágrimas, pero era al fin, y le reclamó algo, algo que solo podía contestarse levantándose de aquel asiento y llevando su cuerpo que se sentía pesado y a la vez frágil hasta Louise, había cosas que tenían que ser dichas a la cara, sin mediadores, sin distancia y sin demora.
No importa cuantas veces tenga que decírtelo, tu eres Louise Eisenberg-Adelantó las manos, tomándola de la cara y obligándola a que lo mire, a que los ojos siguieran siendo azules-Y yo soy Alan Cromwell, y hace una semana atrás...me amabas-Era lo mejor que podía decir, ¿Que cosa más real que el amor? Algo que hacía a uno sentirse tan vivo no podía ser una mentira, a pesar de que estar vivo significaba a veces dolor, y uno buscaba escapar de ese dolor.
¿Podría Louise dejar de escapar?
Alan Cromwell- Mensajes : 323
Re: Fandango [¿Louise?]
La taza se había alejado lentamente, tan lentamente que era doloroso, tan doloroso, por un momento sintió el Infierno Púrpura ganar sobre su cuerpo nuevamente, las rodillas amenazando con ceder bajo el peso pluma, pero rápido ganando el paso, nuevamente de pie, nuevamente luchando. Si algo era conocida la veela era por no rendirse bajo presión, nunca ceder, nunca dudar, una vez que deseaba algo no se detendría porque si lo hacía...
Si dudaba de si misma entonces estaría mejor muerta. Si sentía que su fe flaqueaba entonces no tendría otra opción que entregarse a los centauros para que protegieran a la niña a cambio... a cambio de la veela pura.
"Es un intercambio justo, ¿no crees? Dejamos a las mestizas a cambio de la niña... ellas tienen su libertad y nosotros nuestro..." Se ahogó en el murmullo, un sonido angustioso acallando el fin de la oración, la imagen causándole escalofríos. Probablemente el chico ni la hubiera escuchado o no sabría que no eran sus palabras, aunque era difícil no saberlo, ella era la única que no era mestiza allí... no, no tenía sentido, nada tenía sentido, los recuerdos comenzaban a aflorar acariciando su piel, si tan solo llegara al té... si llegara al té entonces podría volver a ser la misma de siempre y enterrar todo el pasado en un olvido sintético.
Pero sus deseos no estaban disponibles ahora, no... porque entre la taza que ahora descansaba en una mesa y ella había un cuerpo contra el que chocó y tropezó hasta poder ponerse de pie solo para que su rostro ardiente en fiebre fuera enfocado nuevamente en un rostro... un cabello rubio enmarcaba un rostro masculino que le miraba... le miraba raro... sentía que se partía entre sus manos. Pero si se partía así, aquí, ahora... ¿Por que la estaba tratando así? ¿Es que acaso ella debía?
‘Hace una semana atrás me amabas.’
¿Lo amaba? ¿Era eso?
Los ojos nublados por un momento se aclararon y lo miraron con terror, reconociendole quizá, sin embargo aceptó, aceptó y recordó, aceptó cada una de esas memorias y trató de endurecer ese corazón que era triturado por su propia mano. Alan no tenía la culpa del desastre en el que se estaba convirtiendo, no debería sentirse mal... no esperaba nunca que la encontrara, hoy no era un día de salida a Hogsmeade, por lo general esos días los pasaba dentro del colegio con los alumnos de 1ero y 2do, visitando a los profesores, hablando con la gente de allí.
‘Aun lo hago... pero no tengo energía ni esperanza como para que me lo lances en el rostro nuevamente.’ Murmuró esa débil voz en su mente.
"No tengo permiso para amar..." Murmuró entre sus manos, el corazón desbocado al saber quien era él, deseando alejarse aterrada y deseando inclinarse, inclinarse lentamente a él, contra su mano, dejó que su mejilla la sintiera. Era extraño... tres años después habían acabado como Star Crossed Lovers.
Pero quería decir algo más, si... algo. Las memorias eran completamente nubladas y cada tanto perdía la conciencia por el dolor que sus músculos traían al tratar de contraerse en espasmos como si hubiera sufrido una prolongada exposición al Cruciatus Curse. Quería saber... si dolía su corazón. ¿Él había sido el culpable?
"Va a... regresar Mr. Dumbledore." Murmuró intranquila, sin saber si era realmente a él a quien hablaba o solo buscaba como escapar, como olvidar. Lo reconocía... reconocía muchas cosas de él, pero no recordaba... ¿que había pasado hacía una semana? Recordaba hasta el rito de Beltane, recordaba la pelea posterior donde había escapado de ese lugar a conciencia de que si ese hombre la llamara regresaría pero... el último año era una nebulosa.
