Set Fire to the Rain § Luthien Flaneur

¿Halagado? ¿Preocupado? ¿Que importaba? ¡Solo deseaba que siguiera! La lengua allí, en esa piel sensible, la suave succión que le hacía temblar, su cuerpo era pequeño, pero ciertamente era ineludible el hecho de que estaba... ¡vibrando!

Aunque algo se escondía en esa visión de perfección... a los lados había cicatrices, redondas de casi 1cm de diámetro, algo protuberantes pero suaves como si hubieran sanado recientemente, las mismas cicatrices repitiendose en la espalda sobre la columna, dando la sensación de estar más marcada de lo que realmente era. Solo un tatuaje marcaba la piel perfecta que parecía haber sido quemado dentro de su cuerpo dando la sensación de suavidad, un corazón con una A pequeña sobre su seno izquierdo y el colgante, un relicario que había permanecido escondido contra su piel bajo la ropa, un corazón con una gema roja que parecía tener vida propia.

Podía sentir en su pecho sus latidos cambiar. No eran los tranquilos de sus momentos relajada, ni eran los exaltados cuando se esforzaba jugando Quidditch. Había algo allí, algo que lo sentía helarle las venas y un poco más deseaba pedirle que siguiera bebiendo de ella aun antes de sentir la sangre de él cerrar la herida. Para entonces su piel estaba tan ardida que solo quería deshacerse de esas malditas capas de fibras que escocían contra su piel para tirarlas al lugar más profundo del infierno y lograr hacerse con un poco de paz mental.

Y la paz mental llegó aunque no de la forma que tenía pensado cuando su vientre, delgado, pequeño y firme contra el de él que se sentía frío en comparación, la diferencia de temperaturas haciéndole sentir la piel erizarse hasta el punto de perder todo rastro de conciencia real. No había estado preparada para esto o no pensó en esto en el momento que decidió que el pasillo era buen lugar para leer un libro.

Jadeó contra él, la mano sobre el seno causando una llamativa distracción a su atención, o lo que quedaba de ella en ese instante. Diablos... no podía, necesitaba de él y ya esto se estaba volviendo una locura, buscando rápidamente la varita de él para pasarsela.

"Traba y silencia." Le avisó porque esto no iba a ser suave, tranquilo y silencioso, lo quería todo y cuando decía todo significaba realmente todo hasta hacerle gritar de ser necesario, la mano estirándose hacia atrás para desabrochar el sostén y liberar sus senos y así pegarse nuevamente buscando la piel ajena. Si esto era el infierno esperaba que al menos antes de interrumpir tocaran la puerta.

La miro tomar mi varita, ese movimiento es casi más sensual para mí que ese par de pechos que me llaman desde su corpiño frente a mi cara. La relación entre mi varita y mi miembro es tan estrecha en mi cabeza que la erección se torna más evidente todavía, sonrío torcidamente, agitado por la cercanía de su cuerpo y de su preciosa sangre, mis dos objetivos a poseer a la brevedad -¿Silenciar? Me gusta como piensas -digo y arrebatándole la varita la muevo hacia la puerta y las ventanas lanzando un hechizo no verbal para satisfacer sus más que precavidos deseos, teniendo en cuenta qué vamos a hacer y dónde.
Guardo mi varita y ella se suelta el corpiño, tan sensual y segura de sí misma que me parece que por fin la estoy conociendo de verdad. Mis labios entonces se dedican a recorrer sus senos, mi lengua a saborear sus pezones, levemente rosados en consonancia con su piel tan pálida. La siento estremecerse contra mí, arquearse y relajarse, y yo lo hago junto con ella, absorbiendo cada una de sus emociones y jadeos con mi mirada llena de deseo.
La giro para depositarla suavemente sobre el escritorio, mirando hacia mí, colocando sus nalgas casi sobre el borde y subo mis manos por sus muslos hasta llegar a la ropa interior. Meto mis dedos por los bordes de la prenda, sobre sus caderas, y tiro lentamente hasta que me deshago de ese molesto pedazo de tela. Le dejo la pollera puesta solo porque es un detalle morboso que me gusta.
Con mis manos sobre sus rodillas se las separo y posiciono mi cadera contra la suya, libero mi miembro del pantalón y sin preámbulos me hundo en ella, intuyendo que ella está tan lista como yo a esa altura de las circunstancias.

