To mend a broken soul (Lynnea) § +18

Confundido. No, no estaba confundido; Hermione no le había dejado la esperanza de sentirse confundido.

Fracasado. Si, aquello le sonaba más. Fracasado en lo único que quizás había creído seguro, aún cuando lo negara por tanto tiempo. Sería un auror mediocre, no era el más brillante de sus hermanos; se había enamorado de Hermione como un imbécil, y aún cuando sabía que ella merecía algo mejor que él, se había dispuesto a ser mejor, a ser la mejor elección de su vida. A que no se arrepintiera de haberlo aceptado, de haberse enamorado de él. Por Merlín, ¿cómo se podía amar a alguien de una manera tan estúpida, tan incondicional, y en un segundo caer en un abismo negro?

Desde el momento que atravesó el cuadro de la Dama Gorda, sin que la castaña lo detuviera, comenzó a andar sin un rumbo fijo. Podía subirse a lo alto de la torre de Astronomía y, ¿por qué no? lanzarse al vacío. Seguro que sería divertido. O meterse al Bosque Prohibido hasta dar con el nido de arañas. Eso sería épico, morir con su peor miedo. En el momento que sus pies se detuvieron, estaba ante una puerta a la que apenas le prestaba atención. Aritmancia. ¿Cuando fue la última vez que estuvo en ese salón? Apoyó su frente a la puerta, antes de comenzar a darse de cabeza contra ella, queriendo borrarse la memoria a base de golpes. Quizás si se atontaba lo suficiente podría olvidar el nombre de Hermione...

4 o'Clock
Never let me sleep
I close my eyes and pray
For the garish light of day
Like a frightened child I run
From the sleep that never comes

Era tarde, ¿para que engañarse? Era muy tarde, demasiado tarde, pero no podía dormir. No importaban los años, no importaba el tiempo que pasara, las pesadillas tomaban vida cada vez que llegaba la noche y el frío de las paredes de piedra comenzaba a calar entre sus huesos. No había donde huir, no había donde esconderse, o quizá si...

La única forma de no tener pesadillas es simplemente no dormir.

Una técnica mediocre de alguien que no tenía estómago para seguir enfrentándose a sus demonios por lo que simplemente había pedido café a los elfos, un café Noir, cargado, lo suficientemente fuerte como para asegurarse que no dormiría por un rato y por lo menos cuando estuviera agotada para no poder caminar más descansaría el sueño de los muertos, ese sueño que uno simplemente cae rendido, tan cansado que ni pesadillas puede tener porque la mente no está dispuesta a gastar energía en ellas.

Debería hacer suero para dormir sin soñar pronto, abusar de él era contra indicado, pero su cuerpo frágil necesitaba reposar sin incomodidades.

Grande fue su sorpresa en el instante que pasó la puerta de su recamara al aula para ver si al menos podría adelantar trabajo solo para escuchar unos golpes en la puerta, unos golpes insistentes y cargados de emoción lo cual le sorprendió ya que nadie busca a la Dama de Shalott salvo niños asustados que buscaban consuelo por lo que dejó la taza en el escritorio y caminó allí, abriendo la puerta y notando un cabello pelirrojo conocido. Con ojos plateados buscó, reconociendo que quizá no estaba tan equivocada y una persona en busca de consuelo había dado por error con su puerta.

"Ron..." Trató de llamarle antes de que se golpeara con el aire y causara una escandalosa caída doble.

Abrió los ojos, con la mirada algo desorbitada de los repetidos golpes en la frente, para mirar sin ver realmente a la mujer de cabello pálido. ¿Había pronunciado su nombre? No estaba seguro realmente, en ese momento no estaba seguro de nada excepto por ese intenso vacío que se había abierto cada vez más profundo en su interior.

Dio un paso tambaleante hacia adelante, llevando sus manos a las mejillas de aquella profesora demasiado joven. -Lyn.- Dijo, como respondiendo a ese llamado de ella para volver a la realidad. Pero él no quería volver a la realidad, una realidad donde lo había perdido todo en un par de palabras, en el instante en que Hermione había saltado hacia atrás, lejos de él, dejándolo completamente frío.

¿Tan dispuesto estaba a ser rechazado dos veces en una misma noche? Quizás. Quizás entonces sabría que el del problema, sencillamente, era él, y más le valía acabar con su vida antes de seguir siendo una carga para el resto. Quizás fue por eso que lo hizo, que inclinó su cabeza con los ojos cerrados, y acarició los labios de aquella mujer al principio con suavidad, antes de ganar algo más de confianza y presionar un poco más, con labios entreabiertos, esperando, quizás, que ella si aceptaría ese beso.

El beso le tomó de sorpresa, haciendo que abriera de par en par los ojos los cuales lentamente se cerraron como perdiendo foco, entregada a la sensación del momento, dudando un momento antes de responder el beso con suavidad y curiosidad antes de apartarse lentamente sabiendo lo que pensaría él de que hubiera terminado el beso por lo que tomó con una mano la ropa de él por las dudas de que tuviera toda la intensión de ‘besar y salir corriendo’.

Por alguna razón los labios se sentían como si la sangre se hubiera concentrado allí en un cosquilleo suave que no había sentido nunca antes y las rodillas temblorosas aunque por una vez podía decir con firmeza que no le dolían por lo que no era un tema de dolores realmente sino algo en ese segundo que compartieron.

