Si el reloj corriera hacia atrás. (Susan Bones)

Se había convertido en mi costumbre de todas las mañanas: colocarme ante el espejo y verme, si algo había cambiado durante la noche entre sueños intranquilos. En gran parte agradezco que la casa se encuentre relativamente sola entre los de sexto, así puedo colocar cerrojo a la puerta y nadie entrará a intentar despertarme de mis pesadillas, o me verá cuando...

Estiré más las mangas del uniforme, aún cuando nada se ve. Detrás de mi oreja hay una nueva marca, muy pequeña, que me apresuré a cubrir de maquillaje. Al principio me realicé dos trenzas que bajaban detrás de mis orejas, pero cambié de opinión por una sola trenza. No puedo seguir manteniendo la apariencia algo aniñada, aún cuando daría todo por volver a eso.

Sonó el timbre. Metí la mano en el bolsillo, sacando las esferas blancas y pasándolas con un trago de agua. Ahora si ha empezado el día, ahora si estoy lista para sonreír.

Me apresuré hacia el salón de estudios muggles, debía hablar con los distintos profesores para poder recuperar las clases perdidas. Y además, quería aprovechar encontrarme con Susan. Un muchacho salía en ese momento del salón, alguien que me resultaba familiar aunque no tenía muy claro quién. Me llegué hasta la puertita al final del salón y golpeé. -¿Susy? Soy Hannah...-

—¡Hannah!

Me la encuentro al alzar la mirada, conuna trenza y la misma cara de siempre, quizá más cambiada. No sé que le noto de diferente, pero hay algo, definitivamente. Le sonrío abiertamente porque, después de todo es mi mejor amiga y aunque el contacto haya sido esporádico los últimos tiempos, aun guardo un cariño especial para ella. Después del baile no hemos tenido mucho tiempo de hablar y las cosas siguen siendo... como antes, después de todo.

Estoy terriblemente cansada, pero aun así me pongo en pie para darle un abrazo a la chica. Se lo merece.

—No sabía que ibas a volver, te lo tenías muy callado —le comento—. Bueno..., ¿qué te trae por aquí?

-Hasta hace poco tampoco estaba segura de volver, por eso no había comentado nada.- Le respondí con franca sonrisa. Es imposible no sentirme feliz al recibir aquel abrazo tan cálido que hacía tanto tiempo no recibía. Con mis manos sobre sus hombros la inspeccioné de arriba abajo con dulzura. -Te ves bien. Muy bien, diría yo. Espero que Percy te esté tratando como una princesa.-

No iba a admitir frente a ella el aguijón de envidia que sentía por aquel muchacho, que era capaz de hacer sonreír a Susan como la vi hacerlo en la noche de Halloween. -Bueno, quería verte; y TENÍA que verte. Ya sabes, ahora que estoy de regreso debo ponerme al día con las clases, y por nada del mundo pensaba perderme la de Estudios Muggles. Espero que no te pongas nerviosa por tenerme de alumna.- Le bromeé, sacando la lengua de forma infantil.

Por supuesto, tomó la decisión rápidamente y parece que fue de un día para otro. Me pregunto como ha estado, porque sé que Hannah la ha tenido mucho más difícil que yo.

—¿Y que te hizo volver, exactamente? —le pregunto—. Debiste de pensarlo antes, seguramente...

Percy... Percy... Bueno, llevo días sin verlo. Después del baile, al menos, no ha aparecido aun, aunque yo tampoco le he mandado cartas por la cantidad de trabajo que he tenido. Terrible, todo parece haberse acumulado de un día para otro.

—Bueno, estos días me la he pasado encerrada con el trabajo acumulado... —alguien diría que siendo profesora de Estudios Muggles no tenía muchas cosas que hacer, pero lo cierto es que las cosas no paran de acumularse—. ¿Tenerte como alumna? Bueno, será extraño, pero no, no creo que sea un impedimento... Y si quieres ponerte al corriente, bueno, estaba aprovechando para retomar las cosas que Burbage debió de haber enseñado el año pasado...

