Te presento mi mundo [Susan]

Salimos del ministerio de magia, y guié a mi atractiva acompañante por las calles del Londres muggle. Como mestizo, para mí era un mundo muy importante, que formaba parte de mí, y para Susan, era algo que sabía que le interesaba como muy pocas cosas, ya que de hecho enseñaba la materia en Hogwarts. Por tanto había decidido que dado que iría con ella y sus alumnos al mundo muggle, sería mejor que empezara a conocer el mundo muggle mejor de lo que ya lo conocía y yo me consideraba un mago ideal para llevarla por esos lares. Sabía de la familia Bones que pocos quedaban con vida -con lo que me sentía desgraciadamente identificado- y que la tía de Susan había sido una mujer muy importante y, como la mayoría de las personas honradas e importantes, había sido asesinada hacía unos pocos años. Era una familia importante de sangre puras, pero no los típicos sangre puras tipo Malfoy, sino sangre puras honrados y admirables, y Susan no era una excepción, y cuando la veía, veía a una chica reforzada por sus desgracias, crecida y de la que sus parientes fallecidos podían sentirse muy orgullosos.

Conocía un restaurante en Londres cuyo dueño era padre de un amigo mío del colegio, y siempre me trataban bien. Se llamaba "The Riverview" y era un bonito restaurante con vistas al río Támesis. Entramos y no estaba muy abarrotado. Era un restaurante grande, con las mesas con una adecuada separación unas de otras, la temperatura perfecta, chimenea encendida, grandes ventanas, luminoso, y de un color anaranjado suave. No era un sitio ruidoso, pues la gente hablaba bajo, como era normal en Inglaterra. Yo me acerqué a la barra, donde ya me saludaba alegremente mi compañero de escuela, al que abracé. Era un muggle de mi colegio privado que llevaba al menos diez años sin ver. Enseguida, me condujo por una pequeña escalera hasta una planta superior, la zona vip, cuyos amplios ventanales daban directamente al río, y cuyas mesas llevaban manteles celestes y copas brillantes. Nos guió a una mesa para dos y nos dio la carta. Saqué la silla de Susan para que ella se sentara y seguidamente, me senté yo. En la sala había sólo una familia más, con unos hijos pequeños pero educados, que no hacían mucho jaleo.

—Bueno —comenté dejando mi túnica colgada de mi silla, túnica que me había quitado nada más salir al mundo muggle para evitar llamar la atención. Sonreí mirando a Susan mientras me quitaba la insignia de auror y la dejaba en un bolsillo de mi traje que, afortunadamente, no decantaba nada raro—, ¿te gusta?

Conocía el mundo muggle por influencia materna. Mi abuela era muggle, aunque mi abuelo no. Por otro lado, los Bones habían sido magos y brujas por los siglos de los siglos, o al menos si hasta donde llegaba el árbol genealógico. Siempre había estado en contacto con ese mundo que muchos consideraban tan extraño, pero no tan seguido. Había crecido entre brujas y magos, con un lejano contacto en el mundo muggle.

Percy me guió por las intrincadas calles del Londres muggle hasta llegar a un pequeño y agradable restaurante con vistas preciosas y ambiente tranquilo y calmado. Había otra familia cerca de nosotros, pero parecía que no veríamos el jaleo que había en los pubs a esas horas. Los manteles eran azul celeste y al asomarme por la ventana, el río me devolvió la mirada.

—Muy bonito... —comenté antes de sentarme, ya que había apartado la silla para que lo hiciera. No todos los días un chico se portaba de manera tan caballerosa conmigo, la verdad—. Es precioso, la verdad, se ve en paz aquí.

Me había fijado, además, la manera en que había saludado al otro chico, así que supuse que conocía ese lugar a la perfección. Me dispuse a examinar la carta un momento, pero al tenerla medio abierta, lo miré.

—Bueno, ya que conoces aquí, ¿qué me recomiendas comer?

Sonreí contemplando la carta con detenimiento, muchos platos me encantaban y aquél día estaba muy por la labor de cambiar un poco y pasar de "lo mismo de siempre". Había de todo, marisco, vegetariano, cárnico, pastas... a mí me parecía que iba a pedir un filete con salsa roquefort, que allí hacían bastante divinamente. En realidad tampoco podía pedir nada cien por cien nuevo porque todos los platos los había probado al menos una vez. Mientras tanto, un camarero se acercó a permitirme oler el mejor vino de la casa antes de servirlo, imaginaba que a Susan le gustaba porque antes de asentir hice una inmersión en los profundos ojos castaños de Susan para confirmar que ella también quería el vino. Junto a la copa de vino, el camarero nos llenó otra copa de agua mineral y en unos platitos colocó unos bollos de pan caliente.

