A matter of time [Libre]

No me gustaba demasiado todo el tiempo que pasaba bajo tierra, en las cámaras. En general no había demasiado que hacer allí, porque ningún ladrón llegaba tan lejos sin un golpe de suerte y lo máximo que hacíamos era verificar las protecciones. Años atrás había tenido la oportunidad de marcharme a Italia, a trabajar en algunas ruinas, pero había dejado pasar la oportunidad debido a que en ese momento estaba escalando pocisiones entre los mortífagos y nuestro bando se veía demasiado fuerte como para perder la guerra. Pero el caso es que la habíamos perdido y yo seguía entre oro y goblins. Me gustaba trabajar con ellos, eran tan ariscos, que no había ninguna necesidad de ser cortes o amable.

Suspiré al bajarme del carrito, y salir de nuevo a la luz. Al parecer sólo había sido una falsa alarma, de esas que había todo el tiempo desde que Harry Potter había conseguido meterse a una de las cámaras más seguras. Había sido con ayuda de un goblin, claro, de otra manera no habrían llegado tan lejos. Al menos me había encargando de seguir cultivando el odio a Potter entre los goblins, dejándoles en claro que no tenían por qué someterse al nuevo gobierno y de unos días para atrás las cosas estaban demasiado ¿cómo decirlo? Tensas en el banco. No pasaría nada hasta que los goblins, más listos que el hambre, lo consideraran, pero era obvio que les había plantado la semillita.

Volví hasta mi oficina, mi escritorio. Pasaba más tiempo fuera que allí sentada, ondeando la capa roja con el emblema del banco. En realidad no era precisamente un uniforme, pero servía para distinguirme. Esperaba que nadie del ministerio se asomara por allí porque querían escolta para entrar al banco, o que hubiera otra falsa alarma por lo idiotas que, envalentonados por Harry Potter, planeaban volver a robar.

Me deje caer en la silla, miré el escritorio lleno de periódicos viejos, pergaminos con cuentas desordenados, una foto de mi esposo que nunca había quitado y una foto con mis padres que era más vieja que nada al lado. Todos aquellos detalles hacían que el lugar pareciera la oficina de una mujer normal y no la de una mortífaga. Mantener las apariencias era esencial.

Fue en uno de esos momentos que alzara la vista al frente que la presencia de alguien más se notaría, ese alguien más, cuando no, era otra de las mortífagas que rondaban el banco en este momento. Por supuesto que si.

Los Goblins eran en si demasiado histéricos y extremistas, tan extremistas que las maldiciones que rodean las puertas de una bóveda podrían llegar a despellejar a una persona que se encontraba tratando de entrar sin la llave y no fuera un goblin de nacimiento. Incluso dañaban a los semi goblin si lo intentaban.

Pero esos eran detalles menores cuando en esos intentos frustrados de entrada de algunos estúpidamente valientes o valientemente estúpidos llamaban a los aurores para que se hicieran cargo de la mierda que les había caído a ellos. Como ahora no les permitían manejar sus propias leyes las autoridades de Bretaña Mágica ponían al servicio tanto a Aurores como Hitwizards. Así es como ella llegó ese día al banco, Las túnicas rojo con el cinto violeta y una placa que la distinguía como miembro de las fuerzas especiales del Ministerio de Magia.

Quizá es que simplemente no le importaba tanto, ya los hombres habían sido tomados cautivos por los goblins y habían sido entregados a los aurores de menor rango, por lo que simplemente se dirigió a la oficina con ese gesto aburrido que la caracterizaba cuando no había nada divertido o lo que ella consideraba divertido al menos, para hacer. Las botas de tacón cómodo para correr habían resonado por los pasillos mientras ella buscaba la oficina de Ffion, sin preocuparse por quien viera, después de todo estos pasillos solo los recorrían los mismos Goblins.

"Ffion... ¿mucho trabajo?" Preguntó con esa dulce y engañosa voz que encandilaba a tantos hombres que creían encontrarse con una falda ligera y sin compromisos...

... luego descubrían que lo único que comprometían era su integridad física, pero era un detalle menor.

