To mend a broken soul (Lynnea) § +18

Dejar de pensar era agradable, especialmente para una mente sobrecargada como la de Lynnea. Aunque cuando dejaba de pensar no era por razones positivas generalmente, pero en este momento, realmente estaba tratando que él pensara mientras ella evidentemente lo había dejado de hacer tras el primer beso. Tonta y claramente feliz Lady of Shalott...

Pero eso no quitaba que había algo que debía cambiar. Al menos la primera vez, no sabía si habría segunda, pero siempre la primera vez o al menos al principio, necesitaba sentirse segura, sentir que no estaba en la posición débil a pesar de que sabía por la fuerza que si él lo quisiera podría arrojarla al otro extremo de la sala sin problemas. Solo... le hacía sentir que al menos tenía el control y si no lo quería podría parar esto, si dolía podría evitar que la dañara. Porque confiaba en Ron, pero no confiaba en sus memorias o el terror, solo debía tener un poco de control sobre su vida, rogar que él entendiera mientras suavemente lo empujaba, un escalofrío recorriéndola al sentir como rozaba las cicatrices de su espalda, el macabro dibujo que dejó su abusador en su cuerpo para que nunca lo olvidara.

Fue lento, no se separó sino que aprovechó esa posición en que la había dejado, la pierna rodeando la cadera, un aliento ahogado al sentir el roce íntimo en su vulva antes de quedar sentada sobre él, el cuerpo pegado, por un momento antes de sentarse recta, una mano en el pecho de él y otra en el de ella en un intento de calmar su cuerpo, su aliento, todo en ella.

"Creo... creo que es la última oportunidad de arrepentirte, Ron. Podemos dormir..." Se sintió absurda al decir esto cuando podía sentir bajo su cuerpo la tensión del cuerpo de él, el hecho de que sus bragas no estaban precisamente secas era clara señal de toda la necesidad que compartían en este momento, incluso su cuerpo, menudo y dañado comenzó inadvertidamente a reaccionar de formas nuevas, a moverse suavemente, necesitando la fricción y no solo eso. Lo deseaba... lo deseaba de la forma en que nunca había deseado a nadie. Esperaba que no la culpara por atesorar este momento, pero era una experiencia alegre, una que realmente valía ser atesorada y sin restar valor a la persona con la que la estaba compartiendo porque no sabía si hubiera sido así si fuera otra persona, de hecho, no podía pensar esto con otra persona por muy raro que sonara.

Se dejó girar sin poner resistencia alguna, aunque le costó un poco dejarla que se separara de él para que quedara sentada, erguida, lo que le hizo posar una mano sobre la que ella había puesto en su pecho, que subía y bajaba a mucha velocidad, y la otra mano en sus muslos, acariciando su piel.

-Ya...- Dijo, antes de negar con media sonrisa. -No voy a arrepentirme, Lynnea. Y no es el deseo hablando.- Jadeó un poco más ante los movimientos de ella sobre él, subiendo su mano hasta uno de sus senos, jugueteando con su pezón. -Vale, no es SÓLO el deseo hablando. En verdad eres hermosa, y... necesito...- Cerró los ojos un instante, antes de volver a mirarla. -Necesito sentir que alguien me quiere, aunque sea por unas horas...- Sonaba estúpido al decirlo, si. Él no era sentimental... No, él no era abierto emocionalmente, y lo escondía todo en malhumor, en chistes de mal gusto para romper la tensión. Admitir eso, lo que quería sentir, era extraño. La miró esperando alguna reacción poco favorable por parte de ella ante su pequeña confesión.

-Pero si tu... quieres dormir...- Empezó. Después de todo, viendolo bien el suyo era un deseo egoísta.

"Ron..." Susurró y sonrió por lo bajo, aunque había un atisbo de amargura no era algo terrible, solo era el hecho de aceptar que quizá él lo que quería era un rato de calor humano.

Fue lento el movimiento, sabía que no era como las adolescentes que probablemente hacían malabares en la cama un poco más, aparte que esto no era sobre el sexo crudo y desalmado o un momento de satisfacción pasajera. Era sobre sentir y relacionar, sobre conocer en este largo proceso que era relacionarse con otra persona. Por eso se tomó el tiempo necesario, con la única mano libre en bajar los boxers, sin detenerse realmente en esos juegos absurdos de los adolescentes que si el tamaño o el espesor, tonterías de quien pensaba el sexo como simple herramienta superficial.

También con un poco de dificultad siguieron sus bragas, quedando olvidadas en algún rincón de las sabanas que ya ni siquiera los cubría porque el calor que generaban con sus cuerpos era suficiente. Eran movimientos lentos y medidos hasta poder volver a sentarse sobre él, sintiendo el roce de la sensible y ardiente piel.

"Espero me perdones..." Sonrió por lo bajo cuando pudo volver a inclinarse a él para capturar sus labios. "No soy de querer solo unas horas, así que probablemente me vuelva una carga para ti." Murmuró contra sus labios, enredando sus piernas con él.