—Sí, vengo mucho, es un sitio que me encanta, pero nunca he considerado a ninguna mujer lo suficientemente merecedora de venir aquí —comenté mirándola con una sonrisa amable—. El dueño es Alan Rokesmith, y su hijo Thomas es uno de los buenos amigos que me llevé de cuando estudiaba en Eton, antes de ir a Hogwarts, de pequeño. Es el chico al que he saludado en la entrada —expliqué tranquilamente—. Todos los platos son formidables, pero las lasañas son impresionantes, te lo garantizo, y tienen muchísima variedad incluso para vegetarianos. Yo fui vegetariano, y hoy en día a veces intento rechazar la carne, pero hoy no será uno de esos —comenté divertido y volví a centrarme en aquellos preciosos ojos castaños. Tras una pausa, volví a hablar—. He de decir, si me permites la osadía, que tienes los ojos más bonitos que he visto nunca.

Lo primero que suelta es un halago. ¿Dos frases y me considera digna de ir allí? Debo de haberle llegado muy hondo, la verdad, así que escondo mi rostro detrás de la carta con la excusa de buscar las lasañas después que que nos sirvan el vino. Si, allí, están, todos los tipos de lasañas que se me ocurran: con boloñesa, vegetariana, al pomodoro, una que tiene pollo... Casi me relamo al ver todo allí.

—Se ve delicioso todo —bajo la carta cuando estoy seguro de que ha desaparecido el rubor—. Creo que le haré caso a tu recomendación y tomaré alguna lasaña.

Le sonrío y entonces oigo el halago a mis ojos. Es un gran atrevimiento, pero a le vez es algo que nadie me ha dicho sospecho que la razón es que son cafés. Cafés acercándose a color miel, pero cafés al fin y al cabo, no tiene nada de especial como las chicas de ojos azules o verdes.

—Ehmmm... Gracias... —mi turbación se nota, así que, bueno, no puedo hacer nada más—. No me habían dicho eso nunca. Digo... Mis ojos no dejan de ser color castaño.

Vuelvo a sonreír y oh, Merlín, nunca desee tanto que llegaran a tomar la orden porque de repente me he quedado sin palabras, Percy es todo un caballero. Hacia tiempo que no me topaba con ninguno y descubrirlo es una increíble y grata sorpresa.

Me notaba las orejas calientes y la vi ocultarse tras su carta con una pequeña sonrisa en mis labios. No me sentía con ese nivel de atracción hacia una chica en años, por lo menos no desde Eton o cosa así, pero no había conocido nunca a una chica como Susan. Una cosa eran los amoríos adolescentes, los infantiles, los de sólo sexo y ya está, pero con Susan, aunque fuera terriblemente atractiva con esos ojos que me recordaban a la taza de chocolate caliente de por las mañanas y al plumaje de los búhos, y ese cabello largo y pelirrojo tan bonito, y eso labios que se me antojaban tanto y esas mejillas que... tranquilo Percy, tranquilo. Recuerda que si te emocionas, a ti se te nota. En fin, que a parte de sus indudables bellezas físicas, era psicológicamente irresistible, con ese friqui interés por los muggles, y esa habilidad de entretener y divertir sin hacer el ridículo, y esa inteligencia impropia en una hufflepuff. Era simplemente fabulosa.

—Gran elección —comenté mirando al camarero, quien asintió y se fue rápidamente. La familia que teníamos compartiendo la habitación estaba recogiendo y se disponían a irse, y sonreí cuando la niña más pequeña de la familia se tropezó con la moqueta y estuvo a punto de caerse, y me miró con cara de sorpresa, con unos grandes ojos grises. Volví a mirar a Susan, sorprendido ante su comentario—. ¿Bromeas? Tus ojos no son "sólo castaños" tus ojos son profundos y brillantes, y animan a uno a sumergirse en ellos y no salir nunca, tus ojos no son como una mota de tierra en la alfombra, sino cálidos como una taza de chocolate caliente o acogedores como la madera de los suelos. Tus ojos son indescriptiblemente especiales —me había lanzado en indignación de que nadie los hubiera alabado nunca y cuando me di cuenta enrojecí y hasta mi pelo se tiñó rojo, recordándome que era metamorfomago, y reí al darme cuenta, sacando valor de no sabía dónde para mirar a la cara a Susan—. Ehm... eso ha sido un poco osado, te ruego que me perdones no suelo ser tan poco prudente pero... y de perdidos al río... creo que eres hermosa. Creo que tu belleza debe deslumbrar a todo el restaurante, porque he visto a alguno mirarme al entrar como diciendo ¿qué hay que hacer tan sólo para caminar al lado de esa mujer? y antes de que pienses que soy un superficial —añadí intentando sacar valor de alguna parte y decidiéndome a que si ya lo había arruinado lo iba a decir todo con la mayor sinceridad posible—, nunca, y digo nunca, he conocido a una Hufflepuff tan interesante, inteligente, entretenida, divertida y tierna como tú. Y no sé qué he hecho para que mi karma me permita comer contigo, pero tiene que haber sido algo muy bueno porque si no, no me lo explico. ¿Y esto? —señalé mi pelo—. Soy metamorfomago. Y ahora mismo me muero de vergüenza, pero los libra no soportamos las injusticias y sería una muy gorda que no supieras lo mucho que vales.