No necesitó que le dijera mucho más, en realidad ya estaba allí, en un rincón de su mente un recuerdo que alvergaba con celos y miedo desapareció, la marca de una persona que pasó por su vida o al menos su anterior vida desapareció al sentir el dominio de este hombre sobre ella, sobre su cuerpo y mente.

Le hacía sentir débil al acomodarla así, decidir que dejar, que poner, exponiéndola y finalmente llegando a ‘casa’, sintiendo como la penetraba sin mucho juego, pero estaba bien, más que perfecto, era lo que necesitaba, que la hiciera gritar y olvidarse de todo el drama que había de por medio. Y lo sintió, arqueándose levemente. No recordaba cuando fue exactamente la última vez que tuvo relaciones, pero su centro ajustado claramente le decía que hacía rato que necesitaba esto, sentir un hombre que dominara su cuerpo y lo redujera a jadeos y gemidos.

Se movió apenas, tratando de sentir esa fricción que generaba, rogando de forma inteligible pero claramente comprensible que siguiera, las piernas buscando una posición hasta poner los pies en el borde del escritorio, abriéndose para él, para poder sentir como se movía y sin palabras que intercambiar... al menos no ahora, ya tendría tiempo para las charlas amenas.

Y ahí estaba, la venus nívea abriendo sus piernas de marfil para mí, dejándome conducirla hacia el placer más arrebatador que pudiera darle. Me gustaba su abandono, esa forma poética en la que sus ojos se entrecerraban y sus labios retemblaban, la manera en que su cuerpo hablaba sin que sus labios dijeran absolutamente nada.
En aquel momento divino ella era mi diosa absoluta, la musa de la lujuria.
No podía ni quería controlarme y era mi anhelo el arrebatarla al nivel de completo éxtasis que sentí al entrar en su cuerpo; se sentía apretado pero suave al mismo tiempo, un guante de seda y terciopelo perfecto para mi masculinidad que tan dedicadamente estaba recorriendo su interior. Parecía que hacía rato que no estaba con alguien y en mi interior me pregunté cómo podía ser eso posible con la deliciosa criatura que tenía frente a mí, mirándome con esos ojos de color del tiempo tan llenos de pasión.
Creo que dejé escapar un gemido mientras el placer daba descargas a lo largo de mi cuerpo, tensando mi espalda, impulsando los movimientos de mi cadera de manera casi automática, llevándome a hundirme más en ella, envuelto en una vorágine sensual tan intensa que me parecía que podía olvidar todos mis problemas y mis ansiedades.
Debo reconocer que al principio no le di tregua: recorría con mis manos todo su cuerpo mientras le daba embestidas profundas y rápidas, quizás producto del calor del momento. Pero luego sentí el impulso, el raro impulso, de complacerla a pesar de que no la conocía; tal vez fuera la entrega al momento que estaba profesando o un brillo de melancolía en esas pupilas ardientes, no lo sé. Hice mi ritmo más lento, buscando el que le agradara más, el que su cuerpo me demostrara que tocaba las fibras necesarias para hacerla alcanzar la gloria. Mi brazo la alzó tomándola por la espalda y mis labios recorrieron el camino de sus clavículas y su cuello, hirieron su boca degustándola una vez más, despaciosa, tiernamente.
Me senté con ella encima, quería que estuviéramos al mismo nivel, por lo menos por ahora, y busqué sus ojos, quería ver esos hermosos ojos dilatarse en mí, con cada movimiento mío en su interior.

No habría forma de explicar lo que pasaba, realmente en su mente se encontraba navegando un mar perdido porque no sabía que era lo que tenía a su alrededor, todo se había convertido en sensaciones. La piel ardiente y frágil estaba sufriendo un momento de sobre estimulación en el que sentía sus delicados y sensibles senos reaccionar ante una caricia extraviada, las rodillas temblorosas de solo sentir como el hombre se hacía con su cuerpo...

El ritmo violento del principio le había ayudado a separar lo emocional de lo físico, sin embargo en algún momento cambió todo, se dio cuenta en ese momento en que sintió un roce en un lugar sensible que le llevó a un gemido, seguido por un par de jadeos, como se ajustaba por dentro, tratando de sentir, que siguiera... y es entonces que notó que realmente... estaba tratando de que lo disfrutara, de hacerla sentir bien. Eso cambio los tantos y le dio miedo, solo por un instante, que esto le gustaba, que deseaba seguir, repetir, enredarse y perderse en él hasta que no quedara nada.

