Pensamientos Acuáticos (Prefectos o aquellos con contraseña) +18

Antes de que volviera a acercarse ella se dejó caer en el agua, sonriendo divertida al notar la diferencia que se hacía evidente en las estaturas de ambas.

No era mucha, no es que Luna fuera tanto más alta que Louise, simplemente que la veela por alguna razón destacaba lo compacta que era con todas sus curvas que suavemente delineaban el impoluto cuerpo. Así como era, tomó de la cintura a Luna, debiendo soltar su mano para poder usar ambas al girarla, lentamente usando esa fuerza de la que era famosa para poder levantarla suavemente e intercambiar posición.

Seguía siendo quien estaba controlando, quizá por experiencia, y porque no tenía ningún apuro. El miedo de lo que podría pasar ya tuvo sus consecuencias, nada tan terrible podría ocurrir aquí mientras tenía cuidado de enjuagar el cuerpo algo más delgado y atlético de la Ravenclaw para quitar el jabón, cuidadosamente acomodándose para que le dejara abrazarse a ella.

Era interesante lo parecidas que eran, el físico de Luna le resultaba atractivo, era sutil, como una flor que aun no terminaba de abrirse, amable como toda ella y suave. No necesitaba de cosas tan llamativas como el encanto de una veela para captar la atención de la gente, ella podía hacerlo a su forma, solo necesitaba hablar y con esos grandes ojos podría captar la atención de cualquiera. Labios delgados pero tan cálidos...

Con suavidad rodeó con sus brazos la cintura, el pecho húmedo de ambas amoldándose antes de rozar con los labios la clavícula de esta, probando la piel con ternura, deseando sentir el sabor de esta, la piel aterciopelada que se sentía placentera... tan dulce.

Me sorprende la manera en que logra ponerme en el mismo sitio donde estaba ella hace unos segundos, y recuerdo por un segundo que ella pertenecía al equipo de Quidditch por una razón. Sólo un segundo, porque al siguiente mi mente queda en blanco, al sentir su cuerpo contra el mío, y la chispa ardiente que se inicia en mi clavícula, donde se han posado los labios de la Veela.

Apoyo una de mis manos en su hombro, y la otra busca hacerse espacio entre sus cabellos, a nivel de la nuca. La abrazo con suavidad, dejando escapar un suspiro ¿Que sucederá ahora? No lo sé, pero es tan agradable, que solo me quiero dejar llevar por ello, y no pensar...

Sonrió suavemente, alzando los ojos del tono del mismo hielo para observarla un momento, la mano recorriendo la clavícula de esta con dedos exploradores. Sabía que no sería algo nuevo, pero quería que fuera algo especial. No acabaría aquí, no sería sobre el placer sino sobre el confort, por lo que suavemente al recorrer el contorno del cuerpo de ella, descendiendo por la sutil curvatura de los senos hasta llegar a la cintura la miró nuevamente, volviendo a ascender con cuidado, aun sin tocar más de lo debido.

"¿Puedo?" Preguntó con picardía, una cortesía antes de que su rostro se acercara a la piel, rozando con sus labios el valle entre sus senos. Un nuevo roce, un roce que deseaba que conociera, deseaba ofrecerle lo que tenía, quería que se conociera a si misma, su cuerpo. No sabía cuanto tiempo estarían juntas o si quizá fuera eterno esto, pero deseaba que Luna Lovegood sacara buenos recuerdos, buenas experiencias, que no fuera sobre Lou, Louise era fuerte, a veces necesitaba cariño porque se sentía sola, pero ella tenía experiencia que compartir y una buena voluntad.

Deseaba el cuerpo de Luna, pero deseaba más esta paz, una armonía que hacía años no sentía con nadie.

Es por eso que sus dedos rozaron con suavidad los senos de la otra rubia, dejando que leyera su intensión en cada movimiento. Deseaba probar no solo la piel de su rostro.