Así que tosió por lo bajo sin separarse físicamente aunque hubiera separado los labios, de hecho... apenas estaba a dos centímetros de ellos como si una confirmación real fuera todo lo que esperara para poder disfrutar de esa agradable sensación compartida de nuevo.

"Ron. No sé que es lo que te trae tan... repentinamente a mi puerta. Realmente no es un rechazo, es el mejor beso de mi vida y fue solo un beso, pero no te ves bien, mejor ven dentro, quizá... ¿quieras reconsiderarlo sobre una taza de chocolate?" Una parte de ella vibraba porque realmente no lo reconsiderara, ¿cuantas veces tendría la oportunidad de experimentar este tipo de emociones? ¿De sentirse segura con un hombre? De realmente apreciar a su compañero en crimen.

No muchas.

Pero también, ¿que podía ella ofrecerle? Un camino de dolor y sufrimiento. No, ella era Lynnea Gammel, no iba a caer sin una lucha previa y ciertamente si él realmente quería estar aquí, ella no le negaría el hecho de que era más que receptiva a sus avances.

Con la mano que no lo retenía acarició la mejilla del pelirrojo como pidiendo que reaccionara y que viera realmente donde estaba y con quien estaba, no iba a aceptar que simplemente se perdiera en la nebulosa mental, guiándole dos pasos detrás para poder cerrar la puerta a su espalda.

Avanzó aquellos dos pasos, sintiendo la mano en su pecho y la otra en su mejilla, respirando un poco agitado por el atrevimiento de lo que acababa de hacer, pero aparentemente no completamente consciente de ello. Colocó su mano sobre la de ella en su mejilla, asintiendo a sus palabras aún cuando no terminaba de comprenderlas por completo, y la abrazó por la cintura con su mano libre. Frágil, delicada, demasiado pequeña entre sus brazos.

Fue parpadeando poco a poco, centrándose en los ojos de ella, en la mirada de ella, en sus mejillas pálidas que de repente parecían tocadas con un muy leve rubor. -Reconsiderar... chocolate... de acuerdo...- Logró decir, antes de volver a dejarse caer en sus labios, pues la cercanía de ella le estaba devolviendo un poco la cordura que había dado por perdida esa misma noche. Acompasó su respiración a la de ella, solo un instante más, un segundo más. Hasta que poco a poco fue saliendo de esa niebla, y todo el valor que le había tomado hacer aquello se desmoronó. Tragó levemente. -Lo... lo siento...- Su mano seguía en su cintura, seguía respirando su aliento suave. No estaba arrepentido de haberlo hecho, sino de hacerlo sin permiso alguno. La miró un poco asustado. ¿En qué estaba pensando? Aquella mujer había sido abusada varias veces en su vida, y ahora llegaba él y la besaba sin siquiera preguntarle si era lo que quería. De nuevo las palabras que había dicho se hicieron más claras en su mente, y volvió a parpadear. -¿Mejor beso? ¿De verdad?-

El suspiro al segundo beso fue notorio, apreciando el contacto en ese momento de confusión que parecía dominar al pelirrojo. Se sentía un poco sobrellevada por la situación, pero así como el primer beso llegó, el segundo se reafirmó, fue ella la que inició un tercer beso, sintiéndose vibrar, temblar pero deseando volver a sentir esa sensación de vida que nacía en sus labios y recorría todo su cuerpo, repartiendo pequeñas descargas eléctricas que se traducían en cosquilleos.

No pudo evitar ahogar unas risas bajas, de todo lo que podría preocuparse realmente lo único que parecía haber quedado grabado en la mente del pelirrojo era el hecho de que le había dado el mejor beso de su vida, vaya chico, realmente no sabía que pensar de la situación, por lo que mejor trataba de apaciguarle.

"Sh. No me trates como si fuera frágil, no estaría aquí si lo fuera. Ven, en la sala estaremos más cómodos." Aclaró indicando una puerta y tomando una de sus manos. Realmente no había notado como las manos de él prácticamente podían rodear su cintura si lo deseara, a pesar de no ser baja uno podía realmente apreciar la diferencia física de uno con el otro, llevandole a lo que era una pequeña sala de estar, solo una mesita de café, un sillón para dos personas y una chimenea que mantenía el ambiente cálido con una puerta a la habitación y otra al baño.

En la mesa había una tetera con chocolate, evidentemente Winky o algún otro elfo le había escuchado hablar a estas deshoras, uno aprendía a amar a los elfos de Hogwarts.

"Si, ha sido el mejor beso, solo hay que ver si quieres que me asegure, ¿no? Quizá si te vuelvo a besar pueda estar segura, ¿tu que dices?" Bromeó con esa sonrisa relajada. No era una sonrisa amplia y brillante como la de otras mujeres que no tenían preocupaciones en sus vidas, pero era sincera, resguardada y quizá algo temerosa de ser herida considerando que él jugó su carta y se animó y ahora le tocaba a ella jugar, quien se animaba solo que esperaba no salir herida o al menos que él fuera sincero con el que quería exactamente de ella.

Ya había sido follada en seco, sin sentimientos ni medidas, sin emoción alguna y sin satisfacción más que para cumplir o dañar, si era lo que necesitaba estaba dispuesta, pero estaba cansada de vivir sin poder ser receptora de emociones sinceras, de esas que no hacen daño.

