Susan, defensora experta de causas perdidas... [Luthien F.]

El nuevo profesor que había llegado la noche de Halloween y se había instalado rápidamente entre todos nosotros era también increíblemente joven, como yo. De hecho, todo el personal de Hogwarts nuevo que había llegado parecía integrado por gente increíblemente joven, y el colegio sufriría una renovación hasta necesaria. Pero yo no estaba allí para hablar de cosas que tuvieran que ver con sus clases, sino más bien iba a meterme en otro aspecto de su vida y no tenía idea de sí lo iba a aceptar o si me iba a mandar de vuelta.

Llamo a la puerta de su despacho después de pasar por el aula vacía de pociones, un lugar siempre lleno de aromas de pociones a medio hervir y llamo a la puerta del despacho del profesor que antiguamente perteneció,seguramente, a Snape.

—¿Buenas tardes? —llamo a la puerta—, ¿se puede?

Estaba repasando con la mirada los libros que Snape había donado a su sucesor, un gesto inesperado y beneficioso para mí, y ordenándolos de nuevo en los anaqueles cuando llamaron a la puerta de mi despacho, me quedé paralizado unos segundos y recordé cuántas veces el profesor estuvo a punto de agarrarme tomando prestadas pociones de sus reservas; por suerte siempre había salido ileso e impune.
Encontré una vieja fotografía de él en la mitad de un libro y le sonreí -Te lo tenías bien escondido- susurré y luego alcé la voz -Adelante.
Justamente cuando decía estas palabras la muchacha entró y luego pidió permiso, una forma muy curiosa de ingresar a un lugar, ya que la costumbre indica que suele ser al revés. -Pase, señorita -asentí mientras cerraba el libro y lo dejaba sobre el escritorio de madera de palisandro, recorrí las vetas violetas con placer y luego alcé la vista a la muchacha, mis ojos la examinaron durante unos segundos deteniéndose en su cabello de fuego, sonreí sin darme cuenta complacido por su brillo cobre -Dime, ¿En qué puedo servirte? -pregunté tornando mis pupilas a las suyas, suponía que sabía quién era yo y que me buscaba a mí específicamente, lo cual incrementó la curiosidad que había comenzado a sentir.

Ya conozco al nuevo profesor de vista, y también por su situación. McGonagall nos pidió ser discretos con eso, al menos lo estrictamente necesario, simplemente para que no se levantaran habladurías por todo el colegio. Ya hubo problemas cuando un hombre-lobo dio clases, así que creo a todo el mundo capaz de escandalizarse por un semi vampiro. Viéndolo frente a frente me asombra lo joven que es, parece que la plantilla se renueva con sangre nueva, si... pero demasiado nueva.

Enseño mi más sincera sonrisa al entrar, hasta que me dirige la mirada. No sé como abordar el tema por el que estoy allí, así que decido empezar de una manera un poco más casual, amigable... Como diría Hannah: "un comienzo tipo Susan Bones". No es que sea un problema, pero Zacharias solía resoplar y decirme que yo era demasiado amable. Seguramente lo consideraba problemático al ser el amargado número uno.

—Profesor Flaneur, ¿no? —pregunto, acercándome y extendiendo la mano—. Creo que ya nos habían presentado, soy la profesora Susan Bones. En realidad quería platicar con usted sobre un tema que quizá encuentre un poco peliagudo...

No recordaba que nos hubieran presentado, sin embargo hice de cuenta que sí, era lo más conveniente, las formas sociales me fastidiaban un poco. -Profesora Bones, claro - amplié mi sonrisa estirando mis labios -Por favor, llámeme Luthien; tome asiento -le indiqué uno de los sillones frente a mi escritorio (el escritorio de Snape, ¿quién hubiera pensado que lo tendría yo? Ni en el más descabellado de mis sueños). Esperé a que tomara asiento e hice lo propio alisándome el traje impecable de diseñador muggle que llevaba, me desabroché el botón del saco y me recosté contra el respaldo de capitoné mientras juntaba las manos en mi regazo -¿Y qué tema peligudo sería ese, colega? -pregunté con el mismo tono amable con el que ella estaba llevando la conversación. Tuve el presentimiento de que no iba a ser algo agradable -Supongo que me incumbe, porque de otra manera no estaría aquí.

Me parece agradable y sencillo, de momento, tratable. McGonagall había hablado de él, pero no recordaba si exactamente nos habían presentado o no... Intento recordarlo, pero mi mente no es muy buena y sigo en lo mío. De seguro nos presentaron por allí.

—Bueno, te llamo Luthien, si me llamas Susan —le sonrío, es un buen trato, la verdad—. Bueno... supongo que lo mejor será soltarlo sin anestesia, ¿no? Tiene que ver con el tema de criaturas del ministerio y las nuevas leyes

Es un tema completamente peliagudo que quizá no le afecte tan directamente, teniendo en cuenta de que no es una criatura completa. Por supuesto, necesito algún testimonio que exponer, algo con que defender la débil postura que sostengo con Lynnea en contra de esas leyes.

