I am not a robot ♥ Andromeda Tonks

Manteníamos contacto. Esporádico a algunas semanas y otras veces más las cartas llegaban. A veces no la encontraba casi nunca allí y otras veces podía estar los cinco días de la semana. No la entendía y tapoco pretendía hacerlo. Me encontró e incluso me conmovió que ella me diera un hogar, pero habían pasado los meses de eso, y ella me había moldeado, era su títere, sí, y lo había acepto. Me había vuelto el sombrerero, quizá no el que ella esperaba, pero sí el Sombrero de Wonderland.

Lástima que todo estuviera tan descontrolado últimamente. Morgan. Una Judith que no tenía mi corazón. Mi hermano. Mi hermano... Colin. El mero recuerdo de aquel encuentro me hacía cerrar los ojos y preguntarme qué demonios pasó allí qué es. Y, por supuesto Alicia. Alicia... Ella y yo estamos jodidos, eh.

Llego y saludó a Abe con un asentimiento de cabeza. No alcanzo a ver la respuesta cuando ya estoy dirigiéndome a las habitaciones que le pertenecen al Wonderland, a buscar a ver si alguien está presente y evitar a Argine —no es que tenga nada contra ella, pero es siniestra— lo más posible, cuando al abrir la puerta me encuentro con ella, y el poste elegante que siempre tiene.

—Andromeda... —saludo. Legalmente es mi madre. Pero me vale un carajo. Ella es la Reina Roja, yo soy su sombrerero. Y así nos entendemos.

Era un día como cualquiera, no estaba de humor para lidiar o explicar nada a nadie. Por eso cuando llegó de la clínica tomó su carpeta de trabajo, la puso frente a ella en uno de los escritorios de la habitación, lejos de su casa donde la encontrarían, este era el lugar ideal porque nadie buscaría a Andrómeda Tonks en un lugar como este y Abeforth se encargaba de no demostrar realmente lo cerca que se encontraba.

"Dennis..." Saludo al verle entrar. Una herramienta más, una herramienta tan destrozada como ella misma, como todos aquí en Wonderland, la misma Judith ya no sabe que es norte o sur o si se trata de un espejo que trata de tragarla. Somos esto, y a su vez no somos nada, no recordamos lo que somos realmente, porque sabemos que en algún momento de nuestras vidas fuimos felices pero ya la oscuridad ha borrado todo rastro de aquel momento de nuestras vidas donde creíamos tendríamos futuro.

"Pensé que no vendrías por aquí." Confieso en lo que le veo entrar, indicando que se siente. Siempre será bienvenido donde esté, quizá por compasión o por desánimo, no deseo que siga vagando, es parte de lo que estamos construyendo.