Se dejó guiar hasta aquel salón que resultaba acogedor, con aromas agradables a fuego y chocolate. Casi podría pensar que estaba esperando a alguien. Pero no, porque no lo hubiera invitado a pasar, lo hubiera alejado del lugar. ¿Y si lo estaba esperando a él?

"Y el premio al egocentrismo va para..." Bueno, no exactamente a él. Quizás no esperaba a nadie, sólo había resultado en una casualidad. Una agradable casualidad. ¿Por qué entonces seguía sintiéndose tan perdido? No soltó su mano cuando tomaron asiento, como si el contacto con ella fuera su ancla con el mundo y evitara que cayera al vacío. Pudo esbozar una sonrisa ante su broma, acercándose más a ella, inclinándose un poco para no perder esa cercanía que tanto bien le había hecho en esos instantes. -Pues podemos intentarlo de nuevo, para estar seguros que no fue un golpe de suerte.- Medio sonrió algo más tranquilo, sosteniendo su mano entre la suya, acariciando sus dedos uno a uno.

Era evidente que no soltaria su mano en ningún momento pronto. Uno aprende a apreciar los gestos sutiles con el tiempo como el firme agarre y los pequeños temblores de los nervios que mostraba mientras parecia observarla y notar con quien estaba y donde.

'No soy de piedra, Ron. Pero tampoco de cristal, si llegas a dudar... '

Para ocultar la curiosidad que nacía debió girar para beber un poco de ese chocolate caliente en un vago intento de borrar el sabor amargo del café de la lengua, dejando por el camino esa sensación cálida y dulce que favorecía con tanta fuerza. Amaba el chocolate aunque no siempre podía consumirlo, por eso solía tener en stock pociones para proteger el hígado principalmente.

Sintió la caricia en su mano, haciendo que se girara a apreciar nuevamente al pelirrojo, lentamente avanzando los dos pasos que le separaban del hombre sentado para pararse entre sus piernas. Sin otra palabra que compartir bajando la cabeza para guiarlo con su mano libre en un cuarto beso tan diferente a los anteriores. Este no era corto sino que separo sus labios y pidió acceso a él, pidió que le dejara saborear de sus labios y compartir ese sabor a chocolate con él con suavidad y paciencia a la espera de que fuera quien le diera acceso. No deseaba imponerse, y no era algo dominante sino algo suave de quien estaba probando terreno.

El muchacho no pudo evitar sentirse seducido por aquella manera de mirar, de acercarse a él. En un segundo Lynnea estaba inclinada en aquella posición, aún sin soltarle la mano, y pidiendo permiso en silencio para convertir aquella unión de labios en algo más real, más tangible que lo que por unos instantes para él sólo había representado tinieblas de sinsentido.

Ron no sólo entreabrió sus labios a manera de respuesta, sintiendo el calor y el sabor del chocolate en los labios de esa mujer de cabellos pálidos y piel de seda. Era distinto, completamente distinto a nada que hubiera sentido antes. Los besos de Lavender eran demasiado empalagosos, a veces ni le dejaba respirar, y con mucho, mucho intercambio de saliva entre ambos. Los labios de Hermione le había sabido a gloria la primera vez, y le habían caído como piedra que lo hundía al fondo del abismo hacía... ¿media hora? ¿un día? ¿cuanto había pasado desde el momento que abandonó la Sala Común? Sintió su mirada empañarse. Así era como debió sentirse, esa extraña euforia que le estaba produciendo en ese momento aquella mujer que apenas llevaba un par de semanas conociendo: así debía haber sido ese beso con la castaña. Y eso apretó más el nudo en su corazón.

Sin violencia, pero con firmeza, puso sus manos en las caderas de Lynnea, para hacerla sentarse sobre sus piernas, acercar sus cuerpos más, y que ese beso no fuera solo de labios, sino llenarla también de caricias, con los ojos firmemente cerrados para evitar que las lágrimas corrieran por sus mejillas.

Entendió por un momento, Que si algo deseaba de él primero debería sanarlo, sanar el alma del pelirrojo acompañante, pero realmente ¿como podía hacerlo? Una parte sonrió ante la ironía de que una vez más el muerto se ríe del degollado, así que separó los labios con lentitud, dejándose guiar para quedar a horcadas sobre él, sentándose en sus piernas con lentitud solo para abrazarle, atraer la cabeza de Ron a su hombro y acariciar su cabello con sus dedos, dejando que los cuerpos se fundan en el abrazo de corazón acelerado y respiración entrecortada.

Sentía que vendía su sanidad en este encuentro. Casi podía percibir el dolor de él, pero no sabía por donde empezar para tratar de curar esa herida que le hacía tanto daño. ¿Será una mujer? Muy probablemente porque cuando llegó lo que buscaba no era una taza de té ni sexo fácil lo que había buscado sino que afecto. Afecto era algo que Lynnea tenía para dar aunque muchos creían que en su lugar no serían capaces. Sinceramente creía que al final del día... esto era lo único que podría dejar de herencia aunque a veces sentía que no alcanzaba, que nunca alcanzaría.

Así que lo sostuvo contra su cuerpo y beso su mejilla, su cabeza, ofreciendo confort para cuando decidiera si quería seguir o deseaba simplemente descargarse emocionalmente. Estaba aquí y no se iría a ningún lado, menos estando entre sus brazos y mimándolo de las formas que podía, acariciándole, besándolo y esperando por él.

