Casting Dennis Creevey

—¡Colin! ¡Colin! —gritaba su nombre, buscándolo. Yo sólo no tenía a donde ir, no podía aparecerme, nada. Además, Colin me había dicho que lo esperara escondido, que él y Peakes iban a pelear dijera lo que dijera la profesora McGonagall. Que los mortífagos nos habían quitado a nuestros padres y él se iba a cobrar el favor. Nada más de imaginarme a Colin peleando con adultos experimentados en magia negra me daba un escalofrío. Me daba un montón de miedo—. ¡Colin! ¡Colin!

Parecía que no oía mi voz, o quizá no estaba en esa sección del castillo. Mientras caminaba, aun buscando a mi hermano, vi pasar a Peeves cantando de alegría porque Voldemort hubiera muerto. Sinceramente, también lo hubiera hecho, pero no tenía a Colin a mi lado para festejar que ese año de pesadilla hubiera pasado. Aun recordaba los cuerpos de mis padres muertos, fríos, con los ojos abiertos mirando a la nada.

¡Malditos fueran los mortífagos!

—¡Colin! —volví a gritar, pero, poco antes del gran comedor, una musculosa figura se interpuso en mi camino. Lo reconocí porque, evidentemente, Colin me había hablado de él: Oliver Wood.

—¿Dennis Creevey? —preguntó, y, al ver que yo asentía, vi algo en su rostro que no supe interpretar. En ese momento tuve un mal presentimiento que se quedó allí, en mi garganta, por unos momentos—. Deberías ir al Gran Comedor…

Aun con el mal presentimiento, lo ignoré olímpicamente, sin darle ni las gracias, y corrí al Gran Comedor. Estaba lleno de gente festejando, pero ese fue el primer momento en el que no me dieron ganas de unirme a ellos. Antes tenía que encontrar a Colin para que me contara, con todos los detalles, como había acabado todo. Si no hubiera sido por él, no habríamos salido vivos… ¡me cuidó tantas veces! Fue él quien me consoló cuando nuestros padres murieron, y que me ayudó a ser más fuerte. También me enseñó todos los trucos que sabía para que pudiera defenderme en la guerra.

Fue un año duro, pero se ha acabado…

Entonces, me fijo en algo que descansa en el suelo. Tiene el cabello castaño muy claro, casi rubio, de mi hermano. Es pequeñito, igual que él. Sólo le falta la cámara de fotos en las manos para que sea igual a mi hermano. A trompicones, con los ojos muy abiertos y la boca formando una ‘o’ de sorpresa, me acerco. Me digo que sólo está dormido, que no puede… no puede… no puede estar muerto.

Me arrodilló junto a él y me doy cuenta de que tiene los ojos cerrados y la cara manchada de mugre.

—Colin —lo zarandeó un poco—. Colin.

Pero no se levanta riendo, diciendo que me está haciendo una broma.

—Colin.

Le pego un poco más fuerte y me esfuerzo por contener la lágrima que intenta asomarse en uno de mis ojos. Detrás de ella, vendrán todas las demás y la aceptación de que mi hermano está muerto. No quiero aceptarlo. No puede haber muerto en esta maldita guerra que se hizo tan eterna y no duró tanto como creíamos. No. No puede haber muerto, no puede ser una más de todas las víctimas que se han cobrado los mortífagos.

—Colin… —murmuro, esa vez un poco más débil—. Despierta, por favor.

La culpa la tiene la tiene la guerra. Si hubiera habido paz, mi hermano no estaría muerto, allí tumbado, con los ojos cerrados y una expresión de paz que hasta me parece anti natural. No estaría yo hincado junto a él, con las lágrimas cayendo sobre mis mejillas.

—Despierta, por favor…

Pero ya sé que no va a despertar.