To mend a broken soul (Lynnea) § +18

Volvió a acomodar sus brazos alrededor del cuerpo de ella, cerrando los ojos para dejarles el trabajo al resto de los sentidos en disfrutar esa extraña paz, una curiosa embriaguez como resultado del descenso de la adrenalina.


-De acuerdo; me gustas encantadoramente loca y despeinada.- Dijo entre risas suaves, pasando los dedos entre mechones de cabello. En ese momento no era consciente del tiempo, ni quería estarlo. En algún momento tendrían que hablar bien, supuso que eventualmente tendría que conocer a Odette, y él la llevaría con su familia. Pero en ese instante esas cosas eran lo de menos. Con cuidado, casi distraídamente, fue girando con ella para depositarla en la cama a su lado, entrelazando sus piernas con las de ella, sin dejar de entregarle el calor de su piel o las caricias de sus manos. Apoyó su frente a la de ella, respirando el aire que exhalaba y a veces robandolo de sus labios.

La cadencia de sus besos y el recorrido de sus manos volvieron a hacerse más intensos, su cuerpo adolescente recuperado de aquel primer encuentro y buscando repetir. Esta vez sin titubeos, bajó con mordidas suaves al cuello aún blanco, aunque más que todo de forma juguetona, en caso que Lynnea le pidiera que se detuviera.

Sonrió, haciendo un sonido de sorpresa al notar que la posición había cambiado y de su lugar relajada contra el cálido pecho del pelirrojo se encontró contra la almohada, gozando de los besos que le repartía, que le otorgaba tan libremente entre juegos y aliento compartido.

Y por una vez, viéndolo así, dejándose mover y que él tomara la iniciativa no le molestó, pero en ningún momento apartó los ojos de él, recordándose quien estaba en su lecho y lo cálida que se sintió hace solo momentos entre sus brazos, que él no le dañaría. Aunque no lo había dicho con todas las palabras nunca, en este momento creía que realmente era necesario decirlo. Probablemente para él no significara nada, pero para ella era el mundo en el momento que lo rodeó con sus brazos, acarició el cabello rojo, apretó las piernas enredadas de ambos y sintió su cuerpo enredarse, fundirse aun ya que nunca se habían separado realmente.

"Confío en ti." Susurró con una pequeña sonrisa, solo un toque de amargura mezclada con infinita sinceridad, porque sabía que no debería ser necesario decirlo, que las otras personas pueden estar así sin sentir miedo, pero había aprendido que su caso no era el de otras personas, ella nunca se había sentido tan viva como este momento en el que compartía su aliento. Ya mañana pensaría en otras cosas y se preocuparía por tonterías, por hoy solo deseaba estar enredada con él, sentir su calor y ver sus ojos mirándole mientras una vez más se aferraba, acomodandose, dejando que él estuviera sobre ella si lo deseaba, su cuerpo un poco cansado como para ser quien tuviera el control así que por una vez dejándolo en manos de otra persona, confiando ciegamente en que no abusaría de ello.

Se detuvo un instante al escucharla, abriendo sus propios ojos de un verde intenso.

-No dejaré que te arrepientas...- Replicó él, y no lo decía sólo por lo que estaba ocurriendo en ese momento, en esa noche. Se aseguraría que las palabras que hubieran compartido esa noche no fueran solo palabras. Se fue acomodando sobre ella, intentando apoyar su peso en sus brazos para así no presionar de forma molesta el cuerpo de Lynn. Buscó apoyo con las rodillas sobre el colchón, deslizando su mano con suavidad desde su cuello hasta su muslo, instandola a presionar las piernas alrededor de su cuerpo. Sus labios se unían con dulzura y calidez, abriendo los ojos cada cierto tiempo para captar en su mirada lo que sus labios no podían decir.

Cuando estuvo seguro que no le estaba haciendo daño, comenzó a moverse dentro de ella, endureciéndose entre las paredes de su vientre, más húmedo que el primer momento. Mantenía un brazo junto al cuerpo de ella, el que soportaba su peso sobre la cama, y la otra mano sosteniendo su pequeña cintura, la curva de su cadera. Esta vez, entre sus jadeos se iba mezclando el nombre de Lynnea, que pronunciaba al principio como un murmullo inentendible, pero que iba aumentando en volumen a la vez que aumentaba la velocidad en su movimiento.

Estaba inquieta o quizá fuera el llamado, como decía su nombre que de repente lo que era una suave excitación, el ardor de su piel y el cansancio, de repente se sentía nuevamente despierta, de hecho, ni sabía lo que estaba haciendo o diciendo, era natural casi, el sonido de su nombre en los labios de Ron, él la llamaba y ella no podía evitar contestar, las piernas separándose de las de él solo para subirlas y enredarse, para sentirlo más cerca, la fricción entre sus cuerpos, el calor que exudaba...