Me quedo embobada oyendo su larga parrafada, viendo como el cabello le cambia de color ante lo cual no puedo evitar sonreír, porque se le ha puesto casi de mi mismo tono de naranja. Supongo que tiene problemas con eso: su extraña habilidad sale a relucir en los momentos más incómodos y extraños. Sin embargo, no creo que nadie me haya valorado, simplemente creo que no hubo tiempo.

No soy una chica a la que, de adolescente, hayan volteado a ver mucho. Preferían hasta a Hannah, que estaba más desarrollada, antes que a mí. Yo era dulce y cándida, pero los chicos a los quince años no quieren a alguien así, buscan desenfreno, pasión, sentir cualquier otro cosa que sea como droga para sus venas. El sentar cabeza viene después y muchos, después de la cruenta guerra parecen querer hacerlo desesperadamente.

—Gracias —digo finalmente tras respirar profundamente porque sus palabras me sorprenden y me dejan muda—. Nunca nadie me había dicho tantas cosas bonitas. Y... Tu cabello es muy atractivo así. Aunque supongo que te echa de cabeza muchas veces, sobretodo sí dices tantas cosas así seguidas...

No puedo evitar sonreír al imaginármelo. No he conocido casi metamorfomagos es mi vida y Percy era una curiosidad.

—Bueno, se mi caballero de armadura en el baile... —me muerdo un poco el labio—. No te conozco tanto como me gustaría en este momento y esa es una buena oportunidad para vernos de nuevo, ¿no?

Le sonrío dulcemente, esperando la comida.

Sonreí radiante de alivio de que no me hubiera tirado la copa en la cara y se hubiera largado tal y como había venido. No había tenido muchas citas en mi vida y me temía no tener demasiada práctica con las mujeres, fallar y perder a quien de verdad valía la pena. Desde hacía un año todo había sido oscuridad y guerras, problemas, preocupaciones, y me había acostumbrado a ir por la vida con el alma en vilo y el corazón en un puño, en Hogwarts protegiéndonos a mi hermana y a mí de todos los males, mintiendo para defenderla de lo que fuera, procurando ambos pasar totalmente desapercibidos y en soledad para todos, porque de destacar los mortífagos tardarían cinco segundos en vernos las caras y saber que éramos mestizos, que nuestra sangre no era tan pura como a ellos les gustaría. Todo había sido oscuridad, y más con la batalla en mayo, con las heridas y las "largas recuperaciones" físicas y psicológicas, y recién ahora estaba empezando a recordar lo que era esa chispa del ¿amor? esa llama interna, más que chispa, de querer darlo todo por alguien, sin compromisos de familia, era conocer a alguien increíble y no querer alejarte nunca de ella.

Soy un chico atractivo. Eso lo había tenido en cuenta desde los quince años, cuando empecé a adelgazar, echar músculos, llenarme de testosterona, empezar a tener barba, la voz más grave, y en general, volverme un hombre y ser atractivo, y tener bien los dientes, porque antes no lo era mucho. Pero seguía siendo no el típico chico malo que buscan las chicas normalmente, sino un raro, un metamorfomago que no se sabe controlar, un empollón solitario con gustos por la soledad, un poco intimidante y que podría considerarse erróneamente introvertido. Y también odiaba ser reconocido más por mi físico que por mi valía interna, que para mí era lo más importante en todos.

—Gracias a ti por hacerme compañía —repliqué modestamente—. La gente es entonces más mediocre por no apreciarte, ojalá todos pudieran verte con mis ojos. Y gracias, aunque no suelo... perder el control de mis poderes, ni... ni decir cosas así tan seguidas. Al contrario de lo que pueda parecer, no tengo citas muy seguido, y no me involucro en romances desde hace años —me expliqué intentando no acabar dando ninguna impresión errónea, me gustaba que la gente me conociera por lo que soy, no por lo que imaginaban que era. La comida fue traída por un camarero mientras entrábamos en el tema del baile, y le sonreí—. Buen provecho, brindo por nosotros y porque tus alumnos valoren pronto la excelente profesora que tienen delante —dije alzando mi copa en el aire antes de darle un largo trago—. Seré tu caballero de armadura y todo lo que quieras que sea en el baile y donde quieras, y será mi absoluto placer. Me muero de ganas, de hecho. Y... por cierto, ¿por qué no me hablas de ese baile un poco más? ¿hay que ir vestido de alguna forma concreta, por ejemplo?

