Ich bereue nichts ☼ Autonarrado

No me Arrepiento:

La fiesta de té había sido algo triste. Solo Argine estaba ese día además de la Liebre de Marzo. Había limpiado las mesas, hechizado lo que necesitaba pero los dolores eran evidentes, no solo en su rostro sino que en el de la dama de Tréboles.
Las lagrimas eran innecesarias, se habían vuelto insensibles al dolor propio y ajeno. No valía lamentarse, no valía de nada mientras colapsaban una junto a la otra en espasmos de dolor.

Pensar que su compañera era apenas más grande, ¿en que se estaban convirtiendo? Ella había dejado escapar su ultima posibilidad de ser libre solo porque él era cobarde y ella... ella también, así que estaba bien. Estaba bien seguir soñando con lo inalcanzable, no se podía arrepentir de nada cuando la máscara se quebraba entre los gritos de esa sala, no sabía cuales eran suyos o cuales de Argine, simplemente querían que acabara por mucho de que regresaban, era lo que tenían.

Hay momentos en la vida donde uno se siente rozar el fondo y solo queda rezar que no llegue el último golpe para colapsar. Ella... no había colapsado, pero no por no haber llegado al punto, sino porque vivía bajo una simple regla mientras había sido tomada aquel día, o cuando Gaspard había hecho lo suyo para dominar su vida y su libertad, No arrepentirse. Si se arrepentía de algo que no había hecho, ni de quererle a él, ni de amar a sus amigos, no se arrepentiría de su descendencia ni de su ascendencia. Podía lamentar lo que no fue, pero no arrepentirse. Menos cuando estaban en esa camilla, el metal quemando las pieles ardientes y afiebradas, las capsulas drenándose dentro de sus cuerpos para ver si había algún resultado además de la fuerte jaqueca que poseía en este momento.

Argine dormía tan plácidamente, los ojos dorados cerrados al mundo mientras el brillo violeta lo recorría todo.

Quizá... quizá las hermanas Eisenberg deberían simplemente dejar de existir.

Pero eso llevaba a una nueva pregunta. ¿Que era Alicia sin el conejo blanco? ¿Que pasaría ahora? Solo había una motivación, solo tenía a Maddy y Maddy estaría en mejores manos con cualquiera que con ella. ¡Experimentaban con su cuerpo! ¡Cada vez los colapsos eran más frecuentes! ¡Cada día que pasaba menos se reconocía a si misma! ¡¿Quien mierda era ella?!

Judith... es el único nombre que recordaba, no había otro para ella, no recordaba su origen, no recordaba casi a sus amigos, probablemente Argine tampoco, aunque siempre fue mucho más callada, más sobria y tranquila que ella. Por eso en este espacio reducido, como dos mitades de un todo, enredando sus piernas en la castaña, abrazándola entre los temblores de dolor, los nervios llegando a terminaciones que gritaban como si fuego ardiente las quemara. Allí, un rincón oscuro del infierno que compartían, que habían elegido, en ese lugar...

Decidió que ya nada importaba.

El miedo a la muerte había desaparecido, el miedo a la cárcel mágica o incluso a si misma. Ya no temía a quien afectaba con su forma verdadera, o quien era amigo o enemigo. Ya no había nada ni nadie, solo su amiga, su hermana y su hija... y aquella junto a la que sangraba.