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Mensaje por Louise M. Eisenberg Sáb Ago 02, 2014 12:15 am


It's okay to feel down
And just remember
That nothing's made to last
I know you're sad
That too will pass
You'll recall our past
Till one day
You too will pass.

Le dolían el cuerpo, estaba cansada, tan cansada, pero finalmente Madison estaba dormida y Mariah no regresaría por algún tiempo aun, así que estaban tranquilas, al menos estaría tranquila por un tiempo. Se acercó a esa perciana, tan vieja, tan oxidada en sus uniones que costaba abrirla y cerrarla sin usar magia. Problablemente durante un año más ni siquiera podría intentar usar magia para no perder los privilegios de usar el colegio aun. Ella quería estudiar y rendir sus NEWTs, si no lo hacía no conseguiría un buen trabajo y si no lo hacía su vida sería aun más miserable. Necesitaba seguir...

Pero debía admitir que... no era todo tan malo.

Con unas suaves risas se sentó en el suelo, los brazos sobre el borde de madera astillada del ventanal para poder ver las calles oscuras de Knokturn Alley y un poco más lejos las calles de Diagon Alley. Un lugar brillante en comparación al rincón donde vivía.

El departamento era sencillo, una habitación diminuta que había cedido para Mariah con un armario encrustado en la pared, una cama de una plaza y una cuna donde dormía la pequeña Maddy. Esa sala era quizá levemente más grande, una esfera blanda de plush era el único sillón y su cama también. Era suave, sin resistencia, donde podía colocar su diminuto cuerpo en posición fetal y descansar las horas que se le permitieran. El mismo lugar donde día a día se acomodaba para dar el pecho a Maddy cuando estaba en la casa.

Una mesa cuadrada y una pequeña Kichenette a un lado era todo lo que contenía el departamento además de los dos baúles que eran las posesiones de las dos mujeres y la niña, y por supuesto el pequeño altar para los dioses que abarcaba el rincón del lugar, canela y cereales en el plato para honrar a los dioses paganos.

Alzó la mirada, un momento de indecisión sobre que hacer. Fue entonces que la vio, la luna, a plena luz del día la luna brillaba, aun cuando faltaban unas dos horas para el anochecer estaba allí, grande, brillando sobre el cielo azul.

Por ello cerró los ojos, un rezo a los astros antes de abrir los ojos sin mirar a nadie, solo captando el movimiento, con los ojos espejados, perdidos en un pasado o un futuro, ya no lo sabía...

"Jesse... no sabes cuanto te extraño. Han pasado tantas cosas desde ese día... no sé ni como comenzar a explicarte todo lo que ocurrió. Espero que donde estés no me odies demasiado. ¿Te acuerdas ese primer día?" Sonrió ante la memoria, casi podía escuchar la risa del chico en su oído, aun algo exagerada y tan estridente, calentaba su corazón, encendía sus mejillas y eso le recordaba que todo tenía un principio para llegar al final.



El sonido de los pasos alertó la presencia de Filch.
Había sido expulsada de la sala común, nadie quería una veela entre los suyos. Conocía las miradas, las mujeres la odiaban con vehemencia y los hombres...

Un escalofrío le recorrió. Aun inhibida era muy joven para colocar un inhibidor demasiado fuerte, si lo hacía corría riesgo de no poder desarrollarse correctamente y apenas tenía 11 años. 11 años, lejos de su hogar, lejos de sus madres, Emma estaba perdida y ella estaba en este colegio y tenía miedo, tenía tanto miedo. Todos eran crueles o la ignoraban y ella no entendía, había estudiado francés, creía que iba a ir a Beauxbatons como era la idea original, esa era la idea, ir al colegio francés, todo había estado arreglado hasta que Emma...

Secó sus lágrimas con furia, no dejaría que esto la desanimara, no era el Escorpión Eisenberg por nada. No iba a dejar que unos niñatos mimados juzgaran lo que hacía o dejaba de hacer. Mucho menos que le distrajeran cuando había cosas más importantes en el camino, había cosas mucho más importantes...

