Al final del turno

Había sido un largo día de trabajo en el ministerio. Con esto de que ahora todo tenía que, poco a poco, "volver a la normalidad", a nosotros los aurores nos tenían todo el día de un lado para otro, y como todo el mundo tenía miedo, todos llamaban a algún auror con pobres excusas para sentirse menos solos y menos desprotegidos, por tanto, ese día había vigilado un jardín, hecho recados a una anciana con miedo a salir de su casa, paseado por los terrenos de Hogwarts por si aparecía un dementor, vigilado los pasillos de Azkaban porque tenían miedo de que escapara alguien -pero pude aprovechar para mirar mal a un par de mortífagos y decirles alguna que otra palabra mal sonante- y otra tanda de "misiones" simples y de bajo riesgo, lo que tampoco me molestaba porque me daba tiempo para ver a mi hermana en los terrenos de Hogwarts al final de su excursión a Hogsmeade y hacerme cargo de mis deberes familiares.

Al final de la mañana, me encontré muerto de hambre y sed, cansado y con el turno ya acabado, libre por completo. No sabía bien qué hacer con tanto tiempo libre, pero ya que estaba cerca de Hogsmeade, me decidí a dar un paseo y dirigirme al pequeño pueblo, que tan buenos recuerdos me traía. Aún me costaba acercarme a Hogwarts después de ver allí morir a mi hermano sólo tres meses atrás, pero Hogsmeade nunca me había supuesto ningún problema.

Dejándome guiar por mi estómago, acabé en Las Tres Escobas, una taberna que a mí, francamente, me encantaba, y siendo auror solían darme bastante buen asiento siempre. Yo ya tenía mi asiento particular, uno junto a una ventana que me encantaba. Me senté allí, pedí una buena cerveza de mantequilla y un filete con unos exhuberantes huevos fritos, y comencé a comer, mientras, de cuando en cuando, me distraía mirando por la ventana. Era uno de esos días que tanto me gustaban, nublados, pero de un nublado amable, no de lluvia, con una brisa fresca y el olor de la chimenea encendida de Las Tres Escobas. Se veían los pájaros por el pueblo, y la gente simplemente seguía con sus vidas medio normales y corrientes, en calma y tranquilidad.

Me agrada la libertad que tenemos los de séptimo, para pasear fuera del castillo aún cuando no se han programado las salidas semanales. Esta vez sé que no encontraré a Louise, pero no me desanima. Hay que aprovechar el ambiente antes que las heladas nos impidan salir. Me pregunto que medidas tomará la profesora Macgonagall para evitar que la nieve se cuele por las aberturas que aún no se han reparado...

Me adentro a las Tres Escobas y saludo a Aria. No hemos vuelto a coincidir a solas, parece algo perdida en sus múltiples pensamientos. Hay otras tantas personas conocidas entre tantas mesas, pero hay una cara que no reconozco. Bueno, no completamente, aunque creo que lo he visto dar vueltas por el colegio. Busco un refresco de cereza con la señora Rosmerta, antes de sentarme frente a él. -Hola. ¿Te molesta? Las otras mesas están llenas...-

Le sonrío, cuando es evidente que hay demasiadas mesas y puestos vacíos a nuestro alrededor.

Estaba concentrado en un crucigrama de "El Profeta", que para mí era lo único apreciable que tenía el diario, con tanta basura en noticieros que aún estaban intentando limpiar en el ministerio, y levanté un segundo la vista mientras bebía un largo trago de mi cerveza de mantequilla, justo a tiempo para ver como una chica que me sonaba mucho entraba en el establecimiento saludando a algunos conocidos que estaban sentados alrededor. Desvié la vista y pasé rápidamente las páginas del diario que tenía en las manos y, tal y como me parecía haber visto no hacía mucho, di con una página donde salían Harry Potter, Hermione Granger, los Weasley, Neville Longbottom y, efectivamente, Luna Lovegood. Su cara estaba allí. Leí el título de la fotografía "El Trio y parte del Ejército de Dumbledore" y alguna noticia aburrida que no me apetecía leer.