La posición había cambiado y solo había logrado desconcertarla un poco. Si ella estaba arriba tenía más control sobre él, no solía ser la gente amable con ese tema, la mayoría luchaba por mantener un cierto control del asunto...

La cercanía la embriagó, un olor masculino envolvente la llenaba, los ojos oscuros del hombre causando una reacción no esperable, observándole, pero quedándose quieta un momento, el falso verde recediendo para dejar a la vista el vibrante tono azul cielo de los ojos de ella, sus verdaderos ojos, aquellos que fueron malditos por lo que le hicieron. Pero ya no importaba, sus pupilas dilatadas lo observaban, curiosa por lo que le había hecho... no era algo raro, pero el placer era algo que no había esperado, ni la consideración con ella.

Con lentitud dudosa rodeó su cuello con los brazos, comenzando a moverse a un nuevo ritmo, obligandolo a quedarse quieto. Era un ritmo tortuoso, lento, podía sentir el espesor de su miembro cada vez que se movía, como acariciaba su interior hasta lo más profundo solo para volver a hundirse, cada movimiento sentía como temblaba todo su cuerpo de solo sentirlo, deseando más, sin querer sentirlo lejos, por el contrario, pegando sus cuerpos, para poder seguir sintiendo como era recorrida por él, los ojos sin poder desprenderse en ningún momento de la mirada hipnótica... la pregunta real era, ¿cual de las dos miradas era más atrayente que la otra?

El beso que le dio fue tierno, causando finalmente que se derritiera, la confusión reinando: Lo deseaba... y no deseaba que esto acabara nada más en un follar sobre el escritorio, quería más que solo eso, aunque no se quejaría. Gimoteó por lo bajo al separarse los labios, buscando a tientas sobre el escritorio el cuchillo, mostrándoselo y pasándoselo, un pedido silencioso... no, no era que era suicida, pero necesitaba sentirlo, quería sentir nuevamente como bebía de ella, sentir sus labios pegados a sus senos, a su cuello, a sus propios labios, lo que fuera, pero deseaba que lo hiciera, que cortara su piel con ese mismo cuchillo con el que le ofreció sangre de sacrificio hacía solo unos instantes.

Permito que me tenga bajo su dominio, las sensaciones se dilatan en un océano de placer que nos envuelve, ahogándonos. La siento apoderarse de mí, es la primera vez en mi existencia que me siento totalmente subyugado, sus manos me retienen pero de todos modos no deseo moverme, su cuerpo se adentra más y más en el mío arrastrándome en una espiral de deleite, y sus ojos me miran, desafiantes, aunque ella no lo perciba así, compitiendo a ver quién da más placer a quién, quién cae primero.
Me pasa el cuchillo en un pedido implícito, me asombra, pero no tanto: sé que al beber la víctima goza tanto como yo, sé que la comunión que se experimenta puede ser intoxicante, arrebatadora y sé que es el complemento casi ideal para el sexo.
Pero yo no quiero abrirla con un vil metal, quiero rasgar su cuello con mis colmillos, hacerla mía con todas mis armas. Dejo que mis caninos crezcan y los descubro ante ella, permitiéndole verlos, justo antes de hundirlos en la carne lozana y tierna de un seno, de manera que la sangre vuelve a brotar a mi boca y mis labios, pegados a su piel de terciopelo, pueden sentir el palpitar de ese corazón tortuoso y acelerado, muy acelerado, como si lo estuviera exprimiendo con cada trago. La arqueo para atrás un poco para darme más acceso y mis embestidas retornan esta vez buscando llevarla al clímax.
Separo mis labios de la herida y la lamo glotonamente, vuelvo a besarla, guiando su nuca con mi mano, y mientras mis labios le dan pequeños besos mordiendo suavemente su cuello y sus pechos, sus pezones, puedo sentir en mi miembro las contracciones previas a su clímax -Grita Louise -le pido al borde del paroxismo -Grita para mí, dime que te gusta.

No tenía que pedirlo, realmente no tenía que pedirlo. Sabía en el momento en que extendió sus colmillos que realmente perdería toda cordura entre sus brazos, sus senos eran sensibles, desde hacía tiempo que eran demasiado sensibles y el solo roce del semi vampiro hizo que comenzara a tratar de coordinar con su mente, sonidos inteligibles en sus labios, jadeos y gritos cortos, ya no tenía sentido en su mente, ya no solo no tenía sentido sino que si lo tuviera tampoco le importaría, apretando su vientre, tensionando las piernas, dejándose guiar por las manos conocedoras de él ya que tanta experiencia realmente no tenía o quizá es que se sentía inexperta a su lado...