Toda mi piel se eriza ante aquel contacto inicial, que no es más que una caricia suave con dedos tan finos y delicados. Mantengo mis ojos en ella, en las acciones de sus manos y en su sonrisa que adivina ideas poco inocentes, pero que al mismo tiempo promete cuidado y cariño. No necesito dar permiso a su nueva pregunta, no es necesario: ya he accedido a todo lo que ella desee desde el momento que sentí aquel calor de bienestar dentro de mi.

Suspiro nerviosa, con un leve agite, cuando siento sus labios entre mis senos y sus dedos recorrer el contorno de ellos. Ya no se trata de roces que podrían ser confundidos con distracción y mal cálculo, sino que cada nueva presión parece destinada a producir lo que está produciendo en mi, ese calor que se expande de manera tan agradable, que se concentra en ciertas zonas de mi cuerpo a las que nunca he prestado gran atención. De mis labios, sin que pueda yo evitarlo, escapa un jadeo de sorpresa y placer, aún cuando una pregunta ronda mi mente. ¿Seré tan deliciosa para Louise como lo es Alan para las hadas? ¿Tendré un sabor dulce, o quizás un poco agrio?

Fue con la misma suavidad del roce que descendió para posarse en el ombligo, la lengua rebelde probando la piel, tan suave que era la piel de Luna, a veces se preguntaba si no era al revés, si Luna no era la veela y ella solo la mosca encandilada.

"Quiero ser justa contigo. Te quiero, Luna Lovegood, pero mi corazón aun encierra otro nombre." Admitió suavemente, una suave sonrisa algo melancólica en los labios. "Es por eso que quiero conocerte... quiero borrar todo rastro antes de que seas completamente mía. Hoy solo quiero que suspires y te sientas cómoda, que disfrutes de esto, pero cuando sea el momento no quiero que sea en una bañera en el impulso del momento..." Sonrió desplegando todo el encanto que era sabido poseía pero nadie llegaba a ver del todo.

Era la veela en ella que reclamaba ese deseo seductor, esa necesidad imperiosa con labios de rojo carmesí y brillantes ojos tan claros y penetrantes, seductores de largas pestañas negras, la voz melodiosa que acompañaban sus movimientos.

"Cuando llegue el momento, te tendré para mi como corresponde, en una habitación solo tu y yo, y te trataré como la princesa que eres... probaré cada centímetro de tu piel para que sepas que eres mías así como yo seré tuya." Al decirlo, las manos descendieron a los muslos internos de la rubia, masajeandolos con los pulgares con languidez, los labios soplando aire frío sobre los húmedos pezones para que supiera las sensaciones que su cuerpo podría recibir bajo los cuidados de la dulce veela, sensaciones seguramente nuevas y por eso quería ser amable.

Pocos sabían que la veela no era tan promiscua como muchos creían y más liberal que lo que tantos pensaban. La sexualidad era algo que se trataba entre las veelas jóvenes, era necesario por los riesgos de abusos que podrían llegar a sufrir si no se cuidaban y conocían sus cuerpos, por lo que se hablaba y se trataba el tema con suficiente libertad como para que reconocieran cuando algo no estaba bien desde temprana edad.

Pero ella prefería formar pareja, bastante extraño en su especie de por si. Quizá era cierto, quizá mamá Ulrika tenía razón y a pesar de no ser humana pasaba demasiado tiempo con ellos.

La miro sonreír con melancolía, y me pregunto quién será esa persona que tan bien ha podido ahondarse en ese corazón, y si sería yo capaz de borrarlo. ¿Quería borrarlo realmente? A veces son esas personas las que deben permanecer, aún cuando ya no estén con nosotras. ¿O sería alguien que le había hecho daño? ¿Quiero saberlo realmente? Si, si quiero. Esa curiosidad que es parte de mi, que me hace una más de mi casa. Quiero conocer todo de ella, desde lo que la hace feliz hasta lo que le ha hecho dolor. Resolver el acertijo de su mente y el enigma de su alma. Pero no es el momento, sé que no es el momento, cuando siento las manos cálidas que acarician mis muslos, aquel frío que endurece mis pezones, y que me hace jadear. -Te quiero, Louise Maddison Eisenberg...-

