Purple rain (Astoria)

Hora, de mí te alejas.
El batir de tus alas me hace heridas.
Solo, ¿qué haré con mi noche y con mi día?
No tengo amada ni casa ni lugar a dónde ir.
Todas las cosas, a las que me entrego,
se enriquecen y me disipan.

El ocaso teñía el horizonte de un cárdeno dramático por encima de los nubarrones violáceos, aquella era mi hora de las brujas, hora mía entre todas las horas. Quizás fuese el delicado aroma del sol todavía impregnado en la humedad del bosque, esa mezcla caprichosa de madera, tierra y resina tibia o el suave frescor de la brisa que danzaba por el lago, o tal vez mi propia naturaleza ambigua era la que me empujaba a sentirme renacer en estos momentos de transición entre el día y la noche, fuera como fuese, estaba de un humor espléndido y silbaba una tonada mientras dejaba que mis botas patearan la nieve que se había acumulado sobre la grava, aquella iba a ser una noche gélida, podía sentirlo en mis venas, y estaba dominado por una repentina excitación, el entusiasmo de lo nuevo y la expectación de lo que vendrá.
Agucé el oído para poder percibir los sonidos de los pequeños seres nocturnos que ya comenzaban a salir de sus escondites y mi olfato para absorber hasta la última fragancia a la que este invierno le perdonara la vida, y así, meditabundo e introvertido, me paré con un pie sobre una roca apreciando los estertores del sol tras las nubes, nubes de lluvia, o más bien, aguanieve disfrutando de la paz de aquel paraje solitario y alejado.

Había visto los primeros rayos naranjas del sol poniente que traspasaban la superficie del lago negro desde la ventana de mi cuarto y decidí que era demasiado bonita para disfrutarla tras un cristal y bajo el agua.
Había tenido un día largo, estaba deseando que llegaran las malditas vacaciones y poder tener unos días para descansar sin tener que preocuparme de si me cruzaba con Hermione, Draco, Weasley o Parkinson.
Yo solo quería dormir, unos minutos de paz sin sueños ni remordimientos...ni preocupaciones.

Aun así decidí levantarme del sillón y agarrar una larga y fina bata de seda negra que colgaba en mi armario. Me había quitado la ropa del uniforme nada más entrar en la habitación y había elegido un suave, fino y largo camisón de seda blanca, ajustado en el pecho y la cintura y tan largo que arrastraba la parte de atrás al moverme.
Me miré al espejo y comprobé con un suspiro que estaba mucho más pálida de lo normal, mi cabello negro caía con algunos bucles sobre mi espalda y decidí que lo dejaría suelto, no me apetecía recogerlo.
Mis ojos eran lo único que tenía un poco de vida, dos orbes esmeralda que brillaban con el menor contacto de un rayo de luz en ellos.

Tomé un par de bailarinas blancas y salí de mi habitación en completo silencio. Por suerte la sala común estaba vacía y no tuve que hablar o explicarle a nadie a donde se suponía que iba.
Tras un corto y solitario paseo por los pasillos, solo acompañada por mis pensamientos y el sonido ligero sonido de mis pasos que hacían eco en el pasillo, llegué a los jardines del lago negro.
Todo estaba nevado, quizás salir con apenas media capa de ropa no había sido la mejor idea, pero extrañamente no sentía frío. Solo noté como mis mejillas enrojecían con el ambiente, respiré profundamente aquel agradable y helado aire invernal y exhalé una nube de vapor, lo que me arrancó una sonrisa infantil.

Avancé por la nieve hasta la orilla del lago, que comenzaba a congelarse, y admiré en silencio aquel sencillo pero bonito paisaje. El sol se escondía tras las aguas del lago y la noche se cernía sobre Hogwarts como una manta oscura, pero intocable. Una suave nevada comenzó a caer y miré al cielo con una pequeña sonrisa, jugando con los copos que caían y quedaban atrapados en mi cabello y los que aun no habían caído, intentando atraparlos entre risas. Por primera vez en aquellos meses, me sentía libre y feliz.
Solo un crujido a mi espalda me distrajo de aquel éxtasis infantil, me giré sorprendida y observé, entre sorprendida y asustada, la figura masculina que me observaba (o al paisaje), sin poder reconocerla.
Solo me quedé inmóvil bajo la nieve, sintiendo como los copos se caían sobre mis hombros y mi cabello, hipnotizada como una idiota con aquel hombre al que apenas podía ver la cara a causa de la nieve.