Había visto a la chica en el castillo durante la batalla, pero no me acordaba mucho de ella porque apenas la había visto unas pocas veces y nunca me paré a hablar. En el gran comedor, tras la batalla, estaba ocupado consolando a mi recién llegada hermana, que había venido a mi llamada para así poder ver al cadáver de nuestro hermano mayor, y durante la batalla había estado ocupado tratando de mantenerme con vida. Pero conocía a los Lovegood de oídas, el señor Lovegood era dueño de "El Quisquilloso" y su hija era la rara de Hogwarts. Y ahora que me paraba a pensarlo, yo había ido a Ravenclaw con ella y probablemente hubiéramos hablado alguna vez. Simplemente, no la recordaba correctamente.

Cuando terminé de sumirme en mis pensamientos, Luna se había acercado a mí y me hablaba. Le sonreí amistosamente y asentí.

—Hola, no te preocupes, la verdad es que no me vendría mal compañía —yo mismo eché una silla para atrás para que pudiera sentarse y volví a sentarme yo—. ¿Te apetece algo? Invito yo. Soy Percival Lightwood, por cierto, pero todos me llaman Percy. Soy auror.

-Gracias, Percival. Quizás puedas pagar entonces el próximo refresco de cereza, cuando me acabe este.- Le digo, señalando el vaso que traigo conmigo, que tiene un paraguas color rosa. -Soy Luna Lovegood, de séptimo año.-

Juego un poco con el paraguas dentro de mi vaso, antes de sacarlo y tomar una de las cerezas que está en el palillo. -¿Eres uno de los aurores que está por el castillo, entonces? Ya no hay tantos como antes, aunque siempre puede reaparecer alguno de esos mortífagos que quiera cobrar venganza contra Harry Potter y aproveche que están sus amigos de nuevo en Hogwarts para hacerle más daño. Aunque sería algo tonto de hacer; una venganza sin sentido, porque con eso no revivirían a Voldemort.- Me encojo de hombros.

Lo miro con algo más de curiosidad. -¿Te presentas ante todos los que conoces como "un auror"? Tenía la impresión que los aurores estaban casi siempre de incógnito... ¿Y si yo hubiera sido una mortífaga? Pero es sólo una idea, supongo que tendrás tus razones y métodos. No cualquiera es auror.-

Asentí bebiendo un trago de mi cerveza.
—Claro, será un placer —sonreí al ver que mis sospechas eran ciertas, era Luna Lovegood la hija de Xenophilius Lovegood—. Ah, sí, te recuerdo porque yo también estudiaba en ravenclaw el año pasado, sólo soy un año mayor que tú. Además, sería imposible olvidar a Luna Lovegood, eras la chica más destacable de Ravenclaw, y desde luego la única que no iba siempre con cara de estar amargada, siempre has aparentado felicidad y madurez —comenté recordando aquellos tiempos que tan vagamente recordaba pero que con tanto cariño tenía en el recuerdo.

La vi con su cereza y contemplé mi cerveza de mantequilla antes de darle otro largo trago y mientras tanto, escuchaba a mi compañera de asiento. Asentí mientras escuchaba lo de los aurores.
—Bueno, tampoco es que sea difícil reconocer a un auror como para ir de incógnito, la misma cara de pájaro avizor, las túnicas largas, los mismos parados mirando a todas partes y la misma placa —comenté moviendo mi túnica para señalar mi placa de auror en la chaqueta de debajo y sonreí—. Contigo no me preocupaba porque te conozco más o menos bien y reconozco a un mortífago encubierto cuando lo veo —respondí amablemente—. Te he visto pelear, eres buena. No estamos realmente de incógnito últimamente, las órdenes del Ministerio son claras, venir y demostrarnos dispuestos a echar una mano donde haga falta con prudencia, por eso tenemos que dejarnos reconocer.

