[Clase] Las Cartas del Destino // Alumnos

La escalerilla de la trampilla que daba al salón de adivinación se encontraba presta para ser ascendida. La chimenea encendida, llena de aquellos aromas casi hipnotizantes, mientras la calidez del lugar invitaba a relajarse y a "abrir el Ojo Interior".

Frente a su mesa que hacía las veces de escritorio, la profesora Trelawney repasaba una y otra vez un viejo mazo de cartas francesas, sus ojos que le daban aspecto de insecto gigante sin siquiera parpadear, fijos en la carta que ponía ante ella. La colocaba tentativamente sobre la mesa y la miraba con ojo crítico.

-Reina de Corazones... Reina de Tréboles... De nuevo la carta del Arlequín... Si, si, otra vez corazones. ¿Pero que significa todo esto...?- Murmuraba para si, apenas percatándose de la presencia de los alumnos que una vez más se internaban en búsqueda de las enseñanzas que les ayudaría a desentrañar en antiguo y hermoso arte de la Adivinación.

Era extraño llegar allí tras tanto tiempo sin asistir a clases.

El olor de las hiervas, el incienso, el humo, todo era confuso para ella cada vez que subía allí.

No era como si tuviera un aura de misterio realmente o que despertara su ojo interno o alguna parafernalia como esa que usaba la profesora. De hecho, cuando tomó la clase en tercer año lo hizo con la esperanza de que pudiera ayudarla a canalizar todas esas imágenes que la dominaban la mitad del tiempo y que no sabía como manejarlas...

Hoy día en lugar de canalizarlas habían sido deliberadamente expandidas por medio de pociones haciéndola extremadamente sensible y endeble. Nunca era bueno jugar con el equilibrio físico y mental de una persona. Aun menos recomendable era jugar con el endeble estado del mundo, el futuro y el pasado eran cosas que no podía ni debía tocar... podía ver, podría juzgar o ayudar, pero lo que pedían de ella habitualmente era demasiado. Y ya estaba cansada de seguir sacrificando.

Se sentó en uno de los almohadones frente a una de tantas pequeñas mesas redondas tratando de adivinar que era todo eso que la mujer murmuraba, un poco de esperanza en su mente para que no dijera algo como ‘Todos vamos a morir de una forma horrenda’. Claro que rogar por ello suponía que sería mucho pedir a lo largo de la clase.

Hay muchos que dicen que aquel salón es el único en el que no encuentran desconcertante que yo esté. Quizás tiene que ver con mi expresión de eterna sorpresa o la media sonrisa perdida que pinta mi rostro a todo lugar al que voy, o ese andar como si estuviera caminando dormida. No lo sé, lo cierto es que este salón es uno de mis favoritos, tan cálido y embriagante, hasta exótico. Es como vivir dentro de una lámpara mágica.

Levanto la trampilla con cuidado, ya antes me han pisado los dedos cuando he tratado de subir. Sin embargo esta vez no hay muchos alumnos en aquella habitación, sólo Louise a quién miro entre sorprendida y visiblemente alegre. Le sonrío con dulzura, antes de saludar a la profesora.

-Buenas tardes, profesora Trelawney.- Le digo, aunque sé que cuando se encuentra en concentración como ahora, es posible que no me escuche. Me acerco a Louise y me seinto a su lado en uno de los cómodos cojines del lugar. -Hola. ¿Somos las únicas?-

Ya estaba adormilada. No es que necesitara esta clase, probablemente ella tuviera una ‘visión’ más acorde que la de la profesora que veía una y otra vez las mismas cartas como si encerraran el mayor de los secretos. Era absurdo usar métodos para focalizar cuando aunque tuviera algo de la habilidad para ver el futuro no supiera interpretarlo. Le encantaría sentir que estaba ante alguien que pudiera ayudarla.

Porque mientras la profesora estaba orgullosa sobre sus dudosas capacidades, Louise siempre había estado aterrada sobre las propias. Cada día que pasaba menos se sentía en sintonía con el entorno, aferrada con una mano al presente y la otra al pasado.

"Si, somos las únicas de momento... aunque luego de tercero por lo general suelen dejarlo varios... incluso Parvati Patil parece haber dejado la clase, aunque suponiendo que tras lo que pasó con su amiga no es de extrañar." Murmuró contra su hombro para no interrumpir a la profesora.

Había pasado diez minutos intentando entender como llegar a la siguiente clase, guiándome por el plano de Trix. Sin embargo finalmente tuvo que señalármelo un alumno que pasaba por allí, apuntando hacia arriba, a una trampilla escondida en el techo. Veo que aún me quedan muchas cosas que descubrir en este lugar.

La densidad del aire que se respiraba en ese lugar me llegó como una bofetada, dejándome mareado con la primera bocanada de aire. Quién sea que de la clase, le gusta abusar con las hierbas aromáticas. ¿Y quién diablos prende un fuego cuando el clima es cálido? El aspecto de la profesora respondió mis dudas. Al mirar a mi alrededor, no me sorprendió encontrarlo vacío. Excepto por dos figuras rubias, tan parecidas entre ellas que llegué a pensar que veía doble. Pero pronto pude reconocer a una d ellas y animado me acerqué, tomando asiento en uno de los asientos mullidos.