De pronto la soledad voluptuosa e intoxicante que estaba experimentando se vio quebrantada por una presencia que hizo aparición a unos pocos metros a mi izquierda, la miré divertido con el hecho de que no me había notado y me tomé unos severos segundos para examinar su curvilínea figura bajo la seda finísima, por Merlín, ¡Hasta yo sentía frío de solo mirarla! Sin embargo, ella parecía insensible a su helado entorno. Debo reconocer que lo que más me llamó la atención, contra todo pronóstico, era su cabello, una cascada de bucles oscuros comos el ébano... Sentí el impulso de tocarlos, de sentir su suave textura con mis dedos (¿sería suave? casi podía apostar que sí) y extendí la mano hacia el vacío para luego retraerla; qué atrevido de mi parte, me dije mientras me decidía a acercarme para hacer notar mi presencia, pero una rama me delató antes de que me hubiera aproximado siquiera.
Me detuve en el lugar consciente de la revelación de mi persona, no quería asustar a la muchachita... Hmmm, de seguro una alumna, su rostro me resultaba indeciblemente familiar, quizás la había visto antes; no, estaba seguro de haberlo visto antes pero ella era mucho más pequeña y menos llamativa que en este momento. Quizás... en la sala común de Slytherin, sí.
Avancé unos pasos metiendo las manos en los bolsillos de mi capa y cuando estuve a pocos pasos dije -Siento haber roto su momento contemplativo, señorita -extendí la mano -Soy Luthien -me presenté omitiendo mi cargo por el momento -Puedo prestarle mi capa si me permite el atrevimiento, el frío es casi tan engañoso como la hipotermia -esbocé una sonrisa de lado.

Me quedé quieta un instante más antes de que él se aproximara.
No le conocía, pero mi memoria chillaba afirmando que ya le había visto antes, quizás más joven...¿Acaso había estado en Slytherin? Posiblemente, pero nunca debimos hablar o ni siquiera mirarnos, por eso no le reconocía.
La nieve seguía cayendo con una calma perfecta, pero sin detenerse.  Él se acercó con esa misma calma y me sonrió amablemente, ofreciéndome su capa para no sentir frío.
¿Luthien? En cierto modo me sonaba su nombre...pero era demasiado mayor para ser un alumno, debía ser uno de los nuevos profesores, aunque no tenía mucha lógica ya que según yo pensaba, todos los puestos estaban cubiertos. Debía estar visitando a alguien.
Alto, guapo, sonriente...casi estaba hipnotizada bajo su apariencia tranquila pero misteriosa, y había algo en él...algo que sentía peligroso pero que me atraía como un hechizo.
-¡Oh! No era un momento contemplativo...más bien estaba jugando con la nieve. Es una tarde muy bonitaSonreí a su vez-Astoria, yo soy Astoria Greengrass...¿Nos hemos visto antes?-Pregunté curiosa sin poder evitarlo, y enrojecí ligeramente al sentirme tan impetuosa- Perdona...no quise ser maleducada
¿Frío? Miré a mi alrededor y me di cuenta de que posiblemente iba a conseguir una hipotermia si no me cubría con algo, pero realmente no tenía frío, y me gusta sentir la caricia helada de la nieve sobre mi.
Pasar las navidades enferma no era una buena idea, así que accedí a tomar prestada su capa.

Estoy...bien, quiero decir, extrañamente no tengo frío, pero tienes razón. La hipotermia no es algo que me gustaría experimentar...asi que si no te importa, la tomaré prestada-Le agradecí el gesto con una sonrisa y me acerqué para que me pusiera la capa en mis manos-Eres muy amable, probablemente no me habría dado cuenta de que me iba a congelar si no hubieras aparecido.-

Miré sus manos pálidas y encantadoras, de pianista, y luego negué gentilmente con la cabeza -No puedo permitirlo -dije determinante y sacándome el abrigo lo puse deliberadamente sobre sus hombros sintiendo la firmeza de su carne bajo la seda por un instante; después de todo yo era un diablo, pero un diablo caballeroso. -Astoria Greengrass, sí, es posible que nos hayamos cruzado en la sala de Slytherin, ¿o me equivoco? -aventuré. Noté el sonrojo en sus mejillas y el perfume de su sangre arrebolada me golpeó duro en las entrañas. Fue entonces cuando la pregunta vino a mi mente, como un rayo iluminando la oscuridad de mis pensamientos, una idea que fue rechazada de plano y luego evaluada cuidadosamente, ¿Qué gusto tendría su sangre?
Aquí estábamos los dos solos en un paraje alejado, podía beber de ella solo un poco, luego borrarle los recuerdos como solía hacer con mis "víctimas" y marcharme sin consecuencias. Era un plan simple, una travesura... Pero si alguien nos veía estaba perdido.
Evalué los pros y los contras en un pestañeo y me alejé de ella como si estuviera hecha de piedra incandescente, abandonando nuestro contacto momentáneo. No, no podía hacer eso. ¿Así pretendía comenzar mi profesorado, tomando ventaja de una inocente alumna?
Podía sentir la voz de mi deseo murmurándome al oído: Nadie lo sabrá.
Le di la espalda volviendo la vista al lago y caminé despreocupadamente unos pasos, tenía que calmarme. Y, sin embargo, lo sabía: una vez que se me metía algo en la cabeza era muy difícil que renunciara a ello. De repente, el deseo de probarla se tornó más intenso y las posibilidades de manipular la situación menos complejas, o por lo menos así me lo hacía creer esa parte de mí que tendía ineludiblemente hacia la oscuridad.
Metí las manos en los bolsillos para evitar volver a tocarla y la enfrenté de nuevo -Por favor, no has sido maleducada, al contrario -sonreí con los labios cerrados, ocultando mis colmillos. ¿Nunca te han dicho que no hables con extraños, hermosa?, pensé relamiéndome como un lobo. -No podía dejar que el frío tomara posesión de ti, no es correcto -expresé.