Estaba mintiendo entre dientes. Abeforth solo la pedía en la barra cuando saldría a reunirse con la Reina. Estaban solos en todo el edificio... si rogaba nadie la escucharía, no había nadie en las habitaciones hasta dentro de una hora donde Argine regresaría para su ‘tratamiento’. Ella debía cerrar en un rato para ir a trabajar nuevamente.
Por un momento consideró decir que debía resguardar el corazón del Sombrerero, pero votó en contra de ello... todos mal interpretaban cuando decía que debía cuidar el corazón de alguien hasta que este decidiera que lo volvía a necesitar. Pensaban que era un tema sexual cuando simplemente era... era ella siendo la misma persona de siempre, tratando de cuidarlos. Tratando de ser buena.
Louise... ¿era una buena persona? No, era demasiado egoísta como para ser considerada buena.
Louise debía ser más buena...
Louise no debía pensar en si misma ni tomar cosas sin permiso...
Por eso en el instante en que alzó la mano, lenta, dudosa, temerosa, deseando acariciar ese rostro que nunca antes había podido siquiera tocar, acercó sus dedos, apenas a milímetros, debiendo alejarlos avergonzada.
Louise no debía desear ni tratar de saber.
Si dudaba de si misma entonces estaría mejor muerta. Si sentía que su fe flaqueaba entonces no tendría otra opción que entregarse a los centauros para que protegieran a la niña a cambio... a cambio de la veela pura.
"Es un intercambio justo, ¿no crees? Dejamos a las mestizas a cambio de la niña... ellas tienen su libertad y nosotros nuestro..." Se ahogó en el murmullo, un sonido angustioso acallando el fin de la oración, la imagen causándole escalofríos. Probablemente el chico ni la hubiera escuchado o no sabría que no eran sus palabras, aunque era difícil no saberlo, ella era la única que no era mestiza allí... no, no tenía sentido, nada tenía sentido, los recuerdos comenzaban a aflorar acariciando su piel, si tan solo llegara al té... si llegara al té entonces podría volver a ser la misma de siempre y enterrar todo el pasado en un olvido sintético.
Pero sus deseos no estaban disponibles ahora, no... porque entre la taza que ahora descansaba en una mesa y ella había un cuerpo contra el que chocó y tropezó hasta poder ponerse de pie solo para que su rostro ardiente en fiebre fuera enfocado nuevamente en un rostro... un cabello rubio enmarcaba un rostro masculino que le miraba... le miraba raro... sentía que se partía entre sus manos. Pero si se partía así, aquí, ahora... ¿Por que la estaba tratando así? ¿Es que acaso ella debía?
‘Hace una semana atrás me amabas.’
¿Lo amaba? ¿Era eso?
Los ojos nublados por un momento se aclararon y lo miraron con terror, reconociendole quizá, sin embargo aceptó, aceptó y recordó, aceptó cada una de esas memorias y trató de endurecer ese corazón que era triturado por su propia mano. Alan no tenía la culpa del desastre en el que se estaba convirtiendo, no debería sentirse mal... no esperaba nunca que la encontrara, hoy no era un día de salida a Hogsmeade, por lo general esos días los pasaba dentro del colegio con los alumnos de 1ero y 2do, visitando a los profesores, hablando con la gente de allí.
‘Aun lo hago... pero no tengo energía ni esperanza como para que me lo lances en el rostro nuevamente.’ Murmuró esa débil voz en su mente.
"No tengo permiso para amar..." Murmuró entre sus manos, el corazón desbocado al saber quien era él, deseando alejarse aterrada y deseando inclinarse, inclinarse lentamente a él, contra su mano, dejó que su mejilla la sintiera. Era extraño... tres años después habían acabado como Star Crossed Lovers.
Pero quería decir algo más, si... algo. Las memorias eran completamente nubladas y cada tanto perdía la conciencia por el dolor que sus músculos traían al tratar de contraerse en espasmos como si hubiera sufrido una prolongada exposición al Cruciatus Curse. Quería saber... si dolía su corazón. ¿Él había sido el culpable?
"Va a... regresar Mr. Dumbledore." Murmuró intranquila, sin saber si era realmente a él a quien hablaba o solo buscaba como escapar, como olvidar. Lo reconocía... reconocía muchas cosas de él, pero no recordaba... ¿que había pasado hacía una semana? Recordaba hasta el rito de Beltane, recordaba la pelea posterior donde había escapado de ese lugar a conciencia de que si ese hombre la llamara regresaría pero... el último año era una nebulosa.