-¿Ah, si?- Miro hacia el techo, pensativa, intentando recordar. -Oh, ya decía que me parecías familiar. ¿Pero tú no estabas en la Armada, cierto?-

Sonrío con expresión melancólica. -No sé si destacable, pero al menos si que me conocen por mi sobrenombre. Creo que muchos de los años menores creen fervientemente que mi nombre completo es Lunática Lovegood, pero que lo resumen a Luna. ¿Y quién dice que lo aparento? Soy feliz, ¿por qué no debería serlo?- Termino, con una ceja alzada.

La parte de madurez no estoy completamente segura. Todos los Ravenclaw tienen fama de ser maduros y sabios, sin embargo Cho Chang se había portado como una colegiala detrás de Harry en los últimos años. Y ella es solo un ejemplo. -Hum, pues tiene sentido, aunque sigo pensando que debería haber unos cuantos de incógnito. Así son un blanco más difícil en caso que intenten atacar el castillo. ¿Y como entraste tan pronto al Ministerio? Harry Potter tiene que pasar la Academia de Aurores primero para siquiera pensar en la posibilidad. ¿No eres muy joven para entrar a la planilla de Aurores? ¿Tan mermados y desesperados están por talento nuevo?- En ningún momento lo digo en tono de ofensa, sino de genuina curiosidad.

—Oh, no, pero me habría gustado. Mi hermano era mi tutor legal entonces y básicamente me prohibió meterme en más líos así que ese año lo pasé intentando pasar lo más desapercibido al Ministerio. Él acababa de cumplir los 18 y ya tenía bastante con trabajar y cuidar a mi hermana pequeña y a mí como para permitirme problemas con Umbridge —expliqué recordando aquellos tiempos. El Ejército de Dumbledore siempre me había caído muy bien y para mí había sido una pena no haberme podido unir a ellos. Afortunadamente mi hermano y antes mi padre me había entrenado en verano en nuestra mansión para cualquier posible batalla.

Acabé mi cerveza y pedí un whisky de fuego y otro de lo que Luna estaba tomando para ella mientras la escuchaba y fruncí un poco el ceño con lo de Lunática. Nunca me había gustado eso de ponerle motes a la gente y ese en concreto era uno detestable. Lo de Rey Weasley mira, pero ese...

—Los chicos pueden llegar a ser unos cretinos, por apodos como esos el mundo se va a la mierda tantas veces. Bueno, tú no eres una Lunática y desde luego quien no se moleste en conocerte, peor para ellos ¿no? ellos se lo pierden. Personalmente creo que eres una chica fantástica —sonreí y con lo del ministerio no pude más que reírme con ganas—. ¿Harry Potter no puede ser auror auror? vaya eso es raro, pero en la oficina todos le consideran uno más creo. La verdad Luna, son buenas preguntas. Yo creo que perdieron tantos en la batalla que ahora necesitan todos los posibles, yo hice el examen teórico y me dijeron que cualquiera que ha sobrevivido la batalla se ha probado lo suficiente.

-Oh, vaya, gracias. Supongo que tú también eres fantástico, pero tendré que tratarte más para estar segura. Hasta ahora, eres agradable por dejarme hablar contigo.- Le sonrío. -La verdad, es una buena teoría; supongo que la última batalla fue tanto o más dura que cualquier prueba que ellos pusieran para nombrarte auror. Hum...- Me termino las cerezas del paraguas antes de tomar el resto de la bebida, sintiendo el subidón de azúcar por el exceso de dulce. -Suena a un trabajo interesante, pero no es lo que quiero para mi. Me daría poco tiempo para encontrar pruebas de la existencia de muchas ccriaturas mágicas no mencionadas en los libros de estudios, y ese ha sido siempre mi mayor sueño. Y ahora que no hay que temer de un mal terrible que amenace nuestras vidas, y nos vuelva héroes que "cayeron jóvenes", puedo seguir mi sueño.-

Doy vueltas a mi nueva bebida. -¿Tu hermana también es de Ravenclaw?-

Sonreí escuchándola bastante entretenido. La chica era, probablemente, más entretenida que cualquier humorista, era hilarante por sí sóla, sin ninguna razón en particular.