La voz aparentemente dulce de Melody me hace levantar la cabeza de entre todos los pergaminos de aquella oficina caótica que he hecho mía y que sin embargo, sigo sin sentir del todo como mía. Es una tapadera, algo que no soy, pero como he descubierto en los últimos tiempos: es la mejor que puedo tener. Los Goblins no hacen preguntas, les importa muy poco todo. Mientras Weasley no venga a meter su nariz en lo que no le importa, porque sé que desconfía hasta de su sombra, estaré bien. Entro y salgo a la hora que quiero, hago lo que quiero y no le rindo cuentas a nadie.

La túnica roja, más oscura que la de Melody, me cae por los hombros mientras me pongo en pie y le ofrezco una de las sillas que está contra la pared y no parece tener utilidad ninguna, la pongo enfrente y me acerco a cerrar la puerta, antes de que algún curioso note que ella y yo estamos allí. Separadas no levantamos demasiadas sospechas, pero juntas… Bueno, es obvio que nada bueno podemos estar tramando.

—El necesario —respondo—. Hay más idiotas, los goblins odian más a Potter, recuerdan lo del dragón… Lo de siempre. Realmente sólo tengo que limpiar la mierda que dejan los intentos de ladrones. Al menos Potter llegó lejos.

O algo así. Provocó tantas muertes de Goblins, por accidente o por la mano del Señor Tenebroso que hay algunos que dudan que mi lado sea el correcto. Así que llevo días rompiéndome la cabeza para convencerlos a todos y darles razones. Argumento que el Ministerio los culpa por haber seguido con su trabajo y haber obtenido dinero de Mortífagos —cuando todo el mundo en el ministerio, al menos los que siguen vivos y cuerdos se dedicó a no mirar y a trabajar—. Los convenzo de que tienen mejores oportunidades… Pero los Goblins son más listos que el hambre. No puedo tratarlos sólo como carne de cañón.

—¿Te hicieron venir por el ladrón? —pregunto.

Pobre tipo. Va a acabar mal. O... mejor, dicho, que pobre ni que nada, es su culpa por intentar robar en un banco en contra de robos.

"Si, la verdad aun no entiendo porque necesitan un Hitwizard para dar órdenes a un escuadrón de novatos en una cruzada para caer en este agujero apartado del mundo a buscar a un idiota que cree poder contra un banco manejado por goblins sin magia goblin y sin un goblin que ayudara... y lo peor, los mismos Goblins ya los atrapan, castigan y entregan en el mismo paso así que no sé porque buscarían una bruja de asalto en un caso como estos." Giró los ojos, tomando asiento donde le indicaba y cruzando las piernas de forma pulcra.

Últimamente el caos era desbordante, todo desbordaba en realidad. Comenzando por los alumnos, las leyes, el ministerio, no había salón del ministerio que no desbordara la verdad. Todo iba desde las criaturas mágicas que comenzaban a notar un nuevo registro y luego llegaba a los Deportes Mágicos que estaban enredados con el nuevo espíritu festivo de Hogwarts en el que se proclamaba un torneo estudiantil internacional de Quidditch.

Así era que cada día se hacía más largo, más tedioso, como si de un chicle que estiraba se tratara. No que hiciera mucho caso a los horarios o a nada en particular, pero cabe mencionar la ironía, todos los mortífagos o las prezas jugosas del ministerio estaban manteniendo la cabeza gacha dada la situación de reorganización y el método de Tolerancia Cero impuesto por el Ministro Shacklebolt.

Las calles realmente se estaban tiñendo de rojo para mantener el orden.

—Hay tolerancia cero últimamente… —me encojo de hombros, sin gran preocupación—, quizá por eso quieren Hitwizards para absolutamente todo, incluso para ladrones ineptos que hasta un auror completamente novato podría capturar sin gran problema. La paranoia colectiva es… extraña últimamente.

Había habido asesinatos, como toda la vida, era imposible que no los hubiera, y secuestros y sin embargo el aura de tranquilidad instaurada por el ministerio a la fuerza lo inundaba todo y los días pasaban entre falsas noticias del profeta y arrestos a media humanidad. Muchos se habían salvado, pero últimamente cualquier sospechoso iba a dar a los Tribunales, de los cuales muchos acababan con los huesos en Azkaban.