Estaba mintiendo entre dientes. Abeforth solo la pedía en la barra cuando saldría a reunirse con la Reina. Estaban solos en todo el edificio... si rogaba nadie la escucharía, no había nadie en las habitaciones hasta dentro de una hora donde Argine regresaría para su ‘tratamiento’. Ella debía cerrar en un rato para ir a trabajar nuevamente.
Por un momento consideró decir que debía resguardar el corazón del Sombrerero, pero votó en contra de ello... todos mal interpretaban cuando decía que debía cuidar el corazón de alguien hasta que este decidiera que lo volvía a necesitar. Pensaban que era un tema sexual cuando simplemente era... era ella siendo la misma persona de siempre, tratando de cuidarlos. Tratando de ser buena.
Louise... ¿era una buena persona? No, era demasiado egoísta como para ser considerada buena.
Louise debía ser más buena...
Louise no debía pensar en si misma ni tomar cosas sin permiso...
Por eso en el instante en que alzó la mano, lenta, dudosa, temerosa, deseando acariciar ese rostro que nunca antes había podido siquiera tocar, acercó sus dedos, apenas a milímetros, debiendo alejarlos avergonzada.
Louise no debía desear ni tratar de saber.
Louise M. Eisenberg- Mensajes : 974
Re: Fandango [¿Louise?]
Quería sacudirla, agitarla violentamente hasta que entrara en razón, pero no podía, ella era más frágil ahora de lo que nunca había sido y probablemente agredirla así haría que reaccione o muy bruscamente o que se quedara allí con la voluntad quebrada y las frases incomprensibles. Entonces solo quedaba ese ligero temblor en las manos de Alan, de furia e impotencia mientras aguantaba la pequeña cara de la veela, y claro los ojos azules clavados en los de ella que debieron parpadear ante el murmullo de una frase sin pies ni cabeza, ¿Qué pensaba Louise de si misma para arrancarse el corazón de esa manera? Realmente no podía responder a algo así, porque de hacerlo significaría que caía en un lugar lamentable de sentimientos destruidos, y el irlandés no podía reprimir lo que sentía, no era justo, con él ni con nadie.
A ella le dolía estar ahí, se veía claramente que el dolor era más que emocional, como si el tacto de Alan fuera un lento veneno que iba corroyendo sus venas hasta hacer su sangre arena. y a el también le dolía, quizás no tanto el momento, si no el no saber, el ignorar si había sido él el mayor artífice de esa muñeca de vidrio, y sería peor todavía cuando ese momento haya pasado, cuando la duda lo asaltara en sueños, o en los pasillos cuando no estuviese acompañado, la duda lo asaltaría siempre y por eso no podía dejar ir a Louise, no podía dejar escapar la oportunidad y volver a encontrarse con ella años después para ver el rostro de la otrora hermosa mujer convertido en un espectro.
Escúchame Louise-Ella acercó su mano, hipnotizada y al mismo tiempo asqueada, pero a él no le importaba cuanto dolor tuviera que sufrir la veela enfermiza para que la reluciente saliera a flote, a pesar de que fueran la misma persona. Alguien tendría que ser fuerte para los dos, o por lo menos decidido, por irónico que fuera para un chico como Alan.
Mírame-Y su diestra sostuvo la cara de la veela un poco más firme, mientras que su izquierda sostenía su espalda, temiendo que colapsara, o escapara-Dime que te pasó, ¿Porqué estás así? Recuerda por favor, ¡Recuerda algo!-Levantó la voz entre dientes, el temblor de aguantar sus ganas de exorcizar al espíritu enfermo y vacío que la ocupaba a sacudones.
Dime que no he sido yo el que te ha dado tanta miseria.
A ella le dolía estar ahí, se veía claramente que el dolor era más que emocional, como si el tacto de Alan fuera un lento veneno que iba corroyendo sus venas hasta hacer su sangre arena. y a el también le dolía, quizás no tanto el momento, si no el no saber, el ignorar si había sido él el mayor artífice de esa muñeca de vidrio, y sería peor todavía cuando ese momento haya pasado, cuando la duda lo asaltara en sueños, o en los pasillos cuando no estuviese acompañado, la duda lo asaltaría siempre y por eso no podía dejar ir a Louise, no podía dejar escapar la oportunidad y volver a encontrarse con ella años después para ver el rostro de la otrora hermosa mujer convertido en un espectro.