-Hola Lou.- Saludé con animación, antes de dirigirme a la otra chica, y al instante me convencí que no se trataba de la gemela de la veela. -Eh, qué tal? Soy Sam.-

La rubia le dedicó una sonrisa brillante al chico que entró, resignándose a que no podría seguir lo que la loca de la profesora estaba diciendo a su mazo de cartas. Sea lo que sea que iba a enseñar era evidente que lo más probable fuera que ni clase tuvieran ese día, sino que se la pasarían aquí, rodeando una mesa los pocos que fueran, medio drogados con el incienso de la profesora y con algo de resignación.

"Samuel... que gusto ver que vas a clase." Bromeó con una media sonrisa, lentamente apoyándose en la mesa y el rostro sobre la mano mientras ella resbalaba lentamente, más dormida que despierta por los vahos que daban vueltas por esa habitación.

"Te presento a Luna." Aclaró indicando a la chica antes de mirar a la profesora, a sus dos compañeros y suspirar resignada mientras jugaba con un dedo contra la bola de cristal que solía poner a media mesa, sin saber que hacer con sus manos y el humo nublando sus sentidos. "¿Por que estamos tomando adivinación?" Preguntó a los dis presentes.

-Hola Samuel.- Saludo al nuevo chico. Me parece haberlo visto antes, aunque no se donde. Luego vuelvo a mirar a Louise y bajo la voz. -Yo la veo por dos razones: una, porque me gusta escuchar las teorías de la profesora Trelawney... y la segunda es porque me da algo de pena con ella que la tengan tan relegada, incluso los profesores.-

Sacudo la cabeza y le lanzo una mirada hacia la profesora. -Aunque en este momento, creo que ni se ha dado cuenta que estamos aquí...-

Por fin la enigmática mujer levantó la mirada a su... poca concurrida clase, que la hizo parpadear con curiosidad. Levantó la mirada a su reloj de arena y luego a los tres chicos en estado de duermevela.

-¿Sólo tres alumnos?- Pareció decepcionada al principio, pero se recompuso con rapidez, poniéndose en pie. -Pero por supuesto, ya las cartas me anunciaron que esto pasaría. El temor a este poderoso arte aumentó luego de los tristes incidentes de hace unos meses. Es de entender que pocos tengan el valor de regresar al estudio de los hados y sus significados. Además, incluso las cartas me anunciaron del mágico número de poder que acompañaría a los nuevos alumnos. Tres, mis pequeños. No lo olviden.-

Afirmó con sus grandes ojos de insecto, antes de acercarse a los estudiantes con movimientos suaves que hacían flotar su excesivas vestiduras. -Sabía que regresarían, mis pequeñas Louise y Luna. El Ojo Interno es poderoso en todos ustedes. Y...- Miró a Samuel, al parecer emocionada de ver un rostro desconocido. -Estoy segura que también usted lo posee, mi pequeño. Lo leo en tus ojos.-

Extendió sus manos por el salón. -Hoy era mi intención que realizaramos el estudio de las bolas de cristal, pero desde la Batalla me temo que apenas algunas sobrevivieron. Y la Directora me ha anunciado que nuestros recursos en este momento no son lo suficientes para pedir nuevas.- Hizo un mohín. -Así que empezaremos este año con el curioso arte de la lecturas de las cartas o el Tarot. ¿Alguno de ustedes puede decirme el uso más común para este arte tan antiguo?-

Se quedó mirando las cartas y luego a la profesora y luego nuevamente a las cartas antes de dirigirla una mirada a Luna y a Samuel antes de ofrecerse como primer conejillo de indias.

No solía estar muy a favor de las prácticas de la profesora Trelawney ya que era evidente que sus muestras de adivinación eran más teóricas que prácticas. Sin embargo la clase era entretenida con todas las amenazas, especialmente para alguien que tenía la habilidad de ver el futuro de verdad... bueno, no que usara mucho esa habilidad, la verdad que le daba más miedo que nada, la idea de saber algo la condenaba al conocimiento de que no podría detenerlo aunque deseara. Y no porque no podía, era más bien una profecía autocumplida...

Si lo sabes no lo puedes cambiar.

"El primer uso de las cartas de Tarot es el de entretenimiento entre las castas nobles dentro del siglo 15. Recién en el siglo 16 hay documento de adivinación que lo solían usar entre los altos cargos para razones de guerra referentes a sus propias posiciones al barajarlas. Se dice que se usaban para transmitir el conocimiento aun antes de usarlos para predecir el futuro." Y eso que no comenzaba a pensar en los pueblos gitanos que eran en gran nivel general quienes habían propagado el arte a los pueblos menos pudientes.

Le sonrío a la profesora como respuesta a su saludo, y miro también a Samuel; es interesante la ver la reacción que produce en aquellos que conocen a la profesora de Adivinación por primera vez.