Agradecí con una sonrisa su gesto al colocar la capa sobre mis hombros, si eso no era ser un caballero, ya nadie lo era. Al sentir sus manos sobre mis hombros, un escalofrío me recorrió de arriba abajo y agaché la cabeza, avergonzada por mi reacción.
-Gracias, Luthien-Dije girándome para mirarle a la cara con una sonrisa entre vergonzosa y agradecida.
Volví a observarle durante unos instantes, esta vez más a fondo. Era peligrosamente atractivo, y se movía con elegancia y casi...parecía un movimiento etéreo. Entreabrí los labios durante un instante y volví a cerrarlos, incapaz de pronunciar palabra. Si...parecía un hechizo invisible.
Salí de mi ensimismamiento y volví a sonreír al hombre, aunque me extrañó ligeramente cuando se alejó unos instantes y luego volvió sobre sus pasos para hablar conmigo.
-Eh...si! Creo que estábamos ambos en Slytherin...aunque claro, yo solo debía estar en primero o segundo...y tu probablemente te graduaste antes de que nos conociéramos-Una pena...¿He dicho yo eso?.
Con su último comentario, mis mejillas habían vuelto a enrojecer, "No podía dejar que el frío tomara posesión de ti". Otro escalofrío me recorrió y para evitar mirarle a la cara y que viera que estaba sonrojada como una niña, coloqué la capa sobre mis hombros para evitar que cayera.
Con la mala suerte de que uno de los botones que cerraba la capa se había soltado y uno de los trocitos de plata de ojal que se había soltado me pinchó el dedo indice.
-¡Au!-Susurré, mirando como un pequeño reguero de sangre salía de mi piel. Tres gotas salpicaron la blanca nieve antes de que me llevara el dedo a la boca y chupara la sangre para parar la herida. Su sabor metálico inundó mi boca y arrugué la nariz. Me saqué el dedo de la boca, asqueada-Seré torpe...-Murmuré, y mi dedo no había parado de sangrar-¡Será posible...!-Miré a Luthien y esbocé una sonrisa-No te preocupes, no te mancharé la capa.-Reí un poco y me acerqué a él.-¿Estás visitando a alguien?

-Sí, creo que no nos conocimos por unos años y quizás distintas amistades... -deslicé, recordando haberla visto con el grupo de Malfoy. Súbitamente se abre una herida en el dedo que sangra profusamente, ¡Por Morgana! ¿Cómo había pasado eso? Que la diosa de la sangre tenga piedad de mí. Si fuera un hombre experimentado que supiera controlar a la perfección sus impulsos quizás la imagen de esas insignificantes gotas de sangre no hubieran significado nada para mí, pero no era así y yo lo sabía.
Tomé su mano delicadamente y examiné la herida, haciendo gala de un morbo galopante y de una complacida perversión al estar tan cerca de mi objeto de deseo. Sonreí brevemente, sin quitarle la mirada de encima -No es nada -musité como si le hablara a una niña y apreté su dedo con el mío -Vamos a curarlo -propuse, me mordí la lengua con disimulo y alcé su mano hasta mis labios, deposité un pequeño beso en el dedo experimentando por un instante el sabor aterciopelado de su misma esencia que se deslizaba de su piel abierta a mi boca y sellé la pequeña herida con mi sangre; si bien era medio vampiro mi sangre poseía algunas cualidades de la sangre de los verdaderos vampiros. Hice todo esto con suma cautela, para que la niña no se diera cuenta, no quería tener que romperle el cuello para evitar un escándalo.
-Ya está -musité hundiendo mis ojos en los suyos, disfrutando de la cercanía y del calor intenso que exudaba su cuerpo -La misma presión sobre la piel sella la herida, el tejido tiende a recomponerse solo, a menos que la herida sea muy profunda -expliqué, al fin y al cabo era verdad.
Un recuerdo no muy feliz me ensombreció la mirada por un segundo. Solté su mano y me alejé un paso para poner distancia entre nosotros -No estoy de visita, Astoria, soy el nuevo profesor de Pociones -develé con una sonrisa expectante de labios cerrados.