—Gracias —comenté cuando comentó que era agradable hablar conmigo—. Coincido contigo Luna, tienes todo el tiempo del mundo para cumplir tus aspiraciones, cualquiera que sean, puedo imaginarte recorriendo el mundo y encontrando diminutas criaturas nuevas y asombrosas, seguro que tienes una vida emocionante cuando comiences a hacer lo que te gusta. Desde luego uno se levanta con más alegría —le dije medio bromeando y sonreí, pues realmente podía ver ante mí, como una puerta abierta llena de luminosidad y optimismo, nuestras vidas libres ante nosotros, queriendo que las moldeáramos e hiciéramos lo mejor por ellas—. Sí, de hecho, quizá la conozcas. Mackenzie Lightwood, está en séptimo —respondí sin poder evitar una sonrisa de orgullo.

-Algunas no son tan diminutas, ¿sabes? En mi casa había un cuerno de un Snorkack de Cuerno Arrugado, pero explotó cuando los Mortífagos atacaron mi casa buscando a Harry, Ronald y Hermione. Es una lástima, era un cuerno muy bonito, de medio metro de largo. Supongo que aún tenía parte del polvo de la explosión de cuando mi madre hizo su fatal experimento, y las circunstancias mágicas del momento hizo que explotara. No lo sé.- Me encojo de hombros, pensativa.

-Mackenzie Lightwood... Si, la conozco. La última vez que las chicas quisieron sacarme del cuarto intentó evitarlo diciendo que no era mi culpa que las hadas quisieran comerse todo a su paso. Aunque eso no evitó que me sacaran de la habitación de todas formas.- Frunzo el ceño, inclinándome hacia adelante para mirarlo mejor, con mis ojos muy abiertos. -Si, ya puedo ver el parecido entre ustedes.-

Sonreí contemplando a la rubia, ciertamente admiraba esa habilidad para creer fervientemente en cosas que no estaba tan demostrado que existieran, pero era una habilidad esencial porque, igualmente, la mayoría de las cosas que conocemos ahora comenzaron igual, siendo cosas que nadie podía imaginar que existieran.

—Snorkack —repetí abriendo mucho los ojos, me picaba la curiosidad ahora—. Bueno, creo que quizá tengas que aceptar que quizá eso no era lo que tú pensabas que era, quizá era una diferencia microscópica, pero dudo que quedara residuos de explosión encima después de tantos años, entre las limpiezas, la corriente de aire de la ventana... no sé, son muchos factores. Si yo fuera tú me esforzaría muy en serio en encontrar un cuerno de Snorkack y compararlo con el que tienes en casa, sería una gran oportunidad para la ciencia de las criaturas mágicas —la animé con una pequeña sonrisa, estaba seguro de que sin personas como aquella el mundo no iba a avanzar nada. Reí escuchando lo de mi hermana y asentí—. Bueno, gracias. ¿Tú no tienes ningún familiar en Hogwarts?

-Sería algo complicado, no quedó nada del cuerno luego de la explosión. Pero tengo dibujos.- Le respondo, con una sonrisa. -De personas que han avistado el Snorkack, y era muy similar al que estaba en la pared. ¿De donde sino lo pudo haber sacado el hombre que se lo vendió a mi padre? Y eso que fue bastante costoso, según me dijo. Pero lo hizo para evitar que otra persona lo comprara y se aprovechara de sus propiedades mágicas, y decidiera comenzar a cazarlos. Hay muchos animales que han desaparecido por cumpla de ambiciosos creadores de pociones.- Le digo en un tono muy serio.