El alivio de repente se vuelve más palpable, lo puedo sentir. Sonrío con tranquilidad y dejo a la cosa seguir, porque, después de todo, Percy me parece alguien correcto y cortés, merecedor, aunque sea, de una pequeña oportunidad. Nunca he tenido demasiada experiencia en las citas, o con chicos. En Hogwarts lo más que alguien hacía era sacrificarse e invitarte un té en Madame Tudipie, un lugar lleno de corazones, empalagador a más no poder. Una vez acompañé a Hannah cuando un chico de Ravenclaw la invitó a salir en tercero y me pareció demasiado rosa… Bonito, sí, pero… ¡demasiado rosa!

—No es que no me aprecien, creo… —no voy a mentir: a pesar de todo siempre he sido un poco insegura, es algo de mi ser que no puedo borrar—. Simplemente es que acabamos de salir de una guerra, las cosas han estado demasiado tensas, mucha gente tiene que superar a sus muertos y a sus pérdidas… Fue una época complicada y bueno, también humo meses muy difíciles para mí.

Yo fui una de ellas, aunque mi tía lleve ya dos años muerta a veces aun la extraño y recuerdo la noche que llegó la carta, con un sello en negro que tuvimos que romper. Después de eso, pasé una mala época, un mal año, pero después de tanto tiempo he descubierto que la mejor manera de honrar a mi tía es continuar con el trabajo por el que ella dio la vida: la defensa de los muggles.

—Salud... —respondí, alzando la copa de vino en el aire para después darle un trago, ya cuando habían dejado la comida—. Hum, sobre el baile, es de disfraces… —me encogí de hombros—. Muggles, mágicos, lo que sea… Pero al parecer a varias chicas les había ilusión y casi hicieron colecta de firmas para que McGonagall lo permitiera…

Eso me recordó al baile del torneo de los tres magos. ¡Cuánto nos habíamos emocionado por poder ir, Hannah y yo, que la chica pasó tres semanas arreglando nuestras túnicas de gala!

Comencé a comer sin dejar de prestarle toda la atención posible a Susan, sentada frente a mí, mientras escuchaba sus palabras con mis oídos bien espabilados y despiertos. Escuché sobre la época difícil que habíamos pasado este año, recordando que ella, la pelirroja, también había tenido que aguantar estar en Hogwarts, a pesar de que estaban los Carrow, y habían sobrevivido. Tampoco conocía ningún caso de ninguna muerte en Hogwarts durante el curso pasado, claro que imaginaba que antes que matar alumnos preferían acabar con sus familias, amenazarlos y para ellos sería más divertido tenerlos todo el curso atormentados, sobretodo a los rebeldes. Susan había estado allí más tiempo que yo -pues yo no había vuelto al acabar las vacaciones de navidad- y eso era algo a tener en cuenta.

—Sí, tienes razón... —respondí recordando a Hermione, Lorelaine, y a mí mismo—. Espero —comenté mirándola a los ojos y procurando no enrojecer de nuevo, ya que mi pelo recién empezaba a recuperar su tono natural— que a ti no te lo hicieran pasar demasiado mal los Carrow. Yo dejé Hogwarts en las vacaciones de navidad, y olvidaba que tú tuviste que aguantar el semestre siguiente. —terminé por decir. Sí era verdad que podía ver que Susan estaba esforzándose por salir adelante y recuperarse al cien por cien, imaginaba que todos lo estábamos pero que algunos tenían más facilidades que otros, o más resistencia, o simplemente eran más testarudos a la hora de no dejarse vencer por la tristeza interna. Como fuera, perder a alguien siempre era duro. Me alegró por tanto ver que comenzaba a avanzar el tema del baile—. ¿Disfraces? —sonreí pensando en mil grandes disfraces—. ¡Es genial! eso le quita pastelosidad al asunto, será divertido Susy, ya verás. ¿De qué vas a ir tú?

El año pasado prefiero no recordarlo. Yo no la pasé tan mal, con el ED y refugiándome en la Sala de Menesteres siempre que lo necesitara, pero todos sufrimos por Justin, que no podía asistir como hijo de muggles y nos enviaba cartas de todas las partes del Reino Unido que podía, hasta que sus padres consiguieron sacarlo del país rumbo a Europa donde, con suerte, no lo seguiría la alargada sombra de Lord Voldemort.

