Mi lugar favorito en el mundo [Niniel]

La verdad, había sido un impulso, un maldito impulso. Pero quería hacerla sonreír, costara lo que costara, aunque fueran meses, años… ¿qué importaba? Quizá no tenía todo el tiempo del mundo, pero al menos si la idea de que lo había intentado. Le propuse ir al lago porque aquella aula abandonada por la humanidad ya no tenía nada que ofrecernos, nos habíamos drenado allí y habíamos soltado todo lo que nos carcomía por dentro. Sinceramente, había algo de paz dentro de mí después de hablarle de mi hermano con la libertad con la que sólo le puedo hablar a una desconocida, aunque, creo, tengo la ligera idea, de que Niniel ha dejado ya de serlo.

El lago resplandece con la luz, y sé que el calamar debe de estar cerca de la orilla. Muchos intentan provocarlo para que saque sus tentáculos, pero casi nadie lo logra. Colin siempre lo intentaba, porque decía que quería tomarle una foto para mandársela a nuestros padres. Siempre les mandaba infinidad de fotos y nuestros padres se quejaban de que no podían enseñárselas a sus amigos porque eran animadas, aunque creo que en el fondo las encontraban curiosidas.

—Este es mi lugar favorito en el mundo —le confieso a Niniel—. Suelo venir aquí cuando quiero relajarme, o cuando busco paz. Siempre venía con mi hermano, aunque ahora él ya no está.

«Mi lugar favorito en el mundo», pienso, viendo la orilla del lago. Sí que lo es.

—¿Quieres mojarte los pies? —pregunto, agachándome para sacarme los zapatos y las calcetas. Siempre lo hago, por más que McGonagall se enoje. El agua fría en los pies me da una sensación que ninguna otra cosa me causa.

Excepto, quizá, pensar en los buenos momentos con Colin.

El me lleva y yo me dejo llevar. Me saca de esa sala donde había llorado tanto, donde había dicho todo, la vida de muñeca que tuve y no, no sabía que sentía ahora. Me miro a misma y me veo igual que ahí, con el mismo color que tenía sobre ese piso de madera derruida, rodeada de paredes con la pintura descascarada y una obscuridad casi absoluta que hacia a ello no importar; con la misma forma que tenía ahí, sentada, encogida sobre mi misma con las rodillas entre mis brazos y la cabeza caída; apretada contra la pared del fondo casi sin poder pensar, y es que era una miseria, era una miseria estar ahí; solo sintiendo en mi piel los trazos de lo que me habían hecho la última vez, mirando mi cuerpo para solo ver lo mucho que lo habían apretado.

Pero no… aun así era distinto, podía tener el mismo color, la mis forma, la misma pose si me sentara; pero también se veía diferente, aquí me llegaba la luz como si fuese una flor, si podía pensar un poco en algo que no fuera eso; en cómo se sentiría el pasto, la tierra o incluso el si no me doliera tomar su mano. Era algo extraño, se sentía como si el sol intentara calentar mi frio, por mucho que ese frio estuviesa realmente dentro de mí, dentro de la muñeca no afuera.

Este es mi lugar favorito del mundo.

Me estremezco un poco en mis hombros cuando dice eso y es que la visión del lago me tenía aletargada, de nuevo así; como si estuviese a punto de llorar al pensar en lo que no había podido ni soñar ahí durante tanto tiempo, pero a la vez aguantando por el simple hecho de estar ahí en este momento y ahora. Yo no sé, creo que cuando quiero quitarme todo solo me devuelvo a mi lugar adentro… Aunque a veces me subo a un mueble para mirar por la ventana; cuando ese lugar no me deja dormir…

Está bien, si tú quieres; le respondo al final, haciendo como él; sentándome en el suelo para desnudar mis ligeros pies; sacando primero el pequeño zapato del uniforme y después la calceta; haciéndolo lenta, esperándolo a el primero.

Acabo de sacarme los zapatos y los calcetines y me acerco un poco más a la orilla. El agua fría empieza a tocar mis pies y la sensación que produce en la planta del pie me produce siempre ese pequeño escalofrío, esa sensación que tanto me gusta. Cierro los ojos un momento y dejo que el sol, que se empezará a poner delante de nosotros, acaricie mi piel.

