Casting Ginny Weasley.

Hace días que no puedo dormir, no puedo cerrar los ojos sin escuchar su chasquido inaguantable y su voz. Salgo de la habitación esperando encontrar un escalón falso que me haga tropezar, una oreja extensible o una elevada carcajada que me haga sentir algo, lo que sea.

Fleur se ha quedado unos días con nosotros, al menos hasta que todo se tranquilice. Percy no aparece por la casa no le vemos desde el entierro. Tengo que ser fuerte. Levanto la mirada pero la bajo rápidamente, no puedo hablar con él sin empezar a llorar. Si yo estoy así no me puedo imaginar cómo se siente él. Paso por su lado sin que se inmute, lleva días sin hablar, me parece raro que siga en casa aguantando tantos ojos observándole. Sigue con aquel papel arrugado en las manos, lo estruja y lo estira una y otra vez.

Me acerco a la cocina y levanto la vista hacia el reloj, buscando una de las manecillas en particular, vuelvo a bajar la mirada, el reloj nunca miente.

Hace unas semanas que Ron y yo recibimos una carta de McGonagall; le daban la opción de terminar sétimo o de presentarse a los Éxtasis. A mamá le hubiese gustado que cursara otro año, tener la seguridad de que dos de sus niños vuelven a estar seguros, que no les pasará nada, que todo vuelve a la normalidad. Pero ya no somos niños y Ronald siempre ha sido testarudo, ahora quiere ser auror como Harry. Sacudo la cabeza mientras vuelvo a subir las escaleras, volvería a Hogwarts lo tenía claro, había hablado con Luna y Neville sobre eso.

-Mamá ya lo hago yo...

Le puse las manos en los hombros apartándola, estaba llorando mientras trataba de hechizar el baúl. Habíamos decidido empezar a pasar página y con todas aquellas cosas recordándonos lo que no íbamos a volver a tener era imposible.

-Baúl Locomotor...

Mi mano temblaba al verle bajar las escaleras, George por fin se había levantado de aquella silla, seguía estrujando aquel papel. Traté de aguantar y no derramar ni una sola lágrima, pero empecé a notar cómo caían con el primer gemido de mi hermano.

Cuando el baúl llegó a su lado cayó de rodillas frente él, pasando las manos por la madera de roble mientras su llanto se hacía cada vez más agudo y punzante. El papel con el que había estado jugando estos días resbaló de sus manos, rodando hasta la pared y estirándose una última vez; los ojos brillantes y ahora sin vida de Fred me miraban desde aquel trozo arrugado.