Escúchame Louise-Ella acercó su mano, hipnotizada y al mismo tiempo asqueada, pero a él no le importaba cuanto dolor tuviera que sufrir la veela enfermiza para que la reluciente saliera a flote, a pesar de que fueran la misma persona. Alguien tendría que ser fuerte para los dos, o por lo menos decidido, por irónico que fuera para un chico como Alan.
Mírame-Y su diestra sostuvo la cara de la veela un poco más firme, mientras que su izquierda sostenía su espalda, temiendo que colapsara, o escapara-Dime que te pasó, ¿Porqué estás así? Recuerda por favor, ¡Recuerda algo!-Levantó la voz entre dientes, el temblor de aguantar sus ganas de exorcizar al espíritu enfermo y vacío que la ocupaba a sacudones.
Dime que no he sido yo el que te ha dado tanta miseria.
Alan Cromwell- Mensajes : 323
Re: Fandango [¿Louise?]
¿Por que estaba así? ¿Que había hecho? ¿Que se había hecho? ¿Por que? ¿Por que trataba de seguir de pie? ¿No era simplemente más fácil dejarse caer? ¿Entregarse a la violencia que sabía era capaz? Capaz de ofrecer, capaz de resistir. ¿Era ella no más que un ciclo corto de plumas, rizos y risa?
"Reir era agradable y no dolía. No sonaba forzado en mis labios, no era sólo algo que fingía. Pero un día se apagó todo eso." Hizo eco, quizá él no lo supiera, quizá es que simplemente para ella el pasado y el futuro no existía o que se mezclaba todo, la memoria...
Una parte de ella quería que entendiera, ¿o no? No podía hacerle sentir culpable, no sabía porque pero estaba luchando contra la inconsciencia para sostenerse un poco más para tratar de explicarse, para evitar...
Apretó los ojos al sentir la mano en su espalda a través de ese frágil vestido, la sintió sobre su suave deformación. No tan notoria pero que estaba allí, allí aun antes de que él lo hubiera notado, allí desde no sabía cuando. Pequeñas esferas que se ocultaban bajo su piel, recorriendo su columna vertebral. Era como tocar el piano, cada una de las 6 era el lugar donde se inyectaban las pociones y contenían resabios de estas. Su mano allí la hizo detenerse asustada, temerosa de que si llegaba a tocar un lugar indebido alguna poción se lanzara a su sistema. No podía permitir eso. No...
Ella...
"Recuerdo la araña metálica porque son mis broches de cabello favoritos." ... recordó en un segundo eco tratando de verle a los ojos como le exigía, sin embargo un sonido despertó del ensueño. Un ensueño que limpiaba la mente pero que traía pasado tanto más doloroso, su garganta cerrándose al levantar la mirada lentamente y ver en el alfeizan de una pequeña ventana lechucera cercana al techo efectivamente dos lechuzas... una con la medalla que la distinguia como parte de la comunicación oficial del ministerio y otra sosteniendo tres carpetas de archivo.
Si no fuera porque Alan Cromwell, como se presentó, la sostenía quizá hubiera colapsado o huido, aun no sabe, ni su capacidad de premonición le podía garantizar eso. Ojos fijos en las lechuzas que descendieron violentamente derramando el té y depositaron el correo en la mesa solo para sobrevolar y volver a marcharse... tan rápido. Sin aviso previo y ella quería gritar porque sabía lo que habría en esos sobres, sabía lo que había pero no quería afrontarlo, no quería aceptar lo que inevitablemente pasaría.
"Supongo que no tienes la culpa de nada de lo que pasará..." Murmuró para si misma observando la carta, tratando de girar el cuello con una obsesión que dolía y rasgaba sus venas en desamparo. Se acercaba el gran acto final, podía sentirlo en sus venas, podía predecir lo que le haría, porque ella no se consolaría solo con tenerla atrapada en esa habitación, no se conformaría solo con eso.
¿Alan seguia sosteniendo? No sabía, pero... No quería, no quería abrirlas. Por lo que cerró los ojos un segundo... si, seguían allí.
"No voy a poder estar allí para verla crecer, no estaré allí para poder abrazarla cuando aprenda a caminar. ¡Solo quiero que esto termine para poder estar a su lado nuevamente! ¡Protegela! Porque... porque ya es lo único que me queda en esta tierra." Agregó, su cuerpo sin fuerza pero su mente mucho más despierta de lo que había estado hacía solo 15 minutos, el shock del miedo y la pérdida en un instante regresando sus cabales, sus rodillas temblando aun, su cuerpo tratando de recobrar energía.