Tengo miedo. Miedo que no sea tan hermoso como lo imagino. Miedo a que ese trato suave y dulce que me ofrece se desvanezca y que me descubra despertando en este lugar, en soledad. Temo también que suceda, y que luego deba aceptar que no sucederá más. Ese miedo me lleva a cerrar mis ojos, a intentar borrar las dudas. No soy de las que piensa en el futuro. Siempre he vivido, un paso a la vez, siempre hacia adelante. Y el miedo se va desvaneciendo, aún cuando no los nervios, pero siento que podré corresponder a sus caricias, y complacerla al dejarla hacerme sentir placer. Aún si no es la experiencia completa, si es tan sólo vislumbrar por el cerrojo las maravillas que me esperan al otro lado. Sólo espero que este ardor que comienza a extenderse desde mi vientre y mis senos no termine consumiendo mi mente y mi cordura, si ella... sin ella... Una de mis manos se apoya sobre una de las suyas, un toque suave que no pretende detener lo que ella lleva a cabo sino alentarlo, mi otra mano colocada con suavidad sobre su mejilla, rozando con la punta de mis dedos el borde de sus cabellos dorados. ¿Como se puede querer en tan poco tiempo? Quizás porque, en el fondo, ya nos conocemos la una a la otra...

Una parte de ella le reconocía y vibraba al ritmo tan particular que solo podía lograrse con la vibración de las plumas de una veela. Se preguntaba si estaba haciendo lo correcto ya que era evidente algo: Luna la necesitaba tanto como ella a Luna. Esa era su razón más fuerte, sin contar ese calor que apenas controlaba corriendo libre por sus venas como lava ardiente en momentos, otros como el suave calor del mismo sol en las tardes invernales cuando lograba dominar sobre el gris horizonte.

No había caso, no haría caso, solo contaba con ese autocontrol que poseía que evitaba el hecho de destrozarlos a todos. Ese secreto... era dominante, no como en un sentido sadomasoquista, sino que necesitaba saber que tenía el mando, temía perder el control, temía desproteger a alguien y que este alguien acabara como su hermana cuando eran pequeñas: Secuestrada.

Ese mismo autocontrol era lo que se interponía entre ella y el deseo de jugar con la intimidad más profunda de Luna, de sentir como esta se desarmaba bajo sus manos, preguntarse si el centro de la chica era tan dulce como toda ella. No.

Lo que deseaba era sentir su calor y que vibrara contenta, sabiendo que su cuerpo era deseado en su totalidad, que no había nada que avergonzarse entre ellas. Que aprendiera a confiar su cuerpo a alguien más sin temer las consecuencias...

Los labios se despegaron de la piel entre sus sutiles senos, girando la cabeza para besa la palma de la mano que acarició su rostro antes de que los labios atraparan suavemente ese pezón que tentador se encontraba a la altura de sus ojos incitándole a probar la reacción de esa piel tan sensible.

Las manos apenas rodeándola para retenerle en su lugar mientras trabajaba con sus labios la delicadeza de este punto, curiosa y maravillada por cada nueva reacción, sonido o incluso cada palabra, todo sumándose a su gusto por la otra rubia.

Mi cuerpo reacciona con un sobresalto a la caricia de una piel ajena a la mía, descubriendo lo sensible que soy en esa zona que jamás nadie había llegado a tocar. En un movimiento imperceptible para mi, mis piernas se abren unos milímetros más, y mi cuerpo se acerca más a la orilla para estar más cerca de ella. Mis pies se curvan, y rozo con la punta de mis dedos encogidos las pantorrillas de ella, la piel suave y lisa detrás de las rodillas bajo el agua. Esta vez no es un jadeo lo que escapa de mis labios, sino un gemido, tan suave como el maullido de un gato, que me eriza toda la piel y arquea mi espalda, inclinando levemente la cabeza hacia atrás.

