Reencuentros [Percival]

Recuerdo que la penúltima vez que estuve aquí fue con mi tía y su monóculo. En vacaciones a veces me hacía acompañarla al trabajo porque me mantenía entretenida y siempre me contaba cosas, siempre y cuando pudiera contármelas, porque debido a su puesto en el Winzengamot manejaba demasiada información confidencial. La siguiente vez que había ido habíamos recogido —mi familia y yo— un reconocimiento después de su muerte.

Después ya no había vuelo allí hasta ese momento, en el que realmente me había planteado empezar a trabajar con Muggles sobre todo porque todo debía de estar vuelto de cabeza, sobretodo para los desmemorizadores. Quería especializarme en ello, de verdad, y mi trabajo como profesora auxiliar en Hogwarts me dejaba mucho tiempo libre. Así que allí estaba, me habían dado un montón de papeles, información, y ahora estaba allí parada en el atrio. Mirando al reloj viejo de mi pulsera, me di cuenta de que aun me quedaba un rato libre, porque McGonagall me había dado hasta después del almuerzo.

En menos de dos segundos el Atrio empezaría a llenarse con gente que saldría a comer el almuerzo o simplemente a relajarse un poco. Bueno, quizá viera a Ron, a Harry, o a otros de los chicos recién graduados que habían entrado al ministerio a trabajar después de salir de Hogwarts.

Otro de esos ajetreados días en el Ministerio llegaba a su fin o su comienzo, porque allí nunca sabías cuando te iban a llegar toneladas nuevas de papeleo, sobretodo si eras auror, pues las oficinas estaban rebosantes. Estaba parado delante del tablón de la Oficina, con el rostro fruncido, contemplando las fotos conmemoratorias de todos los aurores perdidos en la batalla, aumentando mi odio a los mortífagos cuando ya creía imposible detestarlos más de lo que yo ya lo hacía. Finalmente, mi estómago rugió y decidí ir a comer algo, ahora que tenía un hueco libre, antes de que me encontrara con algún superior con toneladas de trabajo nuevo. Todos los trabajos tienen su parte negativa y esta era mi parte negativa, y cómo la odiaba, pero es lo que hay, siempre lo había pensado.

Salí como un relámpago corriendo por los pasillos, ocultándome tras cada esquina donde pensaba que habría alguien con más que hacer. Sí, para eso servían meses de entrenamiento, precisamente. No es que no me gustara el trabajo, era que llevaba allí desde las seis de la mañana y me moría de hambre, y no recordaba la sensación del aire contra la cara o del calor del sol contra la piel. Bajé las escaleras y llegué al atrio, donde aceleré el paso, viendo tan próxima la salida que casi podía apretar la sensación de libertad entre mis dedos. Y entonces, tan acelerado como iba, choqué contra una dama y sólo acerté en agarrarla con toda la suavidad que pude e impedir que se estampara de bruces contra el suelo. Me puse rojo como un tomate enseguida, reprendriéndome a mí mismo por dentro, y miré a la chica, que me resultaba terriblemente familiar, como de haberla visto mucho por Hogwarts cuando era estudiante, no mucho tiempo atrás.

—Disculpe, lo siento muchísimo de veras, soy tan torpe, perdóneme, espero no haberle hecho daño —acerté a disculparme totalmente avergonzado—. Soy Percival Lightwood, para que pueda mandarme pociones asquerosas por correo o algo así —bromeé intentando aligerar el ambiente.

Lo malo fue que estaba tan distraída que un chico que embistió, pero la buena noticia fue que no acabe de bruces contra el suelo porque alcanzo a detenerme. Me detuve un momento a verlo mientras se disculpaba y me sorprendió encontrarme a un chico de mi generación en Hogwarts. Supuse que no me había reconocido por la manera en que se presentó y definitivamente me hizo sonreír cuando sugirió que podía mandarle pociones por correo.

—¿No me reconoces, cierto?

No, era lo más obvio. No estaba en mi casa y no conseguía recordar en que casa había estado. Además era la primera vez que oía su nombre completo, sólo conocía su apellido, pues era así como los profesores se referían a todo el mundo.

—Susan Bones, estábamos en el mismo año en Hogwarts, aunque creo que nunca cruzamos palabra. ¿Estás trabajando aquí?