Después de un pequeño momento me doy la vuelta hacia Niniel y le tiendo una mano para que se acerque más, aunque sé que debo darle su tiempo. Quizá quiero que tenga un lugar favorito, como yo, pero aquel lago me atrae de una manera que ningún otro lugar lo hace.

—¿Sabías que hay un calamar gigante aquí? —le digo a Niniel, aunque no sé si la voy a asustar con eso, aunque a mi el calamar no me asusta—. En mi primer año llegamos en bote y me caí el bote… —Suspiré—. Uno de los tentáculos del calamar me agarró y me regresó al bote.

Esa vez, fui la sensación de la noche.

La reacción instintiva de mi cuerpo me dice que no, un impulso me humedece entera cuando me tiende su mano; pero no, lo detengo y no me voy, solo doblando mis piernas hacia mi; para después acallar a mi pecho y estirar mi brazo tomando su mano, sintiendo consiente como es su piel mientras me dejo levantar.

¡Aaa!

Se me escapa un corto grito cuando siento el agua en mis pies y es que es demasiado fría, de golpe siento algo absolutamente helado y extraño en pies tan frio que en un instante la sensación alcanzado la mitad del camino hasta mis rodillas. Es casi como si me hubiese hecho votar algo de mí en ese grito, respirando extensa, moviendo mis hombros mientras espero a que mi piel intente acostumbrarse.

Y es que era fría, demasiado fría, el agua fría de un lago; eso nunca lo hubiese podido sentir allá, y es que el agua que veía no era tan helada, ni tan transparente... y un lago, creo que hasta ahora había olvidado cómo eran. Y es que ahí había dos tipos de agua, la poca que nos dejaban para tomar a veces en un sucio recipiente o la que usaban cuando nos lavaban a la fuerza para que estuviésemos mas "presentables" para ellos.

....

Me giro para mirarlo cuando menciona al calamar sin afectarme mucho mas en realidad, pues los monstruos no eran lo que odiaba o me aterraba de este mundo, si no que los hombres; los hombres fueron los que me tomaron solo por que quisieron, ellos me desaparecieron de todo; no un calamar, los caballos alados...

Entonces el calamar no debe ser malo, si te devolvio no puede ser malo. Le digo cuando termina su historia; apenas atreviéndome a mover mis pies por lo extraños que los sentía en el agua. Así que como quieres me puedo me puedo quedar, se siento mejor aquí...

Termino mirándolo, tal vez con la expresión aliviada de alguien a quien han liberado de su tortura por un momento, o de su prisión por un día.

No puedo evitar esbozar una pequeña sonrisa cuando suelta ese pequeño gritito cuando el agua fría toca sus pies. La primera vez yo lo hice, pero esa vez... instití en ir al lago, arrastré a mi hermano Colin. Sentía esa fascinación por el Calamar Gigante, una fascinación que se pasó después de un rato y acabó por convertir aquella orilla en un lugar al que iba cuando estaba triste, sólo, me sentía perdido o quería tranquilidad.

—No, no es malo —respondo sobre el Calamar Gigante—. Más bien es un... incomprendido.

Me quedo viendo a Niniel. No sé que decirle, que no decirle. Me parece alguien demasiado triste, pero simplemente no la he abandonado porque me parece alguien a quien proteger. Una razón para dejar al mundo sin guerra. No sé como funcione, no sé, ni siquiera, si funcione... Pero, quiero intentarlo.

—Eres linda, Niniel... —alzo mi mano hasta tocar las comisuras de sus labios—. Eres linda... —murmuro de nuevo, esperando que ella no se lo tome a mal. Yo sonrío, por si acaso—. Ojalá pudieras ser feliz... ojalá.

Al comienzo no cambio cuando me dice.... eso, trato de no cambiar porque con él no quiero; aunque en verdad sintiese que no quería ser linda y es que ellos lo decían también; que era linda, su linda muñeca; daba la sensación de fue por eso que me tomaron a mí, porque para ellos era... linda.

¿Puedes no decir que soy eso? Si quieres lo puedes pensar, pero no me lo digas por favor; al menos quiero pedir que no me lo digas. Suspiro tras mis palabras y es que me sentía mal, el lugar no era malo; pero me sentía tan triste igual, abandonada aunque no lo estuviese y fría, como si me faltara algo; triste de que tuviese que dar esa respuesta para sentirme un poco mejor... y es que....y es que tenía que hacer algo para hacerlo mejor; tal vez lo que siempre hacia para sentirme mejor...