Es curiosa la manera en que el cuerpo sabe como reaccionar a ciertos estímulos, muchos de ellos de forma aprendida. Tocas una flor con espinas, y serás mucho más cuidadosa al tomarla; intenta tocar el fuego, y para la próxima estarás más atenta en la cocina. Pero esta vez, es como si ya mi cuerpo supiera cual es el siguiente paso, y por ello los gemidos van escapando de mi garganta, mi piel y mi vientre vibran con una necesidad que nunca llegué a pensar que necesitara. Por primera vez, creo que me ruborizo. -Lo siento... creo que me... estoy encendiendo muy... rápido.- Logro articular entre jadeos, la respiración acelerada.

No pudo evitar el ronroneo excitado, Luna iba a volverla loca con esas reacciones, debiendo separarse un momento para poder respira, abrazándola con fuerza contra su cuerpo y sosteniéndola así, besando su cuello con suavidad, los dedos de las manos recorriendo desde el cuello hasta su trasero, dibujando figuras imaginarias por su pie, sintiendo como ambas respiraciones nerviosas trataban de acompasarse.

"No te preocupes... está bien... adoro como reaccionas a cada roce. Tan sensible que desearía tenerte aquí mismo para ver si logro hacer que grites mi nombre..." Susurró suavemente, atrapando el lóbulo de su oreja entre los dientes y lentamente descendiendo con besos por su cuello, los dientes rozando la tierna piel que se erizaba causando su fascinación aun más fuerte.

"Pero prometí cuidar no solo tu cuerpo sino que también nuestros sentimientos, Luna Lovegood. No voy a hacer algo que luego nos dañe a ambas, no quiero tener ninguna confusión porque mereces a alguien que esté para ti y que te cuide, que te ame y respete. No te imaginas lo que me hace sentir como me enredas entre tus piernas..." Gimoteó por lo bajo al sentir precisamente ello. Sentir que Luna la deseaba de la misma forma a pesar de la inexperiencia y el no saber exactamente lo que pasaba, realmente la veela en Louise estaba vibrando agitada, exaltada ante el placer de la experiencia primera de una compañera que tenía esperanza si trataba con paciencia y respeto podría ser suya por el resto de su vida mortal.

Siempre creyó que al encontrar consuelo en la mirada de Alan y en los amantes masculinos ocacionales a pesar de haber tenido a su puñado de chicas dispuestas a ella, que al final su pareja quizá sería un chico o un hombre más grande. Sin embargo, quizá... las cosas no serían tan diferentes, ¿no? Mamá Mylenka y Mamá Ulrika llevaban una relación tan natural y suave a pesar de que Madre Ulrika era mucho más dominante y fuerte en la relación, jamás le había faltado el respeto o traicionado la confianza de Mylenka... se entendían, se apreciaban y respetaban. La parte violenta de ella odiaba admitirlo, pero eso era lo que ella deseaba, necesitaba, soñaba.

Y no quería arruinarlo con sus hormonas a pesar de que allí estaba Luna, incitándole como otras personas no lo habían hecho por el simple hecho de ser ella misma.

Esperaba que fuera cierto y que el tiempo recompensara a los pacientes.

El corazón me bombea en las sienes, en mi pecho, en las venas; en mis muslos que rodean el cuerpo de piel suave de Louise, en el cuello donde sus labios me acarician, haciendo que jadee. Esta sensación acelera mi respiración, me invade una llama interna que parece incendiar mi piel con fuego invisible. Aún cuando sus palabras me advierten y me avisan que debemos parar, que debemos esperar, su cuerpo me pide todo lo contrario. Sus manos me describen con dibujos sin forma lo que ella es capaz de hacer con un roce en el punto exacto. Su mordida me hace gemir de nuevo, queriendo que lo repita, que aplique aquella caricia en cada espacio de mi piel.

-Louise... Louise...- Digo sin saber como seguir. Le quiero pedir que no se detenga, que me lleve más allá de la cordura. Aquel roce de sus senos contra los míos, sus piernas entre las mías, que me dicen en silente petición que me exponga a ella por completo, que me entregue a sus deseos para llenar así también los míos. Descubro en ese momento que duele saber que nada va a pasar, que mientras haya una persona en su corazón no podrá entregarse de la misma forma que estoy dispuesta a hacerlo yo. Es más que un dolor físico, duele en el alma, en la piel, en los sentidos.