Contemplé a Susan con estupefacción. Vaya, sí que había cambiado, y desde luego estaba mucho más guapa de lo que recordaba haberla visto nunca, con esa alegría en el rostro, y su bonita sonrisa, y el pelo rojo fuego como no recordaba, y lo que más me sorprendió no obstante -a parte de eso y de que ella estuviera allí- fue que se acordara de mí mejor que yo de ella. Susan Bones, por supuesto, tenía un apellido popular y era un nombre, en general, bastante sonado en Hogwarts, en la medida de lo posible para alguien que no era especialmente rico o de algún equipo de Quidditch. Lo genial de Susan era ella misma, más que nada.

—Caramba, Susan sí que has cambiado, pero te veo mucho más mejor en todos los sentidos —dije sonriendo, feliz por ver una cara más o menos conocida—. Ya empiezo a recordarte bien, ¿verdad que tenías fama de chica agradable? —reí y asentí a su pregunta—. Sí, bueno, soy auror, o eso dicen. ¿Y tú que haces por aquí? menuda sorpresa agradable.

Sonreí contemplándola. Definitivamente a algunos los años les sentaban muy bien, y ahora parecía que los chavalitos que habían estado riéndose de mi tropiezo envidiaban que estuviéramos de sonrisas y buen rollo, definitivamente mi suerte daba cambios muy radicales de vez en cuando, y de este iba a alegrarme.

Mis recuerdos de Percival Lightwood se basaban en un chico medio asustado que se había sentado bajo el Sombrero Seleccionador y algunas cosas en las clases. Se le daban bien cosas que a mí no, como todas las materias necesarias para ser auror. Lo mío era más el trato humano, las sonrisas, esas cosas. Pero bueno, ya decían que el salir de la adolescencia siempre era un buen cambio: no más acné, no más dramas, no más extraños estirones de estatura. A Percival le habían ido bien, ahora estaba mucho más alto que yo... Aunque no era demasiado difícil ser más alto que yo.

—Sí, chica agradable, siempre andaba al lado de Hannah, ¿recuerdas? Una chica que siempre se retorcía las trenzas —hábito que no había cambiado en lo más absoluto—. Bueno, siempre tuviste madera de auror, se te daban bien todas las materias prácticas... —sonrío, porque yo me alegro no tener que cursarlas nunca más y alzó los pergaminos que llevo.

Son varios informes y algo que llenar si quiero trabajar con Muggles. Será sólo un trabajo provisional y me servirá más para aprender que para otra cosa, pero bueno. Me ayudará mucho con mi trabajo.

—Quiero especializarme en los Muggles, de hecho estaba dando clases en Hogwarts, ¿puedes creerlo? Como profesora auxiliar, pero como no hay un titular de la materia...

La profesora Burbage, una de las mejores profesoras que había tenido la oportunidad de conocer, había sido asesinada lamentablemente.

Siempre me había asombrado la de cosas que podían sucederse en tan poco tiempo, uno podía crecer y volverse horrible en todos los sentidos, o encantador en todos los sentidos, podía crecer y morir o podía crecer y un día te lo encontrabas casado y con varios hijos. Para mí esas cosas eran bastante impresionantes. En Hogwarts habían pasado muchas cosas y en mi caso, había hecho muchos amigos -algunos buenos, otros peores- pero al final había salido con la impresión de conocer tanta gente que a veces no era extraño olvidar nombres o recordarlos y olvidar las caras, o conocer a alguien y no recordar de qué.
A Susan, la recordaba como una alumna de Hufflepuff bastante entrañable y conocida por ser un bastante gran y buen corazón, siempre ayudando aquí y allá y siempre alguien agradable con quien pasar el rato y alejarse de líos y malos rollos que transmitían otra clase de personas. Cuando me dijo sus pensamientos por meterse en el mundo muggle, me sorprendió agradablemente, me parecía que era un puesto que le pegaba bastante y era una digna sustituta de la profesora Burbage. A mí ella nunca me había dado clases porque con una familia paterna muggle no consideraba que las necesitase, pero sí había conocido por otros compañeros su grandísima buena fama.
—Por supuesto, Hannah, hace tiempo que no la veo —reí al escuchar el comentario de las trenzas y asentí ante el recuerdo—.Bueno, muchas gracias, a ti siempre se te dieron bien las cosas que requerían empatía y buen corazón, desde luego no me sorprende que te interesen los muggles, seguro que serás una gran profesora —sonreí alegremente y entonces me di cuenta de que estábamos estorbando un poco ahí parados delante de todo el mundo—. Hey, creo que estamos estorbando un poco aquí en medio, ¿te apetece subir? tengo un par de cervezas de mantequilla en mi mesa, podemos tomar algo y charlar.

