Excusas para no estudiar [Damien]

Bajó de los dormitorios de chicas con un libro bajo el brazo, con la firme intención de ponerme al corriente en Aritmancia, porque sé que después de unas largas vacaciones mi cerebro no guardó tantos datos de esa materia. Sin embargo, mi capacidad de concentración con los números está en uno de esos días que se resumen al nulo total y absoluto.

Me siento cerca de la chimenea y abro el libro en una de las primeras páginas. He tomado uno del tema que más se me resiste, pero aun así al llegar al primer punto y seguido mi mente ya está divagando en otro lugar. Definitivamente, no es como estudiar Pociones. En Pociones todo me recuerda a cocinar, sólo que en un nivel mucho más avanzado. Pero... Aritmancia. Me gusta. Simplemente hay días que no es lo mío.

—Mmm... —vuelvo la mirada al libro cuando observo a alguien que está en la sala común. No me había percatado de su presencia hasta ese momento, así que doy un respingo, pues creía estar completamente sola—. ¡Damien!

Demonios, encontré mi excusa para distraerme un poco más.

¿Es posible que haya alguien más guapo que Zabini? Pues vale, me había olvidado por completo de Damien Featherton, la verdad. Estaba como quería, curveaba su maldita sonrisa cuando me saludaba y... estaba bastante cerca la verdad. Y yo bastante distraida.

"¡No te pongas del color de tu cabello, Isabelle!", me dije, pero ya sabía que era algo total, completa y absolutamente inútil. Ya debería de estar del mismo color de un tomate.

—No te vi, Damien —le dijo—, no sabía que estabas aquí...

Sonrío... "Respira, Belle, respira", me digo y noto como se me empiezan a bajar los colores un poco. ¡La culpa es de Damien 'soy demasiado guapo' Featherton!

—Intentaba estudiar Aritmancia...

Veo como toma mi cabello y tengo una lucha interna para no volver a sonrojarme. La verdad es que Damien siempre ha estado bastante... guapo. Y es amable toda la vida... Aunque bueno, no es que sepa demasiadas cosas de él. Siempre hemos hablado con cortesía, pero yo siempre me corto en esas situaciones.

"Maldición, maldición."

—Gracias... —respondo ante su cumplido—. Te ves bastante bien...

Le respondo medio entrecortada porque realmente no sé que decirle, es una tontería. Suspiró y vuelvo la vista al libro. La verdad es que Aritmancia no tiene casi ninguna relación con pociones y en tercero la tomé para complacer a mis padres.

—Bueno... realmente no. Aunque me ayuda con todos los números en Alquimia —medio sonreí—. Bueno, la verdad es patética: mi padre quería que la estudiara. Tenía trece años... no sabía que quería. Pasé el TIMO con una S y luego la cosa se complicó.

"Malditos números..."

Mi larga explicación es cortada cuando hace notar que se arruga mi nariz... De nuevo. Es un gesto que hago cuando hablo muy rápido o cuando estoy nerviosa y en este momento la verdad es que estoy los dos. ¡No puede ser! Si con Damien lo único que he compartido son saludos y algunas otras cosas, pero nunca he podido negar que tiene... cierto atractivo. Sobre todo cuando sonríe de lado.

—Ah... La nariz —sonrío, pues no puedo hacer nada para evitar el gesto—. Lo sé, siempre me pasa.

Medio frunzo el ceño, ya no sé que decir. ¿Por qué me he quedado sin palabras justo en ese momento? No lo sé, tampoco entiendo esa terrible manía de ponerme nerviosa cerca de ciertos chicos. Con Malfoy, por ejemplo, jamás me pasa. Pero al última vez que coincidí con él más de dos segundos acabamos gritando.

—Creí que no volverías —dije, intentando volver la vista al libro, pero Aritmancia no era lo mío en ese momento—. Como el año pasado... bueno...

Sí, todos recordábamos el curso pasado. Una maldita pesadilla; ¡gracias a Salazar que había terminado!

Evito la mirada de Damien unos momentos, sobre todo cuando soy consiente de la manera en que me ve. “Maldita sean tus hormonas, Isabelle”. Siempre me pareció atractivo, vale, y es demasiado amable siempre. Entonces por fin contesta a lo que dije y no puedo evitar respirar hondo, notando que se me empiezan a bajar los colores. Supongo que es la sorpresa de encontrármelo, cuando creí que se había ido a estudiar a otra parte. Lo veo pasar la mano por su cabeza y por poco me quedo ensimismada viéndolo… ¿Cuántas veces habré visto ese gesto? Sigue siendo el mismo chico que un día desapareció y ahora vuelve a estar frente a mí.

↼Sí, parece que no habrá ninguna clase de sanción ↼respondo↼. Fue de locos volver al año pasado pero… ↼Evito recordar ese año. No tuve problemas la gran parte de él, hasta que salió el tema de que mi madre había estado pasando información a la Orden del Fénix o… lo que fuera…↼. Se sintió en falta tu presencia.

No sé como me atrevo a confesarlo, pero el caso es que lo hago. Estamos en el mismo curso y quizá ya no me vea como una niña pequeña. Ya no lo soy.

Tengo la sensación de que tengo una sonrisa tonta al escuchar sus palabras, espero que esa no sea la reacción de los labios al haber tirado para arriba y al menos mi cara no parezca la de una desesperada

—Son sólo números... —respondo—. En realidad no quería estudiar, pero estaba aburrida...

Ese lugar está demasiado sólo y por alguna razón Astoria no está. Si Malfoy está o no, no tengo ni idea. A la mejor está encerrado en su habitación y a mí me da exactamente igual.

—No sabía que habías vuelto —comento, como si nada—. Es bueno saber que seremos más por aquí.