—Así que… ¿días aburridos? —pregunté—. Te invitaría algo de tomar, pero en esta oficina no llego ni a un zumo de calabaza. Prefiero el trabajo en las cámaras o en el extranjero. Estuve a punto de aceptar un viaje a las catacumbas parisienses, donde había rastros de magia, pero… Ahora no puedo irme.

De todos modos, era mi boleto de salida. Cualquier problema y me largaría a Paris, a Egipto o a cualquier lugar en donde los Goblins tuvieran algo que investigar o maldiciones que no entendieran porque no eran magia Goblin.

Paranoia colectiva. Si, no había mejor forma de describir lo que estaba ocurriendo en este momento de puertas afuera. Era algo que superaba con creces cualquier cosa que las personas pudieran imaginar. Ella lo sabía, en solo 2 semanas había tenido al menos unas 4 cacerías por supuestos magos oscuros, desde Knockturn Alley a Sussex, pasando por los rincones inhóspitos de Londres, Irlanda y Escocia.

Era algo negativo para el resto, para ella no particularmente dada su situación. Y si no estuviera aquí y en este puesto la realidad es que sabía perfectamente que tampoco le importaría demasiado. Era ella... si no había alguna razón más fuerte, simplemente no tendría más que moverse en la oscuridad y crear una razón. Eso era lo que nadie comprendía de ella. No era de maldad descontrolada o sin sentido, la consigna era que debía tener sentido para ella.

Violencia... ese recurso idiota que solía caer en último lugar en su agenda. No era que no lo usara, cuando perdía el control de sus capacidades cognitivas solía convertirse en una persona extremadamente violenta que deseaba arrancar, destrozar, herir... aunque eso no era algo a menudo. Siempre su padre le ha retado por sus deseos sanguinarios descontrolados...

Gimoteó en su mente, llamando por la presencia de su padre a quien extrañaba quizá demasiado. Esperaba que no se hubiera cruzado con una perra en celo de camino a la mansión.

"Comprendo. Había considerado tomar un ofrecimiento de entrenamiento en los campos de Rusia, pero la verdad que no me hago idea de abandonar el barco antes que se hunda del todo... aunque hay que admitir que tenemos el agua hasta el cuello en estos momentos." Ronroneó lamentándose por la falta de 'diversión' "Jimmy, té para dos." Llamó al elfo doméstico que trabajaba en su casa el cual apareció observando donde estaba con grandes ojos de susto antes de desaparecer para dejar en su lugar un servicio de té.

—Bueno, la verdad es que si el barco se hunde me aseguraré de poner pies es polvorosa —admito, sin pizca de vergüenza—. Eso de enfrentar a la justicia no ha sido lo mío nunca.

Tengo mi salida: goblins. Los goblins harían cualquier cosa para proteger a alguna de sus mejores empleadas, pero aun así recuerdo que la sombra de Weasley es alargada y me puede alcanzar en algún momento, porque los hay leales a él. Tengo que tener mucho cuidado con quien hablo y a quien le cuento mis planes. Es cierto que la mayoría de los goblins está resentido con los magos, pero sigue habiendo traidores en todas partes.

Sin embargo, aún no he hecho ninguna estupidez, lo que mi conciencia, ya medio muerta, agradece. Tiendo a ser caótica y a dejarme llevar cuando hay sentimientos de por medio y eso no es nada bueno.

—Así que… No sería buena capitana de un barco —me encojo de hombros, esperando a que el elfo regrese con lo que ha pedido Melody—. No me hundo con él.

Supongo que ella tampoco. Pero no me atrevo a asegurarlo, a veces las personas como ella, a las que no entiendes ni con instrucciones dan sorpresas extrañas. Yo no tengo ni idea.

Antes lo hubiera dado todo por alguien, pero ya no está. Así que… Me dedico a lo mío. Esquivar a la justicia, fingir que trabajo en Gringotts, quemar todas mis naves y luego construir otra para largarme en huida desesperada. Lo de siempre.

