[Flashback] Chundley vs Pudlemore (Aria D'Angelo)

Viene de Aquí


Se dio la vuelta al escuchar los pasos acercándose, más colorado de lo que hubiera estado nunca, pero dispuesto a mostrarse divertido con aquello.

-De acuerdo, no te cortes ahora. Puedes reírte todo lo que quieras.- Le dijo, sonriendo. -¿Que sobrenombre me pondrás? ¿"Zanahoria gigante"?-

En ese momento no se le ocurría ningún buen apodo, que no fuera por "Comadreja Naranja", que le sonaba fuertemente a algo que le diría Malfoy. Se agachó para terminar de sacarse los pantalones, sacó la varita de uno de los bolsillos y se los extendió. -Tu premio.-

A la vez que mi mente jugaba a eliminar la poca tela que cubría al pelirrojo, mis uñas se enzarzaban en una lucha contra el mango rojizo de la barredora. El nerviosismo que sentía debía ser controlado por algo y al parecer había decidido que estropear el material de la escuela era una buena manera de hacerlo.

Tragué saliva tratando de controlar mis pulsaciones, centrándome en que quizás Bilius pensara que el sonrosado de mis mejillas era causado por las carreras en escobas y no por sus roídos calzoncillos.

¿Cómo una tela tan holgada y desgastada podía excitar de esa manera a una inocente señorita? Clavé los ojos bajo su cadera, pendiente de los actos de la brisa; quizás fuera complaciente y me dejara intuir algo que sorprendentemente me llamaba la atención mucho más de lo que creía.

Así me mantuve durante unos segundos, sin parpadear mientras la picardía de mi mente hacía el trabajo sucio. Quizás si tardaba en llegar podría disfrutar durante más tiempo de aquel grisáceo calzoncillo. En una milésima el aire escuchó mis deseos, volví a tragar la saliva que mi nueva imaginación había segregado y aparté la mirada al instante. Comencé a caminar un poco más rápido clavando mis ojos en la cabellera del comadreja, fijando mis nuevas frustraciones sobre el palo rallado de la escoba.

Ronald se giró cuando me encontraba a un par de metros y comenzó a hablar; noté cómo una pequeña astilla se clavaba en mi yema, agité el dedo tratando de sacarla mientras mis mejillas se encendían más aún. Levanté la mirada esforzándome por encontrar el iris del pelirrojo, y no otras zonas más interesantes. ¿Debía comenzar a acostumbrarme a vivir con estos nuevos y nada apropiados pensamientos?

-Zanahoria gigante...

Justo después de haber repetido esas palabras comencé a reír; era una mezcla de nerviosismo, vergüenza y excitación. Finalmente me tendió sus pantalones mientras su cara copiaba el tono de su pelo.

-Creo que también nos jugamos un "bailecito"-pronuncié la última palabra mientras movía mis hombros de un lado a otro. Al parecer el ataque de risa había comenzado y era lo único que podía controlar mis nuevos impulsos.

A la mención del baile, se llevó la palma a la cara.

Había apostado un baile. ¿En que había estado pensando? Ciertamente, no en que perdería. Y la risa de ella no hacía más que aumentar el rubor en su rostro y en especial las orejas, que ya parecían capaces de quemar si alguien las tocaba. Pero era una risa contagiosa, y no tardó también él en ponerse a reír, antes de volver a mostrar la cara derás de la palma de la mano.

-Diablos...- Murmuró entre risas, mirando alrededor. Esperaba, realmente esperaba, que fuera una función para una sola. Puso los brazos a los lados, se rascó la frente un segundo, y suspiró. -Bien. Está bien. Te advierto que soy pésimo bailando. Pregúntale a Padma.- Comenzó a mover la cabeza arriba a abajo, intentando pensar en alguna canción, o cualquier cosa para bailar.

-Sería más sencillo si cantaras...- Dijo en broma. O quizás no tan en broma.

Dejé de emitir las pequeñas risas, viéndose éstas sustituidas por mi respiración ajetreada. Comencé a notar cómo la temperatura de mis mejillas se repartía equitativamente por el resto de mi cuerpo. Me quedé unos segundos en silencio, mirándole antes de saborear mis propios labios.