Yo...
Esta muñeca... ¿Puede hacer algo? Solo una cosa es lo que pido a veces y.... solo tienes que quedarte quieto, un momento quieto. Le digo metiéndome lenta las manos entre los bolsillos de mi túnica para ver que no lo tenía, que lo había dejado en la sala cuando arranque la hoja del recuerdo que dolía.

... Necesitare un libro, uno con una hoja en blanco.

—Ser linda no es algo malo, Niniel... —me muerdo la lengua, porque no sé que palabra usar—. Pero si quieres, puedo usar otra palabra. Puedo decirte que eres bella, porque en verdad lo eres. Aunque...

Cierro los ojos, no quiero enfrentarla a su realidad y a la vez si quiero hacerlo. Espero un momento, hasta encontrar las palabras precisas, necesarias. Encontrarlas y llevarlas hasta mi garganta.

—Aunque, eres una chica, Niniel. Una chica. Aquí puedes se más de lo que alguna vez te dijeron. Aquí no eres ninguna muñeca esperando que le hagan daño. Aquí, si quieres, puedes defenderte...

Después oigo su propuesta y me extraño. ¿Un libro con una página en blanco? No tengo ninguno, pero rebusco entre las bolsas de mi túnida hasta que saco un pedazo de pergamino.

—Esto es todo lo que tengo...

No sé, y es que no sé cómo... siento tanto mi cuerpo manchado. Respondo moviendo mi mirada hacia el lago, levantando mis hombros en un gesto resignado. Ser una chica... ¿Intentar ser una chica?

Estiro mis manos para tomar la hoja de pergamino que él tiene, sujetándola con mis delgados y temblorosos dedos blancos para llevarla hacia mí. Está bien, puedo usarla así también. Tal vez dudo por un instante como si de pronto no quisiese moverme en lo absoluto de ese lugar, pero al final me voy hacia la orilla sin decir nada más, sentándome en el pasto con las piernas dobladas y mis pies aun tocando el agua.

Ahí apoyo el pergamino como puedo en mis piernas, metiendo las manos debajo de mi túnica hasta que saco un lápiz; un lápiz de grafito sin magia, no como las plumas que veo aquí. ... Y lo uso...

¿Te puedo pedir que no hagas mucho, solo es un momento el que pido? Comienzo a dibujarlo a él en el papel, primero su silueta, después el lago con un línea, la forma de su rostro, su cabello... y sus ojos, sus labios…

Tardará un poco en estar listo, pero se ve algo; pues siempre lo hago, capturar los momentos y expresiones de otros, esos que yo no sé cómo tener.

Suspiro. Un suspiro cansado, aturdido, un suspiro de no es que hacer. Un suspiro... Bueno, porque parece que cada cumplido que le haga a Niniel será recibido por una reacción extraña, que por lo general no entiendo ni aunque quiera.

—Eres bella, Nini...

«A su modo, únicamente, porque le falta demasiado camino que recorrer y va a doler. No será fácil superar todo esto, pero un día tendrá que enfrentarse al mundo... Y no será bonito.»

—Está bien, me quedaré quieto —digo, esperando. Me quedo mirando al cielo, esperando que el sol se oculte, pero para eso aun falta un buen rato.

Las líneas continúan apareciendo en el pergamino, ya está el, sus ropas, sus cosas, sus piel hundidos en el agua y finalmente su expresión; eso en que siempre tardo mas, ese momento en que trato de gravar en el papel lo que harían sentir sus labios, ojos o mejillas a alguien más libre que yo; y aunque se queda mirando al cielo yo no le pido nada, solo dibujo así porque es lo que necesito... tener una de esas cosas que yo desde entonces deje de hacer.

Ya puedes dejarlo,
¿Te gusta?...

Le pregunto levantando un poco el pergamino, mostrándole el dibujo que había hecho de el mirando el cielo, ahí; con sus pies hundidos en el lago. Y es que a veces era algo bueno, dibujar a los demás era una de esas cosas que sentía poder ablandarme, aunque sea un poco... lo suficiente para preguntarle si le gustaba al menos; ahí, con una extraña sensación de calor que había subido a mis mejillas.