Después de Hogwarts parecía que todo estaba pasando demasiado rápido para algunas personas. Muchos ya en el entrenamiento de aurores, yo como profesora, parecía que después del letargo y la pesadilla que fue la guerra el mundo no podía detenerse, todo iba demasiado rápido, parecía que daba vueltas.

—Yo hace tiempo que no veo a casi nadie... —comenté. Había salido de Hogwarts con conocidos hasta de debajo de las piedras, la gente me saludaba allí y allá, sobre todo los que habían conocido a mi tía, parecía mucha más gente de la que era en realidad—. Y a ser sincera olvido muchos nombres... Aunque las caras siempre me suenan.

Eso me salvaba, al menos, cuando no sabía que decir y alguien aparentemente desconocido me saludaba. A veces solía ser un poco despistada, pero sabía que la gente se acercaba porque decían que era amable y tenía paciencia, además de que siempre procuraba alejarme de los malos rollos.

—Sí, tengo muy pocos alumnos... —respondí, recordando mi grupo minúsculo—, pero creo que funcionará. Si supieras como está Hogwarts... Merlín, parece que todos quieren vivir al límite. —A decir verdad ya varias personas habían tenido que esquivarnos para seguir caminando, así que subir no me pareció mala idea—. Si no hay problema, está bien. Digo, no te esté yo quitando tu tiempo...

Mientras continuábamos con la conversación, fuimos caminando, montamos en los ascensores, y en poco tiempo atravesamos unos pasillos hasta llegar a la Oficina de Aurores. Era una sala grande, con mesas aisladas junto un balcón que daba al atrio, una mesa por auror, cada una con varios montones de papeles encima. La mía estaba pegada al balcón y a mí, particularmente, me encantaba.
—Bueno, siempre he pensado que a menos alumnos, mejor aprenden —comentaba sonriendo mientras la guiaba hasta mi mesa, lo cual no era muy complicado porque todas estaban con ciertas separaciones para poderse mover rápido en caso de alguna urgencia. Comencé a sacar las cervezas de una bolsa refrigeratoria muggle que tenía siempre guardada en un cajón—. No te preocupes por mi tiempo, Susan, ahora mismo es tuyo —sonreí amablemente moviendo una silla para acercársela a ella y pasándole una de los botellines de cerveza de mantequilla que tenía en las manos tras abrirlas—. Estoy bastante convencido de que serás la mejor profesora que esos chavales tendrán en su vida, estarán en séptimo y siempre hablarán de su gran profesora Bones —comenté con bastante seguridad, sinceramente—, entonces, señorita Bones, ¿por qué no me habla un poco de usted?

Percival tenía razón: entre menos alumnos mejor. No gritaba demasiado, no regañaba y me ponían atención, lo cual era sorprendente en todos los sentidos. Sobre todo porque yo no recordaba hacer eso en mis clases siempre había algo más interesante a lo que ponerle atención: las travesuras de Zach, a Hannah jalándose las trenzas y Ernie explicandole la clase a Justin mientras Justin intentaba quitárselo de encima. No me sorprender no ser buena en algunas materias que se me daban terrible, como Transformaciones.

—Bueno, la verdad es que son clases muy tranquilas, Percy... Ehm, ¿te molesta que te llame Percy? Es el diminutivo de Percival, ya sabes... —sonreí mientras caminabamos, hasta que llegamos al departamento. Era realmente la primera vez que lo visitiaba, pues con mi tía había estado sólo en su oficina y algunos otros lugares.

Percy me acercó la silla y me pasó la botella de cerveza de mantequilla, yo me dejé caer en la silla, pensando en que aquel sería un buen rato no desperdiciado en la sala de profesores con el fantasma de Snape, que tenía la mala costumbre de atravesar a todos, o los demás profesores que me triplicaban la edad.

—Ahm, ¿de mí? Bueno, encuentro raro que me hablen de usted, sobre todo cuando la persona que lo hace es de mi edad... —hice referencia a la manera en que me había hablado—. Planeo una salida al mundo muggle con mis alumnos y ruego que no sea un desastre... —me quedé pensando, realmente no sabía qué más agregar—. Y me gusta el color verde.