Dejó escapar un suspiro sentido al abrazarse a ella, sentir sus dedos entre su cabello y la piel de su hombro contra sus labios. Sus manos que habían comenzado en su cintura, se movieron hacia su espalda, recorriendo aquel mapa de heridas que había visto en el ministerio a través de la ropa que la cubría, sin atreverse aún a retirar prenda alguna, aún cuando dentro de él una voz le decía que se sentiría más a gusto sin tanta ropa, si pudiera rozar la piel desnuda de la mujer que estaba frente a él.

La misma vocesita insistente que le había dicho que sería buena idea besar a Lavender frente a todos en la Sala Común.

Inclinó su cabeza para apoyar la frente en el hombro de Lynnea, mientras se sacudía en llanto contenido. Las mujeres al llorar se desgarran a gritos, sus ojos se achican y grandes lágrimas arrasan sus mejillas, en quejidos llenos de sentimiento. Para los hombres es más complicado. Ron, más que llorar de frustración, temblaba. Pero no hizo sonidos evidentes de llanto, sólo tomar aire por la boca porque no podía respirar. Soltó un par de veces la espalda de Lyn para pasar su mano por los ojos, volviendo a apretarse a ella. Sólo cuando los temblores empezaron a remitir, cuando la frustracion dio paso a la simple tristeza, se atrevió a levantar la mirada hacia la profesora de Aritmancia.

No podía hacer más que sostenerle fuerte, dándole espacio para desahogarse. Dándole un ancla, envolviéndole con su cuerpo, con sus brazos, sosteniéndole prácticamente arrodillada con las piernas a ambos lados de su cuerpo para que estuviera más cómodo. Cerrando los ojos tratando de olvidar una parte lo que debía estar sintiendo debajo de ese largo vestido de seda, tan simple que servía para camisón perfectamente pero tan fino que sabía que las sentiría allí, marcando su piel, hundiéndola en pesadillas al llegar la noche, ese miedo a dormir sola, a vivir sola cuando no había sol para protegerla.

Tardó un momento en notar que los espasmos del silencioso llanto había terminado, pero ella lo seguía sosteniendo con firmeza pidiendo que regresara a ella, aunque sea por la amistad que habían forjado en este corto tiempo que se conocieron de verdad ya que hacía al menos mes y medio se habían visto en el colegio pero recién hace dos semanas es que ella por necesidad había ido ante el ministerio para hablar.

Con cuidado bajó la mirada, los ojos plateados buscando en la mirada celeste del pelirrojo antes de besar su frente y apoyar la suya contra la de él con los ojos cerrados de resignación, con una ligera sonrisa en los labios.

"Supongo que debes estar cansado... ven, te dejaré en mi habitación. No es gran cosa pero podrás aunque sea atrapar unas horas de sueño." Murmuró de tal forma que sabía le había escuchado, pero aun sin moverse, esperando a que él decidiera si se iban a mover de allí. Pobre parecía que de nunca ir le había hecho recorrer todo el aula y la habitación adjunta. Pero aun así le ofreció una mano para que fuera con ella a la habitación que le ofrecía. Si, quizá necesitaban dormir y esto tendría sentido a la mañana.

-No... no creo poder dormir aunque lo intente...- Su voz sonó más ronca de lo normal, como si hubiera hecho un verdadero esfuerzo en forzar las palabras en salir. La idea de lo que vería al cerrar los ojos y entregarse al sueño lo aterraba. Subió la mano que no estaba enlazada a la de ella hasta su mejilla, que acarició a manera de reconocimiento, sus frentes aún unidas. Rozó la piel de sus labios sin labial, de sus mejillas sin rubor. Aquellos ojos de plata de contorno delicado, que no necesitaba de maquillaje para tener aquel aire de extranjeros, de venir de muy lejos.

-Lynnea...- Murmuró muy por lo bajo, como si fuera parte de un suspiro. Atrapó un mechón de plata entre sus dedos, enredándose en ellos sin tirar, solo para ayudarse a elevar esos centímetros faltantes para volver a sentir los besos sabor a chocolate y a euforia, a ternura y miel.

Este beso portaba un sabor diferente. Quizá porque no era a un fantásma que besaba sino que a ella. Se dio un segundo antes de responder, un segundo para suavemente separar los labios aun húmedos y suaves, aun dulces por el chocolate, haciendo uso de la misma paciencia que antes para descubrir, una mano acariciando su cuello mientras la otra aun se sostenía a él con dedos entrelazados, reteniéndole con ella.

Con lentitud se movió, la lengua curiosa tratando de reconocer la de él, el corazón acelerado ante el pensamiento de que quizá aun Ron no estaba del todo aquí y si bien había aceptado que no era a ella a quien buscaba en sus recámaras al menos esperaba que la reconociera, que realmente la reconociera como quien era y no como un sueño.

