Agua fría {Dennis}

A penas llevábamos 8 días en el castillo, el profesorado estaba ocupado intentando convencer a los padres para que dejaran estudiar a sus hijos en la escuela. En ese momento me alegré de estar lejos de Astria, hacía años que no la llamaba madre.

Todas las habitaciones donde me gustaba relajarme y debatir estaban ocupadas, la maysioría con llantos. Era complicado pasar página en ese lugar, en el escenario de la batalla.

Me incorporé de la cama y me coloqué bien el camisón, sabía lo que necesitaba. Me puse la túnica por encima y salí de la sala común en dirección a las puertas del castillo. No era demasiado tarde como para que estuviera Filch rondando, ni lo suficientemente temprano como para que el resto de los alumnos deambularan por ahí. Escuché unos sonidos así que me escondí tras las gárgolas de la puerta, dos chicas de Hufflepuff estaban consolando a una Ravenclaw. A los pocos segundos se perdieron de vista, continué con la cabeza agachada y llegué a los terrenos.

Me quité la capucha nada más notar la brisa, amaba sentir el frío de la noche revolotear mis cabellos, sonreí y caminé hacie el lago. Al cabo de unos minutos ya me encontraba vislumbrando el oscuro mar. Sin pensarlo dos veces me quité los zapatos y tiré al suelo la túnica, necesitaba notar el agua helada en mis pies. No me preocupaba que nadie me viera pues el camisón estilo abuela que llevaba me tapaba lo importante.

Off-Topic:

El lago. Me llevaba recuerdos bonitos. De como me había caído a él el día que había llegado a Hogwarts y el calamar gigante que había puesto de nuevo en el bote. La gente solía temer al gran animal. Pero a mí me había salvado, y aunque sé que cualquier otro mago hubiera podido hacerlo, lo hizo el calamar. Por eso a veces iba a las orillas del lago y me quitaba los zapatos y dejaba que mis pies se mojaran con el agua helada y respiraba hondo. Siempre acompañaba a Colin a ese lugar, para ver si lograba sacarle una foto al Calamar. No lo logró nunca. Sólo tiene una instantanea mal revelada en la que se ve un téntaculo. Quien iba a decir que al Calamar no le gustaban las fotos.

Me acerqué al lago, desesperado por tranquilidad, pues desde que estaban chicos nuevos en Gryffindor, era casi imposible encontrar un poco de ella. Simplemente quería calma, meter los pies al agua, dejar que el viento desordenara mi cabello y la noche se llevara mis recuerdos. Pero esos no se iban, estaban allí y había aprendido a vivir con ellos, Andrómeda me había enseñado.

Sin embargo, cuando llegué ya estaba alguien allí. Y yo pensando que estaría solo... Era una chica, con un camisón larguísimo y seguramente de su tatarabuela. Sonreí.

-Disculpa... -empecé-. Hola...

Metí poco a poco mis pies, deseaba grabar ese momento en mi memoria. Es cierto que ya lo había hecho muchísimas veces los años anteriores, pero esta vez era diferente: todo había cambiado.

Si me hubiesen preguntado tres meses antes, habría respondido que estaba segura de que no volvería a estar ahí, notando la brisa alborotar mi pelo, escuchando los gritos de los Grindylow o asustándome cuando el calamar gigante me pillaba por sorpresa.

Cerré los ojos, algunos cabellos se cruzaron por mi rostro, me remangué el camisón sin lograr que no se mojara y lo hice: sentí ese agua helada, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Solté el camisón sin darme cuenta, haciendo que éste se mojara, seguía con los ojos cerrados justo cuando escuché una voz. Me giré buscando de dónde procedía y prometiéndole a Merlín que si me libraba de esta no volvería a saltarme las reglas.

-¿Hola?-no conseguía ver de dónde había venido esa voz, ¿quizás me la había imaginado?

Me aparté un mechón de los labios mientras fruncía el ceño.