La miré con ojos entrecerrados, y antes que pudiera evitarlo la he sentado en su silla y me he puesto a su espalda, apartándole los hombros.

-Vamos a ver si no he perdido el toque.- Dije, tronando mis dedos para comenzar a pasarlos por su cuello, recordando nuestras largas noches de estudios en la sala común. Cada uno tenía su toque particular en ese entonces para hacernos más ameno el estudio: Ernie ponía música de todo tipo; Justin y Susan preparaban té y galletas. Yo daba masajes.

-La verdad, lo decidí como un desafío, saber que puedo llevar todo al final con sus consecuencias. Así que aquí estoy, tratando de llegar al final.- Y será un final por todo lo alto.. O eso espero. -Bueno, ¿por donde empezamos? No recuerdo mucho de las clases de sexto, me temo. Pero puedo ayudarte desde tercero a quinto.-

Antes de que pueda quejarme (y desde luego no pensaba hacerlo), estoy sentada en la silla y ella está dándome un masaje. Como siempre, no ha perdido el toque para nada, el masaje me relaja casi instantaneamente y hace que mi mente empieza a relajarse un poco. Con todo lo que ha pasado, no estoy segura de seguir siendo la misma. Parece que todos los días hay una nueva sorpresa en nuestras vidas y no todas son buenas.

Así que Hannah es la mejor que he recibido últimamente.

—Bueno, me alegro muchísimo de que hayas decidido volver y estés aquí, seguro serás de mucha ayuda cada que necesite un masaje... —me río quedito, intentando no moverme demasiado—. Pero bueno, puedo ayudarte con todas las materias, si es necesario. Hum... clases de sexto, estábamos viendo costumbres muggles mas específicas y cómo relacionarse con ellos, había muchas cosas útiles y nada demasiado complicado. Aunque claro, después de la guerra estoy abordando el temario desde otro punto, no quiero deprimir a nadie, claro, pero al menos deseo que mis alumnos sepan que, dejando de lado la magia, no somos tan diferentes de los muggles.

-No me vendría mal un repaso de todo... No tuve mucho contacto con el mundo mágico luego de...-

Callé antes de seguir, pero no dejé de pasar mis dedos por las zonas de tensión de su espalda. -En fin, que quizás puedas darme clases particulares. ¿Qué te parece? Un par de días, cuando tú tengas oportunidad.- Seguramente tendría muchas cosas que hacer, ahora siendo profesora y cumpliendo un horario en el Ministerio, como me había contado en una de sus cartas. Además, estaba Percy. -¿Es serio lo de tú y ese chico?- Pregunté de repente, cambiando el tema sin pensarlo mucho.

—Por supuesto que puedo ayudarte a repasar todos los temas que te hagan falta —le sonrío—, faltaría más, si eres mi mejor amiga y me alegra mucho verte de vuelta. Sólo dime qué necesitas repasar o que te hace falta y ahora un espacio...

Tengo muchas cosas que hacer como profesora y en el Ministerio, pero realmente puedo hacer un espacio de tiempo dedicado sólo a ella, sé que puedo, y sobre todo, debo. Es mi mejor amiga y no puedo dejarla en la estacada.

—Percy... hum, parecía que sí... —respondo, pensando las cosas un poco mejor, ¿por qué no ha mandado cartas? No tengo ni idea, ni una sola noticia suya he tenido—. Es sólo que, últimamente no he tenido noticias suyas y no sé qué demonios le pasó.