Tragó fuerte, viendo retirarse aquellas dos piezas de tela, por un momento sintiéndose inhibido ante lo que ella pudiera pensar o decir. Pero no hubo risita, ni algún tipo de comentario, lo que borró parte del nerviosismo. El contacto directo de su piel contra su miembro le resultó dolorosamente placentero, completamente endurecido. Los labios de ella acallaron el jadeo de su respiración acelerada, cerrando los ojos, abrazándose a ella.

Sus palabras le hicieron abrir nuevamente los ojos. Quería intentar entender el sentido de aquellas palabras que había dicho. No los había dicho insultada, o enojada, o triste. Las palabras le temblaron un segundo en los labios. -Quiereme entonces por el tiempo que quieras...- Acarició con sus labios entreabiertos los de ella, humedecidos. Mantuvo su brazo enrollado en la cintura, recorriendo con la otra sus costados y las piernas que lo envolvían con largas caricias, volviendo asubir la mano hasta sus orejas, su cabello. Su lengua tanteó los bordes de sus labios antes de adentrarse, buscando el contacto con la lengua de ella, presionando sus labios que aún tenían un regusto a chocolate, aunque estaba seguro que no quedaba nada de aquel líquido en ella.

No pudo evitar la risa baja contra él al escuchar esas palabras.

"Eres único, Ron Weasley." Respondió finalmente olvidándose de los detalles, de su cuerpo herido, de su alma expuesta, de los miedos e incertidumbres, de como colapsaba este mundo a su alrededor cada vez que tenía que salir a enfrentarlo. En este instante era solo una chica de su edad, una mujer que apenas había salido de la adolescencia y que vergonzosamente se había fijado o quedado encantada en un hombre un poco menor pero que parecía lo suficientemente maduro como para tener paciencia aunque no siempre comprendiera las razones tras esta.

Y él solo quería ser querido, eso era algo que podía hacer. Tanto desnuda como vestida podía cuidar y querer, abrazar y besar. Siempre lo había hecho por todos, aunque no en esta forma tan íntima como lo estaba haciendo con él, porque con los otros no sentía esta extraña atracción que en este instante solo parecía impedir que razonara.

Unió sus labios, la lengua curiosa acariciando la de él, era extraño estar pegados, compartir calor, sentirse como el miembro pegaba contra su humedad baja, vientre contra vientre, generando suaves temblores interiores, como las costillas de él encajaban de alguna forma bajo las de ella que estaba posicionada para poder llegar a sus labios.

Enredó los dedos en los mechones pelirrojos, dándose tiempo, paciencia. Realmente no quería algo rápido y olvidable solo entregándose a la pasión del momento, así que acarició con sus dedos, los pómulos de él, esa leve sonrisa y la mezcla del sabor amargo de quien no ha comido en un par de horas con el dulce aroma del chocolate olvidado en la mesa de afuera, junto al fuego.

Le costó contener la risa y no poner los ojos en blanco ante aquella declaración. Aún así no pudo evitar el punto de orgullo y vanidad, fuera o no fuera cierto. En segundos entendió que no debía apresurarse, aún cuando el simple roce húmedo entre las piernas de ella y la presión suave de sus senos sobre su pecho ya lo estaba haciendo perder la cabeza.

Una combinación de inexperiencia y respeto hacía que no abusara de las caricias que podía realizar, sólo un par de veces llevó sus manos a su trasero sin poder evitar apretarlos entre sus manos, pero en seguida volvía a la cintura, a recorrer sus muslos con la punta de sus dedos en suaves presiones. Donde más cuidado aplicaba aún eran en la espalda, intentando evitar las cicatrices en un principio temiendo que le causaran dolor, pero poco a poco tomando algo mas de confianza, rozandolas con sus dedos de la misma manera que ella había rozado con sus labios su propias heridas, por pocas que estas fueran en comparación.

Estaba nervioso, inquieto, y sin darse cuenta se movia debajo de ella intentando acoplarse, apretando un poco fuerte cada vez que sentía la fricción de sus cuerpos, de las caderas moviéndose casi imperceptiblemente sobre él, tan sensibilizado que podría terminar explotando de un momento a otro.

"¿Quizá no me alcance el tiempo para quererte lo suficiente?" Sonrió cariñosa, una sonrisa en los labios que rozaban los de él, aun húmedos, aun apretados en agitación. Debieron inevitablemente respirar, no se puede uno olvidar ese detalle, todos necesitaban tarde o temprano de aliento.

Como ese aliento que llegaba a ella, alzó la vista para mirarlo a los ojos antes de acomodarse, la cabeza en el hombro de él, sutilmente moviendo las caderas, dejando que el peso descansara en él entre jadeos placenteros hasta que el movimiento que había comenzado sutil había inevitablemente escalado y causado un repentino movimiento cuando lo sintió en su entrada, la respiración entrecortándose con un gemido y debiendo bajar la cabeza, recostándose por completo entre los escalofríos placenteros.