Apoyo mi cabeza sobre mi mano, mirando como en sueños por la ventana al hacerme esa pregunta. -Supongo que tengo primos lejanos; ya sabes, todas las familias de sangre pura se relacionan entre si. Pero casi no trato con ellos. Mi padre y yo somos los últimos de los Lovegood. Es triste, pero no puedo evitar que el apellido se pierda conmigo cuando me case y tenga que asumir el apellido de mi esposo...-

—Bueno, en mis rondas como auror vi gente así, te explico, creen que tienen un producto codiciado, y cuando se dan cuenta de que se equivocan, intentan endosárselo a cualquiera, y si ese cualquiera, como le pasó a tu padre, no se da cuenta de nada, entonces suben el precio. Lo siento, pero creo que tu padre es demasiado bueno y se confió con esa gente —expliqué recordando haber atrapado a alguno de esos chorizos—. El señor Lovegood parece buena persona, yo tampoco pienso que esté bien ir por ahí cazando criaturas para pociones. Siempre detesté esa asignatura por hacerme destripar sapos y seres inocentes —la escuché y asentí con la cabeza frunciendo el ceño. Claro, olvidaba que en la familia de mi madre no eran de esas familias ancestrales de sangre limpia, eran todos un poco mezcla de todo—. Bueno, ahora hay parejas que le ponen el apellido de la madre a los hijos antes que el del padre, como si fuera un segundo o tercer nombre, así no se queda en el olvido.

-Mi padre no es "cualquiera", es el editor del "Quisquilloso".- Le digo, aunque sin son de reproche. -Tampoco me gusta mucho pociones, aunque soy buena en ello. Pero hay que ser muy cuidadoso; mi madre nunca fue muy buena, porque siempre agregaba ingredientes que no aparecían en la receta intentando mejorarlos. Fue así como explotó.- Me encojo de hombros.

-Pero mi abuelo si que era bastante bueno, sobretodo con pociones para ayudar a la autoestima. Lo intentaron convencer de hacer pociones de amor, pero como él se enamoró de mi abuela sin necesitar pociones, nunca se dejó convencer.- Le doy una vuelta a la sombrilla de papel de mi bebida, con mirada soñadora. -No sé si tendré tanta suerte de encontrar a alguien que decida poner mi apellido con el suyo. Eso sería lindo.-

Sonreí contemplando como defendía el prestigio de su padre sin resultar insolente ni borde, lo que me resultó muy agradable. Asentí, viendo como nos encaminábamos a los temas de amor, lo que me hizo pensar inmediatamente en Susan. Si ella y yo tuviéramos hijos algún día, no me importara que su apellido fuera antes, o que fuera un apellido compuesto, Lightwood-Bones, es más, no me importaría no tener voz ni voto en ese aspecto.

—Bueno, yo estoy completamente en contra de las pociones que supuestamente "ayudan" a enamorar a las personas. Creo que el amor es demasiado bonito para, en mi opinión, mancillarlo así, así que admiro a tu abuelo ahora —comenté sinceramente—. Estoy convencido de que un día encontrarás a alguien que te haga feliz hasta esos límites, y con quien compartir tus aficiones.

Le sonrío con suavidad. -¿De verdad lo crees?-

Vuelvo a colocar la sombrilla en el vaso. -También quiero creerlo. Quizás todo sea cuestión de esperar. Quizás sólo tenga que estar en el momento indicado, en el lugar indicado.-

Hago girar la sombrilla, que parece un caleidoscopio de colores y todos ellos se mezclan por unos instantes. -Gracias por dejarme sentarme aquí contigo, Percival. Ha sido un rato muy agradable. ¿Te veré por el castillo otro día, quizás?- Voy diciendo, haciendo ademán de levantarme para volver antes que se haga de noche.

Sonreí y yo también hice ademán de levantarme.

—Ten fe, estoy seguro —respondí tranquilamente. ¿No había gordos y feos que encontraban el amor, y no había personas insoportables de carácter y mente, que también encontraban alguien que los soportara? El mundo tenía sitio para todos y sabían verlo.

—Gracias a ti, Luna. Nos veremos pronto, por lo menos en la fiesta de Halloween. Yo también he disfrutado mucho —comenté sinceramente, dejando mientras tanto un par de galeones encima de la mesa que pagarían de sobra todo lo consumido, y le dirigí una sonrisa honesta a Luna—. Hasta pronto, Luna —sonreí y procedí a salir del local.