Pero esta posición le dio posibilidad de hacer lo que antes no pudo, estirar su cuello, su cuerpo, los labios rozando el cuello de él, besar su hombro, morder cuando rozó exactamente ese lugar que podría hacer que gritara y temblara como una hoja entre sus brazos. Las manos ya no eran tan tranquilas o mejor dicho, no las necesitaba para sostenerse, así que recorrían, buscaban, redibujaban los músculos en la espalda de Ron y se aferraban con fuerza, demostrando que si bien estaba cansada estaba ansiosa y cada movimiento de él le recordaba esa sensación que por primera vez la había recorrido esa misma noche.

Sentía sus toques como carbones sobre su piel, quemando sin hacer daño, dejando la sensación de sus dedos y sus labios como si aún estuvieran allí, presionando. Eran pequeñas muestras del deseo de ella, que lo instaban a seguir, que le demostraban que en esos movimientos no era él el único demandante, que el fuego reflejado en su mirada, tan encedida como el rojo de sus cabellos, también brillaba con fuerza en el interior del cuerpo de Lynnea.

Se descubrió amando esos ojos, esos labios más sonrojados ahora debido a las presiones y sus propias mordidas en ellos; amaba la curvatura de su cuello, la forma prominente de sus mejillas, las pequeñas orejas escondidas entre los cabellos pálidos. La forma en que su pecho subía y bajaba manteniendo la respiración, jadeante. De nuevo se dejó envolver por ella, aún cuando su posición era de quien dominaba la situación. Se fue guiando por sus toques, sus movimientos debajo de él, la fuerza de sus caricias y la petición silenciosa de sus ojos, casi temiendo que esa pasión devoradora los terminara destruyendo en el proceso, cuando se sintió rozar la cúspide una vez más y su cuerpo cedió a las ansias, a la necesidad. Cerró los ojos, todo fue luz y oscuridad.

Jadeando, volvió a abrirlos, buscando encontrar ahora toques de ternura que remplazaran aquellos de deseo oscuro. Haciendo fuerza con un solo brazo, acarició el rostro de hada de Lynn, borrando las gotas de sudor que, sin darse cuenta, habían caído de su rostro al de ella. Se mantuvo en silencio, como si no quisiera romper el círculo mágico a su alrededor al hacer algún comentario; pero sus ojos parecían curiosos y nerviosos, como si quisieran preguntar si ella estaba bien.

Sintió los temblores. Quizá sin llegar a ese punto tan alto que se quebrara, pero algo le llenó que quizá para ella se sintió aun mejor. Se sentía... cálida, protegida, amada quizá. Sabía que era muy pronto para hablar de amor pero esa sensación de que estaba ahí, había química que nunca antes había sentido, prácticamente podía sentir su piel refrescarse entre el sudor de él, a pesar de no haber gritado al llegar, la pequeña voz de ella al detenerse lo llamó en un suave ruego de que no se alejara, abriendo los ojos plateados un poco más, dejandose mimar por el roce de sus dedos al secar esa gota de sudor que había caído en su mejilla.

"Ron..." Sonrió y asintió en un gesto que marcaba que todo estaba bien, que ella estaba bien y no pasaría nada, que se sentía bien y ella misma se sentía brillar, acalorada y relajada, algo adormilada también. "Ahora... ¿Quieres descansar o...?" No quería arruinar el momento, pero no quería tampoco que descendiera sobre ellos la incomodidad posterior. Era un encuentro que le llenaba de vitalidad y deseos de seguir viviendo para poder seguir sintiendo, aunque sea quedarse hablando de cosas absurdas por un rato.

Una sonrisa se le extendió en el rostro, antes de volver a besarla. -Lynn, sin ofender, pero es lo más cortarrollos que podrías haber dicho.- Murmuró en sus labios, aguantando las ganas de reír. Se sentía extasiado, agotado y a la vez lleno de energía. Con cuidado se retiró del interior de ella, sintiéndose empapado de sudor y de la humedad del cuerpo femenino. Se recostó con suavidad a su lado, besó la clavícula que sobresalía, y la atrajo de nuevo hacia él, haciendo que apoyara su mejilla sobre su pecho. Con un brazo rodeaba su cintura, su otra mano entrelazaba con los dedos de ella.

-¿Sabes que me gustaría hacer? Nadar. Hay un estanque cerca de casa, no muy profundo. Debe estar helado ahora. ¿Puedes imaginártelo en este momento? Aunque quizás sería mejor esperar que se congelara por completo y llevarte a patinar allí. ¿Te gusta la idea? Odette y tú... podrían venir para Navidad.-

Ante ser llamada corta-rollos no pudo evitar sacarle la lengua con diversión, unas risas escapando de si mientras era re-acomodada para poner la cabeza en su pecho y las manos acariciándolo, jugando contra su pecho.

"Hey... que no es como si existiera un libro sobre ‘modales en la cama’. Y si bien no tengo sueño me has dejado..." Era la primera vez que le pasaba y no sabía como explicar exactamente el como se sentía. Había por primera vez en su corta vida sentido ese deseo que otros describían y para ella era tan extraño. Y sabía que probablemente al día siguiente sentiría el dolor del ‘ejercicio’ en sus músculos, pero ahora estaba tan relajada y se sentía tan querida y cálida que simplemente su mente era una nube de caos y no quería seguir pensando demasiado.