No era la primera vez, pero debía admitir que era la primera vez que sentía placer, eso que todos hablaban pero jamás estuvo a su alcance, y era aun más curioso porque aun no había realmente una penetración propiamente dicha, sino más bien se estaban acariciando, explorando sus cuerpos, claramente los sonidos eran agradables cuando Ron pasaba y masajeaba su trasero, era inevitable desear más de esas caricias.

Lo vergonzoso y gracioso era que no sabía como decir que le agradaba que hiciera eso... la psicóloga se había quedado sin palabras.

Las palabras que le susurró, dichas con esa dulzura, despertaron en él con fuerza aquel sentido de protección. Y por un momento el temor se reflejó a sus ojos, un temor a algo nuevo, a algo distinto: perderla. ¿En qué momento aquello había cambiado con tanta fuerza, a tal punto que su abrazo y sus caricias se convirtieron en gestos desesperados de protegerla, de cuidarla, de retener contra su piel todo lo que ella era? Sus labios apresaron los de ella como si quisiera regalarle en ese instante toda su energía, toda su vitalidad, y alargar los años que ella quizás no tendría. Un escalofrío de intenso placer se extendió en todo su cuerpo al sentir los roces de su sexo contra el suyo, y fue consciente del temblor de ella entre sus brazos, de haber experimentado ese mismo escalofrío en el simple toque de sus cuerpos.

-No... pienses en eso... ahora...- Le susurró él a su vez, con voz quebrada. No quería pensar en tristezas, en la cercanía de la muerte, que volaba como un thestral sobre su cabeza. Ella le había ofrecido borrar sus pesadillas esa noche, a cambio él haría lo mismo. Quería, con toda su alma, que se sintiera viva. Y entre besos pausados, entre caricias cuidadosas pero cada vez más intensas, se movió dentro de ella, avanzando centímetro a centímetro en su interior hasta que un jadeo de placer escapó de sus labios, posando su mano en su mejilla, sintiendo el cosquilleo de sus cabellos sobre sus dedos.

Los labios se separaron en ardor, ese suspiro eterno al separar los labios, el cosquilleo en la piel sensible que apenas atinó a asentir ante el pedido, sintiendo como las pupilas se dilataban levemente, quizá un reflejo de lo que era en realidad, pero su cuerpo, tan tembloroso, se sentía como una hoja que podría ser amoldada ante los deseos de él.

Solo necesitaba sentir que no fallaba, que podía hacerlo... y no lo dudó. Dejó que él manejara la forma en que se unían lentamente, descendiendo, amoldándose entre los jadeos desesperados, entre la necesidad de más, una necesidad que recién estaba conociendo y que no podía evitar expresarla. Era como si en ese instante en que él se abría camino por su cuerpo ella perdía más la inhibición y los miedos a no ser exactamente lo que él deseara.

Puede que mañana no lo fuera, puede que mañana no deseara saber más nada de ella, pero era una mujer madura como para afrontar el plato cuando tocara afrontarlo. De momento lo único que había en su mundo era él y esta agradable sensación que se esparcía por todo su cuerpo a cada roce con él, a cada sutil movimiento, soltando un gemido por lo bajo, sabiendo que quizá estaban siendo suaves, pacientes, cosa que podría no ser el deseo de él precisamente.

"Sostenme." Pidió por lo bajo... Siempre le había costado alejar los demonios durante momentos íntimos y confiaba que el calor de su cuerpo lograra hacerle olvidar por completo el estado de su cuerpo ya que realmente no parecía haber forma de recordar algo que no fuera su nombre en este instante.

Se sentía vibrar dentro de ella, la mente corriendo a mil por hora hasta que sólo quedaba un zumbido tan bajo que ahogaba todos los sonidos a su alrededor, el crepitar de la chimenea, el movimiento de las sábanas, el suave rechineo de la cama en el momento en que rodeó el cuerpo delgado de ella con su brazo, sintiendo su vientre contra el suyo, sus piernas presionadas a sus costados; su otra mano se amoldó a su cintura, sosteniéndola contra él de manera tan completa. Sólo sobre aquel zumbido resaltaban cada sonido que emitía el cuerpo de Lynnea, cada jadeo de ella, cada suspiro, cada gemido. Jamás se le había ocurrido lo excitante que era ser la causa de aquella pequeña sinfonía, que no hacía más que animarlo a más, a escuchar más.

Volvió a unir sus labios un segundo más, respirando a través de ella, la adrenalina corriendo por sus venas, y aquel temblor corporal por la tensión al resistirse aún a dejarse llevar, por miedo a que por su inexperiencia todo acabara tan repentinamente como había empezado. La miró a los ojos, oscurecidos por el deseo, y sosteniendo con ambas manos sus caderas, tentó un primer movimiento, un embiste suave, intentando interpretar por la mirada si estaba bien.

El primer movimiento fue raro, incomodo, aunque trajo una sensación inexperimentada, como si el deseo que sentía de repente cobrara vida, forma de sostenerse, de sentir, de ver...
Era escalofriante, su cuerpo sentía como si tuviera vida nuevamente, algo que le asustaba de sobremanera y le extasiaba en otros niveles que iban más allá del tema físico.