Le di un trago a la botella. Por eso de evitar hablar y eso, odiaba las preguntas demasiado abiertas. ¡Eran incapaz de parlotear como Hannah.

Sonreí antes de proseguir dándole un largo trago a mi cerveza de mantequilla mientras continuaba escuchándola. Su voz se me hacía tan agradable al oído como una melodía de Chopin. Era una persona dulce y tierna y eso se robaba toda mi empatía, y mis creencias del karma me decían que esa pelirroja merecía toda la suerte del mundo. Acostumbrado a las voces embrutecidas de muchos compañeros míos de trabajo -y mi jefe- gritando "¡Lightwood a mi despacho!" o cosas similares, Percy en sus labios sonaba demasiado agradable. Tanto, que sonreí mientras asentía con aprobación.

—Por supuesto, todos me llaman Percy, no te cortes —confirmé con cierta añoranza. Me gustaba mi nombre, y me gustaba más escucharlo de las personas que me caían bien. No quería ni pensar en el final de ese momento pues desde el asesinato de mi hermano, Kenneth, no había tenido apenas ratos la mitad de memorables que ese en el buen sentido de la palabra "memorable".

Me gustaba mi mesa en el ministerio y me gustaba la oficina de aurores, cuando no había mucha bulla. Solía estar tranquila y corría una agradable corriente, y me gustaban los mensajes volando en forma de aviones de papel, la forma en que los aurores más viejos fruncían el ceño al ver a los nuevos, y el buen trato que todos tenían con los aurores. Me enterneció la respuesta de Susan, la notaba que no era muy charlatana, y eso para mi gusto no estaba mal, pues evitaba de decir cosas de las que uno pudiera arrepentirse.

—Estaba bromeando Susan, no te llamaré de usted, eso sería como echarte años —comenté amablemente tras escucharla de principio a fin—. Respecto a la excursión, soy mestizo, sé mucho sobre el mundo muggle así que quizá podría acompañarte por echar una mano, si así estuvieras más tranquila, a mí no me importa —sugerí amablemente y reí con aquello de "me gusta el color verde"—. ¡Buena elección! verdes son los jardines, que son bonitos, y verde es la tortuga, que tiene clase.

Acostumbrada como estoy a la presencia de personas más parlanchinas, como Hannah, que te contaba su vida en dos segundos si la dejabas, mi tranquilidad siempre se notó. Alejada siempre de los problemas, por lo general, y sin saber que decir la mitad de las veces, porque, según recordaba decía mi abuela materna, a veces no era bueno soltarlo a bocajarro. "Si piensas lo que dices te arrepentirás menos", solía decía.

Me relajo porque Percy no se queja de que acorte su nombre y además no encuentra ridícula mi posterior respuesta, tan disparatada en muchos sentidos.

—Puedes llamarme Sue, muchos lo hacen —le digo. Hannah incluso me decía Susy; pero Ernie, con toda su pomposidad, siempre me llamo Susan con ese tono tan raro que tenía—. Y creo que otra profesora me acompañara en la excursión, después de todo, con mi edad no es que imponga un exceso de autoridad...

La cruda realidad es que me cuesta adaptarme a ser profesora de personas a las que les sacó menos de cinco años y, para colmo, fueron mis compañeros. A muchos los tuteo, con muchos platiqué de sus desgracias amorosas o de las misa, con otros tomé innumerables cervezas de mantequilla en Hogsmeade. De repente, verme convertida en su profesora es por lo menos, extraño.

—De todos modos dudo que seamos capaces de contener el inminente desastre, por lo que eres bienvenido a unirte. Además McGonagall ha organizado un baile de disfraces en Halloween para levantar la moral y quizá eso también sea un desastre... —Me quedo pensando, pero luego le quito importancia. Con suerte no será demasiado grave—. Y ya que sabes que color me gusta a mí... ¿Cuál es tu color favorito?

Susan me parecía una persona muy relajante. Estaba acostumbrado a mi vida tranquila y relajada, lejos del caos -excepto en el trabajo y alguna que otra época especialmente movidita- y estar con una persona igualmente tranquila era, lejos de ser aburrido, muy entretenido para mí. Era como estar en mi hábitat natural, sentía conexiones con Susan que no solía sentir muy a menudo, y además me calmaba el ligero estrés post-traumático que me había tocado tras la batalla, junto con el insomnio, me encontraba probablemente en aquellos momentos más vivo que nunca. Por otra parte, me apasionaban los estudios muggles, no los estudié porque para qué añadir dificultad al curso cuando soy mestizo, pero me encantaban las cosas de muggles, la música, los IPods, los ordenadores... y los niños también me encantaban, por lo que aquella excursión prometía.