Observo el dibujo, una perfecta copia de mí mirando al cielo, con los ojos perdidos en las nubes y los pies metidos en el lago. Oigo su pregunta, pero me quedo examinándolo un poco de tiempo más, repasando las lineas que ella puso sobre el papel, con cuidado... Alargo la mano para tomar el pergamino, tocarlo, sentirlo, pero es sólo pergamino. Y yo estoy en él. Sonrío, o al menos lo intento, porque no tengo muchas sonrisas.

—Me gusta —respondo—. Es... —intento buscar un sustantivo que no represente nada malo para Niniel, pero me pierdo haciéndolo, no lo conozco, me frustra, no sé que decirle—. Hermoso. Es hermoso. Gracias...

Sonrío, un poco más amplio. Ojalá le guste. Ojalá confíe un poco más en mí.

¿No es cierto? Que hace estar mejor... Le digo cuando dejo que él se lo lleve, y es que de pronto sentía que podía hablarle un poco mas; él no lo había juzgado con extrañeza como hacían todos, el solo había dicho que era hermoso; que ese dibujo era hermoso; no ese "Lo haces bien" de ellos mientras me usaban.

Yo los hago a veces, tengo un libro con dibujos en mi lugar de aquí; los que hago siempre para guardar los momentos de los otros... de los que no fueron usados como yo. Y es que era triste, esa frase me hacia estar triste; no encerrada, si no que triste, sinceramente triste por a ver terminado así; por creer que solo podía recordar lo de allá, lo que me hicieron y nada mas...... y mi garganta estaba apretada, ya no me quedaban mas lagrimas paro mi garganta seguía apretando,  y aun así...

Yo... ¿Quieres que te lo muestre algún día? También tiene algunos recuerdos malos, pero puedo esconderlos; y yo... lo siento, lo siento por todo.

Seguía sin saber que me pasaba, estaba llorando por dentro pero quería decírselo, no sé porque se lo decía todo ahora; me dolía sacarlo como una astilla, pero igual se lo seguía diciendo... todo.

—Me gustan —le digo con total sinceridad. Me queda viendo las líneas un momento más porque realmente nunca conocí a alguien con ese talento para el dibujo, es extraño. Me empieza hablar de que tiene una colección de más dibujos, esa que parece ser su manera de evadirse—. Yo tengo un álbum de fotos que tomó mi hermano. —Sí, incluye aquella que le tomó a Harry con Gilderoy Lockhart que, según nuestra madre era un profesor muy guapo y, según Colin, el tipo más presumido que existía sobre la faz de la tierra.

Me quedo mirando el dibujo una vez más, un momento. Es un talento que nunca había visto antes. Las líneas, realmente parecen mostrarme a mí.

—Puedes enseñarmelo, si quieres... Completo... —le dejo saber. Con eso le muestro que no me importa el doloroso pasado que tenga que esconder, no me importa verlo—. No lo sientas, Niniel, no tienes por qué.

Yo... Miro desconcertada hacia un lado.
Podría verlo también, el libro de tu hermano; pues... siempre era mejor antes ¿Cierto?; cuando estaba el, lo señalo con un tímido dedo; y como estaba yo antes de ellos; continuo poniendo una mano abierta sobre mi pecho.

Yo creo que antes..., que antes de todos esos años ahí, tuve una familia; me cuesta mucho recordarla, casi nunca puedo hacerlo; me detengo un instante para respirar, cierro mis ojos y respiro para tratar de aliviar un poco la voz que me duele sacar; pero creo que estuve con ellos alguna vez, en una casa blanca tal vez... con ventanas. Y si, le seguía diciendo todo, ya no me importaba decirle un poco más; ya lo había llorado y vomitado todo en la aula abandonada, así que en verdad ya no importaba hacerlo más acá.

Y es que era mi primera vez, la primera vez que le contaba a alguien desde que me encontraron y es que no se; tal vez estaba rendida ya; o es que no era tan malo, que después de todo no era tan malo... y es que no se; el viento, el lago, el; ese el que tenía unos ojos más parecidos a los míos que a los de ellos me habían hecho contar incluso eso... ese anhelo que ni yo misma podía recordar.

—Sí... era mejor... —no sé que quiere decir, pero la entiendo en cierto sentido. Cuando estaba Colin todo era más sencillo, más feliz, más fácil, mejor. Mucho mucho mejor. Ahora todo es extraño, pero... ¿quién puede decirlo? El chico que una señora encontró vagando a la mitad de Londres bajó una lluvia torrencial y lo acogió en su casa. Nada fue gratis, pero no me arrepiento. Quien tenga que pagar por lo que me pasó a mí, lo que le hicieron a Niniel, las pérdidas de todos, lo harán.