‘¡Te vi! ¡Maldito Niño! ¡No te escaparás!’ El grito hizo que se girara a un lado tratando de ver, si venía de aquel lado...

Chocó con un cuerpo delgado pero firme, más alto que ella evidentemente ya que apenas llegaba al metro y medio si se estiraba un poco y se paraba bien derecha. Siempre había tenido un cuerpo adecuado, no delgado sino que se preparaba para desarrollar esas curvas por las que eran famosas las de su raza. Y él... como aprendería con el tiempo, él siempre había sido delgado, alto y desgarbado aunque con un rostro aniñado que invitaba no solo a las chicas sino que a los chicos también.

Pero no tenía tiempo para pensar en eso en el momento en que perdió el balance y se aferró a lo que tenía, allí en medio de las escaleras... dos cuerpos se enredaron en el rebotar de los escalones cuesta abajo.




Rió por lo bajo al recordar la cara de furia que tenía él cuando era cargado a su lado por la profesora MacGonagall la cual al mismo tiempo los retaba mientras la profesora Sprout y el profesor Flitwick trataban de ver como estaban los miembros de sus casas... afortunadamente el profesor Snape no estaba disponible, porque las cuatro cabezas de casa, el alumno de tercero y la alumna de primero hubieran sido toda una imagen al entrar en la enfermería y que la enfermera confirmara que debería inmovilizarlos por tres días enteros.

Recordaba como él se quejaba y gruñía mientras ella reía sin parar. Es que, ¿que esperaba que hiciera? ¿Llorar? Si ya estaban encadenados a las camas por algún tiempo.

Pero esas charlas habían sido memorables, hasta que él se convenció de que no era peligrosa o estaba tratando de arruinarlo... de hecho... así fue que se enteró sobre que pasaba en la sala común.

"Eras un quejica, no te gustaba el frío, pero odiabas sentir calor... no debía estar muy salado pero tampoco tan dulce y ciertamente odiabas tener que levantarte temprano." Sonrió divertida ante la imagen mental de los choques con medio Ravenclaw mientras esperaba por el chico que como sabía en realidad sería el último en salir. Aun cuando eran pequeños y ella había ido solo a devolverle una pluma que le prestó en la enfermería, se había vuelto un extraño ritual...

Ella le llevaba la pluma, él le pedía el tintero... iba por el tintero pero le pedía pergamino... devolvía el pergamino prestado pero le pedía un libro... y una botella de whisky de fuego en medio simplemente todo parecía natural... tan natural que los años pasaban y la gente al rededor de ellos dos debía armonizarse a la dinámica... incluso sus amigos habían tenido que aprender a moverse al ritmo del extraño dúo. El alcohol aparecía cada vez más seguido, especialmente cuando apareció Emma y esta fue llevada a estudiar a Durmstrang. Esto no era bueno, no era agradable para la rubia y la desesperación comenzó a apoderarse de ella...

Veía gente, ir y venir y de repente se dio cuenta que tenía dos amigos en lugar de uno... un Gryffindor apenas un año mayor y Jesse. Y era feliz... durante los tres primeros años fue feliz. Claro, la mitad del tiempo se la pasaba durmiendo en la casa de Ravenclaw, no que estos supieran, era bastante buena entrando y saliendo sin ser notada, aunque apestaba tanto en lo que eran adivinanzas que debía esperar fuera a que Jesse fuera a buscarla.



Los pies se sentían helados, su camisón era hasta las rodillas, había sido hecho por mamá Mylenka, diseñado por ella para su primer año, hacía ya dos años, era un milagro que aun le quedara, aunque era cierto que ya comenzaba a versele un poco corto y ajustado, cosa que no incomodaba a la noche.