No obstante, podía ver el problema de Susan. Acostumbrada a ser una alumna, ahora era la profesora más joven de Hogwarts, enseñando a alumnos -y tratando de poner distancias profesionales con ellos- con los que había dormido, hecho tonterías, jugado, incumplido las normas, compartido secretos íntimos... era una posición bastante difícil, pero me daba la impresión que ella no tendría dificultades mayores y que con el tiempo, haría de este un gran curso para sus afortunados alumnos.

—Oh, gracias, será un placer —comenté en respuesta, "Sue" me parecía un diminutivo bonito, pero Susan tenía muchos. "Susy" era adorable, "Sus" era raro pero agradable, y Susan era bonito y con una sonoridad simpática al oído, desde el lenguaje de un pianista como era yo a tiempo parcial—. Bueno, en lugar de ver tu edad como una desventaja, podrías ver sus ventajas. Por ejemplo, puedes aprovechar la confianza que tienen en ti los alumnos y tu empatía natural para llevar un ambiente relajado y de trabajo continuo, y que confíen en ti y de obedezcan como si fueras la misma McGonagall. Es difícil, pero estoy seguro de que para alguien como tú no es imposible ni mucho menos. —comenté intentando animarla—. Quizá deberías hacer algo para demostrar tu autoridad, poner distancias y devolverles a la realidad de que ahora tú mandas. No sé, prueba a disciplinar. Y por el baile no te preocupes apuesto a que habrá mucha gente, yo mismo pensaba en ir, pero no sé si ahora que no soy alumno estaría bien —comenté y le sonreí pensando en eso de los bailes, del último hacía años ya—. El azul, y el naranja.

Me encuentro a gusto en aquel lugar, aunque supongo que los días de mucho trabajo es estresante, en general cuando tienen fugitivos. No es lo mío, nunca podría acostumbrarme al ambiente de los gritos, los aurores, todo el movimiento de aquel lugar a una hora que es la hora del almuerzo. Me preguntó cómo lo hará Percy a quien, de lejos, recuerdo como una persona taciturna y en general tranquila. Le doy pocas vueltas, no puedo adivinar como es una persona al completo sólo de sus gestos, sus movimientos o sus expresiones. A veces ayuda, pero a veces hay que tomarse el tiempo de conocer a alguien y escucharlo hablar.

—Mi edad como una ventaja… Es cierto que me tienen confianza y la mayoría de mis alumnos son mayores. Digo, mi materia sólo se cursa a partir de tercero —tiene razón. Puedo ir, poco a poco, transformándome en una excelente a profesora y demostrar que me merezco el puesto titular. Será un duro trabajo para mí, pero bueno—. Gracias por los ánimos…

No todo el mundo me dice eso, la mayoría cree que mi trabajo es fantástico, que soy la profesora más joven en siglos, que no todos logran mi hazaña. Pero hay cosas detrás. Preparación. Meses intensos de estudios para conseguir el ÉXTASIS en Extraordinario, planeación de clases, leer varios libros de nuevo. Sí, era un poco de trabajo. Pero me gustaba.

—El baile, supongo que puedes ir si alguien te invita o algo asi… —me encogí de hombros—. A mí me gusta la idea. Es una buena manera de mostrar en Hogwarts que estamos de pie, vivos, que sobrevivimos. Levantar la moral baja un poco, porque a pesar del optimismo… bueno, no todo mejora a velocidad —sonrio con mi habitual sonrisa dulce tranquila—. Mmm… azul. Un color noble. Buena elección. Aunque el naranja es brillante, vivo… ¡y hace que me de hambre! —admito.