Yo puedo tener quince años, pero no soy el único. Gracias a Merlín.

—¿Familia? —pregunto—. Podrías encontrarla o... ¿ya lo intentaron, no? —Quizá por eso está en Hogwarts, abandonada a su suerte—. Deben de estar por allí, ¿no crees? Tus padres... quizá hasta tienes hermanos, Niniel.

Niego con mi cabeza, cerrando mis ojos un instante. No sé, y es que no; nunca se encontró ese lugar de nuevo...

Yo creía que sabía, aun ahí creía que eso al menos lo recordaba; oculto mi boca tras mis rodillas; donde estuvo mi casa. Pero cuando lo dije,... cuando lo dije nunca la encontraron... Suspiro, solo inflando mi pecho con ello.

Me dijeron que habían ido a aquella calle, que habían preguntado por mí, pero me contaron que no... que ninguna como yo había vivido con los que estaban ahí.

...........

No lo hacía mucho acá pero podía recordar el momento en que me lo dijeron, ahí; cuando aun me tenían con las demás en ese lugar donde nos curaron, donde al menos nuestros cuerpos se comenzaron a sentir mejor, un poco mejor. Y es que al comienzo creo que solo baje mis ojos sin decir nada, ni llorar o gritar; simplemente quedándome muda sobre la cama blanca, tirando un poco del tuvo que tenía en mi brazo al apretarme contra mis rodillas, haciendo doler a mi vientre aun flagelado.

Y aun así después, no le dije a nadie pero lo llore todo, por dentro lo llore todo; y es que ese pequeño recuerdo que me había quedado tal vez fue lo único que me mantuvo algo entera en ese lugar al final y es que después solo había estado ahí, tirada durante las noches en donde solo me dejaba estar; esperando sin hacer nada a que pasara algo que sabia nunca pasaría....  Comencé a recordarlos a ellos y lo que me hacian, viendo ese lugar encerrado de nuevo porque mi conciencia quería torturarme; y yo… yo ya no ya no tenía con que pensamiento o deseo sacarlo...

Suspiro y no respondo. No quiero hablar de más temas deprimentes con Niniel, pero tampoco sé de que hablar. Mis pies siguen mojándose en el agua fría y me quedó un poco pensándolo, sintiendo que el silencio corta entre nosotros. Pero, como pienso, mejor el silencio a más cosas deprimentes. No sé que decir, que preguntar... Hasta que una duda asalta mi cerebro.

—¿Niniel es tu nombre real?

Quizá lo sepa, quizá no lo sepa. No sé... Es una posibilidad, por todos los años que quizá pasó atrapada. Podría contarle cosas, pero no sé que decirle. ¿Cómo haces que alguien sea feliz si es casi imposible que lo sea? ¿Cómo lo haces? Un lirio se acerca a la orilla. Curiosamente, nunca me di cuenta de que había... aunque lo cierto es que hay muy pocos, casi no llegan a la orilla.

Me agachó y lo tomo con delicadeza. Es algo hermoso. Y se lo acerco a Nini.

—Ten, para ti.

Si, tiene que serlo; es el que siempre he escuchado para mi, incluso antes de.... en especial antes; respondo descubriendo mis labios de aquellas rodillas donde los había escondido, queriendo levantar del todo mi cabeza hasta que de pronto noto como él piensa en algo que le entristese; desviando yo mi mirada ante eso, hasta que de pronto se mueve, acercándome... una flor.

No sé que siento, pero se es bonita y no solo eso; si no que huele... huele bien, demasiado bien. ¡¿Como en mi casa?! Recuerdo de golpe abriendo mis ojos con amplitud, acercando mi mano para tomarla; mirándolo un momento como diciéndole ¿Puedo? para después hacerlo, acercarla a mi pecho y sentirla... empiezo a tocarla con mis dedos, la siento suave; esos pétalos entre blancos y morados se sienten suaves; demasiado suaves, como algo que había olvidado del todo como era pero que me gustaba, que me gustaba mucho...