—En mi opinión no son más que un montón de tonterías, pero no puedo plantarme en el tribunal y decirlo así, nada más... —suspiro, la verdad estoy cansada de todo aquel tema—. Y pensé que, dada tu condición podría... venir contigo.

Alcé una ceja y no pude evitar que mi rostro me traicionara, estaba cuanto menos sorprendido, no podía figurarme si era extremadamente valiente o solo ingenua. -Susan -comencé -Voy a tomar esta intervención como un acto de buena voluntad de tu parte, pero debes saber que no estás exponiendo el asunto de una manera clara -sostuve. -Sin dudas es loable que quieras tomar esta causa de los seres mágicos y mestizos en tus manos -continué -Asumo que conoces cabalmente mi naturaleza y por ello has dedicido recurrir a mí -deduje -Lo que no termino de entender es qué pretendes que te otorgue, ¿Ayuda? ¿de qué tipo?... -inquirí tomándome el mentón con una mano -Evidentemente no puedes ir ante el tribunal sin más, como has dicho, ¿qué pretendes de mí, al venir aquí? ¿Quieres que te ayude a construir una defensa sólida de las criaturas mágicas o esperas otra cosa? -pregunté, esperando ser todo lo claro que ella necesitara.

—Ah... lo siento, apenas si me he explicado —digo, ruborizándome un poco. Susan Bones: defensora de causas perdidas, ¿cómo haré para plantarme ante el tribunal en el supuesto de que logre construir una defensa lógica?—. Bueno, la ley ha tenido el apoyo masivo de muchos sectores precisamente por la intervención de algunas criaturas en la guerra en el bando equivocado, así que planteaba exponer la parte "mala" de todo esto: las familias deshechas, algunos testimonios, todo con el propósito de hacerles ver que no todo será un paraíso. Es muy poco para empezar, la verdad...

Es muy poco, es como luchar contra molinos de viento en un momento.

—Por supuesto que si quieres ayudarme cualquier tipo de ayuda es bienvenida, hay muy pocas personas dispuestas a luchar contra una injusticia de este tamaño —suspiro—. No hay muchos lugares desde donde construir una defensa.

Esbozo una sonrisa de lado -Por favor, tampoco se desanime -la aliento, al ver que se ha desalentado tan rápidamente -Solo quería saber qué tenía en mente -acoté luego. -Mi caso no es el mejor, mi padre estuvo del lado del Señor Oscuro para mi vergüenza y la de mi madre -expliqué, omitiendo algunos detalles que me involucraban -Si me permite el atrevimiento creo que tiene dos puntos interesantes y sólidos para armar su defensa de las criaturas mágicas: 1) Las criaturas mágicas también tienen derechos que deben ser respetados al igual que los magos, creo que quizás las definiciones estén mal planteadas, hay magos que se comportan como seres inferiores inclusive a todos los conocidos al, por ejemplo, colaborar con el Señor oscuro durante la Guerra. Hacerle esto a las criaturas mágicas es lo mismo que lo que el Señor Oscuro quería hacer con los hijos de muggles, para los que promulgaron esta ley nosotros somos los "sangre sucia" -afirmé inclinándome hacia adelante, apoyando mis antebrazos sobre la mesa de mi escritorio -2) No todas las criaturas mágicas y bestias estuvieron del lado equivocado durante los enfrentamientos, creo que eso era lo que intentaba decirme cuando hizo referencia a los testimonios.

Sí, realmente era complicado todo el asunto, cuanto más pensaba en él más estaba segura de que deberíamos hacer algo, pero no sabía exactamente QUÉ y eso me desanimaba por momentos, era todo demasiado complicado a veces y sentía como si estuviera luchando contra gigantes. Definitivamente tenía que encontrar el modo de remediarlo, pero en ese momento simplemente compongo la sonrisa y se la dedico al profesor.

—Oh, no crea que me he desanimado por sus palabras... —acabo diciendo—. Es sólo que cuando pienso en todo el asunto... es demasiado grande y temo ser demasiado pequeña para todo esto. Y aun así estoy dispuesta a llegar al final, de momento.

Escucho sus ideas y agradezco tener un apoyo más, realmente el que me puede prestar la profesora Gammel es totalmente limitado, ya que su pocisión la tiene atada de pies y manos y no está en una situación de pronunciarse totalmente en contra, después de todo es parte del organismo que aprobó lo que yo intento deshacer, pero es una maraña tan entramada que simplemente a veces pienso que es muy complicado.

—Esos son los argumentos que he pensado, más o menos... —sonrío—. No tal cual, por supuesto, pero si una aproximación. Se está tratando a las criaturas como ciudadanos de segunda categoria y se les despoja de derechos simplemente por las acciones de unos pocos. Y referente a los testimonios, bueno, además de la gente que haya participado en un bando o en otro, a veces pienso que sería mejor conocer todo tipo de perspectivas, incluso las de aquellos que se mantuvieron neutrales porque tenían una familia que atender, una familia que perderán si hay una parte humana allí...

Escucho sus palabras y asiento mientras me sostengo la barbilla con una mano -Si le interesa, podríamos conformar una comisión que reúna los testimonios de aquellas criaturas que voluntariamente quieran darlo y podríamos dejarlo asentado en un informe para entregar al Ministerio -le sugiero, estimando que quizás le ayude en su proyecto; aunque lo dudaba seriamente: esos fariseos del Ministerio de Magia harían lo que sus temerosos corazones llenos de cobardía les dijeran, lo más probable era que dentro de poco perdiera mi cargo en Hogwarts por las leyes mágicas.
La observo unos segundos, allí sentada con su cabello cobrizo cayéndole como una seda a cada lado del rostro, apenas tocándole los hombros y esa sonrisa tan genuina, tan espontánea. Me pregunto cuántas veces en mi vida habré tenido la fortuna de sonreír así... Apenas la conocía pero me caía bien y hasta la admiraba un poco en su entusiasmo.
-¿A quién más tiene en mente para este proyecto? -me atrevo a preguntar.

—Espero que haya alguien, claro, porque muchas criaturas que incluso apoyan la ley... —digo, realmente sé que hay facciones de las veelas que apoyan las leyes, al igual que otras cuantas—. Poca gente se atreverá a ir contra el ministerio, por supuesto. Hogwarts siempre ha sido un mundo aparte, aun cuando el Ministerio no ha dejado de intentar meter sus narices por aquí, pero...

Es complicado, aún así, todo lo que pienso se arremolina y a veces sólo resultan ser ideas imposibles. Perder el entusiasmo es tan sencillo y a pesar de todo sigo allí, con la misma sonrisa... Tengo mucho que perder, pero, por supuesto, también mucho que ganar.

—Había ido a ver a la profesora Gammel, también tiene parte criatura —dije—, pero no puede intervenir demasiado ya que es parte del Winzengamot.

-Colega- comienzo y la fijamente enlazando mis manos frente a mí -Tiene usted mi apoyo en su proyecto, cuando requiera mi ayuda se la daré gustoso-afirmo con sinceridad Si se decide a realizar ese informe mi testimonio será el primero que tendrá aseguré -¿Quiere que le cuente parte de mi historia así podrá evaluar si le es útil? propuse con gentileza. Me llama la atención que la profesora Gammel se parte criatura, luego debo investigar más sobre eso.

Sonrío, muchisímo más animada en aquel momento. Es curioso como algo tan pequeño, ese ínfimo detalle de alguien que esté dispuesto a apoyarme me ayuda de tal manera que soy capaz de componer una increíble sonrisa. Realmente cualquier cosa me anima pero... si eso no lo hiciera realmente no sé que haría.

—Muchas gracias, no sé realmente cómo agradecerlo... —acabo diciendo. La ayuda es tan pequeña, pero, realmente... supone una ayuda tan grande en ese momento en el que parecía que estaba luchando yo sola contra molinos de viento, que me hace sentir bien—. Claro que su testimonio me funcionaría... —Al menos, será una primera muestra de a qué me estoy enfrentado—, y me gustaría mucho escucharlo.

Alguna utilidad le encontraré.

Me acomodé en mi sillón, realmente me costaba hablar de ello como le costaría a cualquiera desenvolver un montón de mierda en un primoroso paquete.
-Bueno, puedo decirle que mi madre era semivampiro y mi padre vampiro, lo que me hace un escalón más cerca de lo que ellos consideran puro, porque, como sabrá, las criaturas también tienen escalones sociales por la pureza de la sangre y creo que los vampiros son más tendientes a ello debido a su idiosincrasia y al rollo de ser elegido para la eternidad y tal-acoté con una mezcla de sarcasmo y desdén -Para mi padre, aunque prefiero llamarla Augusto, mi madre fue una muestra de debilidad de su parte y yo soy el resultado de esa debilidad -le di una mirada -Así que no somos lo que se denominaría una familia feliz -agregué irónicamente -Las veces en que aparece no es con buenas intenciones y en una de esas ocasiones convirtió a mi madre en vampiro para que fuera menos vergonzoso para él -me encogí de hombros -En ese entonces yo era pequeño aún y la posibilidad de hacérmelo a mí no cruzó por su mente, solo trató de eliminarme.
Tuve que hacer una pausa porque a pesar de la ironía y del sarcasmo aquello era algo terrible para mí.