—Fue un año difícil —confirmo—, pero... no imposible. ¿Aquí estamos, no?

Siempre tan optimisma yo... Pero bueno, no me quedaba nada más. Volví la vista a la lasagna y corté un pedazo, estaba deliciosa, así que seguí comiendo con calma, recordando cuando había sido la última comida que había disfrutado de aquella manera. La buena comida siempre se agradecía, pero además un buen vino y una buena compañía eran ya demasiada buena suerte.

—Sí, disfraces... ya hay muchos chicos planeando cómo irán —respondí, recordando las pláticas que había en todos lados con respecto al ya tan esperado baile—. Bueno, tengo un viejo vestido escarlata que me hizo una amiga hace poco, así que estaba pensando hacerle algunas arreglos con dorado e ir como alguna doncella o princesa o algo así... Claro que me faltaría alguna tiara, pero eso no es demasiado complicado de conseguir.

Escuché atentamente las palabras de Susan con cierta seriedad, definitivamente el año había sido diferente para cada uno, para algunos peor y para otros mejor. De cualquier manera era el pasado y no me interesaba estar ceñida en él todo el tiempo, en mi opinión uno tenía que disfrutar o sufrir las cosas en su momento, las consecuencias los meses siguientes, o el par de años siguientes, y a partir de ahí seguir adelante e intentar pensar en cualquier otra cosa que te hiciera sonreír. Evidentemente con lo que había pasado no iba a ser tan fácil, pero no podíamos no intentarlo, sería estúpido, y aunque costara era lo menos que podíamos hacer.

—Sí, aquí estamos —admití con una sonrisa amarga, pensando que no todos estábamos pero que Susan tenía razón. Como yo mismo pensaba,sería muy estúpido no emplear las vidas que teníamos para estar bien, muy estúpido. De algún modo, sentía que se lo debíamos a las víctimas mortales.

Mientras terminaba mi filete, comenzamos a hablar del baile más a fondo. Cuando la escuché decir que iría de princesa o algo así, me dio un vuelco al corazón de imaginarla tan majestuosa aparecer por el callejón Diagon. Sin duda, si iba a ir con ella, tendría que ponerme a su altura, aunque no prometía ser fácil.

—Vaya, me parece que vas a estar realmente impresionante Susan, no sé cómo esperas que me resista a eso —comenté sonriendo y me permití regalarme una mirada a sus ojos de nuevo.

Quizá peco de optimista y es cierto, pero es mi manera de afrontar la vida, quizá es mejor, me deja personas lo bueno de cada cosa, y es precisamente lo que me enseñó mi madre. Sin embargo, también pasé momentos realmente duros que me gustaría desaparecer para siempre. Pero he sobrevivido y me he vuelto más fuerte, más dura, más inteligente. He sobrevivido y tengo experiencia para volver a afrontar mil situaciones, he sobrevivido y por algún motivo, valoro más mi vida y los buenos momentos que me deja.

—Supongo que vivir momentos duros enseña que siempre se puede salir de ellos, ¿no? Aunque no siempre es fácil —sin embargo no quiero ponerme profunda en aquella comida tan relajada y tranquila, no me parece el momento, ni el lugar, y mucho menos la compañía.

Sigo comiendo mientras veo mi lasaña desaparecer poco a poco, realmente es deliciosa y tiene cierto regusto casero que es imposible encontrar en muchos restaurantes, disfruto aquello y por alguna razón no quiero que termine y no quiero volver al castillo aquel día. Podría pasarme una eternidad hablando con Percival.

—No es un estado muy complicado… —argumento—. Y realmente nunca tuve oportunidad de usarlo, así que... Creo que será una buena ocasión para vestir tan deslumbrante... —Sonrío, incapaz de ocultar el rubor de mis mejillas. Es tan visible y tan obvio que realmente no hay manera de hacerlo pasar por otra cosa.

Incluso los más grandes podían caer en las peores guerras, e incluso los más débiles podían ganarlas. Todo era cuestión de azar, pura casualidad, o una gran victoria, o una gran derrota. Y los supervivientes se veían obligados a reconstruir sus casas, llorar a sus difuntos, e intentar no tener ese típico complejo del superviviente que nos impidiese disfrutar la vida que se nos había regalado. Esa era, después de la batalla que nos había tocado vivir prácticamente desde nuestro nacimiento, la misión que nos tocaba a todos, incluido yo mismo.

Y sin embargo, con Susan todo parecía mucho más fácil.