Suavemente se sentó sobre él, las manos sosteniéndose de sus brazos sin poder evitar la mirada intensa. Sus labios estaban separados para poder respirar, no había aliento que le bastara, quizá no fueran gemidos descontrolados o gritos, pero cada suspiro de placer era sincero, cada temblor, cada roce, el deseo y el placer en su mirada cuando finalmente pudo acomodarse y comenzar a moverse.

Un paso suave, rítmico y compartido, como si tuviera todo el tiempo del mundo y quisiera alargar ese momento todo lo posible, mejillas sonrojadas en una explosión de color que probablemente nunca había visto su rostro al igual que el brillo de sus ojos y el rojo pasión de sus labios húmedos y deseosos lamentando la distancia, pero entregandose en ese pequeño movimiento de respuesta, lento... esperaba que él no la odiara por establecer un paso tan relajado, quizá... quizá él quería algo más...

Así que soltó el agarre que tenía, posando las manos en el vientre de él, esperando, dejando que él decidiera si quería que fuera más rápido, más fuerte...

No importaba a nivel personal la verdad... este momento era quizá el más agradable en mucho tiempo, así que no pudo evitar la sonrisa que probablemente se vería descolocada para el pobre Ron. No podía jurar amor eterno porque temía no tener una eternidad, quizá ni siquiera amor porque no habían compartido tanto tiempo juntos como para sentir algo así, especialmente viniendo de alguien que jamás había sentido una emoción tan fuerte como esa que decían podría hacer lo imposible realidad, pero si ese sentimiento cálido que se expandía por todo su cuerpo y le hacía vibrar con él, la misma adrenalina recorriendo sus venas, los mismos latidos mientras compartía entre dulzura y pasión su cuerpo.

De su garganta escapó un gruñido suave al verla y sentirla incorporarse sobre él, dándole una perspectiva del cuerpo delgado, blanco como nieve. Sus manos se aferraron a sus caderas por un momento, y un bombeo de adrenalina se extendió por todas sus extremidades en el instante que Lynnea empezó a moverse sobre él. Jadeó, la respiración intentando acompasarse al ritmo de sus movimientos; su instinto aún adolescente le llevó a bajar los ojos hacia los senos que se bamboleaban muy levemente, subiendo una de sus manos para tocarlos, acariciar los pezones que resaltaban en esa piel tan clara, que sin embargo comenzaba a tomar un tono cada vez más cálido por el flujo de la sangre.

Tragó fuerte y se obligó a subir la mirada al rostro de ella, el rostro enrojecido por las sensaciones que lo estaban invadiendo con tanta rapidez, y descubrió un brillo en la mirada de la mujer que no había visto antes. Pasó la punta de la lengua por sus labios, y le devolvió la sonrisa, quizás la más cálida hasta ahora, nervioso, excitado, comenzando a sentirse un poquito eufórico. La presión de su mano en su cadera se hizo un poco más fuerte, pero no la instó a ir más rápido. Aquel ritmo estaba resultando dolorosamente placentero, pero estaba seguro que si aumentaba el ritmo, se dejaría llevar demasiado rápido. Debía concentrarse en respirar...

Se tomó su tiempo en tener un paso tranquilo, cuando se sintió segura fue recién que comenzó a dar un paso más rápido, aun relajado pero dejándose poseer por esos escalofríos, el temblor de su vientre que le indicaba la tensión, el placer, ese que trató de contener por un momento, avergonzada de por primera vez sentir algo como esto y a su vez demasiado agradecida de que esta persona, este chico no tanto más chico que ella misma, le hiciera experimentar algo nuevo, lejos de los oscuros rincones de la mansión Edwards perteneciente a su difunto esposo y actualmente abandonada ya que ella había preferido regresar a la tanto más habitada Mansión Yúriev de su hermano.

Los jadeos eran cada vez más descontrolados... al principio pudo ahogarlos en suspiros y susurros sin sentido, pero cuando las manos estaban probando los senos, los pequeños bultos de placer llevaron electricidad por su cuerpo, causando que se arqueara levemente en un gesto de placer.

Con tranquilidad que no sentía ya que su cuerpo parecía haber entrado en una revolución nunca antes sentida, tomó las manos de él, besando la palma de su mano, la frotó contra su rostro, una necesidad no solo del crudo sexo sino del cariño de otra persona. Le pidió que lo quisiera y lo haría con todo su cuerpo durante el tiempo que durara, un leve gesto de la cabeza, un mensaje silencioso para que supiera que confiaba en él, que podría hacer lo que deseara ahora que ya conocía, se sentía segura.

La mano libre lentamente, con un cuidado que no sabía si debía aplicar recorrió el cuerpo de él hasta la cadera, tomando la mano de él que le sostenía con firmeza aun en la cadera para obligarle a no temer, a agarrar la carne que allí permanecía, un siseo placentero entre los labios seguido de un gemido.