Le había dicho que iba a dormir con él, él había dicho que no tenía problema, pero recién podía realmente escapar de su habitación, siguiendo las indicaciones para encontrar la cama de él... si, era esa, y él en realidad estaba dormido, tranquilo, al menos se veía tranquilo, pero las sábanas estaban movidas lo cual no era buena señal. J. siempre había sido de sueño tranquilo, si, se estiraba por toda la cama y a veces pateaba si le ponía los pies fríos contra las pantorrillas, pero jamás hacía tanto revuelo con las sábanas como lo que veía en este instante. Observó a los lados para asegurarse que el resto seguía dormido, los compañeros de su hermano en el tercer sueño mientras ella con cuidado y esfuerzo comenzaba a arreglar las sábanas y frasadas para poder taparse ella también.

Hacía frío... no tanto como un pleno invierno, pero ella lo sentía calar en los huesos con la humedad que traspasaba la piedra. Él estaba intranquilo, lo que daría por poder robarle todos esos demonios que le acosaban en sueños... era su hermano del alma, su amada mitad perfecta, quería cuidarlo, pero ya no sabía ni como cuidarse ella misma, estaban enfrentando un posible retorno de un mago tenebroso y una profesora que los quería a todos muertos practicamente. No tenía como explicar esto, podía ver las laceraciones de su mano, las claras letras que formaban ‘No me opondre a la autoridad’.

Suspiró, apartando lentamente la frasada y la sábana para meterse dentro y cubrirse, el cuerpo cálido y diminuto en comparación al alto joven, pegándose a él para robar de su calor, sabiendo que probablemente se despertara pronto para ir al Baño, solo una vez por noche y era justo cuando se acababa de dormir, era un reloj prácticamente, predecible en las cosas cotidianas pero siempre dispuesto a algo nuevo.

Bostezó y cerro lo ojos contra él, esperando pacientemente para poder enredarse con los brazos de él, para poder abrazarle, pero antes dejaría que se despertara.

Como siempre, se levantó y se movió al lado libre para bajarse de la cama y caminar al baño. Pudo escuchar como vaciaba la vejiga y se lavaba las manos por al menos un minuto. Realmente era una niña para algunas cosas, ni siquiera ella tenía tanto cuidado con su pulcritud como él. Era siempre igual, las manos heladas de él al entrar en la cama se posaron en su cintura para calentarse, causando que saltara, por primera vez abriendo un ojo realmente para poder estudiarla.

‘¿Y ahora?’

‘Me echaron de la sala común...’ Respondió sin desear seguir la conversación por ese camino. Era un milagro que esta vez hubiera podido responder la indagación.

‘Mejor para mi, hace mucho frío en esta torre...’ Como siempre su cuerpo pequeño fue arrastrado contra el pecho del chico que no quería entender que si tan solo se pusiera algo para dormir no tendría tanto frío. Así que solo giró los ojos y se acomodó, cerrándolos y dejando que se desvaneciera la conciencia por un par de horas al menos.




Pero había sido débil, creía que con eso ya todo hubiera sido fácil. Que todo se hubiera acabado y no hubiera tenido que preocuparse por nada. Si la guerra sucedía iba a suceder y yo debería ir con mamá Mylenka y mamá Ulrika a enfrentar un nuevo ciclo... solo tenía que asegurarme de no estar sola durante el Beltane entre los 15 y 16 años... o de conseguir una pareja adecuada. Pero en ese momento no importaba nada realmente...

Era relativamente feliz a pesar de enfrentar las crudezas de las bandas de las calles alemanas.

Hasta ese día.

No recordaba como sucedió, no recordaba porque inteligentemente esos sujetos se aseguraron de dejarla inconsciente primero a ella y luego ir por el resto. Era fácil hacerlo, era fácil decirlo, eran cuatro mestizas y ella de 13 años, Claudette, Ailina y Erika. Todas mayores... todas... atractivas semi veelas indefensas ante tres predadores sexuales.

Recordaba despertar y abrir los ojos al horror de ver como un hombre de al menos 40 años probaba a sus primas para asegurarse de que aun estuvieran ‘intactas’, como metía la mano entre sus piernas como si fueran mercancías para probar y sentía con horror como este mismo se acercaba a ella y separaba forzosamente sus piernas, amenazando con que si se resistía o hacía algo estúpido las otras chicas sufrirían las consecuencias.