Giro mi cabeza para mirar a Louise, sonriendo con suavidad, mientras escucho su explicación sobre las cartas. -También dependía del tipo de baraja que se usara. Igual que en el ajedrez, pero en vez de dos ejércitos, tienes cuatro. En otras barajas,en cambio, tienes distintos personajes representados en el arte renacentista.-

Oooooooook...

-Eh...- Fue mi única palabra luego que todo aquello. Las únicas cartas que conozco son los mazos para juegos de Las Vegas. Dudo que sea a eso a lo que se están refiriendo. -Ehm... si.-

Terminé asintiendo a lo que decían las otras chicas, encogiéndome un poco en mi silla demasiado mullida. Esto comienza a ser muy incómodo.

La profesora pasa los ojos de unos a otros con muestra de grandes expectativas, y espera paciente alguna palabra del muchacho castaño. Al ver que no agrega nada más, parece perder todo el interés en él.

-Bien, muy bien.- Dijo con una suave sonrisa, mirando a las dos rubias e ignorando majestuosamente al Gryffindor. Avanzó de nuevo hasta la chimenea, buscando dentro de un gran bolso de tonos verdes y naranja. Sacó entonces tres mazos de cartas, evidentemente muy usadas, regresando entonces a la mesa.

-Las cartas, que fueran, y sean aún, objetos usados para el azar y el juego, se convierten en poderosos instrumentos para todo aquel que posea y desarrolle el Ojo Interior. Los magos tocados con este Don se valen de muchos instrumentos, mis niños, puesto que el Universo y el Destino están finamente interrelacionados, delicados y enmarañados hilos de araña que revelan el pasado, presente y futuro.-

Colocó un mazo frente a cada uno de ellos. -Ahora: ¿Conocen lo que representa cada uno de los símbolos en las cartas? Notarán que los mazos son distintos entre ellos. ¡Pero, ah! Los símbolos están allí. ¿Pueden mencionar uno de ellos? ¿Alguna de las tantas figuras que se representan en los tres mazos?-

"¿Los Arcanos?" Preguntó la veela antes de bajar la cabeza pensativa tratando de hacer un orden de las cartas y sus arcanos. Alguna que significara algo...

"La muerte, es el cambio definitivo, nadie escapa a ella y cuando llega es para que nada vuelva a ser como antes. Es una forma de mostrar progreso, pero invertida significa estancamiento, una dificultad muy difícil de superar." Ofreció como una respuesta a la profesora.

Se sabía todos los arcanos, no era tan difícil, pero pidió solo uno, ¿no? Entonces uno era lo que le ofrecería de momento.

-Lune.-

Pronuncio suave, dibujando sobre la mesa la forma de la luna menguante. Es una de las imágenes que está pintada en mi habitación, como protectora nocturna de mis noches de insomnio.

-Representa una entidad pura, que es parte del alma y lo eterno. Es el símbolo de la espiritualidad.- Termino, sonriendo suavemente.

Comencé a revisar la baraja con movimientos rápidos mientras la profesora miraba a las otras dos chicas, queriendo evitar volver a hacer el "eh", "ehm", "este", o cualquier otra muletilla que me hiciera quedar como un troll.

-¡El Jocker!- Exclamé triunfal cuando encontré la carta que guardaba el mayor parecido con el Arlequín y la coloqué sobre la mesa. Aunque, bien visto, hay algo extraño con esta carta: está de cabeza. Ostia, la verdad nunca me había fijado que una carta pudiera estar al derecho o al revés, siempre he visto el mismo patrón en ellas...

-...Bueno, es la carta "comodín"... ¿no?- Dije, sonriendo como si quisiera disculparme con la sonrisa.

La profesora miró desde su posición la carta puesta por el muchacho. -Ese se llama El Loco, mi querido niño. No es un "comodín".- Parecía levemente frustrada por la poca visión del Gryffindor pero, ¡ah! ¿que podía esperar de esa generación americana? -Este Arcano es el más impredecible de todos, puesto que le puede dar la vuelta a toda una predicción sólo con su presencia.-

De nuevo se volvió hacia las rubias con un gesto más suave y encantador.

-Has dado en un dato muy importante, Louise querida. Al leer las cartas del Tarot deben voltearlas siempre de la misma manera, o no será más que azar sin sentido. Por esto es tan importante si la carta girada se encuentra derecha o de cabeza.- Miró las llamas que bailaban en la chimenea, parecía ensimismada en una idea propia. -Bien, bueno. Creo que podemos dar la clase de hoy por terminada, mis niños. El tiempo y los augurios no son propicios para estar en compañía en estos momentos. Leerán el capítulo 10 del libro de texto, donde aprenderán los nombres de los Arcanos Mayores y menores, y sus significados. Lleven los mazos y para la próxima clase traerán siete predicciones, realizando una cada día de la semana antes del desayuno, y como esta predicción afectó su día.-

Despidió a las jóvenes pellizcando suavemente sus mejillas, y volvió hasta su mesa, donde la tetera empezaba a hervir sin estar en contacto con el fuego.