La cacofonía de gemidos, siseos y jadeos habían envuelto por completo sus oídos, sin darse cuenta que algunos de aquellos sonidos provenían de él mismo, vibrando a cada movimiento de ella. Sus labios se sintieron cálidos sobre la piel de su mano, y el deseo de besarla se incrementó. Aquella invitación de ella a apretar con más fuerza su cintura lo hizo erguirse sobre la cama, bajando la mano hasta el colchón para servirse de apoyo, mientras acercaba de nuevo su cuerpo a de ella. La mano en su cadera se apolló en su baja espalda, rozando con dos de sus dedos sus glúteos, para empujarla levemente contra él, hasta que tuvo su cuello y sus senos cerca. Besó su barbilla delicada, alcanzó su labio inferior con una suave mordida, y anidó en su cuello, en su clavícula, bajando hasta el valle entre sus senos, comenzando a recorrer con su lengua las colinas redondas.

Probó el sudor que había comenzado a impregnar la piel pálida, y fue aplicando pequeños mordiscos, aún a sabiendas que en ella dejarían marcas visibles, pero sin poder contenerse.

El cambio de posición le hizo estremecer, su centro ajustándose, apretando instintivamente contra él, debiendo cerrar los ojos para acallar un momento el relampagueo que nublaba su mente. No deseaba que todo terminara tan rápido pero su cuerpo inexperto en estas sensaciones reclamaba que quería quebrarse, liberarse en cualquier momento.

Esta nueva posición no era tan cómoda, pero era de por si mucho más satisfactoria, podía sentir el cuerpo de él contra el suyo, la sangre caliente de sus venas mezclándose a través de piel ardiente, sudor, se sentía en cierta medida pegajosa, abrazándose a sus hombros, sintiendo los labios recorrer su piel, probarla y por un momento se sintió...

Se sintió hermosa, era vergonzoso admitirlo, pero se sentía así, exuberante, extasiada, se sentía deseada y no era solo un tema de este momento, el como sus manos la rozaban y lentamente perdía ese control, esa delicadeza para tomarla, para sentirla, besarla, morder su piel.

Por eso se abrazó, se aferró a sus hombros para poder seguir moviéndose, para que sintiera lo que le hacía, porque realmente tampoco sabía como mantener un control sobre si misma, solo sintiendo el roce en su labio inferior antes de atacar su boca con hambre, deseosa, impaciente, aunque no sabía porque... no sabía que esperaba además de este encuentro donde estaban enredados, las uñas cortas y cuidadosamente tratadas para no romperse se enterraban en la piel dejando rasguños allí por donde pasaban, algo posesivos e instintivamente tratando de marcar propiedad.

La respiración no alcanzaba, compartían aliento prácticamente y a su vez no podía siquiera pensar en alejarse, por el contrario, a cada movimiento parecía querer fundir más sus cuerpos, cada beso en su piel, en un movimiento descendiendo sus labios sobre la piel de Ron, sobre su cuello, lamiendo su sudor antes de morder para ahogar sus gritos al sentir como su cuerpo se contraía en torno a él.

Si en algún momento la mente le había estado funcionando, en ese preciso instante se apagó por completo. No supo exactamente que fue; si las uñas arañando su espalda, su lengua y sus dientes recorriendo su piel, la presión de sus vientres, sus senos contra su cuerpo, o aquella contracción alrededor de su miembro que le sacaron un gemido gutural. En esos segundos olvidó cualquier miedo a que el cuerpo delgado de Lynnea fuera frágil, su mano recorriendo su espalda con insistencia, devolviendo aquellos besos carnívoros, aspirando el aliento cálido y el olor a sudor y sexo de su piel.

De nuevo sintió las contracciones alrededor de su miembro, que iban aumentando en ritmo, presionando, liberando, mientras ella subía y bajaba... Sin estar seguro como, se empujó con la mano para quedar sentado en la cama, para poder abrazar con ambos brazos la espalda desnuda de aquella mujer, sintiendo que no podía resistir un instante más. Mordió su cuello mientras de su garganta escapaba un grito de placer que quedó acallado en la piel de Lynnea, el calor escapando de su cuerpo para depositarse en el vientre femenino. Y al instante toda la fuerza lo abandonó, dejándose caer de nuevo sobre el colchón y trayendo el cuerpo de la profesora con él, aún apretado a ella, jadeando y mirándola sin ver por completo. Sus labios se movieron como si quisiera decir su nombre, pero ninguna palabra llegó a salir, como si temiera romper el silencio solo interrumpidos por el suave jadeo.

No sabía si hermoso era una forma de describir la sensación que recorría su cuerpo con violencia. Era solo un momento, o mejor dicho, había rozado esa cumbre de sin sentido donde su mente y su cuerpo si alguna vez fueron la misma cosa o estuvieron unidos de repente dejaban de existir, algo simplemente en ella ajustándose para sentirse caliente por dentro, una humedad conocida pero que por un extraño momento se sorprendió que no sentía el asco o la repulsión que había llegado a sentir en otros momentos...

El sonido de sus labios era un gemido, aunque no sabía si había llegado a nacer ya que solo podía pensar en el calor que lo cubría todo, en los brazos de él y el como estaban tan cerca, tan pegados que el calor de su cuerpo la reconfortaba y acunaba, invitándola a unirse en esos siseos y sonidos que se mezclaban.