Hasta que se le ocurrió un trato al notar como el cuchillo de uno se acercaba peligrosamente a los senos de Ailina, su prima de solo 16 años.

"Estaba aterrada... cuando prometí entregarme a todos ellos a cambio de la seguridad y la vía de escape para mis primas. Era la primera vez, jamás había sido tocada... jamás nadie se atrevió. Nunca te dije... sostuvieron a Ailina como garantía para que no me resistiera. Saber que antes de morir lo último que vio fue eso, fue como ellos... aun no tengo palabras para describirlo. Lo que viste había sido solo una parte de lo que hicieron con mi cuerpo... mis primas corrieron a Madre para avisarle donde estaba y quienes me tenían... cuando me encontraron debieron llamar una ambulancia muggle para sacarme de allí porque no podían traspasar las protecciones con medios mágicos. Es por eso... por eso no puedo llorar. Si no les di el gusto a ellos de verme llorar o de rogar, no voy a darle el gusto a nadie." Suspiró a la suave briza otoñal. Era tan agradable esa sensación en su cabello. "Creyeron que me quebrarían, por un momento yo creí que lo habían logrado y luego recordé... recordé que soy una veela, soy egoísta, soy vanidosa... nací para serlo. Nací... nací quebrada, ni sé de donde llegué a los brazos de mi familia pero lo hice. No quería morir, no quería hacerlo sin vivir antes... por eso decidí también el vivir al máximo... tu lo sabes, estabas ahí."



‘¡Tengo una idea! Te hago una apuesta... Apuesto que puedes pasar por uno de los aros del campo de Quidditch parada en la escoba.’

‘Claro que no, ¡¿No ves que no son tan altos?!’ Se quejó como si eso fuera evidente, la sonrisa de Jesse estirándose. Finalmente se habían deshecho del sapo de vestido rosa el año pasado aunque tener al profesor Snape en Defensa contra las Artes Oscuras no parecía hacer a muchos felices ella sabía mejor que quejarse... el profesor la conocía demasiado bien.

‘Con más razón, ¿que tienes que perder? ¿Tres días más en la enfermería? Incluso te permitiré traer a Samuel o a Solar de testigos...’

‘¡Trato hecho! Si yo gano deberás salir una semana con quien yo quiera ¡Sin meterle los cuernos! Capisci?’ Retrucó empujándolo con un dedo.

‘Pues si yo gano deberás aceptar salir una semana con el primero que te pida... sin engaños emocionales. Capisci?’ Se burló entre dientes, claramente sonriendo a escondidas.




"Efectivamente como sospechaba, fuiste un bastardo... hechizaste los aros para que se agrandaran y luego le dijiste a Michael Corner que me invitara sabiendo que uno de sus mejores amigos era el chico que me gustara... todo para que este me viera como un ser indeseable porque había salido con su mejor amigo... nuevamente, ¿por que no fuiste a Slytherin? Desde aquello te habías vuelto un bastardo manipulador, sobreprotector... prácticamente no me dejabas ir a dormir con los Gryffindor porque decías que Samuel era débil... no me dejaste acercar a Alan porque decías que solo quería abusar mi cuerpo y quebrar mi mente. Me tratabas como una niña pequeña que necesitaba ser aconsejada a cada paso que daba... y estaba decidido a que nadie me tocara hasta que tuviera al menos 30 años... Bueno... llegó Beltane. Yo no pude sacarme a Alan de las venas, y tu estaba decidido a ser el ‘macho’ de mi rito de adultez...  pero te dije que no. Lo sé... eras bisexual y yo una veela, seguro podría haber hecho que las cosas ‘funcionaran’ bien y me hubieras cuidado, me hubieras amado aunque fuera solo por una noche y las cosas no hubieran cambiado en lo más mínimo... pero estaba decidida a no hundirte conmigo." Por alguna razón presentía que Jesse se había arrepentido unas semanas después de alejarla de Alan...

Louise no quería tener hijos hasta los 30 y quizá ni eso, todo dependía de si encontraba una pareja con quien compartir ese trabajo. Era una veela, no podía evitar sentir que quizá no estaba cortada para la maternidad. Bueno, considerando la edad que tenía quizá era simplemente que la idea de maternidad le aterraba de sobremanera, algo que consideraba normal en su caso particular.



Magia antigua y tradicional era lo que caracterizaba al hombre que entró, no tan diferente a las tradiciones que la joven que entró tras él en realidad. Vivía en una comunidad cerrada donde eran todas mujeres y algunos les confundían con una secta de alguna clase, ignorantes a la cercanía de las veelas.

De hecho, era conocido que todas tenían en algún lugar de su ascendencia una veela al menos, ella era un caso particular ya que era una veela de sangre pura, con su platino cabello y los brillantes ojos celeste cielo que recorrían todo sin misericordia, distraída y soñadora o quizá simplemente afilada y astuta, era difícil de saberlo ya que parecía tener la cualidad de observar fijamente lo que le interesaba, en este caso un mago que parecía al igual que ella tener otras orientaciones que la magia mundana.

¿Como había llegado aquí? Mamá Mylenka se encontraba en Moscú junto con Mamá Ulrika y Emma deseaba conocer la ‘noche de Moscú’ cortesía del Hysteria, el nightclub de Mylenka. Eso dejaba a la pulga rubia con las opciones de unirse a la pulga colorada o buscar algo diferente para hacer: Pasear por Londres. Aprovechó que todos se divertían y había tomado la decisión de llegar a Londres unos días antes para disfrutar de la calma y de trabajar en varias fórmulas y ritos para los sabbat que se avecinaban pronto. Como Beltane lo pasaba en el colegio, quería hacer siempre de Lughnassadh una fiesta adecuada para toda su familia. Pero eso, no era algo que le afectara en este instante.

Con cuidado se puso de pie, cualquiera diría que parecía una niña de primaria con su vestido blanco con flores bordadas y zapatos rojos bajos, el cabello debajo de los hombros mal cortado que esperaba solo el anochecer para volver a crecer como cada ciclo de Selene.

Y se sentó delante de él, analizando su rostro con una sonrisa tranquila. La madre le había traído aquí por algo, la pregunta sería, ¿para que?

Él levantó la vista, observándola fijamente, la analizaba, sabía que lo hacía, no le intimidaba realmente, solo se dejó observar, dejó que tratara de sacar algo de ella cuando él alzó la mano pidiendo un vino, un vino que fue detenido por la rubia la cual sostuvo en su mano un momento.

‘No es que me incomode la presencia de una hermosa dama en mi mesa, pero... ¿desea tratar algún tema conmigo, señorita?’ Fueron las palabras en un pesado tono que denotaba raíces en la madre Rusia.

Contrario a otras culturas, ella estaba adaptada a la matriarcal, ella era la protectora aunque el hombre no parecía necesitar protección alguna del aparentemente fragil cuerpo de la platina.

Una mezcla de protección y servicio que hizo que antes de que él alcanzara la botella ella fuera quien la tomara y parándose al lado de él le sirviera.

Esos movimientos le habían sido enseñados de pequeña, era algo que las veelas generalmente hacían más que las mestizas ya que era un curioso rito de cortejo que debía tratar con cuidado, especialmente porque era evidente que el hombre era más grande que ella, sin embargo, el servir el vino y extenderlo a él como una ofrenda fue lo único que encontró racional irónicamente.
No entendía el por que.

Era impulsiva, siempre lo había sido y se había entregado en sus pocos años a miles de placeres que tantos censuraban, pero nunca había simplemente decidido intentar los ritos tradicionales, las antiguas tradiciones para acercarse a alguien, y probablemente ni lo hubiera pensado en otro momento.

Y el vino no sabría solo a vino, por algo era una ofrenda... en cuanto tomó la botella con su mano su magia se fundió, dejando que él la probara en sus dejos frutales, toques de frutos de los bosques y madera quemada. Era la mejor cosechando, su especialidad era la fertilidad de la tierra, su ofrenda era esta, quizá solo una noche, quizá la semana o podía que un año y un día.





"Sé que les costó a ambos hacerse la idea de lo que pasó... no es como si yo hubiera querido realmente quedar embarazada. ¡Fue culpa del bastardo! Yo había colocado protecciones para evitar ‘accidentes’ y el hijo de su madre las desarmó."

Cuando quiso darse cuenta, el sol se había escondido y solo la luna brillaba en lo alto, apretaba los puños y golpeaba la madera de la ventana, su cabello arrastrándose por el piso, el silencio ensordecedor preocupandole... ya caso debería ser la hora de la comida para Madison, era extraño que no se hubiera despertado aun.

"Aprovechó un momento de debilidad y el bastardo sabiendo que era extremadamente fértil en ese momento no tuvo mejor idea que romper cualquier clase de protección que pudiera tener y luego me juró que no nos dejaría... ¡Maldita sea!" Gruñó y pateó la silla de tosca madera al suelo tras ponerse de pie y ahogar un grito ante esa memoria que deseaba borrar... Para Madison, Gaspard, su padre, sería siempre un héroe, que había perecido en la guerra contra Lord Voldemort, para Louise el bastardo era un manipulador que había puesto la guinda a una vida llena de mierda que cargaba sobre sus hombros y deseaba rendirse... deseaba ceder y olvidarse de todo.

"¡Debí haberte aceptado! ¡Así las cosas serían más fáciles o aunque sea me hubiera quedado con un trocito de ese amor platónico y familiar que teníamos... aunque sea eso. No pido que de repente me ames, porque yo no te amo de esa forma, nunca te amé como a un amante... ¡Solo no sé que hacer y prometiste estar aquí, pero no estás! Y... estoy hablando sola."

Se tomó la cabeza entre las manos, dejandose caer en el perezoso que era su cama, respirando profundo la briza fresca y húmeda para poder ver por la ventana.

"Madison nació bien. Flaquita, algo débil por el estrés en el que estaba... pero nació sana. Amo a esa niña y he hecho muchas locuras por ella, incluso traté de matar mi lado... veela." Sonrió con amargura aun hablando a la nada, ese fantasma que caminaba por el diminuto apartamento y gesticulaba las paredes con desaprobación. "Estoy segura de que la hubieras amado. Es brillante, tiene una sonrisa encantadora, supongo que la heredó de su padre, ¿no?" Bromeó dejándose caer hacia atrás solo para fruncir el ceño.

"Una semana es lo que me dieron... una semana para llevarla con los centauros donde estará más protegida. Mis opciones han sido dejarla en manos del ministerio donde será tratada como a una bestia, sin amor, sin compasión, sin alguien que la nutra porque no creo que entiendan las necesidades de alguien que no es humano... la llevarán allí y solo la dejarán como un experimento más. Por eso me dieron esa opción... y una vez que la deje allí... no podré volver a verla. No volveré a verla por once años hasta que salga para ir a estudiar probablemente a Hogwarts." Murmuró para el viento, los ojos brillando con lágrimas que no se atrevía a derramar, que nunca se atrevió a derramar, que nunca se atrevería a hacerlo.

"Solo... no sé donde estás, no sé si es el cielo o el infierno, aun recuerdo ese momento... recuerdo que estaba convertida en veela y ustedes se habían enterado de Madison... ese día la protegieron a cambio de sus vidas. No, nos protegieron, a ella y a mi, para que podamos seguir vivas, sin el sacrificio que hicieron nosotras no estaríamos aquí... así que una vez más, solo esta vez, te ruego, Jesse, si eres un fantasma, un ángel o un demonio... no me importa, solo protegela. No voy a poder estar allí para verla crecer, no estaré allí para poder abrazarla cuando aprenda a caminar. ¡Solo quiero que esto termine para poder estar a su lado nuevamente! ¡Protegela! Porque... porque ya es lo único que me queda en esta tierra." Murmuró al espacio lleno de sombras...

Se sentía absurda... tras reclamar sus vidas ahora reclamaba su protección. ¿Cuanto más le quitaría a sus amigos que ni en muerte les daba reposo?
Louise M. Eisenberg
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