"Ron." Lo llamó por segunda vez esa misma noche aun contra sus labios, compartiendo el calor del aliento en ese beso que no quería terminar, de ser posible nunca aunque sabía que tarde o temprano debería hacerlo. Lo que no había predicho era el sonido que escapó de su cuerpo al separarse unos milímetros para hablar, una mezcla placentera que hacía sonar el nombre como un ronroneo bajo, sonrojándose al escuchar esas tres simples letras salir distorsionadas por el beso compartido. "Disculpa... decía en serio sobre el mejor beso." Comentó sonriendo contra él en un intento de cortar la tensión. "Prometo alejar tus pesadillas si alejas las mías." Ofreció una última vez de ir a la cama a dormir antes de cometer una locura de la que podría arrepentirse al día siguiente.

Aunque sabía, la vibración de su propio cuerpo cada vez que pasaba la mano por su espalda, por su cabello. Así estuvieran en la cama dispuestos a dormir, esto no sería solo un beso. No cuando había despertado esa necesidad que había creído muerta en su cuerpo.

Un escalofrío lo recorrió por completo al volver a escuchar su nombre en los labios de ella, un llamado a la realidad cada vez más fuerte. Siguió acariciando su cabello y su mejilla, como si terminara de pensarlo. Al final, volvió a asentir y colocó ambas manos alrededor de la cintura de Lynnea para ponerse en pie sin tener que separase. Podía dar gracias a los entrenamientos de guardián que lo habían hecho desarrollar brazos y piernas fuertes, pero también debía tomar en cuenta que Lynnea pesaba muy poco.

Con la mirada recorrió de nuevo el saloncito intentando ubicarse en tiempo-espacio. Si habían entrado por esa puerta, supuso que la otra puerta debía ser la habitación. Si hubiera tenido algo más de sentido común en ese instante, posiblemente sus orejas se hubieran enrojecidos al caer en la cuenta que efectivamente iba a entrar a la habitación de la profesora, donde habría una cama en la que estarían los dos, juntos. Empujó un poco la puerta con la espalda, teniendo las manos ocupadas, y se adentró con Lynnea.

La habitación no era tan diferente a la de los alumnos. Aunque era individual y solo una cama docelada se encontraba allí seguía siendo una cama grande para una persona llegando a las dos plazas con facilidad. La habitación en si poseía un tono celeste suave que estaba pensado para relajar nervios que solía sentir al final del día cuando se encontraba en esta habitación y sabía que el inevitable momento de dormir llegaría.

Era paciencia y amor lo que le tomó construir este lugar a pesar de no ser suyo y que los elfos hubieran ayudado tanto. Mucha paciencia y mucho amor encontrar la forma de crear un espacio donde por la noche no temiera que entrara alguien para dañarle. Runas cubrían el marco interior con su delicada caligrafía, la alfombra que había colocado al lado de la cama era suave y tenía más runas para ayudar con los dolores que podía a veces llegar a sentir y sobre la mesa de luz una delicada caja de música que recordaba momentos alegres de su infancia.

Había enredado sus piernas en él como podía por miedo a caer, no era baja, siempre creyó tener una estatura buena, o por lo menos normal cosa que era un milagro considerando que la desnutrición la tenía desde bebé casi y el cuerpo que tenía ahora era cortesía de ejercitarse para que los músculos la sostuvieran y comer como anima nueva cada que podía ya que su cuerpo constantemente luchaba por consumirse desde dentro. Realmente, si no comiera lo que comía ciertamente en este instante no sería más que el esqueleto que era su madre biológica.

Pero allí estaban, en la habitación con Ronald Weasley... ella en ropa de cama o lo que usaba de ropa de cama ya que la fina seda ameritaba más llamarse vestido, pero era tan delgado que prefería usarlo en la pivacidad de su habitación y él... vestido.

Cuando se hubiera detenido cerca de la cama con cuidado se soltó, para quedar de pie nuevamente, debiendo separarse un poco, no quería que quedara torcido.

"Está bien, Ron... solo dormiremos un rato." Murmuró tratando de convencerse a si misma mientras estiraba las manos, comenzando a ayudar para sacar la ropa del pelirrojo. Suponía que podría... ¿dormir en boxers? Fue solo un segundo que la mano tembló haciendo que apoyara la cabeza en el pecho de él y comenzara a reír por lo bajo. "Me siento como adolescente tratando de decir que no hizo nada malo."

Aunque. Si lo pensaba, ambos habían salido de la adolescencia hacía demasiado poco y probablemente ninguno pudo realmente disfrutarla dadas las circunstancias extremas que vivían a su modo.

Su mirada se perdió un instante en las paredes de la habitación, rodeado de runas y marcas que no podía reconocer, ni aún si le hubiera hecho caso a la clase de Runas Antiguas. Aún cuando seguía siendo el castillo, había algo entre aquellas paredes que le convencía de estar en otro lugar, un lugar seguro. Quizás era en realidad por la sensación de bienestar que le producía Lynnea, o que allí había algo más.

Puso sus manos malo a la espalda de ella, pasando sus nudillos aún algo adoloridos debido a la pelea con Draco, sonriendo un poco a sus palabras. -Es que... no estamos haciendo nada malo.- Y era cierto. Al sentirla responder a sus besos, a sus caricias, el temor a estar haciendo un incorrecto había desaparecido. Y su estado mental en el momento le impedía sentirse nervioso. Estaba... cansado, triste, si. Pero también curioso ante lo que estaba sucediendo entre ellos dos. Tomó las manos de ella, ayudándola a quitarle el sueter, uno de esos le hacía su madre para navidad, quedando con una camiseta blanca sin mangas. Ya la segunda parte le devolvió levemente el nerviosismo, y las manos le temblaron un segundo antes de quitarse el pantalón. Respiró profundo, subiendo sus manos a sus mejillas de nuevo, y una vez más la volvió a besar.