-Realmente espero que no seas tan malo como Padma jura...- dejé la escoba en el césped y rebusqué en mi bolsa mientras hablaba-...tendrás la oportunidad de demostrarlo.-levanté la mirada con la ceja arqueada, echándole un vistazo de nuevo antes de sacar un artilugio cuadrado de color marrón.-Es una caja sonora... - dije al ver la cara de confusión del comadreja; lancé al lado de la barredora mi bolsa -...nos servirá. -asentí justo antes de apuntar al objeto con mi varita; bajé la voz susurrándole lo que parecían palabras al azar y me levanté la camisa para guardar mi varita en el borde de mi falda.

La caja sonora comenzó a vibrar y a lanzar pequeñas chispas, parecía que fuera a explotar de un momento a otro. Ya estaba acostumbrada a que hiciera esos sonidos por lo que no me inmuté, clavé los ojos en el iris del pelirrojo mientras curvaba la sonrisa antes de llevar las manos a mi corbata azul.

-No te verás igual de ridículo si hay alguien contigo haciendo lo mismo...-aflojé la tela deshaciéndome de la prenda.

No me sentía nerviosa al tener la piel de Bilius tan cerca de la mía, erizada y expectante; lo cierto es que me encontraba extrañamente cómoda. Sus pantalones estaban junto a su remera, metidas en mi bolsa sin ningún cuidado; sus calcetines medio arrugados y su viejo calzoncillo roído amenazando con volver a mostrar algo de lo que guardaba con tanto esmero. Si se le hubiera preguntado a Madame Malkin seguro que habría recomendado algo de azul para equilibrar los tonos, algo de azul que yo tenía en esos momentos entre mis manos.

¿Cómo era posible estar irremediablemente histérica y al minuto después sosegada y deseosa?

El artilugio se mantuvo en el aire, subiendo y bajando al ritmo de la melodía que comenzaba a sonar. Me adelanté quedando frente a Bilius mientras los primeros decibelios se hacían notar.

-Veamos si eres tan malo como dices...- desabroché uno de los botones de mi camisa a la vez que la música comenzaba a marcar el compás de mi cuerpo; estiré los brazos para colocarle mi corbata mientras las notas me dibujaban una sonrisa. No pude evitar dejar mis manos sobre su cuello, notando el calor que emanaba su dermis aún siendo atacada por la brisa; cerré los ojos justo antes de separar los labios -Go on and close the curtains...-pegué mi torso al suyo a la vez que comenzaba a contonearme buscando que su piel siguiera el movimiento de la mía.-Because all we need is candlelight...-seguí sonriendo a la vez que mi cabello era poseído por el movimiento.

Realmente estaba disfrutando, no me preocupaba estar en medio del campo de Quidditch, el hecho de que los alumnos comenzaban a pasear a esas horas por los terrenos, o que Ronald Bilius Weasley no me fuera a mirar de la forma que irremediablemente yo lo hacía. Simplemente disfrutaba, disfrutaba de las dos cosas que más me maravillaban en ese instante: la música y el pelirrojo.

Canción que suena:

El pelirrojo hizo un sonido de burla al pensar en todas las cosas que Padma Patil seguramente habría dicho de él después de ese desastrozo baile. Pero había muy buenas razones por la cual se había comportada como un troll amargado en vez de un galante compañero. En palabras de Parvati, según le dijo una vez Lavender: "Ronald Weasley" y "caballero galante" sólo podían ser una abominación de oración, si en medio de ellas no aparecían las palabras "jamás será".

Le llamó la atención la caja sonora que había sacado, antes de verla desatarse la corbata y acercarse hasta él para ponerla en su cuello. Alzó una ceja entre interrogador y divertido, dejándose hacer. -Tendrías que quitarte más que eso para que fuera más justo.- Le respondió divertido, antes que ella se acercara completamente a él, con sus brazos apoyado alrededor de su cuello.

Tomado por sorpresa, sus manos se apoyaron en su cintura, al principio un poco tenso por el nerviosismo y la vergüenza. Más los movimientos suaves de ella, bastante insinuantes al mismo tiempo, lo ayudaron a relajarse y a seguir con mayor facilidad el ritmo de la música, logrando asomar una sonrisa de sorpresa al ver que quizás no era tan malo en el baile como había temido. Sin pensarlo mucho, deslizó de manera menos mecánica sus manos a las caderas y baja espalda de ella, intentando ser él quién guiara. ¿No es el hombre quién guía, después de todo?