[Escena con narración] Un resignado estudio (Susan Bones/Narración)

No quería hacerlo, realmente no quería. No quería pensar en ello, de verdad que no quería; ni pensarlo, ni recordarlo. Me dolía, me llevaba de nuevo a ese momento; yo tendida sobre la mesa, de vientre sobre esta, con mis muñecas y piernas amarradas con cuerdas a los ganchos en el piso y el dolor; ese dolor que me quemaba la piel, que me hacia intentar gemir en mi garganta mientras el gravaba aquel mensaje en mi espalda. No lo pudo hacer rápido, el tenía que tenerme ahí tantos días como quiso para ir escribiendo, lento e hiriente en mi piel como si no fuera más que una hoja de pergamino en la cual impregnar su tinta.

No les bastó con solo convertirme en su muñeca, también tenían que hacer eso; escribir en mi como si fuera un libro para marcarme para siempre y no, no podían usar magia; tenía que hacerlo de la forma más lenta y dolorosa que aquellas herramientas le permitieron, haciéndolo con un intento de perfección agobiante que para mí nunca acababa. No, no quería recordarlo más, no quería recordarlo nunca más; nunca las veía, siempre cubría mi espalda cuando me vestía, nunca me volteaba en los espejos.

No se entenderlas, solo están ahí, marcadas en mi como un recuerdo inerte de todo; me aterra, a veces me aterra en las noches cuando alcanzo a ver alguna por sobre mi hombro cuando estoy acostada; y es que lo pienso, lo pienso demasiado; el que puedan ser una maldición para cazarme algún día, hacer que me cuerpo se retuerza sin nunca parar cuando llegue mi tiempo y aun así, creo que preferiría no saber qué significan nunca.

Alguien quería verlas, decían que era por mi propio bien, o por el de todos. Yo no quería, aun así no quería, no quería que nadie las viera, y es como me podían pedir algo así, simplemente no lo entendía. Incluso yo como una muñeca había esquivado esa posibilidad durante estos tres meses, pero parase que ya había sido demasiado; me lo habían ordenado. Yo tenía que obedecer; me dolía resistirme más, era una muñeca a la cual eso le dolía y ya simplemente no quería mas.

Finalmente me habían enviado a buscar, un profesor me dijo que el subdirector quería ver lo que tenia escrito ahí y ahora la habían enviado a ella, a aquella chica de mi casa que hace poco había visto mi libro de dibujos. ¿Porque a ella? No lo sabía, tal vez porque era de mi sala, tal vez porque era profesora; pero ahí estaba, caminando cabizbaja y silenciosa a su lado por los pasillos, de camino a ese lugar donde alguien me miraría como quien sabe que.

Off:

Llevaba más de dos horas en el despacho de la profesora Burbage. O sea, mi nuevo, flamante despacho, que anteriormente había usado una profesora a la que Voldemort había matado, y, si los rumores eran ciertos, su serpiente se había comido. Escabroso. Era la primera vez que me molestaba en intentar imponer un poco de orden allí, pues se empezaba a rumorar que las clases no tardarían en comenzar. Lo primero que había puesto en el escritorio era la foto en la que salía con mi tía Amelia.

Ojala pudiera tener la fuerza para hacer su carrera. Pero lo mío no era la política, lo mío era estar en un aula, sonreírles a un montón de alumnos que metían la materia por curiosidad y no tenían ni idea de cosas de muggles. Sin embargo, Flitwick me había pedido un favor, y, como siempre no había podido negarme al oír de que se trataba: la chica que me había encontrado hacía poco garabateando en un cuaderno en la sala común, aquella que se portaba tan extraño y que me había parecido un enigma siempre a medio resolver.

Así que, después de ver el desastre que había en el despacho, salí a buscar a la chica, a Niniel, y me dirigí con ella al aula de encantamientos. Flitwick no me había dicho específicamente de que se trataba, pero no podía esconder mi curiosidad sobre ella. La manera en que se comportaba, el miedo que parecía tener a que la gente se acercara o la actitud tan pasiva que cargaba consigo. Suspiro largamente, viendo a la chica, preguntándome que la había llevado a ese estado.

“Bueno… ya lo averiguaremos”, pienso, mientras seguían caminando, rumbo al aula de encantamientos.

—¿Te ha ido bien estos primeros días? —pregunté, intentando romper el hielo que parecía haberse instaurado en aquella ala del castillo.

No la miraba, yo solo iba a su lado; con la cabeza baja y mis hombros caídos, caminando y caminando aletargada por aquellos obscuros pasillos de piedra. Tenía frio, un frio que en realidad me venía de adentro; de las sensaciones, de ese momento de agobio en el cual ni un poco me podía despegar de esa mesa mientras me marcaban; como si en ese momento, en esa caminata me hubiese vuelto a entumir como la primera vez que me pusieron ahí.

Me sentía mal, realmente mal por dentro; era distinto a la pena o a la lástima, era miedo; realmente era un miedo en cual sentía todo de nuevo como si se me fuese a repetir; sus manos en mi espalda, la fría madera de la mesa apretando mi cuerpo desnudo, las ásperas cuerdas rosando mis muñecas y pies, y el dolor; el dolor de esa punta vibrante que me hacia llorar como si me cortara. Era como si pensar en que alguien las viera  fuera lo mismo que vivir ese momento de nuevo, como si para mi mente fuse lo mismo, lo mismo y nada más.

El silencio es absoluto, pero a mí no importa, no quiero que me hable; no quiero ya que nadie me hable. Solo se escuchan nuestros pasos en el pasillo y eso está bien, al menos lo está hasta que ella lo hace, hasta que ella me habla haciendo saltar mi aterrado corazón de golpe; para solo escuchar una pregunta que aunque dolorosa para mi, comparado con lo otro era amena, un poco más amena.

Supongo, al menos como yo puedo... Le respondo levantando mis hombros mientras camino como un gesto de indiferencia, solo mirándola a ella por un instante demasiado diminuto; el cual es remplazado por un gesto en el cual me abrazo a mi misma a la altura de mis costillas, como si realmente estuviese absolutamente entumida de frio.

Definitivamente, no quería hablar. Fruncí la boca porque no sabía que hacer en esos casos. Quizá podría pedirle permiso a McGonagall después y tomar un curso de psicología o algo parecido, porque se veía que Lynnea, aun con todo lo que había estado ayudando, definitivamente no podía con todas las secuelas que había dejado la guerra.

No le pregunté nada más hasta que llegamos a la puerta del despacho de Flitwick, pues me parecía que no quería hablar, perdida en sus recuerdos, que me parecía que eran lúgubres y extraños. Quizá por eso me habían pedido que estuviera allí, pero de momento me sentía un poco inútil. A Niniel no era capaz de animarla una sonrisa, ni siquiera una sonrisa amplia, y seguía preguntándome por qué.

—Bueno... hemos llegado.

Seguía con frio, seguía teniendo ese frio que parecía provenir desde ese algo que aun tenia adentro; sentía que mi manos sudaban, pero no sabía si era solo una sensación, o algo real que ocultaba al tenerlas hundidas en lo que eran mis ropas. En parte quería morirme, realmente que quería dejar sentir todo eso; todo ese frio que cuando estaba aquí me acompañaba acallado, pero que al primer giro perdido de mi mente me llevaba de nuevo a la mesa, a mi cuerpo desnudo, a lo que me apretaba, a las amarras y al dolor.

Bueno... hemos llegado. Son las palabras que me despercuden, haciéndome apretar mis manos ahí contra mis costillas; ya venía, tal vez lo había logrado inhibir algo en los últimos pasos, pero no creía que ahí me lo pudiera quitar, aun no lo sentía tal cual, pero quería agitar mi cabeza desesperada para alejarlo; si es que no iba a ser realmente lo mismo ahí.

Yo solo me quedo mirándola con unos ojos que no parpadean, que tiemblan junto a mis hombros y brazos, sin atreverme a decir nada o no pudiendo hacerlo; liberando súbita una de mis manos para tomar su brazo cuando sentí que abriría aquella puerta.

La veo temblar, como si estuviera asustada de lo que iba a encontrar aquella puerta y tomar uno de mis brazos. La aferro y le doy un apretón en el brazo, intentando darle seguridad. He aprendido a hacerlo en aquellos meses, después de las terribles pérdidas de la guerra.

—Tranquila, no pasará nada.

Pero se puede percibir que yo tampoco estoy segura, porque no sé porqué me han llamado a mí precisamente a ese lugar. Alzo la mano que tengo libre y llamo a la puerta con dos toquidos seguros.

—¿Profesor Flitwick? —llamo, esperando a que me abra y vuelvo a sonreírle a Niniel, pero no estoy segura de si capta mi nerviosismo por aquella situación.

// Narración: Prof. Flitwick


"¡Adelante!" Se escuchó al otro lado la voz algo aguda del profesor de encantamientos.

Se encontraba hacía ya unas horas investigando los detalles de lo que tenía que inspeccionar entre montones de libros, de hecho, su cuerpecillo de menos de un metro se encontraba tapado por una pila de libros mientras él estaba en una silla detrás apenas dejandose vislumbrar desde su lugar en una silla alta y sobre más libros.

Era sabido que el semi goblin había sido un duelista consagrado en sus tiempos mozos y poseía la capacidad de haber sido asignado a Gryffindor pero sus deseos personales y la indecisión del sombrero lo habían asignado para Ravenclaw, casa de la cual hacía casi 30 años era la cabeza.

"¿Quien es?" Preguntó nuevamente, parándose sobre sus libros tratando de ver al otro lado a quien llegaba a él.

Ella me aferra de vuelta, me quedo sin aire, temo ser tirada para ser puesta en la mesa; pero ella simplemente me toma un poco, haciéndome un poco de fuerza como si quisiese entregármela. El frio se va un poco, ahora siento los zumbidos ahogados de mi corazón como si me hubiese quitado un poco algo; ella me habla, se nota que tampoco está bien, que tiene algo. ¿Acaso era yo? ¿No le gustaba como era esta muñeca? No alcanzo ni a terminar con mis pensamientos, cuando ella golpea con fuerza la puerta, teniéndome a mi; ahí tomada del brazo.

Me sentía extraña, rendida y asustada; las sensaciones de ese momento extrañamente me habían dejado en ese instante, pero me sentía de nuevo así, totalmente movida, llevada y entregada al tenerme ella de mi brazo y llamar a esa puerta donde me haría entrar como una muñeca a la cual se puede llevar. Una voz responde del otro lado, no es tan áspera como la de ellos; pero tiene mando, como si hacia la de ellos.

¿Cuánto tiempo iba a aguantar sin volver a la mesa que desnuda me apretaba? Le trataba de preguntar de alguna forma a mi cuerpo, temblando en mis hombros, mirando hacia abajo mientras dejaba flácido ese brazo que me habían tomado, como una figura totalmente rendida que ella tenía entre sus manos en espera para ser movida.

—Soy la profesora Bones... —respondí a la voz que se oyó dentro del despacho—. Tenía entendido que quería ver a la señorita... ¿Lemuri? —dudé un poco, pero estaba casi segura de que ese era su apellido—. No te preocupes —le dije a Niniel—, no pasará nada...

La solté, porque parecía sentirse extraña cuando le había dado el pequeño apretón en el brazo, pero no dijo nada. Probablemente sólo estaba acostumbrada a obedecer y, precisamente, Flitcwick había dicho que le interesaba examinar algo.

// Narración: Prof. Flitwick

El hombrecillo de espeso bigote y estatura que no sería envidiada por absolutamente nadie se puso de pie sobre los libros, tratando de verles antes de hechizar el suelo para poder descender sin hacerse daño del alto lugar donde se encontraba.

El semi-goblin era un hombre adulto con una sonrisa contagiosa y buena predisposición. No solo había visto la última guerra sino que la anterior e incluso era prácticamente un niño cuando Grindewald trató de alzarse al poder con un reinado de terror. Este hombre de la estatura de un infante había sido reconocido por ser un campión duelista en sus buenos tiempos pero de momento parecía moverse tratando de brindar un poco de calidez al asunto.

"Claro, claro... las esperaba. Espero no le moleste Joven Bones... ahora le explicaré el porque de que viniera." Aclaró el hombre indicando con una mano que se sentaran en frente de un escritorio que estaba escondido entre los libros. "Es sobre las runas gravadas en el cuerpo de la señorita Lemuri... no creo que fuera a estar cómoda conmigo tratando de copiarlas y en estos momentos entre la escases de personal tenemos una ausencia total de alguien capacitado en Runas Antiguas."

¡Aaaa!

En un momento casi que grito, casi que lo hago cuando ella me habla; no se realmente que es lo que lo impide, pues mi corazón me presiona, me llena de algo que me tortura en ese momento rendido, en ese momento rendido en cual no me atrevo a hacer nada; hasta que de pronto ella me suelta, permitiéndome botar mi aire y llevarme el puño al pecho para ¿protegerme? ¿Intentar protegerme de la mesa que me aprieta?

Abre la puerta, me aprieto, se sigue abriendo y veo, la sala, los libros y a ¿El?...

Se me hace distinto, todo cambia un poco, aunque sea un poco; y es que él no se parece a ellos, es bajo, no es obscuro, no es sucio; no tiene ese rostro macabro que se placía con nosotras, es... solo un pequeño, un pequeño adulto tal vez. Bajo un poco mis hombros, me muevo en silencio, lo miro casi de reojo por un instante mientras me siento donde dice; deseando tal vez en ese momento que ella se siente con migo para acompañarme, porque era eso; aun tenía miedo, mucho miedo de volver ahí y ella de pronto me alejaba un poco de ello.

Lo escucho sin decir nada, pero de pronto todo vuelve por un instante; el menciona las runas, nombra "mi cuerpo"; y eso me aprieta, me lastima aunque sea una muñeca, es un recuerdo que no veo realmente en ese momento pero que está ahí, está ahí. Le tomo el brazo a la profesora para resguardarme, no lo pienso y ahora soy yo la aferrada a ella desde aquella silla.

Runas... Me quedó pensando en eso cuando siento la mano de Niniel aferrarme en el brazo. Parece que es algo que la asusta hasta a ella así que decido armarme de paciencia con aquella situación para evitar asustar a la chica más de lo necesario.

—Tranquila, Niniel —le digo con una sonrisa—. Sé que alguien malo te puso esas runas en la espalda, pero nosotros sólo queremos averiguar que son y porqué lo hicieron. No te queremos causar ningún daño, de verdad...

Pienso que, con ella toda precaución es poca, y lo que menos deseó es recordarle su pasado, pero a veces no queda más remedio que hacerlo. Esta vez, quizá, sea para bien y Niniel pueda liberarse del yugo que la ha estado oprimiendo, pero tampoco soy tan optimista con este asunto.

—Entonces, profesor Flitwick, ¿por dónde empezamos?

// Narración: Prof. Flitwick


El hombrecito indicó un lugar, un rincón de la sala para que fueran en esa dirección, caminando con sus piernas cortas mientras giraba la varita en complejos dibujos que giraban en el aire, mezclando transfiguración y encantamientos hasta crear un biombo bastante alto y unas túnicas que tenían la espalda descubierta.

"Yo estaré del lado de afuera, Ms Bones, por favor, si puede copiar las runas que vea, no se preocupen yo me quedaré allí hasta que me avisen, ¿si?" Trató de tranquilizar de esa forma tan característicamente hiperactiva del pequeño hombre mestizo mientras indicaba la puerta y caminaba a ella.

De pronto es que me aferro más a ella, mi mano tiembla a medida que me habla, la aprieto con fuerza, y es que ella no sabe; no sabe cómo era cuando me las hacía. Todo lo que gritaba por dentro cuando me llevaba viendo esas herramientas en su cintura, como me agarraba para lanzarme a la mesa y apretarme con sus manos; como amarraba mis muñecas y pies con las cuerdas al piso para tirarme y apretarme más, apretarme más y más; hacia que mi pecho doliera, que no pudiese separar ni un instante mi rostro de las tablas para respirar y me las hacia; con esa máquina del ruido chirriante que no soportaba me clavaba la tinta en la piel, lento, ¡lento!; sin que yo me pudiese mover.... y es que no podía, no podía moverme, ¡no podía! Todo me apretaba, me dolía; me apretaba y me dolía sin parecer acabar nunca.

Creo que podría haber estrujado completamente su brazo si no fuera porque el otro se levantó a caminar, indicando un lugar, haciendo algo con su varita y haciendo aparecer de pronto aquella cortina de madera. Nos dice que es lo que quiere que hagamos, yo le suelto un poco el brazo a la profesora; respiro agitada, la piel se me calienta, mi cabeza me pesa.

La forma en que lo propone suena un poco mejor pero yo no me paro, la espero a ella; dejo mi mano en su brazo mientras la espero y es que tenía que acompañarme, necesitaba que ella me moviera; y es que yo no quería, yo no quería seguir haciéndolo, no quería seguir recordándolo.

Yo la miro, tiro un poco su brazo hacia mí para hacerla mirarme, ahí; con esos ojos míos ahora temblorosos, húmedos y asustados, solo asustados.

Me parece bastante buena la idea de Flitwick, pero sé que constará convencer a Niniel de que no le vamos a hacer ningún daño. Quizá lo que asocie con esas runas sea, precisamente, lo que le produzca aquel miedo. Me aferra aun más fuerte, lo que me hace voltearla a ver y descubro en su rostro una mueca, que, si fuera algo, sería de terror. Tiene lágrimas en sus ojos, lo que me hace agacharme un poco hasta su altura, pues le saco unos pocos centímetros.

-No te pasará nada -le digo, de nueva cuenta-. Sólo veré tus runas y, si no quieres, no las tocaré. En ningún momento. Si nos dejas verlas, quizá en algún momento sepamos ccomo quitarlas.

Me muerdo el labio, porque no sé si eso será posible.

-¿Está bien?

Es que... Es que.... Es que.....  ...

Es que no.... Quiero negarme, no quiero que lo hagan, no quiero que me lo recuerden mas; pero ella está ahí, insiste en que está bien, y de alguna forma se siente diferente, su voz es distinta; y viene siendo así desde que me encontró en la otra sala, desde que me encontró en la otra sala. Creo que suelto un poco su brazo, creo que me voy a dejar; pero aun no quiero, lo siento en mi pecho, la presión; toda la presión... y aun así...aun así...

...¿Lo prometes? Le prometes a una como yo que no la tocaras, ¿Me prometes que me dejaras estar parada?, lejos de la mesa mientras lo haces....

Dime que no me tuerces, dime que no eres como ellos...

¿Me lo prometes?

Dejo de apretar su brazo, pero aun dejo mi mano ahí; levantando mis ojos, siento la irritación en sus bordes, miro hacia la cortina de madera; temblando, aun temblando y temblando... Pued...¿Puedes estar con migo mientras me la saco?  Le pido tomando mi túnica con los débiles dedos de mi otra mano.

-Lo prometo.

Niniel a veces me causaba esa confusión de no saber cómo tratarla. Era triste y a la vez desesperante porque ante cada palabra tenía una reacción de miedo y siempre era diferente. Alfuien debería hacerla reaccionar pero ese alguien no era yo, desde luego. No tenía ni los conocimientos ni las ganas de enfrentarla al mundo real de una vez por todas.

-Nadie te hará aquí nada que no te guste, vamos... Yo estaré contigo...

Me dirigo atrás del biombo, dedicándole a Flitwick una mirada, que esperará fuera. Llevo un rollo de pergamino para copiar las runas que vea, con ayuda de la varita. Seguramente no las voy a reconocer, porque nunca estudie Runas, pero al menos me siento útil.

Esta bien...

Me paro, aguantado mi respiración un instante me pongo de pie soltando su brazo cuando ella se mueve para ir tras la cortina. Me siento caliente, agobiada; como si mi cabeza me pasara al levantarme, haciendo que acabe cerrando un poco mis parpados también; y es que me aletarga, logro no pensarlo ahora, ella logra que no lo piense ahora; pero igual no estoy segura, no puedo estar libre mientras lo hago, moviéndome apretando mi garganta para no pensar y simplemente hacerlo, si es que eso era posible.

Me pongo detrás de la cortina, aprieto una mano en mi pecho y simplemente comienzo ha hacerlo, intento sacarme la túnica sin que me dañe mas; pero me tensa, una tensión me enardece entera, acelerando mi corazón y no dejándome pensar en nada, no dejándome pensar en nada... Me saco la túnica, ella me ve, las ve todas; me acelero, tomo una de las que dejo el profesor; me meto en ella, me meto en ella pero lo siento, siento mi espalda descubierta y ella atrás mirando; y apretándome entera, simplemente apretándome entera como si de pronto sintiese sus manos en mi.

Me volteo, la miro para que me diga algo y es que yo quiero que pare, de pronto solo quiero pare, que pare y pare de una vez esto.....

Off::

OFF:

Lo que veo no me sorprende porque en cierto modo Flitwick ya me había advertido que había runas en su espalda. ¿Qué significan? Ojalá supiesemos, porque nos daría una pista para ayudarla quizá. Cojo el pergamino y recuerdo algún hechizo para copiar un dibujo. No es demasiado fiel y tendré que remarcar las cosas con tinta, pero me ayudará un poco. No tocó a Niniel, me limito a apuntar y a copiar el diseño de la primera runa en el pergamino y a remarcarlo.

—Listo... La primera —empiezo a hacer lo mismo con la segunda y veo a Niniel—. ¿No quieres hablar? Para distraerte un poco...

Sugiero, pero no estoy segura de que quiera hacerlo, en cierto modo me parece extraña, con un comportamiento propio de alguien que ha sufrido mucho y de muchas maneras, pero, optimista, pienso que quizá esas runas nos den la respuesta. Ojalá.

Duele, y es que duele, mi garganta duele; no sé cuándo pero de pronto me vuelve a llegar, me vuelve a llegar por todo; por las veces que desnudaron mi espalda así, por como en cualquier palpitación podían venir por mí para apretarme como un trapo a la mesa, en como podían hacerlo como si nada, en cualquier momento y solo porque querían, haciéndome doler mientras me escribían solo porque querían.

Apenas quiero moverme, me miro los pies que había desnudado para quitarme la túnica mientras me aprieto y me aprieto en mis hombros; sollozando, tratando esconder mi voz pero sin saber si lo hago; y la escucho... el sonido de la luz que me metieron hasta quitarme los movimientos, y el sonido de la tinta en el papel; el sonido de ese liquido viscoso que preparaba para hundir en mi piel.....

Nooo…..

Me volteo, no puedo resistir mas el no poder respirar, el sentir a mis entrañas querer salirse por mi boca; y la miro, apretándome; con quien sabe cuántas lagrimas que se me habían caído en ese momento.

No quiero hablar, y no quiero que lo hagas más; te lo pido, incluso yo;
Porfavor no lo hagas mas....

—Será más fácil que te distraigas si hablas. No de... eso... —digo sin saber exactamente a qué me estoy refiriendo—. Si no de otra cosa, algo que te haga sentir mejor. ¿Has conocido a alguien en estos pocos días en el colegio?

Realmente sé que sí no la distraigo, se sumirá en sus peores pensamientos y eso no es bueno para nadie, definitivamente. Necesita algo que la saque de ese hoyo en el que está metida solita.

—Si sigues recordando, seguirá doliendo, Niniel —suspiré—. Sólo tú puedes eviar que lo siga haciendo. No pienses en eso ahora mismo.

Ya he copiado dos runas más de manera casi automática y me percato de que me quedan pocas. Ojalá termine rápido, porque sé que la situación no es agradable ni para ella ni para mí. No sé como tratarla, es algo extraño, incómodo. Ojalá averiguemos que son las runas y esto valga la pena...

Cuando me pregunta no sé, lo primero que le quiero responder es que no se, que no importa y que no importa eso; que eso no importa para mí, pero... Si...

Hay un chico que me encontró; comienzo sin voltearme aun, bajando mi mirada y cubriendo un poco mis ojos con sus parpados. El creo que fue mejor, no me preguntaba o hacia hacer cosas aun siendo una muñeca; si no que prefería hablarme de él.

El me había encontrado en la sala abandonada cuando yo intentaba votar un recuerdo de la pieza obscura que había dibujado, quedándome atrapada con el de una forma que aun no comprendo, que aun pienso pero que mi mente de muñeca parece no poder comprender pues no sé, el solo era diferente y yo me quede pegada al piso de ese lugar; y además, es el único de los que no son como yo que lo sabe todo; pues yo se lo dije, le vomite todo lo que tenían mis entrañas, toda la pesadilla que había sido mi vida; todo se lo conté sin que siquiera me lo pidiera.

Aunque él, el no estaba bien como los otros. Suspiro y me giro para quedar de espalda hacia ella de nuevo, solo sintiendo un poco mi cuerpo esa vez en el instante; moviendo notoriamente mis hombros y pecho a la vez que respiraba observándome.

Empieza a hablarme de un chico que conoció percibo cierta paz en su voz. Al menos, ha abandonado el tono desesperado de la súplica y eso me hace suspirar de alivio. No sé de que chico me habla, porque no me ha dado ninguna descripción completa que me haga identificarlo, pero sé que al menos el recuerdo, aunque sea de una manera que no alcanzo a comprender del todo, la conforta.

—¿Y quién es ese chico?

Copió otra de las runas mientras pregunto, ya me quedan pocas. Dentro de unos momentos pasará todo y ella podrá olvidar todo lo que le duela. Sin embargo, ahora he de mantenerla un poco distraída, mientras en el pergamino se dibuja la forma de la runa y yo la remarco lo más fielmente posible con una pluma que tengo que remojar cada poco en el tintero.

De todos modos, sea quien sea el chico, parece hacerle bien.

El... el estaba solo, esperando junto a una pared cuando me encontró. Su piel era clara, al igual que su cabello casi blanco. Le cuento pensando en ese momento como si de pronto realmente me desinhibiera hablarle un poco de ello, aunque dudaba, pensaba demasiado tal vez pues no sabía que decir o como hacerlo realmente; lleno lenta, dando una notoria respiración entre cada frase que decía.

Estaba triste... No como los demás, e incluso yo lo podía ver, pues creo que nos veíamos iguales; aunque él no era muñeca, si no que solo estaba ahí...desasiéndose de un recuerdo. Me llevo una mano a mi hombro cruzándola por mi pecho, tocando con mis dedos el borde de mi espalda descubierta y es que si, ambos habíamos ido a eso; a votar nuestros recuerdos por la ventana derruida, el de su hermano para él y aquel dibujo de la pieza para mí.

Estaba bien lo que le contaba, pero aunque había mas no podía decirlo; ella no debía saber lo que era mi vida, no; no podía vomitarle a ella también lo que le había liberado a el... Y es que estaba mal, estaba mal hacerlo.....