-Hola...-repetí, una silueta se acercaba.

Vi a la chica, una Ravenclaw un año mayor que yo, la verdad es que nunca habíamos coincidido demasiado porque su mejor amiga era una estirada de Slytherin. Bueno, no estirada, pero eran uña y carne. ¡Uña y carne! No sabía realmente su nombre ni nada por el estilo.

—Disculpa, creí que estaría sólo este lugar —respondo—. Vengo aquí a pensar, a veces...

Me saco los zapatos y los dejo a un lado antes de meter los pies en el agua.

—¿También te saltas las normas y vienes cuando se supone que no puedes?

Suspiré de alivio al ver que era un alumno, uno de Gryffindor al parecer.

-Sí-dije asintiendo-Entonces no soy la única...

Caminé hacia el chico sin que me importara el horrible camisón que llevaba. Me daba curiosidad saber quién compartía mi gusto por el agua helada a esas horas.

-Soy Aria-me aparté el pelo de la cara sonriendo.

—No… —sonrío.

La verdad es que nunca había conocido a otra chica que anduviera por allí a esas horas. ¿Qué atractivo podía tener el lago negro a esas horas? Pero para él lo tenía, le gustaba el ambiente, el agua fría en los pies… Se siente muy bien. Me da paz, tranquilidad… A veces incluso aparece el calamar gigante y saca uno de sus tentáculos. En el fondo, ese calamar es un incomprendido que salva niños que se caen del bote. Como yo.

—Dennis —le respondo cuando se acerca, quitándose el pelo de la cara—. ¿Vienes por aquí a menudo? —pregunto por cortesía, sintiendo el agua fría en los pies.

Llevaba el cabello largo que a momentos ocultaban el azul de sus ojos. No parecía importarle el que sus pantalones se estuvieran mojando al acercarse al agua. Eso me gustaba.

-Demasiado-admití sonriente -¿y tú?

Suponía que el león respondería que no, pues en estos años no me había encontrado más que con algunos enamorados demostrando su amor.

—Venía a veces —le respondo—, aunque no siempre a esta hora…

Demasiadas parejas dándose amor en ese lugar. ¿No les resultaba incómodo? Digo, el pasto y el agua podían meterse en cualquier lugar además de que el calamar gigante estaba cerca. Y tenía un extraño sentido del humor...

—Ahora vengo cuando no puedo dormir.

«Lo que viene a ser casi siempre»

—Lo sé, es precioso. La primera noche en Hogwarts me asomé demasiado al agua y acabé mojado de pies a cabeza... —le cuento. Seguramente conoce esa historia. Todo el mundo conoce esa historia y si no la conocen le pueden preguntar a cualquier como entré al gran comedor con el abrigo de Hagrid.

Sonrío ante el recuerdo, pero luego escuchó su pregunta.

—Los recuerdos... —respondo—. Eso es lo que no me deja dormir en lo absoluto.

Al parecer dentro de un tiempo me convertiré en una leyenda de Hogwarts o algo así. Todo el mundo conoce la historia del chico que se cayó del bote y fue devuelto por el calamar gigante.

—Sí, ese fui yo... —imita a le perfección la voz de Filch. Da risa, pero sólo me hace sonreír un poco de lado—. No hay problema. Para variar una persona que me trata normal no está mal, Aria. Digamos que lo perdí todo en la guerra... —suelto—. Y que los buenos recuerdos duelen tanto como los buenos, así que vengo aquí.

Aunque bueno, había algo que no me quemaba por dentro. Algo que incluso me hacía tener una vena optimista.

—Sí... y siempre es bueno despejar la mente.

A mí no me la despeja del todo, pero si me calma. Me deja dormir más fácilmente, me borra un poco el dolor de la pérdida qué cargo y me recuerda que debería estar haciendo.

—¿Un Grindilow? Son feísimos... Creo. He visto algunos, pero el año pasado no había casi ninguno... —suspiro—. ¿No estuviste aquí o sí?