La respiración seguía siendo agitada, lentamente relajándose cuando midió las palabras. No, no tenía palabras, así que solo se estiró y le dio un lento beso antes de regresar a su posición cerrando los ojos.

"Sería agradable... le diré si quiere venir. No sé si la dejarán ya que está yendo a escuela diurna así que puede que no tenga más que un par de días de vacaciones de Navidad. Me gustaría aprender a patinar."

Se le extendió la sonrisa al escucharla intentar dar una definición a como se sentía. Tenía que ser algo bueno, ¿verdad? O quizás era algo malo y no lo había dicho para no herir sus sentimientos... "¿Por qué demonios tienes que ser tan inseguro a veces?" Se recriminó a si mismo y apartó las ideas que podrían reducir la acariciante sensación de bienestar que recorría todo su cuerpo en esos instantes.

-Un día o dos... Será el tiempo suficiente para que mi madre la haya convertido en muñeca de fantasía con sus suéteres y que mis hermanos hagan todas las burlas de mi que puedas imaginar.- Dijo con risa que cada vez sonaba un poco más agotada. Sin embargo el pelirrojo parecía negado a dejarse vencer por el sueño. -¿No has patinado antes? Es decir... bueno, es Rusia. Estás rodeada de nieve casi que... todos los dias, ¿no?-

"Muñeca de fantasía..." No pudo evitar pensar en la joven niña vestida con los sweteres que había visto a los pelirrojos usar unos años atrás cuando aun había un par de gemelos y este mismo chico además de una niña de cabello del mismo tono en la navidad tras el baile salir con esos tejidos abrigándoles. Y es que daba risa.

Con cuidado movió un brazo para sacarlo de debajo de su cuerpo, manoteando a ciegas una foto que tenía en la mesa... no era la única foto, tenía varias pero era la que logró atrapar antes de pasarsela a Ronald para que viera a la niña.

Odette:

"Odie... es un encanto aunque para tener 13 aun está en pleno desarrollo y no te cuento el carácter que tiene porque es el terror de la casa." Admitió con una sonrisa antes de regresar a acomodarse acurrucada. "En la casa no teníamos espacio para patinar o más bien teníamos pero cuando hacía mucho frío yo solía enfermarme o debía cuidarme demasiado... luego cuando crecí ya no tanto pero tuvimos el tema de la guerra también allí y el caos empezó hace ya tres años, entre los intentos de custodia y otras cosas... la verdad que patinar es un lujo que no he podido ni intentar." Admitió tras un momento.

-Bueno, pues esta navidad aprenderás mínimo a sostenerte sobre patines de hojilla sin cortarte. Es una promesa.- Dijo el pelirrojo, tomando la foto de la chica y tratando de verla bien a pesar de las luces muy tenues. -No se te parece en nada.. ¿segura que es tuya?- Dijo en tono de broma, volviendo a colocar la imagen en la mesa de noche, habiéndose sentido algo cohibido de estar desnudo ante la mirada curiosa de la Odette de la foto.

-Es guapa. Mamá la va a adorar, eso es seguro.- Seguía acariciando la espalda de Lynn, cada vez más pausado.

"Vas a tener que ayudarme un buen rato con eso, que la mitad del tiempo mi balance es nulo." Admitió un poco avergonzada. No que fuera mala y bailar, bailaba como cualquier persona, no era una bailarina pero no tenía dos pies izquierdos. Sin embargo, con el tiempo que pasaba sentada, recostada, a lo largo de sus primeros años le había costado mucho hacerse de una musculatura que pudiera sostenerle, sus tobillos eran delgados y eso la hacía especialmente torpe, sus piernas cada tanto flaqueaban por debilidad dejándola vulnerable a cualquier cosa que pudiera empujarle y caer.

Sonrió ante el chiste. Era cierto, Odette era si bien de contextura parecida a ella, ya prometía que sería más alta, el cabello rubio oscuro casi castaño, la piel morena y de estar tanto al sol oscurecida, lo único que se parecían era en el lacio del cabello y en que a pesar de distintos colores ambas tenían ojos claros.

"Seguro, es buena niña... la tuvo difícil pero es buena." Admitió sin mucha pena, moviendose un poco para acomodarse contra su cuello, en juego dándole pequeños besos de mariposa allí, lentamente relajándose junto a él.

-Mejor. Me dará más justificación de tenerte abrazada para que no caigas.- Terminó por decir con sonrisa adormilada, descubriendo como el cansancio comenzaba a tomar parte de su cuerpo. Quizás no lo azotarían pesadillas, como pensaba. Quizás podría dormir tranquilo, mientras Lynnea estuviera a su lado.

Quizás... Quizás...

Un leve ronquido escapó de sus labios, mientras se reacomodaba en la cama abrazado al cuerpo de la mujer de cabellos blancos. Y como si su mente estuviera resuelta a hacerle olvidar los sucesos que lo habían llevado a planear su suicidio, no hubo sueños tormentosos, o pesadillas envueltas en sudor. Durmió sin soñar, con sólo la calidez de la respiración sobre su cuello.

Lynn...: