Con buena compañía siempre es mejor [Hermione]

Era una tarde gélida de comienzos de invierno. La nieve se había adelantado y cubría ya los campos alrededor de Hogwarts, dejando un ambiente gélido por todas partes y un olor a madera quemada por todas las chimeneas encendidas, dejando una neblina fantasmagórica por las calles.

Como muchos otros fines de semana, yo estaba en Hogsmeade. El pueblo, que ya me encantaba de por si, me gustaba todavía más durante el invierno y las otras épocas frías, cuando podía tomar una botella grande de Whisky de Fuego, como la que tenía en mi izquierda, ponerme mi capa gruesa, mi bufanda sobre el traje y mis botas y sentarme como un rey en cualquier parte tranquila. Estando allí, en el pueblo, siempre me sentía más tranquilo por la cercanía a mi hermana Mackenzie, y desde el pueblo podía contemplar la torre de Ravenclaw en la que imaginaba a mi hermana descansando tranquilamente, ajena al resto del mundo.

Muerto de frío, caminé entre la nieve y llegué a la Casa de los Gritos. Me resultaba un lugar tan tranquilo que casi me atraía como lo hacía la miel a las abejas, y no tardé en adentrarme entre sus crujidos de madera, sus sonidos extraños, su temperatura más o menos templada, y sus otros matices entrañables, hasta llegar a una habitación amplia, con un piano desafinado y algo destartalado que en sus buenos tiempos debió ser un majestuoso piano de cola negro, unos destartalados sofás y una mesita baja. Atraído por el piano, caminé hasta él y comencé a tocar elegantemente el Nocturno Op.20 de Chopin. Continué así absorto en mi música con los ojos cerrados hasta que unos pasos detrás mía me desconcentraron y sonreí al girarme levantándome del piano y ver a la morena ante mí. La conocía porque era de mi curso, pero era Gryffindor y además, era una de las chicas más famosas e inteligentes que conocía.

—Hermione Granger. Verdadero placer conocerte, soy Percy, nos habremos visto alguna vez, no sé si me recuerdas —sonreí amablemente acercando mi mano para estrechar la suya.

La castaña era en el mejor de los días un desastre desde que la guerra terminó. De las alturas de la euforia había llegado al abismo del desconcierto y de allí remontando al pánico, el miedo, las pesadillas y la soledad. A cortas, era un desastre.

Los pómulos sobresalían y las ojeras eran cada vez más oscuras por las interminables noches de insomnio. Esas noches que solía compartir con varios sobrevivientes como Dennis Creevey, Solaranielle Lych y por que no, Ron Weasley, la causa de las últimas dos noches de insomnio en las cuales solo podía ver en su mente la mirada ausente de él, la tristeza con la que se había alejado por esa puerta como si lo hubiera matado allí mismo, como si hubiera un dementor en la sala que solo él podría ver.

Por eso trató de escapar de este lugar, de este instante, buscando una salida en medio del frío que se acrecentaba cada vez más anunciando el invierno crudo que se aproximaba. desde que llegó al castillo no podía asistir a Historia por sus miedos, a Pociones porque no podía lidiar con la figura fantasmagórica de Severus Snape, casi no comía en el comedor porque no podía evitar imaginarse los cuerpos alineados y apenas salía a lo más alto de la torre para no ver los escombros que aun quedaban de lo que había sido un maravilloso castillo, su segundo hogar.

Desde la desaparición de la psiquiatra mágica no había podido asistir a nuevas sesiones y no encontraba a otra persona que la psicóloga estudiantil que parecía siempre estar con demasiadas personas entre las manos, desesperada por ayudar a quien se dejara ayudar pero sin fuerza... a veces pensaba que si veía a Lady Gammel agacharse se quebraría, porque si ella estaba consumida la mujer solo...

Debía escapar del castillo. Sabía que Minerva se enojaría a pesar de la confianza que ahora compartían, sabía que no estaría nada contenta si se entraba pero las piedras la estaba oprimiendo, necesitaba un respiro, no daba más y no quería simplemente esconderse en un rincón y llorar, por mucho que esa propuesta sonara tentadora, no era de ese tipo de personas.

Por lo que usó el pasadizo desde el Sauce Boxeador. Había sido bastante sencillo realmente, convertirse mientras nadie veía en una pequeña golondrina que esquivó las ramas y golpeó con su pico el nudo del árbol antes de pasar volando al interior, pero volviendo a forma humana rápido ya que allí no se veía y necesitaría usar un Lumus para poder avanzar.

La sorpresa llegó cuando estaba a solo un metro de la salida del pasadizo, el sonido de la música de piano, curiosa comenzando a andar. Realmente tardó solo 10 segundos en salir y encontrar la raíz del sonido, la varita oscura que tenía la forma de una garra de ave en su mano derecha en caso de necesitar defenderse.

Grande fue la sorpresa al darse cuenta que era alguien conocido, habían compartido la mitad de las clases desde primer año así que era difícil no reconocer el rostro aunque no fueran amigos. Por eso es que no pudo evitar rodar los ojos antes de asentir con la cabeza.

"Tiendo a recordar la gente con la que convivo la mitad de mi vida. Aunque no esperaba que hubiera nadie aquí la verdad..."

Cuando vi a Hermione, no podía creer lo que estaba viendo. La chica se había echado mucho a perder desde la última vez que la había visto, y pese a que aún podía verse su belleza natural si, como yo, sabías ver bajo las cicatrices, las marcas, el cansancio, las ojeras y la pesadumbre, podía reconocerse que la gryffindor no estaba en su mejor momento. No era de extrañar con todo cuanto habíamos pasado, o más aún, con todo lo que ella había pasado.

Durante el último año y desde el verano pasado, yo había permanecido atento a "Pottervigilancia", "El Profeta", "El Quisquilloso" y cualquier fuente de noticias que hubiera podido encontrar, para lo que mi hermano había sido muy útil. Juntos, mis hermanos y yo habíamos pasado tardes enteras inventando contraseñas, lenguajes en clave para poder escribirnos durante mis estancias en Hogwarts, compartiendo y contrastando en susurros toda la información que llegaba hasta nuestros oídos hasta poder diferenciar la verdad de la invención. Nos habíamos obligado a no confiar prácticamente en nadie, en no dejar que el Ministerio nos mangoneara y a protegernos con nuestro estatus de magos mestizos. Habíamos sabido como "El Trío Dorado" había huido para comenzar a darnos cuenta de que estaban haciéndose fuertes y que no iban a dejar ganar a Voldemort y sus secuaces, y los habíamos apoyado todo lo posible en la distancia. No habían faltado intentos de hacer la vida imposible a los secuaces de Voldemort en Hogwarts y no habían faltado las ganas de oponer resistencia todo lo posible, en cuerpo y alma.

Por tanto, sabía que Hermione Granger había pasado por más que suficiente. Que había sido un año de exilio enfrentándose a Merlín sabe qué, pero desde luego a Gringotts pues lo del dragón se había hablado en todas partes, para después venir a la batalla y proteger a todos los posibles y matar a tantos sinvergüenzas como le fuera posible. Sabía que ella siempre había estado dispuesta a morir por lo que consideraba justo y la admiraba por mil razones distintas.

Al acabar la batalla, había estado intentando acercarme al Trío cuando fuera el momento preciso, intentando no atosigarlos más de como imaginaba que debían estar. Había intentado saber tanto de ellos como me fuera posible y estar disponible para ayudarlos al máximo, porque para mí seguían siendo importantes y les estaría eternamente agradecidos, para mí aunque nuestra batalla había acabado ahora venía lo más duro y sabía que tenía que estar disponible siempre para lo que necesitaran. Así me había enterado de el caos en el que Hermione se estaba convirtiendo, de que desmemorizó a sus padres por protegerlos y ahora no podía traerlos de vuelta, de los líos amorosos extraños y podía imaginarme la soledad que sentía, porque yo la sentí con mis padres y ahora la sentía con mi hermano. Y me entraban ganas de agarrar a la leona entre mis brazos y perjurar mil veces que nada más iba a pasarle. Si tan sólo hubiera podido estar seguro de que no mentiría en ninguna afirmación. Y no era que sintiera nada romántico por ella, sino que mi empatía me superaba, y me resultaba duro ver a alguien que siempre me había tratado con amabilidad y compañerismo y a la que consideraba una de las mejores personas de Hogwarts, alguien dispuesto para quien fuera, ayudando en lo que fuera y empática con el mayor desconocido, tan sola y desamparada.

Fruncí el ceño y me acerqué a ella intentando no poner cara de que me daba pena, porque sabía el coraje que entraba con esa cara, y la rabia que le crece a uno por las venas cuando pierde gente querida y los demás sólo saben decir que lo entienden, cuando no hay dos casos iguales y realmente nadie lo entiende, y ponerte cara de pena. Así que la abracé tan delicadamente como pude, intentando hacerla sentir tantas cosas que me gustaría ser capaz de decirle y no podía. Cosas como "estoy aquí" y todas esas que todos suelen querer decir en tales situaciones.

—Hermione —la miré separándome tras un largo rato—. No sé si quieres hablar de ello, y no quiero atosigarte, pero que sepas que sé lo que está pasando. Sé lo de tus padres, sé lo de Ron, sé que ha sido el peor año de tu vida. Y no necesitas hablarlo conmigo, y no voy a hablar de mis cosas por comparar y que veas que más o menos sé lo que es, porque sé que no hay dos casos iguales y que no sé lo que es ser tú o lo que estás pasando y sintiendo ahora, pero me conozco, y hasta ahí llego, y te doy mi palabra por tanto de que aquí estoy. Que puedes considerarme tu amigo, que si quieres llorar no te juzgaré, si te apetece arrear a alguien, me puedes golpear con todas tus fuerzas, si quieres hablar, hablaremos y si te quieres callar y simplemente estar tranquila, me callaré y estaremos tranquilos, o si quieres un abrazo, te lo daré. No hay que justificarse. No hay que hablar nada ni hacer nada que no quieras, ¿de acuerdo?

¿Por que? ¿Por que un casi extraño le abrazaba y le hacía sentir bien? ¿Por que no podía ser Harry o Ron? ¿Por que tiene que ser alguien más el valiente que lo decía de frente y le ofrecía lo que necesitara? Las palabras que había dicho ella misma en una noche desesperada resonaban en su propia mente como un eco distante, ese sonido de desesperación, la culpa del sobreviviente le habían dicho, nunca nadie lo había relacionado con ella, nunca nadie preguntó por sus emociones reales o lo que había encontrado allí en Australia.

¿Por que este chico sabía tanto de ella? Tanto que duele, tanto que deberían sus amigos saberlo pero ninguno de ellos se hizo esas preguntas.


No sabía quien era, realmente no tenía idea más allá de los momentos que lo vio en clase con la corbata azul y bronce de su casa. Solo lo reconocía como alguien lejano, dolorosamente lejano pero ahora ya no importaba, realmente no importaba porque había ofrecido ese hombro... ¿cuantas veces había llorado en esta semanas? ¿Por que no parecía poder detener las lágrimas? Había comenzado a creer que estaba seca por dentro, que finalmente todo se acabaría, que no habría más lágrimas para nadie cuando los brazos lo rodearon.

Lenta, temerosa, no podía calcular bien como era esto, sentía que un paso en falso la quebraría y no sería más que los restos de una persona que había muerto durante la guerra. ¿Acaso importaba lo que había hecho? Nada alcanzó, nada de lo que hizo alcanzó, no pudo lograr protegerlos a todos, no fue tan rápida ni tan inteligente.

"¿Por que?" Susurró, una voz que no era más que un filamento de la voz sabionda por la que era conocida, ya ni su voz parecía suya realmente, no se podía reconocer en ese tono tan infantil y frágil. "¿Por que pasan estas cosas? ¿Por que quieres ayudarme?"

‘Porque eres patética, la pequeña sangre sucia necesita que la mimen...’ Decía la voz ajena, un tono infantil que le recordaba fuertemente a Bellatrix contenta en su cabeza.
‘Porque necesitas ayuda. Es tu compañero, no deberías dejar que la paranoia te ganara.’ Contrarrestó una voz que recordaba fuertemente a si misma largos años atrás.

Su cuerpo tembló, un escalofrío recorriéndole, reduciéndola a la chiquilla perdida que se sentía en este momento antes de rendirse, rendirse porque ya las lágrimas escocían en sus ojos pidiendo ser liberadas como cada noche desde aquel día en que se dio cuenta que ganar la guerra no devolvería a la vida a todas las personas amadas, que debería sentarse en el castillo a ver a otros sufrir porque ella no había sido mejor y llegar al borde del bosque sabiendo que se conformó con las palabras de Harry cuando ella debería haber estado en ese bosque si no para salvarlo, para morir a su lado.

No importaba esa vocesita que insistía que al final todo había salido bien ya que nada podía estar bien ahora. Si tan solo hubiera hecho las cosas diferentes quizá podría haber salvado más gente, si hubiera nacido un año antes podría haber ayudado en las calles de Londres, podría... no sabía que podría haber hecho, pero otra cosa seguro.

Era culpa ciega, era dolor, el recuerdo de la tortura, la idea de que Luna había sido llevada a la mansión Malfoy y nadie se había enterado hasta que la encontraron, Ollivanders, incluso recordaba el terror en los ojos de Mr. Malfoy y en Draco, la voracidad de Fenrir que también deseaba un trozo de su persona.

Los dedos delgados se cerraron en torno de la ropa de Percival en la espalda de este, haciendo una leve presión antes de darse cuenta que había comenzado a llorar incluso. ¿Por que no podía parar? ¿Por que seguía hiriéndose a si misma? ¡¿Por que no encontraba uan solución a todo esto?! La gente no necesitaba una llorona, necesitaba alguien fuerte que supiera que hacer en los casos extremos, necesitaba alguien integro, alguien con carácter y decisión alguien que...

... alguien que no era ella.

Quería recuperar su espíritu, renacer para poder volver a ser alguien fuerte, y luchaba constantemente, lo intentaba, se enfrentaba a los vientos solo para caer en esta oscura realidad que era el hecho de haber luchado toda la vida y ahora sin guerra que luchar ya no sabía cual era su propia función.

Recordaba el final de la batalla. Cómo me levanté del suelo tras estar riendo y llorando tras ver a Voldemort muerto, y abracé a caras difusas y caminé zombi hasta el primer sitio plano que encontré y recuerdo haber pedido, no sé a quién, pluma y pergamino, y haber empleado todas las fuerzas que me quedaban en una carta a mi hermana corta pero concisa explicándoselo todo. Había enviado la carta y me había quedado profundamente dormido en una esquina junto al cuerpo de mi hermano hasta haberme despertado temprano por un elfo y haber visto a mi hermana, y llorado hasta levantarnos y decidirnos por ayudar. Me había tocado ser fuerte porque tenía una hermana para quien ahora yo era su único familiar vivo, y de quien era yo quien debía cuidar al máximo, y me había tocado estar solo, y aún me tocaba cargar sólo con lo mío, pero no pensaba dejar a Hermione pasar el peso ella sola.

No era culpa suya. Sabía que existía ese complejo del superviviente, que muchos se consideraban no merecedores de su vida y me salvaba del complejo porque mi hermano había muerto por mí, y cada vez que el complejo empezaba a formarse en mi mente lo cortaba diciéndome "Percy, vive bien porque si no nada ha valido la pena, nada valdrá nunca la pena" e intentaba no hacerme responsable de mas de lo necesario, y no arrepentirme de nada, porque las cosas habían salido como el destino había querido y contra eso, yo sabía que no había nada que pudiera hacer más que procurar un mejor futuro para mí y para los míos. Y no podía permitirme complejos, ni tonterías de víctima, porque era una víctima de una guerra sin sentido que me había tocado sólo por nacer en 1980. Y no era mi culpa y me negaba a hacerme culpable de algo que era puro destino. Estaba escrito que yo tenía que nacer, sufrir, y sobrevivir a esto. Por la razón que fuera.

La volví a abrazar presintiendo que se desmoronaba. Y no sentía otra cosa hacia ella que profundo cariño, gratitud, y necesidad de hacerle sentir bien, como fuera. Así que descansé una mano entre su pelo, acariciando los rizos enmarañados, y acaricié su espalda suavemente con la mano libre, y respiré hondo cerrando los ojos y intentando enfocarme en mi empatía e intentando enfocarme en la mujer que estaba entre mis brazos.

—Hermione, quiero ayudarte porque soy uno más, porque eres mi amiga y me importas. Y respecto a por qué estamos en esto, y ha pasado todo... no hay respuesta. Es destino y el destino es inevitable, pero olvidar que hemos ganado y olvidar que todos ellos han muerto procurando un mundo mejor y es nuestra obligación moral aprovechar este mundo nuevo, Hermione. ¿Preguntar por qué? no los traerá, a ninguno, de vuelta. ¿Cómo? tampoco eso podemos explicarlo. Simplemente ha pasado y el pasado ya no se puede corregir ni mejorar, pero al menos hemos ganado, y ha valido la pena todo.

Continué abrazándola y la dejé llorar, y no sé cuantos minutos pasaron, o segundos si no llegaron, a mí se me pasaba lento, pues intentaba concentrarme con cada fibra de mí en palabras útiles, algo bueno por la leona, algo útil, cualquier cosa que le echara una mano en ese momento.

—Hermione, no es tu culpa, no es de otro que de Voldemort. Si necesitas cabrearte, no lo hagas contigo, hazlo con él, cúlpale de todo, sufre y llora porque ahora es el momento, pero un día, saldremos adelante, ¿de acuerdo? por todos ellos. Yo estoy aquí contigo, no voy a irme a ningún lado, Hermione.

"¡Sé que no es mi culpa!" Aseguró, enterrando el rostro en el hombro del joven que no podía ser más que un año menor, era absurdo, era absurdo no querer vivir cuando finalmente eran libres. Era insensato sentir este dolor que recorría cada uno de sus poros hasta dejarla perdida, vagando en una nube, vagando en la oscuridad de su propia mente que por muy vasta que fuera no era lo suficiente resistente en este momento.

A veces pensaba, pensaba demasiado, quizá si en este momento la torturaban como lo habían hecho entonces, ¿les hubiera dicho la verdad? ¿Habría estado en sus cabales como para darse cuenta la importancia de las sutiles implicaciones o quizá absurdos gritos sobre la cámara de Gringotts de Bellatrix Lestrange? Suponía que no hubiera podido resistirse, no hubiera podido presentar batalla en ese momento, solo habría estado allí, sin mente, sin alma, pero no quería, no podía ser eso, había podido con todo eso en su momento, había incluso podido festejar el logro que era sobrevivir.

Había sido fuerte, había luchado y sobrevivido. Entonces ¿por que seguía sintiendo este incontrolable pánico? ¿Como podía seguir luchando? ¿Que habría para luchar? Ya no había alma en su cuerpo.

"¡Pero no puedo controlarlo! No puedo, solo... no puedo." La voz que nació fuerte comenzó a colapsar como las piedras de aquella vieja torre que no terminaba de volver a levantarse en realidad. "¿Como podría? ¿Como puedo? Vivo en el calabozo de los fantasmas. Veo todas las noches al Profesor Snape deambular los pasillos, Como con los muertos, estudio con fantasmas y cada pasillo es un nuevo recuerdo y mientras más tiempo estoy adentro... es como si el castillo y la magia me fueran consumiendo y... y no tengo donde más ir. Harry dice que podría ir a Grimauld, o podría ir a la Madriguera... no estoy lista para ver esos lugares de nuevo, todo está demasiado lleno de recuerdos."

Tardó un momento en separarse, tratando de no verlo en la vergüenza del momento de debilidad. Dos colapsos en menos de 15 días, y aun no estaba lista para afrontar esa realidad que le decía que simplemente debía dejar marchar. No quería dejar marchar, al menos una parte de ella no quería. Una parte cruda y sangrante que le indicaba que si dejaba que todo siguiera su curso entonces no haría justicia, no recordaría todos los sacrificios, no honraría la memoria de todos los que murieron para que viviera...

Lo cual era una contradicción más burda aun. Todos quisieron que ella viviera, Harry y Ron aunque no lo admitieran una parte pequeña y emocional aun estaba apegada y dependiente de ella a la distancia aunque su hermano del alma a veces parecía haberse olvidado de ella y Ron... pues Ron era un caso insensato de que simplemente lo que habían querido hace un tiempo ya no podía ser.

"Lo intento, juro que lo intento... solo no sé por donde empezar a arreglar mi vida." Vida que no tenía en esos momentos.

—Por supuesto que no lo es. A veces no hay un por qué, y eso es lo que duele más —repetí abrazándola todavía, sin poderme imaginar lo que debía de haber sido todo aquello, todos aquellos meses, para ella. Si ya habían sido duros para mí, no quería imaginar lo que debían de haber sido para ellas. Y Ron y Harry la dejaban sola, por lo que parecía, pero, ¿qué clase de amigos son esos? deberían estar aquí, cuidándola... y no poniendo distancias. Pero era difícil, cuando había tantísima gente mal, tantas personas necesitando ayuda física y emocional, atenderlos a ellos sin dejar de echarse la debida atención a uno mismo, ayudar a otros con todas las ganas cuando uno mismo no estaba bien. Era prácticamente imposible, tanto, que sólo hacía de la situación algo más duro, y daba la sensación de ser un objetivo prácticamente inalcanzable.

Me quedé allí, apretándola entre mis brazos, escuchándola, sin ánimos de hacer otra cosa que estar allí para lo que necesitara, si es que había algo que yo podía hacer, entonces, quería hacerlo, quería ser capaz de ser más útil de lo que había sido en los últimos días. Y en cierto modo se sentía como que le debía a Hermione estar ahí, como un pilar fuerte al que pudiera agarrarse todo lo que quisiera, que no pensaba soltarla en ningún momento. No pensaba dejar que echara su vida a perder tomando malas decisiones en un momento cruel y inestable de su vida de las que después, cuando todo comenzara a ir bien, se iba a arrepentir profundamente.

—Vives en el pasado, Hermione. Vives en un lugar lleno de recuerdos buenos y malos pasados y dolorosos como espinas, en lugar de en un lugar luminoso donde poder crecer y recuperarte. Eres como una cerilla a la que han quemado y no le han quitado la parte negra antes de encenderla de nuevo —le dije en el tono más dulce que pude emplear, intentando llenarme de comprensión, aunque no era difícil, y menos siendo alguien terriblemente empático. Intenté buscar una solución aceptable a su problema y cuando por fin la encontré, me llené de alivio interno—. Déjame proponerte algo —la conduje al sofá y nos sentamos allí, donde continué abrazándola cariñosamente—, sé que apenas nos conocemos y sin embargo siento que soy tu solución y quiero hacer esto útil por ti. Mira, mi familia, los Lightwood, es bastante adinerada y poseemos una mansión a las afueras de Londres, con unos campos grandes, jardines... ahora los únicos dueños somos mi hermana Mackenzie, que estudia séptimo ahora, y yo, pero como ella está en Hogwarts, podrás disponer de la mansión a tu antojo. Hay criados, pero no te preocupes porque están muy bien tratados y pagados, lo mismo va para los elfos en nuestras cocinas, hay caballos, y es una mezcla de lo muggle y lo mágico porque la familia de mi padre era muggle enteramente. Puesto que yo trabajo, tendrás tiempo para ti a solas y podrás invitar a tus amigos, a quien quieras, y yo cuidaré de ti sin compromisos, y estaré allí todo cuanto quieras, puedo trabajar desde casa en informes igualmente y no serás ningún problema. Podrás disponer de una habitación amplia para ti sola, con tu baño y traer todas tus cosas, y vivir allí lo que necesites de tiempo, nadie intentará echarte. Hay chimeneas, piscinas, jardines floridos, fuentes, estanques, gatos, lechuzas... y en mi opinión es una casa bastante acogedora. —sugerí intentando dar con la solución más apropiada—. No tienes por qué pasar por esto sola.

Lo miró por un lago momento. Bueno, no lo miró, aun estaba arropada entre sus brazos. Un abrazo amistoso, cálido y reconfortante. ¿Cuándo había sido la última vez que tuvo uno de estos? Amaba a los chicos, pero debía admitir que eran reacios a las muestras de cariño y obtusos a lo que se refería de emociones. Era raro que alguien simplemente la abrazara, no tomarle de la mano, no pasar el brazo por los hombros sino un abrazo propiamente dicho. Como eran las cosas solo había tenido dos o tres en lo que iba del tiempo que los conoció.

Era raro decir este tipo de cosas aun para ella misma, pero inevitable. Debía pensar en el futuro, realmente debía pensar en un futuro donde no hubiera tanto dolor, porque sabía que el dolor nunca desaparecería del todo, pero quería creer que en algún momento podría aprender a aceptarlo y a vivir nuevamente con él. Podría vivir su vida como deseara, podría volver a leer, a estudiar, a contemplar las cosas desde la perspectiva de una niña cuyo mundo de repente se derrumbó cuando le dijeron que tenía que abandonar a sus padres para ir a enfrentar un mundo completamente desconocido donde había magia como en los cuentos de hadas...

Amaba los libros porque los libros eran seguros, las fantasías eran fantasías y uno sabía que esperar de ellas. Los libros de estudio estaban llenos con verdades interesantes y miles de preguntas y respuestas y ninguna de esas cosas podría dañarla. Pero cuando a los 11 años uno se enfrenta por primera vez a un mundo, un lugar tan lejano que sus padres no pueden alcanzarlo, no pueden compartir, ni siquiera son tenidos en cuenta como más que las mascotas de una maga... allí las cosas comienzan a pintarse de gris.

"Si acepto siento que estoy abandonando, que me estoy rindiendo... si digo que no, siento que estoy dejando escapar una oportunidad única. Te lo agradezco, Lightwood. Realmente es más de lo que alguien como yo puede esperar." Admitió devolviendo el abrazo con algo de firmeza que no poseía antes.

Le estaban ofreciendo una puerta, un canal por el que navegar sin miedo a morir en el intento. Era una puerta que sabía necesitaba pero su lado más testarudo la quería retener entre las paredes de piedra, sufriendo por toda la eternidad por los pecados que se atribuía a si misma. Pecados que a veces con ánimo de luchar eran evidentemente de nadie, ni siquiera eran pecados realmente, eran triste eventualidades de la vida que había llevado, luchando al borde del abismo.

"Creo... creo que aceptaré. Aunque puedo ayudar. Creo que puedo ayudar en la casa." Murmuró contra él, el llanto finalmente habiendo agotado su energía, un ligero sueño cayendo en los párpados que se sentían húmedos, pesados.
Que ridiculez era que había llegado hacía tan solo unos minutos, había encontrado un prácticamente desconocido, había estallado como bomba de tiempo y finalmente estaba aceptando salir de uno de sus grilletes al mundo, quizá era tiempo lo que necesitaba para volver a ser si misma. Solo se preguntaba como lo tomarían Harry, Ron... y principalmente Draco.

La dejé pensar por un rato, pues sabía que era una decisión importante, y mientras yo mismo pensé, y pensé que era bastante buena idea cuando lo reflexionaba más a fondo, pues mi hermana tendría una compañía femenina que nunca había tenido, aunque, y eso sí, sería cuando viniera a casa, pero de momento le alegraría saber que teníamos una de las invitadas más agradables que podríamos tener. Por otro lado, yo mismo estaría un poco más acompañado cuando volviera de trabajar a mediodía y tuviera alguien con quien sentarme a comer, y por otro lado, sabía que Hermione necesitaba aquello y cuanto más lo pensaba, más a su medida me parecía.

Tenía millones de cosas en la mansión que sabía que le encantarían, tendría tiempo a solas para ella misma cuando yo fuera al Ministerio -o a cualquier parte- pues los criados no iban a molestarla, y ese tiempo en mi opinión le iba a venir muy bien. Y además podría gozar de compañía en muchos otros momentos del día, y disfrutar en cualquier momento, día o noche, de mil pasatiempos sin que nadie se entretuviese juzgándola.

Así que allí estaba, en aquella habitación grande, sentado en el sofá, procurando no interrumpir mi abrazo con Hermione bajo ningún concepto. Poco a poco vi que me devolvía el abrazo, tras hablar de una forma que me resultó más una reflexión interna suya que algo que me estuviera diciendo a mí, y por tanto dudé unos segundos antes de atreverme a responder, pensando si de verdad debía o no debía responder, y al final me callé y enredé mis dedos en su pelo acariciando suavemente su cuero cabelludo a modo de intento de relajarla un poco. No me importaba si se quedaba dormida encima mía o si nos quedábamos allí todo el día, pues no tenía nada más que hacer y aquél día la había colocado a ella en la cima de mis prioridades.

Y finalmente aceptó mi oferta, lo cual me llenó de alivio, y sonreí, alegrándome infinitamente con el pensamiento de que ahora todo iría bien, y ella iba a estar perfectamente en algún tiempo, y podría mirar al mundo y sonreír porque se encontrase bien del todo, sin peros, sin segundos pensamientos. Era simplemente de las mejores noticias, si no la mejor, que podría haber recibido ese día.

—Por supuesto que puedes ayudar —le dije amablemente y miré lo que alcanzaba a ver de ella mientras la abrazaba con una sonrisa—. Y te diré algo, somos Ravenclaw en casa, así que tenemos una biblioteca impresionante, aunque no me gustaría tampoco que te encerraras ahí todo el día. Puedes ayudarme con los caballos, por ejemplo, siempre tardo mucho en cepillarlos yo solo, o me puedes ayudar a cocinar algo exhuberante los fines de semana. Vamos a pasarlo bien, Hermione, no te preocupes, y cuando te apetezca salir, no tienes más que coger los polvos flú en la chimenea del salón. —le expliqué deseando de verla más feliz.

Suspiró, un suspiro profundo y claramente percibido por cualquiera con algo de sentido ya que era algo que se necesitaba sacar del pecho. Era un asunto bastante complejo lo que pasaba por su mente.

Recibir amigos. Tenía miedo de preguntar sobre que amigos podría recibir. Draco Malfoy no parecía ser muy bien recibido en ninguna parte últimamente. y eso es si alguna vez fue bien recibido en todos los lugares que frecuentara porque la verdad que no lo veía pasando navidad en La Madriguera, y quizá encajara un poco mejor en Grimauld Place pero quizá es porque era parte de esa familia de por si. Astoria parecía ser amiga de él a pesar del compromiso y las confusiones que le traía Luna siendo la mejor amiga de él y prácticamente una de sus mejores amigas aunque no siempre se entendían o veían lo mismo.

Mientras Hermione prefería la lógica fría y sin alusión a teorías imposibles de comprobar basándose en un conocimiento académico, Luna era emoción pura, su sabiduría respecto al comportamiento de las personas y la lógica básica sobre los hechos que la rodeaban era mucho más desarrollada que la de Hermione que podía analizarlos pero la lógica fría que siempre había utilizado no llegaba a abarcar realmente las emociones humanas.

Pero era algo que necesitaba. Quizá pudiera tratar de verlo en Hogsmeade cada vez que hubiera salida y cada tanto ir dentro del colegio, después de todo necesitaría sus NEWTs y para ello debería hablar con los profesores... oh, no. ¡Tenía que pensar en sus estudios!

Pero no sabía como mirar a los profesores a la cara, al fantasma del Profesor Snape... aunque podía pedir a la profesora de Aritmancia que se suponía iba a dar las clases antes de que se descubriera al fantasma de Snape. También debería hablar con la profesora Uppsala... de ser posible en algún lugar que no implique bosques o cosas similares. Si rendía el NEWT de criaturas mágicas tendría posibilidad de ingresar al ministerio en el área de regulación de las Criaturas mágicas...

Y también debía preocuparse por Ginny que desde que llegó que no le vio el pelo. Tenía por supuesto una tajada de locura adicional si consideraba que tenía que hacer todo eso y...

Había mencionado una biblioteca grande y si no se equivocaba era mestizo, quizá tendría algo que pudiera ayudarle a descubrir como solucionar su problema. Quizá en una biblioteca diferente estaba la respuesta, estaba bien que la biblioteca de Hogwarts era grande y tenía de diferentes temas, la Sección Prohibida ya no tan prohibida para ella considerando todo y el hecho de que la profesora MacGonagall confiaba que haría lo correcto cuando se necesitara, por lo que había sido como un segundo hogar al igual que las cocinas en este tiempo.

"Bueno, bueno... ah, no te pregunté cuando podré mudarme." Sonrió por lo bajo, lentamente separando los cuerpos. Era tan... extraño aceptar una propuesta de irse a vivir lejos de todo lo que conocía. A su vez era... exultante. Era algo diferente, como salir de un mundo y adentrarse en otro completamente diferente al cual tendría que acostumbrarse. No era por los terrenos o por los caballos, no era por nada de eso, solo que por un momento creía poder entender realmente lo que sentía Draco cuando huía, la idea de un lugar seguro donde no podrían volver a hacerle daño aunque reconocía la mentira que se estaba autoimponiendo.

Pero estaba segura de que ese daño sería diferente, ya no sería lo mismo, ya no volvería a ser una niña ni a intentar serlo, no volvería a ver al castillo lleno de fantasmas de su infancia y adolescencia con los mismos ojos.

Sabía que había muchas cosas en la cabeza de Hermione en aquél momento, eran decisiones que no se tomaban a la ligera, que no dependían de uno sólo sino de una vida entera, cambios grandes que se hacían en todas las partes de la vida de uno. Mi propia vida iba a cambiar desde que ella se mudara a la mansión, ya fuera por trivialidades y tonterías como no poder ir por casa en ropa interior tan campante, ya fuera por asuntos más serios como tener en cuenta nuestras vidas como conjuntas, no en la forma en que una pareja lo hace, sino como era con mi hermana, acostumbrar a necesitar saber de su vida y que ella necesitara saber, por ejemplo, mis planes para comer o cenar.

Estaba abriéndole las puertas de la mansión de par en par no sólo a Hermione Granger, sino a cualesquiera fueran sus amigos, o cualquier otra clase de personas que ella quisiera ver cualquier día. No me preocupaban los temas de seguridad porque si mi mansión había sobrevivido sin problemas a los mortífagos, lo haría a cualquier otra cosa, pues ninguna otra tendría ese nivel de peligro, pero sí me preocupaba no ser suficiente. Todo iría bien mientras controlara lo que hacía, y me asegurara de estar haciendo todo lo posible por el bienestar de mi invitada de honor, pero si me descuidaba y me daba por pasar mucho fuera de casa, entonces sí estaría un poco mal, pero, de cualquier manera, consideraba que era mayorcito para encargarme de estas cosas sin problema, y no tenía miedo.

—Puedes mudarte en el momento que quieras, la casa está lista —respondí y le dirigí una sonrisa amable, intentando hacerla sentir menos como una intrusa y más como "mi casa es tu casa" o algo así. Simplemente me apetecía ser capaz de animar a alguien.

Tomó aire y asentí con la cabeza, mirando la entrada del pasadizo y de regreso a Percy.

Sabía que estaba a punto de hacer algo cobarde, pero necesitaba hacerlo de todas formas. Solo palpó si bajo su túnica aun conservaba la bolsita de viaje que le había acompañado el último año. También tenía su baúl con las cosas que le quedaban y las cosas de estudio en su dormitorio que compartía con Solaranielle.

"¿Podemos ir ahora?" Preguntó curiosa. Debería mandar al menos dos lechuzas tanto a la directora como a Harry para que no se preocuparan de que estaba bien. Pero todo era cuestión de organizarse. Solo quería salir de aquí lo antes posible. Y para lograr eso debía realmente salir del colegio antes de comenzar a considerar que no era su lugar tomar estas decisiones asustando a sus amigos en el proceso.

Pero es que estaba cansada, no tenía fuerza para seguir enfrentando una y otra vez esto, no podía seguir sufriendo constantemente por el pasado, necesitaba esto, necesitaba algo nuevo, una nueva amistad, un nuevo destino, un nuevo lugar y quizá se sentara a pensar y podía tener una nueva carrera en mente, aunque sea algo lejano con lo que poder relacionarse. Quizá algo fuera de la influencia del ministerio.

Pero ese tipo de planes debía hacerlos pensándolo bien y teniendo en claro exactamente que era lo que deseaba hacer, cosa que de momento era completamente desconocido.

"Vamos, no quiero quedarme demasiado la verdad..." Admitió, los dedos helados entre los nervios de estar cometiendo una falta a la autoridad pertinente.

Al verla tan dispuesta, asentí y me levanté, echando un rápido vistazo a mi alrededor antes de volver a contemplar a Hermione fijamente, y sonreí un poco para darle ánimos y otro poco por confianza, era un paso que sabía que ambos necesitábamos dar, más ella que yo, y en cierto modo se sentía como algo parte de mi trabajo normal, proteger a una persona que lo necesitaba, aunque fuera de sus fueros internos, aunque fuera metiéndola en mi casa, muchos aurores antes que yo habían estado en esa situación. Simplemente era algo normal a veces.

—Sí, vamos. Escribiré a la profesora McGonagall para que sepa que estás bien y a cargo de un auror cuando lleguemos —dije mirándola de forma tranquilizadora, pensando en que sí que había una serie de cartas que debía mandar—. Y hay varias lechuzas en casa, puedes usar la que quieras cuando quieras. Vamos —me acerqué a ella, la tomé suavemente de un brazo, y nos desaparecimos.

Off: Ahora abro.