Claramente no era como él, no era esa sensación de rechazo, de asco, de desagrado... era una mezcla de satisfacción y la cumbre del placer, era simplemente... natural. Tan natural que en lugar de buscar separarse, se dejó caer entre sus brazos, la mano estirándose a un costado y palmeando a ciegas mientras buscaba las frazadas y sábanas, tirando hasta que los cubrió a ambos en esa posición, pegados, ella contra su pecho, sintiendo el cuello de él, donde le había mordido hacía no tanto, húmedo contra su frente, protegida allí, tapada pero sus dedos acariciando relajados el hombro de él.

Estaba... extrañamente bien.

Sabía que no amaba ni deseaba a su marido, al punto que cuando habían cumplido con los requerimientos en la noche de bodas ella posteriormente se había puesto su bata y había caminado a su habitación personal sin mediar una palabra más. Pero aquí estaba cómoda... quizá era porque confiaba en Ron, cosa que no hacía con Jared. Quizá porque esta era su elección, su decisión, recostarse sintiéndose cálida contra el pecho del alto joven... unos años más chico pero que ciertamente tenía mucha más masculinidad y ‘huevos’ que todos los hombres que habían tratado de hacerse un lugar en su vida...

"¿Estás bien?" Preguntó como si se tratara de un protocolo, tratando de esconder una sonrisa divertida en esa que más bien era el brillo de haber pasado una ‘buena noche’.

Sus brazos se mantuvieron alrededor del cuerpo de Lynnea, pidiendo en silencio quedarse así, dormir así de ser posible, aún cuando en ese momento se sentía demasiado despierto. No estaba cansado,y sonrió al pensar que realmente todo el trabajo lo había hecho ella. Le acarició la mejilla, la frente, el puente de su nariz. La respiración en su cuello le hacía cosquillas, pero no era desagradable. Como la brisa sobre la piel en un día de sol. Escuchó esa pregunta y muy poco le faltó para ponerse a reír. ¿Tan evidente era que aquella era su primera vez?

-Estoy bien.- Respondió con un tono suave, que asomaba la risa contenida. -¿Tú estas bien?-

Su pregunta era sincera, después de todo no sabía si quizás hubiera hecho algo que le hubiera incomodado. Fue entonces cuando se dio cuenta que hacía bastante que había dejado de pensar en las cicatrices en su piel. En ese momento ella era más que marcas, dolor, fragilidad y dulzura. La veía y sentía como un todo, y sus dedos que repasaban la piel de su espalda no dejaban de recorrearla por completo.

El suspiro fue soñador, quizá una muestra de lo que había dejado ver durante aquella charla, acurrucándose suavemente, retrayendo los brazos contra su pecho sin preocuparse que estaba sobre el cuerpo de alguien, por el contrario, encontrando confort en ese hecho, el latido rítmico de sus corazones le hacía temblar levemente, era un bombeo fuerte, insistente, tanto que podía sentir ese movimiento interno traspasar la piel del pelirrojo hasta dejar una vibración, un cosquilleo contra la piel en su seno, contra su pecho y hombro. Era algo interesante y le dejaba adormilada... tan adormilada... se sentía agradable.

"Perfectamente." Admitió con media voz sin desear moverse en absoluto. "¿Podemos quedarnos así un rato más?" Un rato más... o unas horas... quizá toda la vida estaría bien, aunque se imaginaba que no sería una imagen agradable para Odette si de repente la veía así con un hombre. Pero no importaba, de momento solo quería quedarse así, los dos juntos y tranquilos...

Si, amaba la tranquilidad y esta era especialmente agradable, la piel erizandose en cada lugar que él la rozaba, la sensación de plenitud y agradable placer que permanecía exudando de sus poros, ese olor que los rodeaba e incluso esa sensación de que las sábanas estaban un poco húmedas... su cuerpo estaba húmedo del sudor de ambos...

"Solo... espero que mañana no te arrepientas." Murmuró sincera, una parte lamentándose de la posibilidad de haber arruinado una perfectamente agradable amistad dejándose llevar por el deseo de experimentar tantas cosas nuevas que no podía comenzar a describir. "¿Deseas que apague la luz?" Murmuró, lentamente los dedos largos y delgados se estiraron, rozando la barbilla para obligarlo a girarse parar verla, pero no por verla en si...

Quería saber cuan dulces eran sus labios cuando estaba cansado, cuando... cuando había experimentado esto, fuera lo que fuera. Solo un beso, se decía a si misma, pero aunque el hambre de su cuerpo parecía haber cedido al agradable cansancio, sus labios no parecían haber abandonado el gusto de rozar y probar, pidiendo que abriera para ella, para probar su boca una vez más, con movimientos lánguidos y pacientes, casi parecía indicar cierta pereza en sus movimientos sin desear despegar realmente la cabeza de su hombro.