Los sonidos que soltaba eran cada vez más constantes, más estruendosos, el pecho vibrando con algo que parecía un ronroneo, pero era... sus latidos eran rápidos, acelerados, parecían casi el aleteo de un colibrí, cortos, superficiales pero sanos y fuertes, era raro como todo en ella, por un momento sintió de su espalda desprenderse algo aunque no llegó a ver que era o donde estaba, no le preocupaba ya, entre jadeos y exclamaciones, besando al hombre para saborear la sangre en su boca y por alguna razón sin sentir asco o extrañeza, solo aceptando esta sensación.

"¡Sigue!" Soltó de repente, sin saber como decirle que le gustaba, esperaba que lo supiera al sentir como su interior se contraía como deseando ordeñarle, su cuerpo reaccionando a la posibilidad de ser bañado por dentro, tembloroso e inestable en esa posición que de repente se le estaba haciendo difícil de sostener, pero que no debería sostenerla por mucho, el sonido de sus labios pareció como un ligero trinar, antes de tensarse, aferrándose para sentirle tocar fondo en su cuerpo, sin permitirle apartarse.

Fue un momento, un estallido interno pero que se extendió, tensándola y comenzando luego a aflojar sus músculos lentamente, sin dejar de moverse, buscando extender esa sensación que nacía de la base de su columna, deseando también sentirlo a él, sentir que se deshacía por ella, fuera por el sexo o por su sangre, pero quería sentirlo, enredando las manos en su cabello.

"Acaba para mi, vamos, quiero sentirte..." Murmuraba en su oído entre bocanadas de aire, acelerando un poco el movimiento, pero dejando que dominara sobre ella.

Soy una criatura que ha estado con muchas mujeres en su corta vida, sin embargo pocas fueron significativas y definitivamente ninguna tenía influencia sobre mí. Pero, allí estaba está muchacha, una extraña para mí, sintiéndose tan familiar que me daba una punzada de incertidumbre en mi interior.
Cuando su cuerpo llegó al éxtasis lo sentí tensarse como las cuerdas de un violín mientras el orgasmo estallaba en su interior y se expandida por su ser, luego se relajó entre mis brazos desprendiendo un suave aroma a sexo y transpiración, dulce e intenso, francamente encantador.
Al tiempo que sentía la oleada de placer inminente a mi propio clímax subiendo por mi cuerpo, nublado mis sentidos, sus labios me pidieron que alcanzara el orgasmo y mi cuerpo lo tomo como una orden, pues inmediatamente solté un largo gemido grave y me derramé en su interior dándole unos empujes finales, llenándola con mi semilla mientras experimentaba una sensación de vértigo intensa, tan arrebatadora había sido la experiencia.
La apreté contra mí, mientras mi respiración luchaba por volver a su ritmo normal y permanecí en silencio, disfrutando de los estertores ardientes de la pasión.

Éxtasis fue lo único que sintió, las emociones mezclándose ante los estímulos y al final cayendo entre los brazos de él, necesitando sostenerse ya que todo el cuerpo le temblaba y no sabía como acomodarse para que ambos estuvieran bien. Sentía el espasmo de sus muslos internos, el zumbido que traía su corazón y un ligero ronroneo que nacía en su pecho y se extendía al resto de su cuerpo.

Y cuando se relajó por alguna razón buscó refugio en él, inclinándose levemente para que su cabeza se acomodara en su pecho por debajo de la cabeza, no que necesitara demasiado con su estatura, pero debía hacerlo, demasiado relajada, demasiado... complacida.

‘Ojos al frente...’
‘Pero...’
‘Demasiado grande.’
‘Ya... ya... que a mi me gusta Cromwell, pero ¡no me puedes prohibir mirar a Flaneur!’
‘¡Louise! ¡Dejate de andar mirando chicos!’
‘Aloh, veela aquí, engendro sexual y atractivo que atrae hombres como moscas a la miel, tengo derecho a mirar lo que quiera, vive con ello.’

Rió por lo bajo, sintiendo el latido acelerado del hombre, encontrando graciosa esa conversación, ¿quizá era que en algún momento escribiría un libro de todas las cosas que se imaginaba? Realmente había cosas que ni se podía explicar, pero aun así allí estaban, como si fueran recuerdos de alguien más, esporádicos y surrealistas.