Sonrió, aun divertida y aceptando que quizá era cierto, no estaban haciendo nada malo ni nada de lo que avergonzarse. Eran adultos o algo muy cercano a adultos. No había nada de malo... ella no era inocente y lo que puede llamarse castidad virginal eso se lo habían robado violentamente hacía ya varios años.

Era algo que no podía evitar pero que igualmente podía intentar el disfrutar de la simpleza del momento, de compartir con alguien esto y por una vez sentirse... querida quizá. No se atrevía a decir amada porque no quería engañarse, Ronald Weasley había llegado llorando prácticamente a su puerta en busca de consuelo, no con una declaración de amor incondicional. Pero en este instante aunque pocos lo creyeran ella había tomado la decisión de hacerle lugar en su alma, quizá sanarlo si le dejaba con los restos que quedaban de la ‘Cierva Plateada’ que le llamaba aquel que dormía entre las arañas.

Aun tenía alma, aun tenía fuerza y quizá se sentía torpe al tomar una decisión apresurada como para ofrecerle lo que quedaba de ella a un chico... no, un hombre, que si bien conocía, no se puede decir que se conocían de siempre, ni sabía si podría tener un futuro ella misma.

No pudo evitar la leve sonrisa ladina al verlo solo en camiseta y boxers. Bueno, era guapo, indudablemente era guapo, si hubiera tenido la oportunidad de ser una adolescente normal en estos momentos estaría babeando por el suelo ya que el pelirrojo realmente se merecía un aplauso por como se mantenía aunque una voz en lo profundo de su mente le recordaba que era porque había tenido que vivir huyendo de un mago tenebroso que quería matarlo... por alguna razón esa idea le asustaba.

"Cierto... no hay nada de malo."

Fue lento el movimiento, el beso prolongándose mientras aceptando ese simple ‘no estamos haciendo nada malo’ se abrazó a él, las manos recorriendo lentamente la espalda, sintiendo esos músculos que en la posición ligeramente encorvada se marcaban sutilmente, la mano libre, ya que la otra por alguna razón siempre encontraba la de él, sea en una caricia o entrelazándose, buscando aferrarse a esa tela delgada, la franela que los separaba.

Respiró agitada, no queriendo separarse pero...

Uso la varita para apartar la sábana y los abrigos de cama, dejándola en la mesita de luz antes de moverse aun torpe por no querer soltarlo, entrando ella primero e invitándolo, mirándolo expectante como si en cualquier momento decidiera dar media vuelta y huir de ella. No lo culparía, ella misma temía ver lo que había bajo su ropa.

La vio recostarse a la cama, sin soltar su mano, invitándolo a seguirla. Se sentó primero, terminando de sacarse los pantalones y zapatos, antes de subir las piernas a la cama. Tragó, sintiendo ese cosquilleo en la base de la nuca, en la punta de los dedos, mientras volteaba hacia ella, mirándola de costado.

-Bueno... aquí estamos. Hola.- Dijo, medio sonriendo. Una de sus manos seguía enlazada a la suya, entre ellos dos. Con la mano libre, fue apartando los mechones de su cabello para dejar al descubierto su cuello largo y delicado, entreviendo parcialmente su hombro. Ya había visto sus heridas en la espalda, y en parte le aterraba enfrentarse de nuevo a aquella visión que le había llegado tan cruda en un principio, más aún al saber como habían sido realizadas. ¿Descubriría más heridas escondidas detrás de ese camisón? Otra parte de él veía esa piel blanca que asomaba apenas entre la tela, piel suave al tacto de sus dedos, seguro que si presionaba tan solo un poco, dejaría hematomas oscuras. Recorrió con los dedos el cuello del vestido, esperando el momento que ella le golpeara o lo mandara a dormir al sofá. Pero aún no lo había hecho, cuando su mano alcanzó el lazo que mantenía aquella pieza de tela cerrada. Levantó la mirada a ella, a sus ojos, mientras comenzaba a deslizar la cinta que soltaría el nudo.

"Hola a ti también, querido." Respondió con esa voz que pretendía ser seria restando importancia al momento, sin embargo, los labios inevitablemente se curvaron hacia arriba, sonriendo y sabiendo que si seguía aquí, dudaba que se arrepintiera, viéndole a los ojos, apenas un movimiento de la comisura de la boca, un desvío de los ojos, acercarse un poco más pegada para que pudiera tener acceso al lazo con facilidad mientras la tela se desprendía con lentitud.

Odiaba admitir que sentía miedo de la reacción de lo que pudiera ver debajo de su ropa. Era temor al rechazo, siempre lo tenía cuando se quitaba la ropa, incluso en la intimidad con su esposo quien si bien había aceptado lo pasado no podía siquiera mirarla con menos ropa que un camisón entero y bien colocado. Porque es cierto, no era solo la espalda. Las heridas se extendían en menor cantidad a los muslos traseros, su vientre tenía un par de cortadas y sobre su corazón había una herida punzante, una cicatriz en forma de cruz o asterisco más bien de quien ha clavado algo allí.