"Lo siento, Alan... creo que deberás regresar al colegio." Comentó finalmente con firmeza, por una vez con sus propias palabras. Necesitaba volver a la entereza de antes, necesitaba volver a ser ella misma para poder afrontar lo que se acercaba y lo que les harían. Esto no era algo pasajero y necesitaba recordar todo para poder enfrentar esos archivos con el logo de San Mungo y las cartas con el sello del ministerio... no quería que Alan la viera llorar, no quería ser nuevamente un ser que contagie sus emociones.
"Reir era agradable y no dolía. No sonaba forzado en mis labios, no era sólo algo que fingía. Pero un día se apagó todo eso." Hizo eco, quizá él no lo supiera, quizá es que simplemente para ella el pasado y el futuro no existía o que se mezclaba todo, la memoria...
Una parte de ella quería que entendiera, ¿o no? No podía hacerle sentir culpable, no sabía porque pero estaba luchando contra la inconsciencia para sostenerse un poco más para tratar de explicarse, para evitar...
Apretó los ojos al sentir la mano en su espalda a través de ese frágil vestido, la sintió sobre su suave deformación. No tan notoria pero que estaba allí, allí aun antes de que él lo hubiera notado, allí desde no sabía cuando. Pequeñas esferas que se ocultaban bajo su piel, recorriendo su columna vertebral. Era como tocar el piano, cada una de las 6 era el lugar donde se inyectaban las pociones y contenían resabios de estas. Su mano allí la hizo detenerse asustada, temerosa de que si llegaba a tocar un lugar indebido alguna poción se lanzara a su sistema. No podía permitir eso. No...
Ella...
"Recuerdo la araña metálica porque son mis broches de cabello favoritos." ... recordó en un segundo eco tratando de verle a los ojos como le exigía, sin embargo un sonido despertó del ensueño. Un ensueño que limpiaba la mente pero que traía pasado tanto más doloroso, su garganta cerrándose al levantar la mirada lentamente y ver en el alfeizan de una pequeña ventana lechucera cercana al techo efectivamente dos lechuzas... una con la medalla que la distinguia como parte de la comunicación oficial del ministerio y otra sosteniendo tres carpetas de archivo.
Si no fuera porque Alan Cromwell, como se presentó, la sostenía quizá hubiera colapsado o huido, aun no sabe, ni su capacidad de premonición le podía garantizar eso. Ojos fijos en las lechuzas que descendieron violentamente derramando el té y depositaron el correo en la mesa solo para sobrevolar y volver a marcharse... tan rápido. Sin aviso previo y ella quería gritar porque sabía lo que habría en esos sobres, sabía lo que había pero no quería afrontarlo, no quería aceptar lo que inevitablemente pasaría.
"Supongo que no tienes la culpa de nada de lo que pasará..." Murmuró para si misma observando la carta, tratando de girar el cuello con una obsesión que dolía y rasgaba sus venas en desamparo. Se acercaba el gran acto final, podía sentirlo en sus venas, podía predecir lo que le haría, porque ella no se consolaría solo con tenerla atrapada en esa habitación, no se conformaría solo con eso.
¿Alan seguia sosteniendo? No sabía, pero... No quería, no quería abrirlas. Por lo que cerró los ojos un segundo... si, seguían allí.
"No voy a poder estar allí para verla crecer, no estaré allí para poder abrazarla cuando aprenda a caminar. ¡Solo quiero que esto termine para poder estar a su lado nuevamente! ¡Protegela! Porque... porque ya es lo único que me queda en esta tierra." Agregó, su cuerpo sin fuerza pero su mente mucho más despierta de lo que había estado hacía solo 15 minutos, el shock del miedo y la pérdida en un instante regresando sus cabales, sus rodillas temblando aun, su cuerpo tratando de recobrar energía.
"Lo siento, Alan... creo que deberás regresar al colegio." Comentó finalmente con firmeza, por una vez con sus propias palabras. Necesitaba volver a la entereza de antes, necesitaba volver a ser ella misma para poder afrontar lo que se acercaba y lo que les harían. Esto no era algo pasajero y necesitaba recordar todo para poder enfrentar esos archivos con el logo de San Mungo y las cartas con el sello del ministerio... no quería que Alan la viera llorar, no quería ser nuevamente un ser que contagie sus emociones.
Louise M. Eisenberg- Mensajes : 974
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