Y es que... y es que de pronto estoy oliéndola cerca de mi nariz; estornudando de pronto porque respiro un poco del polen, esparciendo un poco de ese polvillo amarillo en el aire con mi boca abierta, pero sintiéndome de pronto mejor, realmente expandida cuando vuelvo a abrir mis ojos para ver, con mis labios un poco estirados y mi pequeña boca abierta.

En mi casa habían así, estoy segura y me gustaban...  me gustaban. Le cuento llevando una mano a mi pecho; ¿Tu?... ¿Porque?... Me detengo un largo segundo como sin saber que decir; emm....

Gracias.

—De nada...

Sonrío al ver su reacción. Me parece tierno y a la vez tan natural. Extraña, porque es Niniel y me ha quedado claro que ella es así y que no me queda más remedio que afrontarlo, esperar que aun día acepte que es una chica y dejé de tenerle miedo al mundo.

—Mi madre tenía el nombre de una flor. Margaret. —Sonrío mientras hablo, recordando buenos tiempos, intentando que a mis recuerdos no regrese otra ves el día de su muerte—. ¿Conoces las margaritas? Sí encuentro una te la regalare.

¿Margaritas? Bajo mis ojos como una muñeca pensativa un instante. .. puede ser, tal vez si las viera; las flores... siempre me sentía mejor con ellas, me gustaban. No sé que es pero siento un dejo de algo en mi con esas palabras, no sé si un atisbo de ilusión o pena, pues ahora que veía y olía aquel lirio lo comenzaba a recordar un poco; él como antes me gustaban, las flores; si hasta creo que había un lugar, un invernadero donde creo que a veces las cuidaba... cuando aun no me habían llevado.

Es... bonito que tu madre tenga un nombre flor, a mi algún día me hubiese gustado que me llamasen flor, tal vez si alguien me hubiera dejado. ¿Conoces los jazmines? Creo que donde vivía antes habían, creo... que siempre que entraba pasaba junto a una pared llena de ellos.... Estar ahí se sentía bien... con lo dulce.

Se sentía un poco mejor pensar en esas cosas, y es que hace un momento no podía, nunca; aunque... aun seguía con mi mano apretada contra mi pecho; igual me dolía, tal vez de otra forma pero en mi voz se debe notar el dolor de una perdida a travez de aquellas palabras y es que aunque no lo dijera me asfixiaba tanto la tristeza, la tristeza de recordar lo que simplemente desaparecieron de mi mundo por tanto....

—¿Jazmines? —preguntó con curiosidad, acercándome hasta donde esta ella.

Le paso el brazo por la espalda, con cuidado, sólo rodeando sus hombros en un impulso, y volteo la vista al sol. Me da igual que pase después, yo necesito sentir que ella no rechaza el mundo que hay a su alrededor y ella necesita que alguien la acepte tal como es. Bueno, yo estoy ahí, y la dejo en paz, la dejo pelearse con sus demonios, mientras ella entienda los míos. Nos entendemos, quizá, a pesar de lo diferente y aunque es cerrada y extraña aun puedo creer que eso cambiará... quizá: algún día.

—Te conseguiré algunos —le dijo, demasiado a a ligera—... algún día.

Mi madre no tenía mucho tiempo para cuidar flores, pero siempre había al menos unas margaritas en la casa. Mi padre sólo era un lechero, no teníamos demasiado dinero para permitirnos el hermoso jardín que hubiera deseado mi madre y que Colin prometió conseguirle. Mi madre murió antes de que Colin pudiera conseguirlo, y Colin antes de lograr poner uno en su memoria y ahora sólo quedó yo y no pondré un jardín en la memoria de ninguno de los dos, porque hay cosas más importantes allí afuera y no quiero sentirme como un niño.

Me gustaría echármelas en el pelo... tal vez como hacía antes.

Veo su brazo venir y yo solo cierro mis ojos queriendo no sentir, tratando de deshacerme de todo para no sentir el miedo o la electricidad que tuerce mi cuerpo siempre que me tocan, siempre que me tocan desde que ellos lo hicieron. La sensación me llega, como un algo que traspasa mis ropas, sintiéndolo, presionándome estas contra mi piel de muñeca... mientras yo intento, mientras yo intento resistir. Si, de pronto muevo mis hombros agitada al respirar, todo movimiento se me tensa hasta doler mientras me quedo sin ver pero... respiro... respiro... respiro... me quedo ahí, no grito, no me estremezco y no huyo; solo me quedo ahí, con ese peso que aplasta mis hombros, hasta que la muñeca abre sus ojos... y tal vez respira mejor, un poco mejor.