Los suspiros le hicieron esbozar una sonrisa, algo pequeña. Todo aquello resultaba sorpendentemente agradable; en parte, lo que más le asustaba era darse cuenta que hasta el momento no creyó que llegaría a suceder algo como acababa de vivir con alguien que no fuera... Y sin embargo, todo había parecido tan natural. Desde la manera en que sus cuerpos se habían acoplado, en que su olor lo había envuelto de forma excitante, en que se había sentido plena y completamente a gusto. ¿Había cruzado la fina línea entre la amistad, y algo más? No estaba seguro, y en ese momento no quería pensar en nada que pudiera destruír la burbuja de satisfacción que los rodeaba.

-Claro que podemos quedarnos así, todo lo que quieras... Después de todo, es tu cuarto.- La sonrisa se le hizo algo más amplia, un brillo travieso apareció en ellos un momento. -No voy a arrepentirme.- No importaba cuales fueran las circunstancias que lo hubieran llevado a ese momento con ella. -Aunque admito que no era precisamente como creía que terminaría la noche.-

Al escuchar las palabras respecto a la luz, negó con la cabeza; suavemente debido al estado adormilado que se encontraba sumida su mente, pero con vehemencia. -No, no lo hagas.- Temía que si apagaba la luz, de nuevo vería la expresión dolida y segura de Hermione, de saber que le estaba haciendo demasiado daño pero sin interrumpir sus palabras por ello. Pero había otra razón. -No quiero dejar de mirarte.- Su rostro respondió a los dedos en su mejilla, inclinándose de nuevo hacia ella para alcanzar sus labios, sin el apetito voraz del inicio, pero con la misma intensidad de haber compartido algo muy nuevo, y sorprendentemente maravilloso. Imprimió un sello de ternura, de agradecimiento, a aquella mujer que insistía en salvarlo cuando era él quién debía salvarla a ella.

Trató de reír, realmente lo intento...

Pero más bien salió un bufido entre incrédulo y divertido. No podía creer que quisiera verla, así con sus rasgos en parte de hada y en parte humana, unos pómulos marcados y si bien de rostro bonito, de cuerpo marcado por la misma muerte. Incluso sabía que probablemente en un par de horas se verían sobre su cuello las marcas del placer de él, las mordidas, los besos los tirones.

"Cierto, cierto... es mi cuarto, pero supuestamente tu no eres mi cama, pero si tu lo dices, hasta mañana de aquí no me muevo. Tampoco me arrepiento aunque probablemente mañana no sepa como hablarte porque no sabré que habrá sido para ti." Directa y al punto, después de todo, hablando se entiende la gente y era su deber explicarse para que le entendiera. Siempre era mejor ser un poquito directa de más que guardarse las cosas.

Bueno, también la euforia del momento ayudaba, el hecho de que quedaran así, relajados, besándose tranquilos y sin ningún apuro ayudaba, aunque ajustó los abrigos y se abrazó un poco más, tratando de robar del calor de su cuerpo para poder acomodarse y seguir descansando.

"Disculpa si fui un poco... ansiosa." ¿Ansiosa? ¿Era eso? Bueno, si... ella también había querido acariciarlo, poder tocarle y quizá guiarle si es que se sentía inseguro, pero no era como si hubiera planeado ‘Ir a la cama con Ron Weasley’ en primer lugar... ir a la cama con nadie de hecho, no estaba en sus planes.

"¿Quieres descansar o quieres que nos quedemos un rato más hablando?" Ofreció con un dejo de diversión, un leve ronroneo al sentir las pequeñas caricias que aun le hacía, ella misma olvidándose de las cicatrices finalmente y solo sintiendose, allí y en ese momento, sin siquiera haberse movido para separar sus cuerpos.

-Podemos hacer ambas cosas... menos dormir.- Respondió él por fin, haciéndole una suave caricia en la mejilla. -Prometí alejar tus pesadillas, y tú las mías.-

Volvió a morder con suavidad sus labios, respirando de ellos. Se separó un segundo, mirándola con algo de culpabilidad. -¿Es egoísta lo que pido? Creo que si, puede que mañana tengas que levantarte temprano, y no te quiero dejar hacerlo.- La abrazó, llevándola a recostar de nuevo su cabeza contra su hombro, a poner su mano sobre su pecho para que lo sintiera latir aún rápido, aunque no tanto como durante los instantes de adrenalina.


-Me gustas, Lyn.- Dijo. -Mucho. Y para mi esto ha sido una experiencia inesperada, y agradable. Me siento bien contigo, que puedo ser... yo mismo. No sé si me estoy haciendo explicar...-

Suspiró, llevando su mano hasta la cabeza de ella, pasando sus dedos entre su cabello. -Hay alguien... a quién quiero. Pero para ella no soy más que un amigo, y eso no cambiará. Quizás fue porque tardé tanto en decirlo. En abrirme. Por eso te lo digo ahora. Creo que puedo llegar a sentir algo muy profundo por ti, Lynnea Gammel. Y quiero que lo sepas ahora.-

"Tonterías... nos podemos quedar así cuanto gustes." En parte era mentira, ella solía levantarse temprano. A veces para poder comunicarse con la casa por la mañana antes de que todos salieran, otra opción era para caminar un rato y despejarse antes de un día movido. Pero que un día se quedara en la cama calculaba que no iba a matar a nadie (aunque por alguna razón se estaba imaginando a Mihail gritando por ella como cuando eran pequeños)

Sin embargo las palabras de él la sorprendieron, allí, bajo sus dedos latía un corazón fuerte, tan diferente al suyo que causaba pequeñas arritmias y cuando estaba tratado sonaba débil y se aceleraba si no lograba controlarlo en varias ocasiones.