-Si, no es nad...-Mi respiración se aceleró cuando tomó mi mano, que a pesar de no estar muy caliente a causa del clima parecía ardiente comparada con la suya, tan helada como la nieve.-Q...¿Qué?-Logré murmurar entrecortadamente con un jadeo al ver como se llevaba mi dedo sangrante a la boca y parecía...besarlo. Una corriente se extendió desde el lugar donde sus labios me habían tocado hasta cada punta de mi cuerpo, casi parecía el movimiento de un latigo que hubiera golpeado mi dedo y recorrido mi sistema nervioso, poniendo todo mi cuerpo en un estado de alerta y excitación.
Aun jadeaba a causa de su gesto cuando soltó mi mano y pude comprobar con sorpresa como la herida había desaparecido. Desvié mi atención del dedo y le miré; sorprendida, asustada, confusa, curiosa.
-¿Qu..e? ¿Qué? ¡Oh! Eh..claro, tienes razón-Dije intentando esbozar una sonrisa nerviosa, que terminó siendo algo asustada-Gra...gracias...recordaré eso-Dije con un fuerte intento para recomponerme de lo ocurrido.

Volví a mirarme el dedo, ni siquiera una marca de donde había estado la herida...nada.
-Espera...¿Profesor? ¿De pociones?-Pasé del estupor de lo ocurrido al estupor de lo que acababa de decir-¡Oh Dios mio! No...no lo sabía...señor-Dije totalmente roja, había tuteado al nuevo profesor de pociones, y este me había besado un dedo herido como si fuera una niña...y este había sanado. Tenía miles de preguntas, pero no quería pronunciarlas temiendo la respuestas.
Y luego estaba el hecho de que estaba en un camisón casi transparente delante de un profesor. Me apresuré a cubrirme un poco con la capa y bajé la mirada.
-Creo...creo que debería irme...-Murmuré suavemente-Ya casi anochece...¿Le importa que le devuelva la capa mañana?-Pregunté, avergonzada-Buenas noches, profesor Flaneur...y gracias...por todo.

Me volví y caminé hacia el castillo, con paso tranquilo pero nervioso. Había sido tan...tan extraño.

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Sala común de Slytherin


Llegué casi jadeando a la sala común y me apresuré a subir a mi habitación, había hecho el último tramo del camino casi corriendo, asustada por cosas que no lograba entender.
Cerré la puerta tras de mi y dejé caer la capa de Luthien al suelo, casi temerosa de que su tacto o su olor me volviera a provocar aquella extraña sensación de peligro y excitación. Me senté en la cama y me mordí el labio inferior, mirando la capa sin saber que hacer.
Decidí doblarla y colocarla sobre el arcón de madera negra que había a los pies de mi cama adoselada, cerré las cortinas para que las últimas luces del atardecer que atravesaban el agua del lago no me molestaran y me metí en la cama tras quitarme la bata y dejarla sobre el sillón de terciopelo verde que había en mi cuarto.

Me cobijé bajo las sábanas plateadas y verdes, buscando esa infantil sensación de seguridad de que los monstruos no pueden atacarnos si las sábanas nos cubren. Tenía miedo de algo...¿Pero de qué?
Intenté olvidarme de lo ocurrido, aun asustada, de todas las sensaciones y cosas que no podía entender...y así, poco a poco, comencé a caer en los brazos de Morfeo...

La miré sorprendido de que mi pequeña actuación hubiera logrado ese impacto en ella, pero claro, le había dicho que era el profesor, el dato ya había sido escondido el tiempo suficiente y eso había aumentado su shock. Hogwarts no parecía un lugar en el que los profesores hicieran esas cosas, de hecho, no lo era.
"¡Oh Dios mio! No...no lo sabía...señor" Sus palabras me abofetearon y me hicieron volver a mi lugar: yo era un profesor, supuestamente sería una especie de figura paterna, no un objetivo sexual... Y sin embargo, hubiera jurado que hubo química entre nosotros en esos pocos segundos.
Me sentí indeciblemente mal, y entre sus titubeos y sus rubores la dejé alejarse. ¿Qué iba a hacer, detenerla? Mi performance había estado al borde de lo incorrecto, o más bien un poco pasado del límite.
Entonces, la vi alejarse irremediablemente, trotando como un cervatillo asustado por la cercanía del lobo y mientras su etérea figura se desvanecía a la distancia el gusto de su sangre comenzaba a propagarse por cada fibra de mi ser, dándome escalofríos de placer. Cerré los ojos, ¡Esto estaba mal pero se sentía tan bien! Sabía lo que significaba esa sensación, significaba que iba a meterme en problemas.

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Dejé que la noche cayera, tratando de olvidar el encuentro de aquella tarde mas, mientras más me aplicaba en borrarlo más se empeñaba en persistir. Daba vueltas en mi cama, haciendo de las sábanas un lío.

Spoiler:

De pronto, mi cuerpo y mi naturaleza me traicionaban y comenzaban a agregar más detalles a las imágenes que rondaban mi cabeza: el perfume de su cabello, el calor de su cuerpo, los puntos de sus pezones castigados por el frío que yo había tratado de tapar al cubrirla con mi capa... su piel se sentía suave y cremosa, me encontré pensando que era yo el que debía haberla quebrado con mis colmillos. El sabor de su esencia me perseguía, lo paladeaba una y otra vez, lo recordaba... Pronto me di cuenta de que la urgencia de probarla de nuevo se tornaría insoportable, no debería haber hecho eso, ¡He sido un tonto y un osado! Ahora estaba embuido por esta sensación de ansiedad, de deseo intolerable.
Su sangre había sido tan dulce, su cuerpo se había estremecido tan encantadoramente contra el mío, su miedo espoleaba mi instinto de depredador, ¡Su corazón! Había sentido su pulso en mis labios y ahora el recuerdo castigaba mis sentidos. Hubiera querido maldecir mi naturaleza pero temía que mi vida sería muy aburrida si no fuera como el destino me había moldeado.
Me puse la camisa encima y pasé algunos botones, me abroché los pantalones. "No, Luthien, no", me decía mi conciencia.
Agucé mis sentidos en el pasillo de camino a la sala común de Slytherin. "Vas a meterte en problemas, vas a arruinarlo todo".
Pronto di con su perfume y lo seguí como si fuera un sabueso tras la liebre. A esas horas ya no había nadie por los pasillos, así que la tarea no fue difícil. "Detente, esto no está bien".
Giré el pomo de la puerta y entré a su cuarto. Caminé hasta estar a los pies de su cama, observé el dosel cerrado adivinando su figura en la penumbra, su perfume impregnaba cada objeto de la habitación y cada pliegue del acortinado, mis ojos podía ver en la oscuridad mejor que los humanos promedio, entre las cortinas corridas de la ventana se filtraba la luz gris del cielo nublado, que ostentaba un color plateado magnífico.
Allí estaba mi capa, cuidadosamente doblada sobre un arcón de madera. Podía tomarla e irme, podía hacer las cosas correctamente. Sin embargo, algo me sacó de mi cavilación, un golpeteo bajo, rítmico, acompasado con su respiración; me sentí arrastrado por la situación, "Solo una vez más", me prometí. Ni yo mismo entendía bien por qué estaba allí, "Será como un sueño para ella".
Extendí la mano, la última parte de mi humanidad gritó herida y se desvaneció para dejar lugar a mi esencia vampírica, que reclamaba su trono en mi voluntad. Estaba expandiendo mi influjo sobre ella para confundirla: si despertaba todo le resultaría una ensoñación, si no despertaba tendría recuerdos entrecortados. Me prometí a mí mismo hacerlo lo más agradable para ella, pero la necesitaba, la deseaba demasiado, pobre niña, ¿qué destino aciago la había condenado a esto, a ser el objeto de deseo de un ser como yo? Podía sentir la urgencia de mi propio deseo carcomiéndome por dentro, en silencio tomé una decisión, si ella me aceptaba continuaría pero si demostraba miedo o rechazo no forzaría las cosas, aunque podía, claro que podía, pero hasta mi maldad y mi sed tienen un límite.
Abrí el dosel sobre el lado de la cama que estaba desocupado y me senté, extendí mi mano y toqué su cabello, los bucles negros se entrelazaron con mis dedos como serpientes, luego recorrí su rostro y pasé la yema de mi pulgar por sus labios, y luego por su clavícula.
"Astoria", murmuré dentro de su mente.

"Astoria" Alguien había susurrado mi nombre, lo había oído...estaba segura de ello. Pero había sido...tan lejano, tan misterioso...tan peligroso...tan atrayente.
No sabía si estaba despierta, ni siquiera si era un sueño o era realidad, solo había oído la voz vagamente conocida.
Una caricia sobre mi rostro, mis labios y mi cuello me hizo darme cuenta de que no podía ser un sueño, o por lo menos no del todo. Y había alguien, sentado a mi lado en la cama. Pero no tenía miedo, no sentía nada.
-"¿Sam?"-No recuerdo si lo pensé o lo murmuré, pero estaba segura de que era él...¿Quien si no estaría en mi cuarto a aquellas horas y me habría tocado así?
Sin embargo, su voz...

Abrí los ojos. Durante unos instantes no vi nada, pero mis ojos buscaron la figura sentada en mi cama y la observaron unos instantes.
No podían reconocerle, pero algo en mi me decía "Le conoces". Tenía que ser Sam...¿Acaso Draco...?
Me incorporé un poco y le puse los brazos alrededor del cuello, arrodillándome en la cama.
-"Hola"-Murmuré, buscando sus labios con los míos,  uniendolos en un dulce beso.-"¿Cómo has entrado, mi amor?"-Le agarré una de las manos y le atraje hasta tumbarlo en la cama, a mi lado, posando mi cabeza sobre su pecho y buscando el sonido de su corazón...que no lograba encontrar.
Me sentía peligrosamente bien en sus brazos, aunque aun no conseguía reconocer a ese hombre...Le deseaba.

Me siento culpable por engañarla, mas mi culpabilidad se esfuma en cuanto sus labios hacen contacto con los míos, se sienten tan suaves y su beso es tan intenso que mi piel destemplada tomó milagrosamente temperatura y el latido de mi corazón, usualmente más bajo e imperceptible, comenzó a golpetear de una manera que mi pecho parecía una caja de resonancia, llenando mis propias venas, acelerando mi respiración.
Dejo que sus manos me recuesten sobre las sábanas de seda, disfrutando de su calor y de su osadía. Está bien, chica slytherin, juguemos a que soy la víctima por un rato. Una oleada de deseo vino desde ella, mi cuerpo se tensó inmediatamente en respuesta, mis sentidos estaban violentados por su cercanía: su cabello, su fragancia de mujer, su corazón palpitando atrevido tan cerca de mi beso, me sumergían en una orgía de sensaciones.
Una de mis manos busca su mentón, que descansaba sobre mi pecho, y lo guía para que su rostro se encuentre con el mío, su aliento golpea mis labios solo unos instantes antes de que mi boca busque la suya con suavidad primero, luego con fiereza. Quería ser gentil pero había algo en ella que me dificultaba mantenerme bajo control, deseaba poseerla por completo; la revelación, una luz iluminando mis oscuros anhelos, fue tan diáfana que borró todas las dudas que podía poseer.
Mi mano libre se posó en la curva que unía sus caderas y su espalda, instintivamente la estreché contra mi cuerpo, ansioso, dilatando nuestro beso. Deslicé mi mano y luego la moví hacia su rodilla para subirla lentamente por debajo del camisón degustando su muslo glotonamente con mi palma abierta. Dejé escapar un suspiro, casi un jadeo de anticipación, podía sentir varias partes de mi cuerpo respondiendo y la más evidente no eran los colmillos.

Off:

Una pequeña sonrisa asoma de entre mis labios, sintiendo el calor de su cuerpo contra el mío y la suavidad de sus caricias sobre mi muslo. Sus labios se comen mis labios y apenas cortos jadeos escapan de ellos, demasiado ocupados para hacer otra cosa que no sea acariciar nuestras lenguas...sabe tan...¿Diferente?
Acaricio su pecho con la mano que tengo libre y me apoyo en él para sentarme sobre su cintura...que sensación tan rara, casi parece un sueño.
Paso mis manos por mi cintura y tiro de mi camisón, sacándolo por mi cabeza y dejando que mis pechos al descubierto sientan el frío de la habitación.
Me incliné sobre él y volví a besarle, casi con un movimiento mecánico y etéreo. Podía sentir su endurecimiento bajo mi entrepierna y volví a jadear, le deseaba tanto...

Su olor era extraño, diferente, no picante ni joven como solía ser Sam, si no elegante y antiguo, profundo y sensual...de alguna manera me estaba volviendo completamente loca.
Todo estaba tan borroso...

-Te deseo...-Murmuré a pocos centímetros de sus labios.