Yo... ¿Está bien que sea así? Le suelto mi voz acercando mi cabeza un poco a su hombro, yo... creo que no he sido buena, me da miedo; tú me trajiste hasta aquí sin usarme pero me sigue dando miedo... y yo ¿No se? No sé si este bien... Finalmente saco aquella mano de mi pecho, jugando en la otra con la flor, pasando mis delgados dedos entre la tela de sus pétalos.

«No, no está bien, deberías ser feliz...»

«No, no está bien que nadie sea denigrada al papel de una muñeca…»

«No, deberías dejar de tener miedo...»

—Supongo que no importa que seas así —es lo que sale de mi boca. Sigo sintiendo el frío del agua en mis pies—. Supongo que no está mal... Me gustaría que fueras feliz, pero sé que es mucho feliz...

«No se cuanto tiempo estaré aquí antes de que todo explote», pienso. Recibo correspondencia, siempre firmada en rojo por la misma persona, no se qué pase e incluso a mi me fastidia no tener todas las respuestas, pero tengo que aceptar que hay momentos en los que sólo soy los ojos y los oídos, ya llegara el momento en que tenga algo más importante que hacer y entonces, ¿que pasará?

—Yo no te haré nada malo. Y cuando digo nada, es nada, Niniel. Nada de nada. No te voy a usar porque no eres una muñeca y... —suspiro, porque pienso que quizá puedo sonar demasiado agresivo para ella—. Me duele que te refieras a ti como una muñeca, porque ningún ser humano es el muñeco de alguien más.

«Tampoco puedo obligarla a que cambie. ¿Qué demonios voy a hacer?»

Espero su respuesta, lo silencio todo esperando... hasta que llega. Al comienzo siento un poco de aire, pero después todo se queda ahí, en algo inocuo que no entiendo. Me gustaría que fueras feliz, pero sé que es mucho pedir..., pero sé que es mucho pedir. Me duele, sé que es cierto, que es mucho pedir; y es que no lo veo, no veo como podría serlo... Estoy acá, tal vez afuera; pero me duele, me duele tanto; me siento tan mancilladla por lo que me hicieron ellos, por la obscuridad de ese lugar, que me duele y me duele todo.

El sigue, sus palabras siguen y ¿Que?...

¡¿Pero que mas quiere que sea?! No, no... no. ¿Que quiere que haga entonces?

Mi otra mano de pronto la tengo en el pecho, se me quiere cerrar, siento que me entra menos aire y es que ¿Cómo? ¿Como podía ser otra cosa con lo que dolía? Como yo podría hacerlo si apenas recuerdo cómo usar las palabras, como hablar... o decir como los demás; pero el...

Me lo pide, el ha sido bueno, no me pregunto cuando no quise, no me agarro, no me encerró y yo... creo que es algo mejor, algo mejor que todo lo de antes... y no, me regalo una flor; como a una niña... y quiero que lo haga de nuevo, no que se valla porque se canso de esta... y es que lo necesito, necesito alguien que me ayude... aunque sea un poco.

Yo... puedo intentar llorar menos y no llamarme mas así contigo. ¿Me... puedes llamar flor? Eso me gustaría, se me escapa un tosido, un tosido silencioso que habla de lo mucho que intento no llorar, no llorar en ese momento como dije. Y es que no quiero que este mal, pues no quiero que deje de ser así... es mucho mejor, eres mucho mejor con migo.....

Suspiro.

Sonoramente, no sé qué decir. Sí, soy mejor con ella que muchos antes, pero aquí nadie le hará daño y aún le falta entender eso. Y ya pasará, algún día, pero mientras tanto tengo que conformarme con esas palabras.

—Nunca será como entonces… Lo prometo —le respondo, con tranquilidad, dejándola ser porque no puedo hacer otra cosa—. ¿Me crees?

Es una pregunta importante donde las haya. «¿Me crees?» en este momento pata mí casi equivale a un «¿Confías en mí?». Casi. Espero que me crea, porque lo necesito, necesito ese «sí» con una extraña desesperación.

Saber que alguien confía en mí.

Que hay alguien que puedo proteger. Y que me conoce.