La escuchaba atentamente mientras me tomaba mi cerveza de mantequilla. Me daba que pensar que me sentía bastante identificado con Susan, porque al igual que ella era la profesora más joven -quizá de la historia de Hogwarts- yo era de los aurores más jóvenes y nosotros, los aurores también necesitábamos que nos respetasen, y buscar la manera de parecer más fuertes e inteligentes de lo que en realidad éramos, mostrar que no estábamos ahí por azar, sino tras aprobar unos T.I.M.O.S., más tarde unos É.X.T.A.S.I.S., los cuales yo no había tenido la oportunidad de sacarme hasta después de muerto Voldemort, gracias a Kingsley, que me concedió la oportunidad un día en el Ministerio tras comentarle que me había dado tiempo a prepararlos aquel año y esperaba poder examinarme en algún momento, tras la batalla, a la que por alguna razón yo había sobrevivido y otros no, y las infinitos esfuerzos que se consumaban en el momento en que entraba un buen día en la Oficina de Aurores y veía en esta mesa una placa flamante con "P. Lightwood" impresa perfectamente. Eso me había encantado siempre.

Y en realidad siempre costaba y costaría un horror conseguir llegar a tener el mismo nivel de respeto por otros aurores y por todos los demás fuera del departamento de aurores, a los que todavía les costaba creerse que yo tuviera capacidad para eso, a excepción de muchas personas que tras vivir la batalla de Hogwarts no les extrañaba mucho que tuviera capacidad, lo que les extrañaba era que me siguiera metiendo en "fregados".

—Sí, es una fantástica idea —admití pensando en la buena oportunidad de un baile y en lo bonitos que solían ser si ibas con la persona adecuada—. ¿Y tú has invitado ya a alguien? —pregunté disimuladamente con una pizca de celos dentro imaginándola con algún atractivo mago respetable. ¿Celos? ¿por? pero si apenas conocía a Susan ni nada, qué tontería—. ¿El naranja te da hambre? —reí ante el comentario de ella, era totalmente impresionante—, ¡Mi salón es anaranjado! pero sí que es verdad que tengo hambre, ¿me honrarías con tu compañía si te invito a una comida en condiciones en algún lugar más decente que este?

Puedo ver y apreciar, por la manera en que me mira y habla, que ha pasado por algo similar. Después de todo, es un auror muy joven entre tantos otros que son mucho más viejos y tienen mucha más experiencia. Sí, debe ser parecido, pienso.

Sin embargo, creo que los dos podemos estar orgullosos de lo que hemos logrado en tan poco tiempo, definitivamente. No me extraña que este allí después del empeño que parece haberle puesto a todo el trabajo.

—¿Invitar a alguien al baile? —sacudo la cabeza, la verdad es que ni he pensado con quién podría ir—. La verdad es que no... He estado tan ocupada en otras cosas que no he tenido tiempo de pensar en eso... —Suspiré. La verdad es que no había tenido noticias de mis ex compañeros de Hufflepuff, a los que podía invitar en caso de que no hubiera nadie más, porque los profesores están todos fuera de la lista de posibles—. Aunque bueno... —es una idea, una buena o mala idea, no lo sé—. Podrías venir... Eres una persona agradable y me divierto platicando contigo...

Sí, la verdad es que el naranja me abre el apetito. Sonrío porque hasta yo me doy cuenta de que el comentario es un poco absurdo, pero bueno...

—Claro que te aceptaré esa comida con mucho gusto.

La miré y sonreí radiante ante la invitación. Por supuesto que estaría encantado de poder asistir a ese baile, sobretodo con una compañía tan atractiva, alegre, simpática, amable, tierna, dulce... Para el carro Percy, ¿se puede saber qué estás haciendo? sin duda mi mente a veces echaba a divagar sin detenerse ni veinte segundos a pensarlo seriamente. Pero Susan me interesaba, y no podía evitarlo, me interesaba al nivel de entristecerme de tenerla lejos, alegrarme cuando me miraba sólo una mirada ya me bastaba, aunque no me dijera nada divertirme continuamente, desear estar para secar sus lágrimas y eliminar sus angustias, y estar para sus momentos de gozo. Y en aquél baile tenía que ser el caballero más auténtico que llevara dentro, iba a ser la profesora más admirable... y ya hablaría yo con cualquier alumno rebelde seriamente. Simplemente quería saber más de la pelirroja a cada rato, que me contara cosas, y contarle yo las mías.

—La verdad es que será un verdadero placer para mí asistir al baile contigo. Sin ti sería un baile extraordinariamente aburrido —respondí alegremente aceptando su invitación—, y si te soy sincero, tú también eres muy amable y divertida —confesé sonrojándome un poco y me levanté dispuesto a llevarla a algún sitio agradable para comer que estuviera a su altura—. Vamos, las damas primero, por favor. —sonreí apartando mi silla para dejarla pasar y salir de allí.

OFF: Ahora abro.