-Y yo a ti hermosa -susurro casi atragantado por el deseo acuciante de tenerla que me posee. La beso apasionadamente, saboreando sus labios aterciopelados, dejando que el aroma de su cuerpo me invada lentamente; sé que estoy utilizando todas esas armas de predador que mi naturaleza mixta me ha dado y que ella verá y escuchará que lo que ella desee, porque de eso se trata esta ilusión.
Deslizo mi mano hasta encontrar su sexo y comienzo a estimularlo, quiero oír su voz gimiendo aunque sea por lo bajo. Juego con su centro de placer intercalando sus senos con mi otra mano hasta que su humedad, sus jadeos y sus breves estremecimientos me dice que está lista para mí.
Me desabrocho el pantalón y pongo a su disposición mi miembro, que está palpitando por ella como pocas veces me ha pasado en la vida... Es que esta chica se me sube a la cabeza fácilmente y de nuevo tengo que hacer un esfuerzo supremo para no penetrarla en ese mismo momento.
Me incorporo y sentado sobre el lecho vuelvo a besarla, mis manos la recorren una vez más, memorizándola. Mi lengua prueba sus pechos y se dilata en su clavícula, sintiendo el latido de su corazón lleno de expectación. Mis manos la levantan un poco por las nalgas y la acomodan sobre mí, pero sin penetrarla todavía. Al menos quiero dejarle esa libertad a ella ya que en lo demás es absolutamente mía por este momento.

Caricia tras caricia, suspiro tras suspiro, piel contra piel...cada vez me voy dando cuenta de que no puede ser un sueño...es demasiado real...demasiado perfecto.
Apenas siento su lengua recorrer mi pecho y mi cuello, una telaraña invisible me atrapa y me deja a merced del hombre que tome mi cuerpo...y no me opongo, no quiero oponerme, ¿Acaso debería?
El calor de entre mis piernas aumenta, y así lo hace la humedad que me dice que le quiero dentro de mi, como sea. Casi gimo protestando al ver que se desnuda y no entra dentro de mi cuerpo, pero entonces algo me dice que él desea que sea yo quién le tome a él, aunque es más que evidente que no soy más que una marioneta desnuda e indefensa en las manos del titiritero que tira de los hilos de mis brazos y piernas a merced.

Con la mirada turbia, pero brillante de deseo, empujo sus hombros sobre la cama y coloco mis piernas una a cada lado de su cintura, sintiendo como su miembro roza mi entrepierna. Sin poder aguantar esa tortura que nos mata a ambos, guío su miembro a mi interior con un gemido, cerrando los ojos para que aquella sensación durara más.
Una vez que está completamente en mi interior, dejo caer la cabeza hacia atrás y me muevo hacia delante y atrás, al ritmo de mi acelerada respiración y con las manos apoyadas sobre su vientre mientras las suyas me recorren de arriba abajo...y comienzo a sentir los pequeños calambres de placer que preceden el climax...
No se si yo me estoy moviendo por placer o algo me controla, pero no importa...algo me dice que él me posee en cuerpo y alma, y no podré negar nada.

-Ah...ah...-Cortos gemidos salen de mis labios con cada movimiento de balanceo que hago, siento cada una de mis nervios estar alerta y deseosos de más...siento como mis venas revientan llevando sangre a mi acelerado corazón...

La dejo tomar el control, extasiado con cada uno de sus movimientos e impulsos. Es la fiera que pensaba que era, a pesar del influjo que le produzco, el cual la hace desinhibirse y tener la sensación de estar soñando para que no pueda distinguir quién soy. El resto corre todo por su cuenta.
Apenas puedo contener mis jadeos mientras acompaño su movimiento con mis caderas; quiero que me sienta hasta el fondo, quiero que se pregunte después de hoy quién demonios soy yo y si fui real. Pero ella lo sabrá, muy en lo profundo de su ser.
No sé por qué mi parte retorcida se contenta con estas lucubraciones y las disfruta anticipándose a lo que vendrá, he aprendido a aceptar como soy y a no negarme lo que necesito, tratando de hacer el menor daño posible.
Me incorporo sentado sobre el lecho y hiero sus labios con los míos, sofocando sus gemidos, devorándome sus gritos como miel, la penetro duro y acompasado, siento que mi momento está por llegar y el de ella también, en un arrebato de pasión tomo sus brazos y los cruzo sobre su espalda, apresándola, dejándola a mi merced.
Pero no estoy contento con ello, la embisto con más fuerza y luego la suelto solo para tapar su boca con una mano y morderla en el cuello, la sangre brota a mi boca sedienta, sublime, tal como lo había imaginado, calmando mi ansiedad, acallando la voz de la sed, llevándome al clímax violenta, intensamente.

La noche en la que Hermione Granger y yo nos acostamos, le confesé que de alguna manera, el dolor y el placer eran las caras de la misma manera...y que me gustaba sentirlo.