—Coincido contigo, y de hecho creo que es la mejor manera de valorar la vida, lo que se tiene, y exprimir cada segundo —concordé con una sonrisa dándole un largo trago a mi vino. No sabía cómo iba a aguantar cada segundo sin tener a Susan por delante, o sin escuchar su voz. Además, era extrañamente curioso que normalmente con las mujeres iba lanzado directo al grano, copitas por aquí, piropos por allá, alguna mirada particularmente buena, algún comentario lascivo y en el bote, y eso que no solía tener gran relación con el género femenino. Pero con Susan, era otra historia. No me apetecía ir lanzado, me apetecía cuidar de ella, y andar con cuidado, y en serio, sin tonterías. Y moría de ganas por ese baile—. No sé como voy a resistirlo cuando te vea tan deslumbrante, ya eres guapa de por sí, así que ni siquiera me da lugar la imaginación... ni siquiera sabré cómo estar a tu altura, vas a ser la más increíble de todas, te van a envidiar.

Saber aprovechar la vida, todo es cuestión de eso, no se puede desperdiciar la vida en la amargura, y aun así hay gente que insiste en hacerlo y se sume en pensamientos oscuros, en el rencor y nunca pasa de allí. Pero creo que ese no es el propósito, aunque sí, quizá peco de optimista, porque estamos saliendo de una guerra y en muchos casos las heridas aun no están dejando de sangrar.

—Por supuesto... Hay que aprovechar todo al máximo —alzo la copa de vino y le doy un trago.

Lo estoy pasando demasiado bien allí y mi hora libre empieza a menguar y a terminarse, poco a poco, quizá más rápido de lo que creía. Quizá cuando esté de nuevo en el colegio me de cuenta de que extraño la amena plática de Percival y a él mismo y acabe mandando una carta... No sé. La verdad es que me la estoy pasando muy bien y no quiero irme todavía.

—Seguro que podrás estar a mi altura... —le comento, pues lo cierto es que es bastante atractivo, más alto que yo, con un poste majestuoso—, aunque la verdad... Prometo deslumbrarte en ese baile.

Sé que el vestido que hizo Hannah es impresionante y con unos cuantos arreglos, sin necesidad de que quedé tam pomposo, se verá precioso.

Estaba enamorado de ella. Simple y llanamente la amaba, y no era algo racional, ni lógico, nada que pudiera explicar con palabras simples, sino era algo que resultaba de pensar y darse cuenta de que había cosas inexplicables sobre la mesa, como la forma en la que me la quedaba mirando a cada poco, o mi metamorfomagia algo descontrolada, o la sonrisa tonta que se me formaba en los labios, y cuando en mitad de todas esas cosas inconscientes ponías algo de consciencia, y te dabas cuanta, y pensabas ¿por qué? entonces sólo una palabra lo explicaba. Amor. Y el amor no tiene lógica alguna, no podía preguntarme, por qué, con tan poco que la conocía, porque iba más allá de nuestros cerebros. Era como una vibración, o una energía, o una sensación muy positiva que me decía que me quedara con ella, que cuidara de ella, que no me alejara nunca. Las ganas tan grandes de hacerla feliz cada momento, y sacarla una sonrisa cada día.

—Totalmente cierto —le dije a la mujer de mis pensamientos, aquella por la que me palpitaban las venas sin mayores explicaciones ni nada. No quería irme, no quería abandonarla nunca—. Estoy absolutamente convencido de que incluso yendo mugrienta me deslumbrarías, Susan, en una forma positiva, de hecho. Estoy pensando que, si tú vas a ir tan bonita, yo debería encontrar algún elegante traje del renacimiento o por ahí, seguro que pillo algo lo suficientemente glamuroso para estar a tu altura —añadí el comentario con pensamientos optimistas, intentando pensar en la forma de no desfraudarla con el disfraz.

Hummm. No conozco demasiado a Percival Lightwood. Es curioso, porque en ese momento siento un impulso de conocerlo más, mientras como lo poco ya que queda de la lasaña. Quiero seguir hablando con él, porque puedo notar las emociones que género en él y en cierto modo me halaga, porque yo, Sue, Susy, nunca había provocado eso en un chico. Siempre fui una especie de patito feo muy amable, siempre peinada con la trenza que en ese momento no llevo puesta. Con una sonrisa para ayudar a todos, pero nunca tuve un chico porque el que especialmente me gustaría... Bueno, hablar toda la eternidad.

No estoy segura de que sea amor, porque apenas lo conozco, es una especie de atracción, quiero conocerlo, hablar con él. Le sonrío mientras pienso que decir, como hacerlo, pues su último piropo fue más que arriesgado, aunque quizá es lo que piensa: que me verá hermosa incluso con ropa vieja. Sonrío, halagada.

—Gracias —es lo único que atina a salir de mi boca. La timidez de siempre me ha ganado por esta vez mientras lo oigo hablar—. Te verás bien con lo que sea, estoy segura... —miro el reloj de mi muñeca, como el segundero no parece perdonarme el tiempo y vuela a la velocidad del rayo por la carátula del reloj arrastrando a las demás manecillas por él—. Casi sé acaba mi hora del almuerzo y... Tendré que volver a Hogwarts.