Pero él ya había visto la peor parte de su anatomía por lo que cuando la tela se deslizó para revelar parte de sus senos y ella con cuidado lo ayudó, quitándola por debajo para dejarla caer fuera de la cama y quedar solo con las bragas que cubrían su intimidad trató de no tener miedo. No era perfecta y su cuerpo siempre estuvo dañado. Había ocultado en suaves músculos sus costillas tras años de... bueno, comer y entrenar, era lo único que tenía. No era una deportista innata, pero sabía que necesitaba cada músculo que pudiera construir en ese cuerpo raquítico.

Al saberse expuesta esperó un momento antes de animarse a volver a tocarlo. Era como una guerra interna, realmente no quería avergonzarse y creía que no lo hacía pero luego caía en los miedos y volvía a empezar. Extendió su mano temerosa a la mejilla de él, temblando de pies a cabeza, consciente que por una vez podía decir que deseaba esto por mucho que fuera solo una noche entre los dos y al día siguiente él decidiera olvidar todo. Se sentía... extaciada, vibrante, y aun no habían compartido más que unos besos inocentes.

Realmente deseaba besarle ofreciéndole todo eso que se escondía en algún rincón de su ser. Pero esperaría un momento a que estuviera cómodo para mostrarle lo que sentía en este instante aunque solo fuera con un beso.

Contuvo la respiración un instante. Nervioso, pudo ver el temor en los ojos de Lynn, y la sintio temblar bajo su mano, que se había apoyado a su cintura. Eso fue lo que lo animó a comenzar el recorrido visual, haciendo un asentimiento demasiado leve para hacerle saber que no tenía que temer. Llevó la mano a la mejilla de ella, tocó sus labios con los dedos, y comenzó a bajarla por su piel. El cuello largo que sintió deseos de besar al rozarlo, las clavículas que resaltaban bajo su mano. Su mirada se detuvo en su pecho, encontrando la primera marca sobre el corazón. Respiró, posando sobre la cicatriz sus dedos, muy suavemente. De inmediato quiso preguntar, pero se abstuvo. Ya habría tiempo, o él así esperaba.

Desvió el recorrido hacia uno de sus senos, su pulgar moviéndose de forma circular sobre la aureola de rosa pálido, sintiéndolo endurecerse por el movimiento. Parpadeó, con un jadeo excitado contenido, antes de continuar bajando. Las heridas del vientre, más alargadas que aquella en su pecho, abiertas quizás con algún cuchillo de hoja más ancha. Ignorando aquello, era un vientre plano, formado por ejercicios, asumió. También recorrió aquellas heridas, queriendo saber y deteniéndose antes de preguntar nada. Llegó a las bragas, donde posó sus dedos sólo unos segundos. Aún no, aún no. Desde esa persfectiva, podía empezar a ver los inicios y los finales de las heridas en los muslos, pero por ahora no vería mas. Su mano reinició el recorrido hacia arriba, quedando bajo su seno, sobre sus costillas.

La había visto, y no se había horrorizado. Al menos, no lo suficiente como para apagar la excitación en su cuerpo. -Eres hermosa...-

No pudo evitar el jadeo, como si se hubiera ahogado en ese roce pecaminoso que recorría su piel, los dedos eran ásperos pero por alguna razón a su paso simplemente dejaban la piel erizada como si fuera inevitable prenderse en llamas ante el más mínimo roce. Esto era como morir de una forma que no hubiera imaginado antes. Si había vivido con miedo a la muerte toda su vida, ahora solo... si era esto no tenía miedo, de hecho, poco podría relacionarse así, pero quería su mente, su percepción alerta para poder sentir cada rose sobre sus pechos, lo tiesos de sus pechos bajo las administraciones del pelirrojo.

"No tienes que mentirme, Ron, no necesito que lo hagas, sé lo que hizo con mi cuerpo... pero estoy aquí. Estoy viva..." Respondió con una sonrisa, percibiendo el acelerado pulso del corazón que parecía querer salir de su pecho de a momentos. No pudo evitar unas risas, que trató de atajar antes que salieran para que Ron no las malinterpretara. "Lo siento, solo... se siente bien."

Esa frase quizá esperaba que él entendiera, no era solo la sensación de sus manos en su cuerpo lo que se sentía bien, era todo. Sentía el cuerpo encenderse, por una vez vivo, su propio corazón acelerado recordandole que no importa el pasado o lo que había sufrido hasta ahora, aun había fuerza para seguir luchando, para seguir adelante, el suave placer que ardía bajo la piel, era como replantearse aunque fuera por un rato la percepción del mundo macabro en el que había crecido desde aquel día.

Con sus manos ansiosas tomó la camiseta, obligando que levantara los brazos o le ayudara para retirarla, ella también quería sentirlo, sentir como era su piel bajo los dedos, besando los labios pero habiendo perdido algo de esa vergüenza inicial de quien duda sobre que esta haciendo, los labios carnosos buscando probar su piel, la piel del cuello, de la barbilla, pidiendo que se acomodara silenciosamente para que le permitiera explorar a ella también, quería que estuvieran en igualdad de condiciones, los dedos curiosos de ella queriendo sentir el cuerpo que solo tenía boxers. Solo en un momento realmente iluminado decidió por ponerse de costado, tomando el abrigo y cubriéndolos a ambos para que no tomaran frío a pesar de la desnudez parcial.