Hasta ahora no se había sentido insegura, nunca había sido insegura porque sabía lo que era, sabía como era y principalmente, sabía cual era su destino, pero sin saberlo, él le estaba ofreciendo cambiar dicho destino y eso la confundía, porque sabía... sabía que él le gustaba y no hablaba como amigos precisamente. Le gustaba y le hacía sentir nerviosa a veces cuando estaba muy cerca, pero alegre y contenta cuando estaba cerca. Nunca quería que se terminaran las charlas y las tontas bromas gastronómicas que parecían compartir por el apetito compartido aunque ella fuera algo más delicada que él en la ingesta.

Tardó un momento, pero debió alzarse nuevamente, apenas, apoyandose para poder mirarle a los ojos, buscando en ellos y mordiendose sus propios labios en un gesto nervioso, encontrando sinceridad de parte de él y eso causando que se le acelerara el corazón nuevamente, debiendo tomar una bocanada de aire para tratar de explicarse.

"Ron. Yo... ¿Estás seguro? Quiero decir..." Se acomodó, el cabello blanco haciendo cortina, sintiendo los dedos de él recorrer las hebras plateadas y causando una sensación relajante y placentera recorrerle. "Te quiero, me gustas... y me agradaría ver a donde podemos ir juntos, pero... te recuerdo, vengo complicada y con cargas un poco pesadas." Trató de no profundizar en el tema, quería que él decidiera.

Su vida era corta, pero no era mártir, o al menos ya no más. Quería vivir y no rechazaría esto, no podría rechazarlo, era demasiado bueno y cuando las cosas buenas suceden uno no debe darles la espalda porque no se sabe cuando pueden volver a suceder. Era un nuevo mundo para ella el del deseo y el cariño, la calidez... por eso estaba observando a esos ojos verdes a la espera de que él le dijera si realmente podría aceptar averiguar que tan lejos se puede llegar, que es esto que compartieron antes de... lo inevitable.

Simplemente no pudo evitar la sonrisa tonta al escucharle decirlo: "te quiero". Y no venía acompañado por un "sólo como amigos". Era extraño que esas eran las palabras que esperaba escuchar esa noche, pero no de esos labios. Más extraño aún que no lo encontrara absurdo. A punto estuvo por preguntarle "¿De verdad?" y luego se dijo que sería una pregunta muy estúpida en ese instante LUEGO de habérsela llevado a la cama.

-En serio, quiero intentarlo. Que lo intentemos.- Terminó, con una sonrisa más llena de seguridad al ver que no estaba errando esta vez. -Ninguna carga es tan pesada cuando la llevan dos, y ya veremos que tan complicadas son estas complicaciones.- Dejó su mano sobre su mejilla, el dedo pulgar dibujando una sonrisa temblorosa en los labios rosa contra la piel muy blanca, instándola a seguir el ejemplo. -Te ves encantadora cuando sonríes.-

Se le quedó mirando un momento, realmente incrédula sobre esta conversación pero al sentir su dedo en los labios no pudo evitar obsequiarle con una sonrisa, una sonrisa que nunca antes había sentido que era de sincera felicidad. Pocos momentos de su vida habían ameritado para esas sonrisas tan sinceras y brillantes, era vergonzoso admitirlo, era extraño que todo fuera tan bien en su vida, no sabía a que dios debía agradecer, pero agradecía porque por una vez solo se sentía bien, se sentía ella y llena de esa felicidad inexplicable porque si alguien le preguntara ella sinceramente no sabría que decirle al respecto.

Incluso una risa apenas perceptible escapó de sus labios y los ojos se le humedecieron al tratar de contener su emoción actual.

Es que se sentía agradecida, por esto, por una oportunidad para sentir y querer y... y no tenía palabras para todo lo que deseaba decir porque uno no simplemente se enamora de un momento a otro, podía que esto fuera posible y tomara tiempo o que fuera rápido y fugaz, pero Ron Weasley tenía una ventaja que no tenía nadie más: Le hacía sentirse segura y querida. Incluso cuando no había pasado nada y solo hablaban como amigos, caminando él la abrazaba de la cintura para protegerla del frío. Esos momentos a pesar de ser amistosos se habían sentido íntimos y cuidados, eran cosas que no podía evitar valorar.

Así que rió y se secó la lágrima rebelde del rabillo del ojo antes de darle un suave beso y recostarse contra él nuevamente.

"Quiero creerte, pero creo que no me veo tan encantadora, más bien en este momento debo estar como una loca despeinada, pero no planeo moverme por un buen rato así que... me deberás querer como loca despeinada que soy."