"No creas que me quedaría a ver el barco hundirse si no me es conveniente." Admitió con una sonrisa desinteresada, esas sonrisas que realmente no ocultaban nada ya que simplemente no había nada para ocultar. Y eso era porque no había nada detrás.

Para Melody una sonrisa no era más que una mueca seca de su rostro. No era más que un gesto desapasionado, no contenía nada más que una superflua cortesía que rivalizaba con el latido de un corazón muerto ya que ella carecía de alma o emociones. Todo esto para Melody era un juego de niños del cual quería participar.

"Siendo Hitwitch solo me aseguré de estar en el lugar más conveniente para cuando el barco se hundió, porque querida... nuestro barco está varios kilómetros bajo nivel del mar. El hecho de que estemos vivas y sin problemas indica que claramente ninguna está dispuesta precisamente a caer en la gracia del tema." Comentó sin detenerse por mucho para luego servir té de la tetera que había aparecido de la nada, las dos tazas, ofreciendo el plato con pequeñas masas con forma de estrellas azucaradas.

"El barco está hundido pero nosotras flotamos sobre él... ¿Cual dices que debería ser nuestro siguiente movimiento? ¿Rescatar lo que queda o ponernos a salvo en la orilla?" Preguntó con ese mismo tono de voz de quien habla sobre el clima.

—Nadie se queda a ver hundirse los barcos a menos de que pueda rescatar algo.

Yo no sé por qué me quedé, ciertamente. Quizá no tenía ningún lugar al que huir y una máscara me amparaba. Nadie conocía mi identidad como mortífaga ni mi marca porque no dejé de trabajar ni un día en Gringotts, controlé algunas cosas allí, pues de todos modos no estaba demasiado alto en la cadena de mando del señor tenebroso.

Tengo la marca, eso sí. Es incómodo porque la mantengo cubierta toda la vida y si se llega a ver, estoy frita. Claro que cuando el Señor Tenebroso te decía que te merecías la marca no decías simplemente que no. Aunque algunos mortífagos mucho más antiguos que yo pasaron años anhelándola, como Greyback, que murió en la batalla. Algunos de los carroñeros que ahora se pudren en prisión.

Nunca fui tan estúpida como para dejar que se viera el rostro tras la máscara plateada. Aun la guardo. Pero tampoco soy tan estúpida como para usarlo en estos tiempos.

—Ponernos a salvo en la orilla, ciertamente —sonrío—. Si no se está en una posición estable uno corre el riesgo de caer. Y las caídas siempre duelen.

"La pregunta real sería... ¿Vale la pena rescatar lo que queda? ¿Que podemos sacar de ello?" Preguntó con una mirada acerada, ofreciéndole la taza, leche, limón y azúcar para que eligiera. Era algo que debía pensar. Que deseaba pensar.

Tampoco solía estar muy arriba de la cadena, aunque ciertamente un paso más arriba que Ffión, tanto por su sanguinaria disposición para los trabajos sucios como por su ingreso a las fuerzas de aurores como aprendiz hacía ya poco más de 4 años. Ambas posiciones eran puntos estratégicos, cosa que le resultaba irónico ya que Ffion dentro de Gringotts podría haberse asegurado de que no perdieran la guerra si le hubieran ofrecido las herramientas.

Últimamente no sabía si creer que Lord Voldemort por todo lo que era y sabía de magia, era incapaz de sentarse ante un tablero de ajedrez y salir ganando.

"¿Que te veías haciendo si ganaba la guerra? ¿Si hubiéramos estado al mando estos años?" Preguntó entre curiosa y en parte... porque quería saber si podían construir un nuevo objetivo. Sin guerra las cosas se hacían aburridas y no había más que niños llorosos por todos lados, patéticos niños sufridos que no sabían hacer nada de sus vidas.

“¿Vale la pena?” es una pregunta que me he hecho varias veces, no sé exactamente si lo haga o no, pero no tengo más que hacer. No quiero morir trabajando en Gringotts como una rompemaldiciones con problemas para ascender debido a que los empleados humanos no me tienen suficiente confianza —y hacen bien en no tenerla—. No queda demasiado pero la tentación de causar caos sigue metida en mi cabeza, imposible de sacar.