-Bésame, Louise.- Le ruego, le suplico. Sólo con eso seré capaz de sostenerme, de soportar la fiebre que comenzará a consumirme diariamente, al haber estado a las puertas del cielo, pero sin que me permitan entrar.

Sonrió entendiendo lo que Luna trataba de hacer, realmente era algo que necesitaban ya que ella misma se sentía arder con el más mínimo roce de la chica, pero no podía quedarse en el agua tanto tiempo, especialmente porque sentía su piel comenzar a secarse, arrugarse, y la quería en un lugar donde pudiera verla, probar su piel incluso en esos lugares donde sabía Luna jamás había experimentado.

Así que la rodeó cariñosa, enredando los dedos en el cabello a la altura de la nuca de Luna, atrayendola para besarla, tratando de enfriar el ardor con cariño, suave, probando, tratando de hacerle saber que era querida y que podía verlas en un futuro mucho más tranquilas, ellas en una salida la sonrisa de Luna al conocer a Maddy y lo importante que era para ella misma.

Era por eso que solo le dio besos cortos y amorosos antes de besarle con paciencia, abriendose a ella de la misma forma que Luna se había abierto para ella.

Coloco mis manos en su cintura volviendo a entrar al agua, respirando entre besos salpicados, dulces y suaves. Sólo entonces su beso es más prolongado, y lo recibo con un suspiro. En ese contacto suave, me concentro en ver aquello que ella me quiere mostrar, en un futuro que sólo puede ser posible, si ella decide quererme completamente. Y para eso... ¿Cuanto deberé esperar?

-Toda la vida si hace falta...- Escapa desde mis labios sobre los suyos. Esperaré. Lo que deba esperar, lo haré. Mi respiración se hace más pausada, a la vez que la beso con toda la dulzura de la que soy capaz.

Presiento que es momento ya de separarnos, pero no puedo despegar mis manos de su cuerpo, mis manos de sus labios. Sólo un momento más. -No te vayas aún.-

Sonrió suavemente, lentamente girándose para darle la espalda, observándole sobre su hombro.

"¿Me ayudas?" Preguntó ya que desde que entró allí le había lavado y peinado el cabello a Luna quien si bien lo tenía un poco más corto (aunque no por mucho) que Louise tenía abundante y con esas bonitas ondulaciones que se esparcían por el agua.

Le había lavado y mimado. Louise aun debía lavarse y era tan pesado su cabello mojado que si Luna le ayudaba sería mucho más fácil para ambas. Y es que no se quería ir, pero tampoco quería seguir marcando la piel de Luna, cada roce era un pecado, sentía que la mancillaba con su presencia, tan dulce e inocente.

Por eso al menos la paciencia del tiempo y darle las cosas que merecía era lo único que podía ofrecer con su presencia.

Ya mañana sería otro día y ya conocería a Madison. Ojalá que no le molestara la pequeña semi-veela.

OFF:

Asiento, y tomo del líquido de olor dulce para lavar aquel largo cabello con mimos y cuidados, como si cada caricia fuera ayudando a hacerla más brillante, más hermosa, más... perfecta.

No sé cuento tiempo pasa, si son horas y sólo minutos. Cuando ya no queda espuma en nuestro cabello, ni jabón en nuestros cuerpos, ya no hay más nada que hacer allí. Salimos las dos con cuidado, nos secamos mutuamente de nuevo en un juego de espejos. Contengo un suspiro al verla cubrir de nuevo con ropas el cuerpo tan suave que estuvo entre mis brazos. La abrazo de nuevo, sostengo sus manos entre las mías, mientras avanzamos hacia la puerta, donde tendremos que separarnos.

-Gracias.- Le susurro al oído. -Hasta mañana, Louise Eisenberg...-

Por ahora...: