Désenchantée § Samuel Broddick

Me reí con ella, sintiéndola relajarse entre mis brazos. Así estaba mejor; bailar tensos es como intentar hacerlo con pesas amarradas a los tobillos y las muñecas. -Es mi turno.- Le dije, recordando una vieja canción, una de las favoritas de mi madre. A la vez que lo hacia, me atreví a separarla un segundo de mi abrazo para hacerla girar, antes de atraerla de nuevo hacia mi, en ese baile lento, suave.

Los pasos eran lento, la voz grave y pausada de él, una canción para una niña evidentemente, casi le adormecía con esa gravedad, cerrando los ojos para perderse en la letra. Una letra que le acariciaba ante el recuerdo de ella... de la niña que era suya y que a veces le alejaba tanto de si misma, a veces temía un día despertar sin recordarla y que solo fuera un infante durmiendo entre las llamas del infierno que ella había creado, un infierno púrpura.

Los pasos pausados de ambos... las emociones de esa canción casi la hacían llorar, pero nunca quebraba, se había negado por años a hacerlo y no iba a empezar ahora... eso no quitaba que le emocionara y su respiración se profundizara al escuchar ese tono que solía usarse antaño en la voz tanto más joven de él...

Dos tontos bailando entre las gradas, si alguien los viera los acusaría de tonterías, pero por una vez... solo por una vez no importaba.

Era curioso. Extraño. No sé por qué, puesto que hacía bastante rato que Louise y yo habíamos roto la barrera del nerviosismo... Vale, que nos saltamos la maldita barrera sin siquiera hacerle caso. Pero allí estaba, sintiendo el latido de mi corazón, y como las manos comenzaban a sudar levemente. Aún estuvimos dando vueltas unos minutos más, sin sonidos, sin palabras. Sólo el viento a mucha altura soplando sobre nuestros oídos.

Pufff... Venga, que esto es ridículo. Me separé levemente de ella, para verla. -¿A que no ha sido tan doloroso, eh?- Galantemente le tomé la mano y le di un beso un la palma, divertido. -Encantador, señorita Einsenberg. Sublime.- Dije, imitando el acento inglés tan bien como pude, antes de empezar a reír.

Quería decir que todo era común, normal, que no pasaba nada aquí y que su corazón estaba tranquilo como una seda. Pero era mentira, eso que pasaba lo sentía, en la punta de sus dedos como si se trataran de terminales nerviosas, el temblor suave y el calor.

Cuando terminó el baile, ausente de mente, pensó rápidamente en alejarse por no caer en la tentación, pero él evidentemente tenía otros planes. No malos, pero le llevaban los colores al rostro y hacía que jugara con los pies evidentemente conmovida e incómoda porque una parte de ella deseaba darle un beso de agradecimiento, un beso real.

Otra parte, como si se tratara de un recuerdo lejano de algo que no debía ser, le susurraba que no debía acercarse demasiado a Samuel porque acabaría haciéndole daño y por eso es que mantuvo la distancia aunque las mejillas adoptaron ese tono sonrosado al sentir el beso en la parte sensible que era la palma de su mano.

"No, es cierto, no fue tan terrible... pero eso es porque fuiste amable y no me pusiste a bailar rock, sino creo que nos caíamos los dos juntos de las gradas."

-Touche.- Respondí a sus palabras, sin soltar su mano. -Esperemos que la tarima sea entonces bastante más ancha, o acabaremos sobre el público cada cinco minutos.-

Me encanta la textura de su mano. Tan pequeña entre la mía, frágil, pero con marcas de no ser ociosa. Son manos que han trepado árboles, se han herido con astillas, se han enfrentado airosas, y otras veces no tanto, contra bludgers y obstáculos. Elegante... Y me estoy pasando de idiota. ¿Que coño te pasa hoy?

Es la ropa. Tiene que ser la ropa, la hace ver muy distinta. Si, eso. Le solté la mano, llevándo la mía detrás de mi cabeza.

-Bueno... debo irme ya. Llegaré tarde a la próxima clase.- Tomé de nuevo la escoba. -Te mandaré la lista de canciones, ¿de acuerdo? Luego me avisas donde podremos practicar. Si tienes tiempo, claro.- ¿Quiero verla de nuevo? Si, si quiero. ¡Vaaaaaaaamos, Sam! Esto es simple despecho por el rechazo de Astoria...

Le dio un poco de tristeza la nueva distancia, pero rápidamente asintió y sonrió. En su vida no sabía si era ella la que despechaba o la que se sentía despechada. ¿Por que las cosas eran siempre tan complicadas? ¿Por que deseaba cosas que ni recordaba?

"Claro, podemos juntarnos cuando quieras." Aceptó sin mucho más que agregar, dando unos pasos hacia atrás y alzando una mano para despedirse aunque rápidamente regresando para tomar la guitarra olvidada con un gesto de torpeza.

"Nos vemos!" Se despidió ahora si corriendo en dirección al colegio.