Todo el té que me ofrece e ignoro la leche, poniéndole simplemente azúcar para después llevármelo a la boca y darle un trago, mientras sigo dándole vueltas al asunto. Antes no pensaba demasiado porque no tenía necesidad de hacerlo, simplemente me concentraba en no revelar nunca mi identidad, pero ahora…

—No queda casi nada que rescatar y nos llevará años alcanzar el poder que ya tenía el Señor Tenebroso —soy sincera, nunca estuve en la cadena de poder, incluso Melody estaba por encima de mí, pero llegué a tener la marca, lo cual indicaba que tampoco estaba precisamente abajo—. Así que podemos aspirar a crear caos… —dejo la taza del té sobre la mesa—. El mundo necesita caos, claro, parecen tan seguros todos que casi me inspiran a crear… un desastre.

¿Qué pensé que estaría haciendo cuando Voldemort ganara la guerra?

—Pensé que podría quitarme la máscara —respondí, finalmente—. Tener algo de poder. En cualquier lugar. Pero ahora… sólo sigo aquí.

"Sabes que Voldemort jamás nos hubiera dado poder, ¿no?" Comentó colocando limón solamente al suyo antes de rodear la taza con sus manos.

Un tema era el hecho de que ninguna de las dos estaba muy arriba en la escala, segundo que por mucho que fueran relativamente de confianza ya que habían sido marcadas no las ponía en linea de poder. De hecho, en la posición de ambas se sabía que cuando la mierda salpicara serían de las primeras en enterarse.

"Es curioso porque todos queríamos algo... no lo mismo. La única que obtuvo lo que quería fui yo pero fue tan efímero..." Suspiró para si misma, pensando en todo eso que la había motivado... la eterna búsqueda de diversión, de emoción, el éxtasis en la mirada.

"Caos me parece bien, pero recuerda que debemos ser... sutiles. Nada nos debe relacionar o acabaremos pagando los platos de hacer las cosas mal. Y con lo locos que están ahora, no quisiera acabar en Azkaban..."

—Le daba poder a alguien cuando lo necesitaba —admito. Esa era tu única oportunidad de conseguir algo, por lo demás seguías siendo un sirviente que acataba su palabra, y aun con poder no dejabas de serlo nunca—. Esa era la única opción. Escalar tan alto en la cadena que te volvieras necesario.

Pero no estaba demasiado alto en la cadena y aun con mi pocisión privilegada cuando tuve opción de empezar a subir, ocurrió el robo a Gringotts y en menos de un mes todo se vino abajo a partir de esa fecha. Nunca conseguí lo que quería, por supuesto, y siempre tuve la precaución de no quitarme la máscara.

—¿Qué querías tú? —pregunto con curiosidad—. La mayoría quería yo lo yo, lo sé. Pero al menos me di cuenta de que la única manera de acercarse a ello era volverse necesario, una pieza clave. Porque nunca dejamos de ser eso, piezas... Y lo seguimos siendo, claro, La única diferencia es que ahora controlamos nuestros movimientos.

Quiero crear caos. Aun guardo la máscara, pero no puedo volver a usarla en mucho tiempo. Una lástima.

—Una lástima lo de la sutileza... pero aun así... me divertiré. El caos siempre me ha gustado. De todos modos, no tengo ganas de pudrirme en Azkaban.

"Diversión, querida... lo único que quería era diversión, si deseaba poder lo hubiera conseguido por mis propios medios, pero cuando no pasa nada por mucho tiempo esto se vuelve aburrido. Sin la guerra ¿te imaginas un mundo ordenado y sin conflictos? Estos son los que hacen a la economía mundial, la competencia entre las personas y el patético sistema mantenerse en el poder." Sonrió de lado para dar a entender que a pesar de todo y de que sabía que era una competencia de pulgar arriba o pulgar abajo, la verdad no le afectaba en absolutamente nada.

"Pero bueno, pensaré en algo. Cuando tenga algún plan te contacto. O contactame tu si tienes ideas, se va a comenzar a preguntar porque me tardo tanto en indagar a una persona." Al decir esto se puso de pie, claramente dispuesta a poner fin al asunto entre manos antes de que alguien entrara preguntando por ella.