-Tú sólo avisa, ¿si? ¿Sigues quedándote en la Casa del Tejón, o tienes tu propia habitación de profesora?- Le pregunté algo divertida. Se me ocurrió entonces una idea y comencé a reír. -¿O compartes habitación con la profesora Macgonagall? ¡Con su pijama de cuadros escoceses! ¿Toca la gaita antes de irse a dormir?-

Intenté relajar un poco la situación luego de las palabras referentes al ex-Ravenclaw. No me gustaba ver ese cambio, de la Susan feliz en la fiesta a la Susan pensativa de este momento. Aunque quizás no tuviera nada que ver uno de otro. -Tal vez es que está ocupado... No te desanimes, ¿eh? Tampoco te muestres muy desesperada. Envíale una lechuza y veremos si responde.- Allí está, ya he comenzado a pluralizarnos. Pero no puedo evitarlo, es casi natural al pensar en Susy. Tanto tiempo haciendo las cosas juntas, era inevitable que retomara ese "nosotros".

—Tengo mi propia habitación... ¡deberías verla! Es enorme como todo aquí —sonreí, aunque aun no me acostumbraba a tener mi propia habitación, ser profesora... todo eso. Y sobre McGonagall... no pudo más que reír—. De la gaita nadie sabe... ¡nadie tiene una habitación lo suficientemente cerca como para averiguarlo!

Sin embargo, el tema Percy siempre consigue ponerme pensativa. Lo perdí la noche del baile mientras intentaba defender el estadio... y... y... ¿Dónde se había metido? Sólo estaba martirizandome con eso. Hannah sugiere mandar una carta y realmente es lo mejor que puedo hacer.

—Supongo que sí, una carta... se suponía que disfrutaríamos esa noche —tenso los labios en una fina línea—. Pero sólo fue una gran tragedia.

Vale, luego de esa segunda reacción de su parte ante el nombre del susodicho, me prometí no volver a mencionarlo.

-Ya que insistes... Vamos, quiero ver tu habitación. ¿Me dejarás poner algún graffiti en la pared?- Le dije con una gran sonrisa, tratando de recordar alguno de los hechizos que usaba a veces para encantar las flores pintadas de las habitaciones de los hoteles y hacer que parecieran moverse con el viento.

Avancé con seguridad hacia la puerta, esperando por ella. -Lo de ese día...- Hice un gesto apesadumbrado. Aún recordaba la actitud extraña de Dennis, la niña vestida de "Alicia" que pedía por su mamá, casi desvanecida. La marea de estudiantes que logré guiar lejos del peligro, sin poder saber lo que ocurría a mis espaldas, enterándome luego de la tragedia. -Quisiera poder ayudar a los profesores y los aurores en la guardia del castillo. Es una mier... colada no poder hacer nada sin graduarme.-

Me pongo en pie tan pronto como Hannah lo menciona, realmente me entusiasme recuperar a mi amiga completamente, aquellos meses de cartas esporádicas me hacían preguntarme donde estaría metida y cuando casi creía que no recibiría respuesta, llegaba una carta que me hacía sonreír.

—Te dejaré pintarle lo que quieras —acabo accediendo—, a las paredes grises les falta un poco de color —reconozco, pues aunque ese castillo es y será mi hogar, a veces le falta un poco de colorido, de felicidad.

Menciona lo del baile, pero lo cierto es que no quiero que ese tema acabe por inundar la conversación, no ese día... Aun así, reconozco que no poder ayudar es algo que causa impotencia. —No dejan a ayudar a nadie que no sea graduado... —me encojo de hombros—; claro que tú podrías hacerlo, estuviste en la batalla... —intento animarla—, pero es cuestión de ellos. Quizá podrías hacer otras cosas... Siempre has sido buena para hacer sonreír a la gente, ¿no?

Esperaba que me guiara fuera de su despacho, puesto que nunca he sabido donde dormían los profesores. Era algo que me causaba mucha curiosidad. A sus últimas palabras sonreí.

-¿Eso crees? La verdad, a este lugar no le vendrían mal unas buenas risas... El problema sería como hacerlo. No creo que vistiéndome de payasita pintacaritas en medio del gran comedor de resultado. ¿Tú que me recomendarías hacer?-

No dejé ver lo poco que creía poder hacer sonreír a la gente, aunque admitía que ver a Susy sonreír me hacía sentir admirablemente bien. Por ella, puedo intentar ser la Hannah del pasado, al menos hasta que sea inevitable...