Por un segundo deseó nuevamente recordarle que no se iba a quebrar si hacía un poco de presión, prácticamente estaba temblando deseosa por sus manos en el cuerpo y ni hablar que ya la había encendido y no sabía si habría agua suficiente en el Lago Negro para calmar su ansia.

No estaba mintiendo, pero no le salió voz para replicarle. Un vago pensamiento de odio hacia el demente que había realizado aquellas cicatrices pasó fugaz por su mente, pero se borró con la risa suave de ella, con la mirada intensa en sus ojos. La ayudó a quitarse la camiseta, sintiendo la misma urgencia de ella quemándole la piel. No sentía frío, y prefería de repente que el fuego en la chimenea fuera más intenso que tener que estar cubiertos bajo el abrigo, pero de nuevo no dijo nada. Aquella era la habitación de Lynnea, de alguna forma sentía que esa noche ella sería quién impondría las reglas.

No fue consciente en como su mente ya había decidido que lo que pasara ese día, no sería cosa de sólo una vez.

Él mismo tomó la mano de ella para acercarla hasta sus labios, besando sus dedos delicados y sedosos, colocando la palma de su mano sobre su pecho, donde podría sentir el corazón acelerado, la respiración entrecortada, la piel en llamas. Su cuerpo no mostraba heridas como las de ellas, aunque si algunas evidencias de los sucesos en los últimos meses, sobretodo en su hombro derecho cuando por una "aparición" hecha a la carrera, casí había perdido el brazo. Esperó entre nervioso e impaciente que ella realizara también su reconocimiento de él, relamiendo sus labios que estaban repentinamente secos.

Fue suave, pero la firmeza de las manos de Lynnea era inexplicable hasta para ella misma cuando con la yema de los dedos comenzó desde arriba, redibujando cada ángulo, cada curva comenzando desde los ojos y bajando por los pómulos, la mandíbula, los labios delgados y podría apostar que sensibles en este momento poseían unas suaves curvaturas que hacían parecer que estuviera permanentemente sonriendo, enrojecidos por los besos y algo húmedos, el cuello se sentía firme bajo sus dedos, estaba hecho de alguien que se había acostumbrado a hacer esfuerzos aunque no sabía que clase de esfuerzos exactamente claramente podría imaginarse con todo lo ocurrido en los últimos dos años. De hecho, todo en él gritaba sobreviviente.

Los hombros eran anchos y en comparación a ella sentía que fueran casi el doble que su cuerpo aunque sabía que era meramente una exageración. Una cicatriz en particular le llamó la atención, grande, gruesa y algo cruenta, aun parecía poseer algo de rojo debajo de la superficie y bajo sus dedos se sentía lisa por completo, inflamada, así que con la misma paciencia que él había visto las suya, ella rozó y besó esa cicatriz, ahogando la curiosidad con la esperanza de que algún día pudiera contarle que había ocurrido, no los cuentos de los libros de historia o las revistas, sino realmente que había pasado con Gran Bretaña.

El pecho, sus labios fueron los que dibujaron el camino desde las clavículas hasta su vientre, deteniéndose al notar el boxer y solo bajándolo un poco para satisfacer la curiosidad de rozar y acariciar la cadera pero aun no... había una noche larga y si bien llegarían a esa instancia, no quería que fuera sobre la crudeza del sexo, esa la conocía, no quería más de lo mismo. No, lo que quería era todo lo otro que le habían negado hasta ahora y el cuerpo de él, las ansias, los roces y caricias se lo estaban ofreciendo.

Recorrió de regreso, buscando sus labios para ahogar el gemido que había creado de solo rozar la piel ajena de esa forma tan íntima, sabiendo que no era rechazada aunque fuera algo tan repentino como curioso el momento.

La respiración se le aceleró ante los roces en su cuerpo, de repente sin saber que hacer con la mano libre mientras se dejaba recorrer en esa especie de reconocimiento corporal. Su miembro reaccionó de inmediato ante la cercanía de esas caricias, haciéndose notorio en el boxer mientras jadeaba y levantaba los ojos hacia la pared, intentando controlarse antes que ocurriera algún "error de principiante". Por suerte la mujer de cabello de plata había vuelto a subir hasta sus labios, que él se apresuró a besar y morder muy suavemente, aunque con bastante más intensidad que minutos antes.

Su mano se posó en la espalda de ella, con cuidado apenas se hizo presente la textura de las cicatrices. Fue bajando sus dedos en curva perfecta desde sus omóplatos hasta sus caderas, manteniéndola allí un instante, su pulgar presionado en esa línea que separa la pelvis de una de sus piernas, en ese borde del triángulo de tela que cubría la entrada a su cuerpo. Separaba sus labios de los de ella de vez en cuando para respirar, absorbiendo su aliento dulce que invadía sus sentidos con intensidad. Con algo más de confianza, atrajo la pierna de ella para que enrollara su cintura, volviendo a dejar escapar un jadeo al presionar su miembro al cuerpo de ella, aún con la barrera de la tela entre ellos. Se separó de sus labios, recorriendo con los suyos desde la comisura de su boca hasta su hombro, sobre la clavícula, mordiendo la piel blanca quizás con algo más de fuerza que lo que había pensado en un principio, lamiendo el área con suavidad, presionando con sus labios antes de volver a empezar.