Pero...no de esa manera.
Con cada balanceo de nuestros cuerpos, las contracciones en mi interior aumentaban en intensidad, arrancando interminables jadeos y pequeños gritos de placer. Podía sentir como mis dedos rozaban el climax y cada golpe de sus caderas, me acercaba unos pocos pasos. Si, joder si, me sentía extremadamente llena, y feliz...solo quería más y más...
En ese momento, todo lo que sentía cayó en picado desde el edén al infierno.
Como una fiera, se abalanzó sobre mi cuello y lo mordió...pero no con un pequeño mordisco sensual y excitante...no, sus dientes desgarraron la piel de mi cuello y sentí como si me arrancaran un trozo de mi ser.
Quizás lo pero fue que llegué al climax, de una manera escandalosa y desgarradora. Quise gritar de placer y dolor a la vez, pero una de sus manos no me lo permitió. Mordí uno de sus dedos aguantando el grito provocado por aquellos intensos golpes de placer en mi interior y aquel lacerante dolor en mi cuello.

Aquella sensación me arrastró como una ola, perdí todo el control de mi cuerpo y me dejé caer, medio desmayada, sobre los brazos del hombre que me poseía de todas las maneras posibles, entregando mi cuerpo y mi voluntad a su juicio. Dejé caer mi cabeza para facilitar sus movimientos en mi cuello, y con movimiento casi etéreo, pasé mis brazos alrededor del suyo, buscando la protección que me estaba siendo arrebatada en su piel-

Había momentos en que la peor parte de mí salía a flote y este era uno de esos momentos, no porque estaba llevando al borde del placer y del dolor más extremo a la pobre chica, sino porque me gustaba que así fuera. Es que mi negro corazón tendía a deleitarse con esas conjugaciones de sensaciones, especialmente con esa combinación.
La verdad sea dicha, por primera vez en mucho tiempo la tentación de matar a alguien se hizo presente. Fueron apenas unos segundos de duda, mientras ella mordía mi dedo y mis entrañas se deslizaban hacia el orgasmo vertiginosamente, que la idea centelleó cruzando mi mente y luego se apagó, acallada por la sabia voz de la razón.
Nuestros cuerpos sucumbieron al desenfreno y mientras besaba delicadamente el lugar en el que la había herido, tal vez en reparación por mi brutalidad, traté de acallar su mente, de sumirla en un suave y relajado trance. Tenía que dejarla en un estado de calma y complacencia para sumirla en el sueño, cosa que veía lejana en aquel momento.
Puse mi mano sobre un costado de su rostro y la deslicé apenas tocándola con la yema de mis dedos, pasándola por su clavícula, por entre medio de sus pechos, bajando suavemente por su abdomen hasta llegar a su sexo, el cual comencé a estimular para dilatar su clímax.

Un beso en mi cuello para curar la herida que sus labios habían hecho. Tan inútil como el beso que las madres besan las heridas de sus hijos cuando estos se hieren. Tan agradable como esos besos también son.
Podía sentir mi sangre, caliente y rápida, fluir por mi cuello y caer entre mis pechos siguiendo la curva de mi cuerpo, pero no me importaba, apenas lo sentía.
El dolor en mi cuello era terriblemente lacerante, podía sentirlo en cada fibra de mi ser, y de alguna manera otras cosas ocupaban mi mente. Era una sensación extraña, como flotar en una nube acogedora pero no tener poder sobre mi cuerpo...era etéreo, ya no sentía nada, ni dolor ni miedo, nada.

Hasta que una de sus manos no recorrió mi cuerpo y acarició mi sexo, provocando calambres de placer que subían por mi vientre. Algunos pequeños gritos y jadeos salieron de mi boca,
Y supe que quería más, aun quedaban fuerzas en mi.

Creo que una de mis manos se alzó, con un movimiento lento y suave hacia su entrepierna, acariciando su miembro de arriba abajo.
-Ah...-Gemí levemente al sentir sus dedos en mi interior....

A pesar de que el mordisco es doloroso y placentero a la vez y que la comunión sexual y de sangre es un ejercicio que deja agotadas a la mayoría de mis víctimas la muchacha continúa reaccionando a mis caricias y a mis dedos que se deslizan por su interior apretado y lubricado. La beso gentilmente, saboreando sus labios, aspirando su deseo, consumiendo glotonamente sus gemidos con mi boca como si fuera una droga. Sus pechos contra el mío, su cabeza suavemente inclinada hacia atrás, dándome una vista completa de su cuello, una postal magnífica del bello ser que era.
La estimulo suavemente, aplicando la presión y velocidad adecuada, llevado por la intensidad de sus jadeos, los movimientos de sus caderas y los espasmos de su sexo, que temblaba imperceptiblemente en la palma de mi mano.
Al mismo tiempo, con mi poder sobrenatural iba enviándole influjos, impulsando sensaciones gratificantes, buscando que su cuerpo se relajara completamente luego de alcanzar el orgasmo, que no estaba lejano, sino que todo lo contrario.