"O, específicamente, tú."

Pues no de Slytherin. Había visto ya a la ex novia del chico por allí y realmente nunca me había caído... tan mal. Simplemente nunca habíamos hablado demasiado. Pero por lo demás... Draco, Astoria, parecía que éramos los de siempre.

—Pues de Slytherin no, eso seguro...

Volteo a verlo y me doy cuenta de como es su mirada y la manera en que parece examinar mi cabello y examinarme completa. Le sonrío.

—¿Te gusta lo que ves? —pregunto, con un hilo, de voz, atreviéndome. Si me mira así, al menos le debo parecer... algo.

No soy tan directa. No me nace serlo. Soy algo más reservada y Damien me pone nerviosa de una manera que casi ningún chico ha logrado. No soy tan directa como otras chicas, pero.. Tengo que buscar mi oportunidad.

Me tomó un mechón del cabello, intentando adivinar que ver Damien en él.

—No, no me molesta para nada... —respondo, tomando un poco de más confianza, estuve demasiado tiempo esperando que eso pasara. Cierto el libro de un golpe—. También... También me gusta lo que veo...

Ahora que no sale con Alyce, es diferente... Como sí fuera más amable.

Tragué saliva al escucharla. Carraspeé tratando de volver a la normalidad, intentando disimular ante la frase que acababa de pronunciar Belle.

-El truco está en dejarlo secar al aire-bromeé moviendo la cabeza.

Me fijé en la expresión de la pelirroja, cerró el libro de golpe. No parecía confusa sino más bien segura y decidida como un guepardo acechando a su cena.

-¿Qué es lo que quieres Poulain?-no estaba seguro de su respuesta, pero por la manera en la que me miraba...

Mejor no dar tantos rodeos.

Sonrío, porque es lo único que puedo hacer en ese momento. me llevo la mano de regreso al mechón de mi cabello que retuerzo un poco, pensando en qué maldito enredo me acabo de meter yo solita.

—¿Lo has visto ondear al viento? —pregunto, casualmente, para no tener que decir nada más. Lamentablemente, aun tenía esos nervios adolescentes y los sentí subir por mi cara y ruborizarme un poco.

"Maldita sea, Isabelle...", pienso. ¡No puedo ponerme del color de mi cabello ante cada chico que me gusta! ¡Mucho menos si acaba de preguntar qué demonios quiero.

—Podrías llamarme Isabelle. O Belle, da igual... —respondo—. Digamos que si... —respiro hondo antes de seguir—, tú me gustas, y yo te gusto, ¿qué demonios puedo querer?

El efecto hubiera sido mejor de no haberme ganado los nervios, pero... ¿qué importa?

Se acerca tanto que de repente me cuesta distinguir cada detalle de la cara de Damien. Está demasiado cerca y eso quita el aliento de una manera impresionante. No puedo pensar a esa distancia, pero de todos modos suelto unas cuantas palabras, con la respiración medio cortada.

—Digamos que no quiero seguir esperando que las cosas pasen... —murmuro—. Pasaron muchas cosas el año pasado... —me quedó sin palabras, ya no sé que decir, cuando oigo ese “pero no quiero confundirte”.

Frunzo el ceño. ¿Si no quiere confundirme que hace tan cerca? Me quita la respiración de una manera que no cualquiera… acorto un poco más los milímetros que hay entre nosotros, hasta que prácticamente no hay más de un milímetro.

Antes de que ninguno de los dos pueda decir nada resulta que nuestros labios se juntan. Demasiado rápido para poder agregar algo, pero ya estábamos demasiado cerca como para poder decir nada, aclarar nada. Siento sus labios, en un beso que es demasiado rápido y quizá hasta apresurado. Pero es lo suficientemente intenso para no necesitar nada más.

Aunque, lamentablemente, demasiado rápido. Separo los labios porque sí algo está logrando Damien en ese momento es confundirme.

—Si no querías confundirme lo estas logrando —murmuro, aun cerca de el, sintiendo su brazo en mi cintura.

—No, en este caso sabe a tus labios... —respondo.

No parece querer quitarse de allí, realmente no y yo... No se. A esas alturas ya no pienso nada con sentido. Lo veo acercarse de nuevo y acercó mis labios a los suyos. Que está vez sea algo menos breve y apresurado, que pueda sentir bien el sabor de sus labios, la manera en que parecen amoldarse perfectamente a los míos, y siguen el mismo ritmo.

La verdad, nunca se me había ocurrido que Damien Featherton besara tan asombrosamente bien.

Llevo las manos a su espalda mientras nuestros labios siguen pegados, Damien es más alto que yo y en ese momento ya ni siquiera sé que quiero o porque no quería confundirme, porque todo sabe a ese beso. Pienso que sí alguien baja de los dormitorios o entra desde el pasillo nos verá, pero... ¿Qué importa?

Parecía como sí ese fuera el momento que llevaba esperando mucho tiempo, a pesar de que mi atracción por Damien, igual que la que sentía por Zabini, era algo puramente platónico. Pero no sus labios estaban contra los míos e incluso cuando se separó un poco y sentí sus manos haciendo figuras en mi espalda, allí donde mi cabello se rizaba un poco.

Sonreí y no despegué las menos de su espalda. Me tenía que poner de puntillas para alcanzarlo cuando estaba totalmente erguido, pero no era mucho más alto que yo, sólo lo normal.

—¿Volverás a besarme? —pregunté—. ¿O tendré que hacerlo yo?

Me estire un poco hasta que estuvimos a milímetros de nueva cuenta. Ni siquiera me preocupaba que estuviéramos en la sala común y que cualquiera que entrar o que bajará de los dormitorios podía vernos.