¿Que se decía en estos momentos? ¿Y si él no sintió eso? Quizá el profesor solo quería algo rápido y sin ataduras. Por alguna razón, el solo pensar eso removió una herida que no sabía que tenía, era como si se estuviera preparando para el abandono aun antes de que ocurriera, como si esperara que dijera ‘Te quiero, pero con eso no me alcanza’

Así que temerosa del rechazo que no llegaba se acurrucó un poco más, tratando de disfrutar lo que pudiera ofrecerle este hombre.

Dejé que permaneciera en mi regazo mientras nuestras respiraciones volvían a la normalidad, me reconfortaba el calor que despedía su cuerpo contra el mío, tan destemplado y el aroma que se desprendía de su cuerpo, muy al contrario del mío, rezumaba vida y belleza o por lo menos eso pensaba ya que mi destino era irremediablemente sucumbir al destino de mi padre (o eso pensaba yo).
Este paso sobre la tierra, este destino que había forjado una mezcla misteriosa en mis venas, solo estaba retrasando mi paso inexpugnable a las tinieblas eternas, eso es lo que se me había enseñado desde pequeño y lo que se esperaba de mí.
Todavía recordaba mi última pelea con mi madre: "¿Por qué te empeñas en ser mortal? La única forma en la que tu padre te perdonará la vida es convirtiéndote en uno de nosotros. ¿Acaso quieres envejecer, morir?" y mi respuesta había sido "Quizás sí, con alguien con quien valga la pena, por alguien por quien valga la pena".
¿Y por qué estaba recordando ahora todo esto?
Bueno, básicamente porque me gustaba follar duro y salvaje con quien se me presentaba la oportunidad y no estaba dispuesto a renunciar a ello... ¿O era algo más, algo que no podía ver del todo?
Mis dedos se hundieron en su nuca y recorrieron su cabello dorado como llamas del más puro incendio, le levanté el mentón luego y la obligué a mirarme, que Merlín me perdonara por mis palabras, sabía que era una locura; tragué saliva.
-Louise, te darás cuenta de que no podemos vernos... en público ¿verdad? ¿Cuánto te falta para cumplir la mayoría de edad?
Supuestamente debía dejarla ir, pero todavía no estaba dispuesto, quería ese cuerpo vibrante contra el mío, me hacía sentir vivo. Encaramé mi brazo a su cintura no dispuesto a soltarla hasta que estuviera satisfecho.

Tragó una vez, dos... hablar se le hacía difícil, aunque más extraño aun le fue cuando no le llegó el rechazo. Esperaba ser rechazada, era como si su estado natural hubiera sido ese, ese dolor que no le explicaba porque era que temía a la idea de amor y a su vez no podía evitar seguir intentando, creyendo, soñando.

No, no era rechazo, pero le asustaba tanto... porque a pesar de todo con el rechazo sabía vivir, pero el ‘quizá’ implícito era aun más aterrador, colgar en un hilo en manos de alguien hacía que temblara aterrada, ¿se estaba exponiendo demasiado? Tenía que proteger a Niniel por sobre todo, aunque la chica a veces era una labor demasiado pesada para cargar sola, era su prioridad. Pero no siempre podría hacerlo sola. No podía luchar contra la tormenta sola a pesar de sobrevivir y sabía que esto no era vida.

Tragó, respiró inspiró fuerte y luego soltó el aire lentamente. Trataba de hacer las cosas, las mentiras o medias verdades no servirían para absolutamente nada, era una persona fuerte, no importa cuanto miedo sintiera, ella seguiría adelante, ese era el objetivo, esto era un momento especial y no lo arruinaría, dándose cuenta por primera vez que se había dejado llevar por una vez, no había drogas, no había alcohol, había deseado esto y en el abrazo frío la piel ardiente de su cuerpo se erizaba, apretándose, acomodándose como si se tratara de un arrullo.

"Cumplo en 6 meses..." Admitió tras un momento, ahogando la resignación. Era cierto, no se podían ver en público, no sabía si era algo para él, y 6 meses se acababa su adolescencia... el año siguiente debería regresar a Durmstrang. Pero si Vivía en Londres, entonces... mejor no adelantarse, quizá pudiera estar más cerca, no sabía cuanto tiempo más podría Niniel lidiar con un colegio común si no mejoraba urgente.

"No te preocupes, iremos... paso a paso." Aclaró con un suspiro... si, era mucho mejor que un rechazo, pero las cosas solo las decidiría el tiempo, ¿no?