En realidad no quiero volver, pero el deber me llama, tengo que volver a la biblioteca, a mis despacho, a los pasillos que ya conozco perfectamente. Será extraño.

—Aunque, podríamos vernos después... —sugiero, dejando muy abierta la posibilidad.

Terminé mi copa y terminé mi filete mientras escuchaba a Susan, y me entristecí de pensar en tenerme que despedir de ella tan pronto, pero mi tristeza se esfumó casi completamente cuando habló de vernos después. Afortunadamente, como mago, aparecerme y desaparecerme en Hogwarts no era tan gran cosa como hubiera podido ser para un muggle, así que podía imaginarme allí mismo, esperando a que saliera Susan con quizá bombones o algo así. Podría preparar algo en el lago, o alguna cosa por el estilo, y fingir que estaba de redada, total, aurores no era algo precisamente indispensable hoy en día.

—Muchas gracias —sonreí al cumplido y me mordí el labio inferior cuando habló de que tendría que irse—. Oh, vaya. Bueno, te mando toda la suerte del mundo, aguanta como la mujer valiente que eres —comenté y sonreí alegremente—. En ese caso, probablemente esté esperándote por Hogwarts digamos... con un ramo de flores enorme o algo así... —sugerí contemplándola directamente a aquellos ojos tan encantadores que podría pasarme mirando toda la vida sin que me molestara lo más mínimo, sería más útil que cualquier empleo—. Es un gran placer compartir mi tiempo contigo, Susan —admití sinceramente.

El tiempo se había pasado volando, con la voz de Percy todo había sido más rápido y de repente tenía que volver a Hogwarts a la misma rutina de siempre, pero sabía que esa vez no sería lo mismo, porque extrañaría esos pequeños momentos que había pasado en compañía de aquel auror. Definitivamente. Algo había cambiado en esa comida, ese tiempo, esas palabras. Tenía pareja para el baile, algo que no esperaba al principio de la semana.

—No tengo muchos que hacer, planear clases es rutinario, pero me gusta —sonrío, porque de verdad me gusta mi materia y ya estoy planeando la siguiente clase, mucho más dinámica que la primera. Aun me pregunto qué pasaría si los pongo a combinar ropa muggle.

Por otro lado… tengo que volver al ministerio y quizá esa sea excusa para volver a verlo, pero aun así los días se harán eternos, eternos… Largos y complicados, como esos días que se estiran como un chicle y en los que las horas tardan en moverse e incluso el segundero parece ir lento. Será una tortura, pero si tengo la esperanza de volverlo a ver entonces estará bien.

—Tengo que volver al ministerio dentro de quince días, así que esa será una excusa perfecta para pasar a visitarte, pero… —pensé en que podría hacer para verlo antes de eso, antes del baile—, iré este fin de semana a Hogsmeade, y quien sabe, quizá espere verte por allí. ¿Irás a visitarme?

Siempre se dice que cuando te lo estás pasando bien, la arena del reloj baja más deprisa, y aún así, aún conociendo el dicho, solía sorprenderme lo mismo cuando estaba en el trabajo y me mandaban rellenar informes, en lugar de algún "trabajo de campo", y cada segundo se hacía eterno, los minutos, horas, y las horas, días, y, sin embargo, en el lado opuesto, todo este tiempo que había estado con Susan, que quizá habían sido una o dos horas, yo hubiera jurado que no habían sido más de diez minutos o incluso menos que eso. Y podía ser la adrenalina, o la sensación de dinosaurios jugando al paintball en el estómago, o la manera en que mi cerebro se sentía como nubes flotando en el espacio exterior cuando Susan hablaba, pero se hacía tan corto cada segundo, que sólo podía desear que llegaran más días así, pese a que a la hora de la despedida se me formara un vacío interno, merecía la pena.

—Es genial que te guste tanto tu trabajo —comenté divertido— así no irás muy amargada. Ey, podrías enseñarles las algunas absurdas creencias muggles sobre temas mágicos —me hacía feliz pensar que le gustaba su trabajo tanto, porque así no me sentía mal pensando que iba a estar amargada, harta y cansada, y no iba a estar yo para sacarle una sonrisa como me apetecía hacer—. Esperaré ansioso por ti en el ministerio cada día que me tengan allí trabajando y cuando me manden fuera, rogaré porque me manden a Hogsmeade o a Hogwarts, así que estaré allí para verte aunque tenga que escabullirme, total, mis deberes pueden hacerse en cualquier parte —comenté felizmente mientras mis intestinos daban un vuelco y sentía una conga en mis entrañas de puro gusto de pensar que esa pedazo de increíble mujer quería verme. A mí—. No me perdería una oportunidad de pasar el rato contigo ni aunque me pagaran por ello.

—Sí, mi trabajo es complicado algunas veces y me quejo como todos supongo…

Sonrío porque la verdad alguna vez me he quejado, cosa que todos hacen. Sobre todo aquellos que tienen un trabajo muy complicado y lo hacen por vocación… bueno, supongo que todos tenemos derecho a cansarnos en algún momento. Además que los alumnos más pequeños suelen ser los más cansados de todos, aunque por suerte yo sólo tengo fieras a partir de los trece años.

—Bueno, no tengo que volver al ministerio hasta dentro de dos semanas… —lo cual, sinceramente, parece una eternidad de tiempo que no puedo esperar—. Así que como supongo sólo eres aprendiz de aurores ahora… —de todos modos, sólo tiene mi edad y son necesarios tres de entrenamiento—. Tendrás un tiempo libre el fin de semana, ¿no? Saldré a Hogsmeade, quizá vaya al callejón Diagon, podríamos ir a algún lado.

Vuelvo a mirar el reloj, casi es hora de irme, pero la verdad es que nunca me han gustado las despedidas. Pueden parecer normales, pero en los tiempos de guerra una despedida era cualquier cosa y aunque intento ser optimista respecto al futuro y todas esas cosas… Bueno, hay marcas que no se borran de un día para otro, además de que me parece que voy a extrañar bastante a Percy.

—Entonces, ¿te volveré a ver?

Esa soy yo: haciéndolo más largo.

—Sí, yo también tengo mis momentos de quejas —afirmé pensando que sí era cierto, daba igual si tu trabajo te encantaba, se llamaba trabajo por algo, y ese algo era que todas las cosas, aunque te encanten, cuando te obligan a hacerlas a veces pierden un poco su gracia y amargan un poco.

No pude hacer más que sonreír al entender claramente que yo no era el único con ganas inmensas e incontenibles de ver al otro, que ella también quería echar el rato conmigo, y nos íbamos a echar de menos mutuamente. Y ese sentimiento no hizo más que espabilar aún más a mis fueros internos, ronroneando de gusto de saber que no estaban solos en sus ganas por pasar sus minutos con la otra persona.

—Bueno, estoy seguro de que siempre puedo hacerme huecos si es por ti —dije sinceramente pues, hoy en día, los aurores íbamos más por libre, pues las órdenes principales solían ser desperdigarse y vigilar o Hogwarts, o el callejón Diagon y zonas así, por lo que siempre estabas en un buen sitio para "encontrarte casualmente" con alguien deseado—. Mándame un mensaje cuando salgas a alguna parte y yo procuraré estar casualmente ahí —dije deseoso de volver a verla—. Estaremos en contacto entonces, te prometo que nos volveremos a ver muy pronto, quizá hasta me acabes acusando de acoso —bromeé y me puse en pie dispuesto a acompañarla un poco. Esperé a que ella lo hizo también y la contemplé a los ojos sonriendo—. Se me ocurre algo que podría hacer para hacer la espera más llevadera... si permites mi osadía —susurré y despacio, la besé en los labios tiernamente, no queriendo terminar nunca el tiempo con ella.

—Siempre tengo libres los fines de semana… —comenté, dándole a entender que cualquier fin de semana que se dejara caer por Hogsmeade o por el colegio sería bienvenido a acompañarme—. Salvo que quieran que vigile a estudiantes que convencen a McGonagall de ir al Callejón Diagon, pero por lo demás…

Me encojo de hombros mientras oigo sus palabras, pues a él se le nota mucho más que tiene ganas de verme. Yo trato de ser más cuidadosa con los sentimientos que muestro, pero con Percy realmente no he podido hacerlo. Sé que las ansias se me notan, que están plenamente tatuadas en mi sonrisa, y que se van a quedar allí un rato más.

Aunque de repente se borra todo de un tajo porque resulta que me besa. Es osado, atrevido, algo que yo no había creído que ocurriría porque es la primera vez que nos vemos y que hablamos más de cinco minutos. O que nos dedicamos algo más que un «Hola» y un «Hasta luego», porque en Hogwarts nunca fuimos así de cercanos. Pero le respondo el beso aunque una parte de mí dice: «Déjalo con ganas de más».

—Ehm… Percy… —odio interrumpir el momento, separándome un momento, con las mejillas enrojecidas—, de verdad tengo que irme. Ven a verme… Estaré esperando.

Y me marcho antes de que tenga tiempo de algo más.  

Off:

Off: ¿Cerramos tema? Acabo de volver de vacaciones